Despide el verano con una escapada. Viajar en septiembre es más barato y, además, hay mucha menos gente. ¿Se te ocurre mejor plan para recargar pilas antes de volver a la rutina?
No es lo mismo decir adiós al verano encerrados en una oficina gris viendo cómo se acortan los días que tener en mente una escapada de fin de fiesta por todo lo alto a alguna de estas ciudades.
Barcelona
Barcelona es una de esas ciudades en las que siempre parece ser verano. Por su clima agradable, sus calles siempre bulliciosas, su frenética actividad cultural y por ese ‘flow’ mediterráneo tan característico, esa manera tan peculiar de sus habitantes de vivir de cara al mar y, de alguna manera, también de espalda a las adversidades. Imposible no amarla.
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No te vayas sin visitar la Casa Batlló, hermosísima casa modernista de Antoni Gaudí, ahora interactiva, en pleno centro de la ciudad.
Málaga
Qué mejor para comunicarle al otoño que no le tienes ningún miedo que hacerlo frente a unos espetos (sardinas a la brasa) en un chiringuito de la playa malagueña. Ciudad grande y alegre, Málaga nos ofrece desde unas tapas que quitan el hipo en sus múltiples tascas a numerosas propuestas culturales y artísticas.
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Una visita a la casa de Picasso nos permite entender mejor la esencia del pintor.
Menorca
Dicen los lugareños que Menorca es, si cabe, más hermosa a finales del verano y en otoño, cuando la actividad baja y podemos disfrutar prácticamente en solitario de sus calas paradisíacas, sus paisajes de cuento, el ambientillo de ciudades como Maó o Ciutadella y unas calderetas de langosta que sientan aún mejor cuando baja el calor. Descubre que Menorca es mucho más que un destino de playa.
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Binibeca es un hermoso pueblecito blanco abierto al mar, donde perdernos por sus callejuelas y fotografiarnos en cada rincón.
Madrid
Visitar el Prado, el Thyssen o el Reina Sofía, perdernos por las calles de Malasaña en busca de rincones auténticos y felizmente anacrónicos, descubrir algún restaurante hipster en Chueca, dar un paseo hasta Matadero a ver qué se cuece, deambular por el Retiro… Madrid tiene siempre mucho que ofrecer y la vida siempre frenética de sus calles, así como la amabilidad de sus gentes, nos hará olvidar que dejamos atrás el verano.
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Si el bolsillo nos lo permite, no deberíamos abandonar la capital sin descubrir DiverXo, el restaurante con tres estrellas Michelin que nos dejará con la boca abierta.
Bilbao
Pasar unos días en Bilbao siempre es sinónimo de dar bonitos paseos junto a la ría, disfrutar de exposiciones de gran nivel gracias a la siempre solvente programación del Guggenheim, comer bien (y mucho) y empaparnos de sus buenas vibraciones y de una calidad de vida que se nota nada más poner un pie en la ciudad. Bilbao puede además ser un punto de partida excelente para hacer ruta por el País Vasco.
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Amantes de la gastronomía, no abandonéis la ciudad sin visitar el Mercado de la Ribera. Advertencia: imposible salir con las manos vacías.
Roma
Transitar por sus calles repletas de historia, visitar plazas que más bien parecen museos, comer de escándalo a buen precio en prácticamente cualquier sitio, sacarnos la foto de rigor en el Coliseo y soñar con que nos vamos a quedar allí mientras paseamos por el Trastevere de noche. Todo esto y más es lo que va a ocurrir en Roma, una ciudad llena de curiosidades cuyo particular caos es capaz de enamorar hasta al más fanático del orden.
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El emblemático restaurante Necci dal 1924, ubicado en el emergente barrio de Pigneto (visita imprescindible), enamoró en su día a Pasolini y hoy va a enamoraros a vosotros.
Florencia
Hay que organizar bien la agenda para sacar provecho a unos días en Florencia. No podemos irnos sin visitar el Duomo (que se agarren al de al lado los más sensibles: es sobrecogedor), recorrer la Piazza della Signoria, visitar la Gallerie degli Uffizi, perderse por sus calles que en ocasiones nos recordarán a un decorado y evocar aquel Gran Ducado de Toscana que todavía se respira en las señoriales calles de la que es, sin duda, una de las ciudades más hermosas del mundo. Si tienes unos días, puedes también aprovechar para hacer ruta por la Toscana.
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Una foto en el Ponte Vecchio que podamos colgar en nuestra nevera es una buena manera de recordarnos que a Florencia conviene volver cada año.
Ibiza
El final del verano es una buena época para comprobar que hay muchas Ibizas, casi tantas como habitantes, y que no todas tienen que ver con la de la juerga sin fin que habita en nuestro imaginario colectivo. Hay una Ibiza urbanita, escondida entre las calles empedradas de su casco antiguo con vistas al mar. Hay naturaleza a raudales, un lugar de relax, pueblos de cuento, calas escondidas, grandes playas urbanas y una agenda siempre repleta de actividades para todos los gustos.
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Si queremos conocer uno de los mejores restaurantes de Ibiza nada mejor que hacer una parada en Maca de Castro, en Alcúdia, con una estrella Michelin.
Sevilla
Ya lo dijo un sabio: “el corazón que a Triana va, nunca volverá”. Y es que es fácil que nuestra alma desee quedarse entre las hermosas calles del barrio de Triana, en el corazón de Sevilla, entre cante flamenco, tapas de chipirones, terrazas abarrotadas y vistas al Guadalquivir. Sevilla es una gran ciudad que es a su vez agradable y accesible, muy fácil de recorrer a pie y con unos habitantes más majos que las pesetas. Si el calor aún aprieta (ya se sabe que el verano tarda más en marcharse en el sur), te proponemos una ruta para hacer de noche.
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Una vez visitados los Reales Alcázares, la Plaza España y la Giralda, hay que probar las que tienen fama de ser las mejores croquetas de la ciudad: las de Casa Ricardo.
París
Volveremos a París y, como ocurre cuando vamos a Londres, volveremos a decir que había que regresar al menos una vez al año. Son muchos los motivos por los que volver a París una y otra vez: su elegancia bien entendida, herencia de aquella Francia poderosa que todavía permanece en cada rincón, sus edificios majestuosos, su oferta artística y cultural (El Louvre, el Centre Pompidou y el Museo de Orsay valen por sí solos una visita), el barrio de Le Marais y por una gastronomía siempre cautivadora. ¿Y si te guardas unos días más para descubrir los alrededores de París ya de paso?
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El arbolado canal Saint-Martin, el Quai de Valmy, es un rincón de postal desde el que contemplar la Torre Eiffel a lo lejos, así como perderse en sus restaurantitos y tiendas.