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10 calas donde bañarse y comer en la Costa Brava

Desde Blanes hasta Portbou, la Costa Brava es un rincón que enamora gracias a sus hermosas calas, la naturaleza, una gastronomía de excepción y un sinfín de pueblos con encanto.

Te proponemos descubrir los encantos de la Costa Brava, un rincón de ensueño repleto de pueblos con encanto y playas salvajes, a través de sus calas. Nada mejor que darse un chapuzón en cada una de ellas y acabar la jornada disfrutando de un arroz y un vino de la zona en un chiringuito a pie de mar para sentir eso que tanto necesitamos muchos: que estamos, al fin, de vacaciones.

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Cala Aiguablava (Begur)

Con permiso de Platja Fonda, ese hermoso rinconcito de Begur al que se accede por unas escaleras, de aguas cristalinas y rodeado de rocas y naturaleza, es un gran plan para pasar el día. Podemos empezar dando un paseo por los bosques que rodean la playa y disfrutar de su sombra y de sus espléndidas vistas al mar para, a continuación, enfundarnos el tubo y las gafas y, más tarde, descansar al sol frente al mar antes de ocupar mesa en el restaurante situado en la misma cala: Toc al Mar, un referente gastronómico donde podremos degustar uno de los mejores arroces de la Costa Brava.

Platja Gran (Tamariu)

Pese a que el pequeño pueblecito de Tamariu está lleno de rincones con encanto, nos quedamos con su playa urbana, repleta de tiendas, restaurantes y servicios. Es una playa tranquila pese a encontrarse en el núcleo urbano de Tamariu y es perfecta para practicar deportes, disfrutar de una jornada playera completa y acabar el día comiendo o cenando en un restaurante situado en el interior del pueblo que destaca por su buena relación calidad-precio: Mossec Bar, un sencillo establecimiento de cocina casera solvente y sin pretensiones que elabora unos arroces más que interesantes.

Platja de Port Bo (Calella de Palafrugell)

Seguimos con una playita mainstream, una de las que hemos visto tantas veces inmortalizadas en redes sociales y que nos hará sacar el móvil para fotografiar sus aguas limpias de un azul intenso, sus casitas blancas y sus barcas de colores, que hacen de Calella de Palafrugell uno de los rincones con más encanto de la costa catalana. Una buena idea es pasar la mañana haciendo snorkel y acabar con un buen arroz en el bonito Tragamar, un solvente restaurante con encanto a raudales donde los pescados frescos conviven con unos arroces deliciosos.

Cala Tamariua (Port de La Selva)

Si nos dirigimos hacia el norte y paramos en El Port de la Selva disfrutaremos de esa Costa Brava más salvaje y menos masificada, que aún conserva playas vírgenes y calitas de cuento en las que, si tenemos suerte, podremos estar prácticamente solos en algunos momentos del año. Cala Tamariua es una pequeña cala rodeada de árboles de tamarindo, donde la naturaleza y el mar se dan la mano para formar exactamente esa estampa que a muchos nos viene a la cabeza cuando pensamos en la Costa Brava. Tras el chapuzón, nada mejor que reservar mesa en El racó del Mar y disfrutar de sus pescados frescos.

Cala Montjoi (Roses)

Conocida mundialmente porque fue sede de elBulli, el restaurante de Ferran Adrià, Cala Montjoi es, además, un rincón bellísimo rodeado de vegetación en el que siempre parece que el mundo se haya parado. El trayecto en coche desde Roses es ya de por sí solo un espectáculo, ya que bordearemos playas desiertas y acantilados hasta llegar a este espacio alejado del mundanal ruido en el que disfrutar de una jornada playera tranquila en plena naturaleza. Nada mejor que comer en su chiringuito, Chiringuito Cala Monjoi, donde preparan unos buenos arroces a precio razonable.

Platja de les Pots (Palamós)

Esta minúscula playa de rocas, a la que tendremos que acceder con escarpines y bien equipados con equipo de snorkel para disfrutar del espectáculo de fauna marina que encontramos en sus aguas, es un rincón delicioso al que accederemos por un caminito y donde tomaremos fotos preciosas de la costa mediterránea. Nada mejor que caminar hasta el núcleo urbano de Palamós, para llegar hasta La Cala Taverna, un restaurante especializado en pescados donde se trabaja la materia prima con primor y sabiduría.

Platja del Moll Grec (Empúries)

Si visitamos la Costa Brava no podemos dejar de darnos un baño en la Platja del Moll Grec, junto al muelle helenístico de las antiguas ciudades griega y romana de Empúries. Pese a que la tentación de quedarse todo el día en esa playa encantadora de aguas tranquilas y arena fina será muy grande, debemos guardar unas horas para visitar Sant Martí d'Empúries, con su muralla medieval y con propuestas gastronómicas tan interesantes como Villa Teresita, el magnífico restaurante de Hostal Empúries, íntimo, sofisticado y elegante.

Sa Sabolla (Cadaqués)

Más allá de la emblemática Cala de Port Lligat, Cadaqués cuenta con calitas menos conocidas y de acceso más complicado donde, sin duda, vamos a ser felices. Una de ellas es la de Sa Sabolla, pequeña y escondida, a la que accederemos caminando desde Cadaqués en una ruta inolvidable por senderos de cuento con vistas espectaculares. Una vez allí disfrutaremos de un día apacible rodeados de rocas de pizarra, en una cala salvaje sin servicios a la que se accede por una bajada con una pendiente considerable, de manera que es aconsejable llevar buen calzado e ir equipados con provisiones para pasar el día. Si nos apetece acabar la jornada con una cena íntima, muy especial, en un restaurante inolvidable nada mejor que reservar mesa en Haiku Tast, donde la gastronomía japonesa de vanguardia se fusiona con pinceladas mediterráneas en una propuesta que, en ningún caso, nos dejará indiferentes.

Cala Sant Francesc (Blanes)

Visitar Blanes es siempre una alegría. Su animado paseo marítimo, su centro urbano lleno de vida, los comercios, el ambiente a cualquier hora del día y atracciones de gran interés como el Jardín Botánico Marimurtra, considerado el mejor de Europa, nos atraparán desde el principio. La cala Sant Francesc es amplia y agradable, y cuenta con un restaurante, Cala Bona, donde nos servirán unos pescados deliciosos y, si nos va la marcha, también “esmorzars de forquilla” (desayunos a lo grande a media mañana a base de platillos) que quitan el hipo.

Platja El Cros (Llançà)

Esta playa de arena gruesa y rocas situadas a escasos kilómetros de Llançà es un auténtico espectáculo natural que nunca defrauda. Rodeada de vegetación, está ubicada en una zona residencial, de manera que es de fácil acceso a pie o en coche. Nada mejor tras acabar la jornada de relax frente al mar que reservar mesa en el mítico Can Manel, uno de los restaurantes más populares de esta localidad.

¿El cuerpo te pide mar? ¡Vente a la Costa Brava!

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