Te proponemos un recorrido gastronómico por España, desde Bilbao hasta Sevilla pasando por Barcelona, Valencia y Málaga.
¿Qué tienen en común estas ciudades más allá de estar en el mapa de España y de albergar inmensos patrimonios arquitectónicos, históricos y culturales? Sin duda, una gastronomía de primera. Entre tradición y vanguardia; con o sin estrellas; popular o de alto copete; dulce o salada; de mar, montaña o huerta… La cocina de estas grandes metrópolis destaca e invita a todos los visitantes a meter cuchara, levantar la copa, hincar el diente, catar, zampar, brindar y, sobre todo, disfrutar.
Repasamos los atributos de estas “5 ciudades para comérselas”. Si quieres visitarlas, solo tienes que reserva tu vuelo.
Bilbao, potes, hamaiketakos y mucho por ver y comer
Por Iker Moran de @lagulateca
Superados los complejos turísticos con Donosti y aquello de que Bilbao ni era bonita ni falta que le hacía, la capital de Bizkaia –y del mundo, se dice por aquí- luce desde hace años como uno de los mejores destinos del país. Sobre todo si nos vamos de potes (vinos) por el Casco Viejo, más conocido como “las 7 calles”. Xukela y sus crestas de gallo, champiñones en el Motrikes, parada en Bacaicoa y un vermut preparado en El Perro Chico o en Ander Etxea pueden ser un buen comienzo. Para sentarse a comer sin salir de la zona, Los Fueros nunca decepciona. Palabras mayores es Mina, una de las cocinas más interesantes de la ciudad y con estrella Michelin desde hace años, o para quienes busquen algo más clásico, La Despensa del Etxanobe.
El hamaiketako, esa parada de media mañana con su pintxo y café, en el Iruña y el helado para el paseo de la tarde en Gelatti. ¡Gelatti! Si nos acercamos a Getxo (en metro desde Bilbao) allí también tienen un kiosko de helados junto a la playa y, para rematar el plan dulce, no puede faltar un bollo de mantequilla en la pastelería Zuricalday de Algorta, o cualquier otro dulce local. Y ya que estamos fuera de Bilbao, entre las decenas de planes posibles de costa o monte en Bizkaia, una escapada a Urdaibai con parada en Gernika y comida en Boliña El Viejo o hacer algo tan vizcaino como comer en una cervecera como Marko Pollo en Kortezubi son de esos planes buenos, bonitos y baratos. Porque quienes puedan escaparse a Azurmendi o Asador Etxebarri seguro que lo hacen sin que haya que comendárselo.
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Comer en Barcelona: entre tradición y modernidad
Por Laura Conde de @Gastronomistas
Duele en el alma arrancar un texto sobre la gastronomía de Barcelona con un titular tan tópico, pero si queremos ser fieles a la verdad reconoceremos que hay pocas ciudades en el mundo que cabalguen como la capital catalana entre las filigranas de algunos de los chefs más aclamados del momento y esas tascas de barrio que aún resisten al paso del tiempo dando felizmente la espalda a la modernidad que impera. Es probablemente eso, ese alma mediterránea y gamberra que de vez en cuando se pone el traje de gran urbe, ese equilibrio entre el cosmopolitismo y lo local, entre el gastrobar y el antro, entre el palillo y las bayas de Goji, entre el bartender londinense y la simpatía de la señora Paquita, lo que enamora día tras día a los visitantes y convierte a la capital mediterránea en una de las ciudades más visitadas del mundo.
Porque Barcelona es el brunch cool de alma brasileña del decididamente hipster Trópico (reservad antes, los fines de semana no se cabe), pero también las tapas andaluzas de La Chana, o las conservas del Quimet –ambos en Poble-Sec–, una institución en la materia y un buen ejemplo de esa Barcelona de antes que a veces parece que se nos quiere escapar de las manos. Son los huevos fritos con chipirones del emblemático Quim, en el Mercat de la Boqueria, pero también la oliva esferificada de Albert Adrià en Bodega 1900; son las dos estrellas Michelin de Disfrutar y los bocatas de Bodega Montferry, la sofisticación de La Barra de Carles Abellán en el W Hotel y la cocina de mercado del sencillo Casa Mari y Rufo frente al Mercat de Santa Caterina. Son las tapas de batalla del Xampanyet y la cocina de km 0 de la Sucursal Aceitera, en la concurridísima calle Parlament, las cañas de La esquinica y los cócteles de autor de Paradiso, una de las mejores coctelerías del mundo. Y así podríamos seguir sin acabar nunca, enumerando todas las contradicciones de una ciudad con el corazón partío, que palpita entre lo que era y lo que será sin saber que esa discordancia acaba siendo, en definitiva, lo que más nos gusta de ella.
Málaga, del chiringuito a la estrella pero siempre junto al mar
Por Manu Balanzino de @thegourmetjournal
¿Sabías que el espeto de sardinas aspira a ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad? Con esta carta de presentación, es imposible resistirse a los encantos de Málaga, a sus chiringuitos, a sus afamados vinos y a su cocina de vanguardia. Y todo ello maridado con cultura, ocio nocturno, playas y sol, mucho sol.
Inicia tu ruta gastronómica por la ciudad de moda tirando de la tradición. En la Antigua Casa de Guardia, una bodega que data de 1840, encontrarás vinos de la tierra y algo para picar. Continúa tu recorrido en la Taberna Quitapenas y pide el popular cartucho de “pescaíto” frito con una copa de vino blanco espumoso. Descubre el Salón de los Barriles de la Bodega El Pimpi, repleto de botas de crianza firmadas por personajes ilustres como la Duquesa de Alba o el actor Antonio Banderas. Mientras tanto, prueba el jamón ibérico de la Serranía de Ronda, donde los cerdos se alimentan con castañas. Termina con una paella marinera en El Merendero de Antonio Martín y, tras un baño en la playa de La Malagueta, reserva en el único estrella Michelin de la capital, el restaurante José Carlos García, con vistas al Muelle Uno. Su menú 100% Málaga es un viaje gastronómico y enológico por toda la provincia malagueña. Finaliza la jornada con un cóctel de autor en la terraza del hotel Molina Larios mientras contemplas las espectaculares vistas a la Catedral. Málaga es, sin lugar a dudas, el destino urbano del momento. ¿Te la vas a perder?
Valencia, mucho más que paella
Por Belén Parra @netepv
La paella tiene hasta emoticono propio, pero no hay que tomarla como único pretexto para la escapada gastronómica a Valencia. Antes, durante y después de Fallas querrás pisar sus bellísimos mercados; probar los arroces de Casa Carmela en la Malvarrosa; recorrer a pie la Huerta que ya es patrimonio agrícola mundial de la FAO, y celebrar el fin de semana con un buen esmorzaret en La Pérgola.
También tapear con solera en el Bar Rausell; compartir la única mesa de Fierro; y dejarte llevar por Ricard Camarena en su restaurante de alta cocina. Este es un dos estrellas de las 28 Michelin que atesora la Comunidad, con Quique Dacosta siempre a la cabeza. Abraza la Historia en el Sucede del casco antiguo, otra joya gastro que trasciende a la mesa; y date cuenta de lo que pintan las mujeres en la escena culinaria local con el Lienzo de María José Martínez; la renovada Salita con Huerto y el flamante Farcit, todos de Begoña Rodrigo; y La Central de Postres de la dulce Carito Lourenço.
No te vayas sin degustar los buñuelos –de calabaza– del Collado; la horchata con fartons de Santa Catalina; y el tradicional bombón en taza. Los que elaboran artesanalmente en Papúa Chocolates te los llevarás cual ‘souvenir’ de regreso a casa.
Sevilla se descubre de tapeo
Por @Flamencakitchen
Lo que tenemos claro, amigos y amigas, es que en Sevilla hay que practicar el tapeo. Así se disfruta de sus calles, de los bares y sus gentes. Para vivir este arte con pasión y devoción, nos decantamos por una ruta por los barrios de Triana–Centro. ¿Listo?
Lánzate temprano y desayuna en las calles. Importante hacer una visita al kiosko Churros del puente de Triana (no hay pérdida, su olor le delata). Si no eres de churros, encamínate directo al Mercado de Abastos (está al final del puente) y podrás desayunar, al mas puro estilo francés, un croissant de Manu Jara. Pero aquí lo típico es una “tostá” con jamón y café. De paso, visitas las ruinas del Castillo de San Jorge que están dentro del mercado. Luego hay que poner rumbo al Paseo de la O y subir por el callejón de la Inquisición. Justo enfrente se encuentra el bar Casa Cuesta, conocido por su cola de toro y croquetas, aunque también las espinacas con garbanzos están para gritarles. De ahí hay que aprovechar para visitar la calle alfarería, cuna de los alfareros de Sevilla.
Next stop: C/ Betis. Nada, un paseíto. Antes de cruzar el puente hay que tomar una cerveza rápida con una tapita de adobo en La primera del puente o en Río Grande, y disfrutar de la belleza de La Torre del Oro. Recomendable visitarla y luego perderse por las calles colindantes a la antigua Casa de la Moneda hasta llegar a la bodega Casablanca. ¡Hey! Aquí se degustan de las tapas más típicas de Sevilla. Seguimos la gastro-ruta hasta la calle Mateos Gagos, en pleno barrio de Santa Cruz, donde el bar La azotea ofrece una nueva cocina sevillana con base de cocina tradicional. Seguimos hasta la Bodega Los Arcos, donde una cerveza fresquita será de lujo con un montadito de “pringá”. Justo al lado, en la bodeguita El perejil podrás probar el vino de naranja o el vermut con sifón, una delicia. De ahí cruzas por el barrio de Santa Cruz hasta la Bodega de Las Teresas donde hay pedir, sí o sí, una tapita de jamón con una copita de manzanilla fría. WOW. Y con esta pequeña ruta, os dejamos con la miel en los labios. Y recuerda, Sevilla está aquí al lado, a un vuelo.