A 30.000 pies por viajeros para viajeros

Resultados

Guía para viajar a Gran Canaria en verano

Gran Canaria es una isla en gran parte salvaje y virgen, repleta de encantos naturales para todos los gustos y de hermosos pueblecitos alejados del turismo de masas.

+ info

Descubriendo Menorca con un bloguero viajero

Por Marco Fiocchi – RondoneR (Travelblog.it and Vistamondo.com)

Cuando Francesco, mi jefe, me llamó, yo conducía por el centro de Roma en una calurosa, caótica y frenética mañana.

La propuesta de participar en el reto del blog de Vueling, consistente en viajar a una de las islas Baleares en busca de lugares inexplorados, me deja de piedra. Estoy emocionado: Vueling Loves Islands es un reto maravilloso, y me enorgullece que me hayan elegido para representar a travelblog.it para Blogo.

La adorable Elisa Casagrande me informa de que Menorca será mi destino. Me lo prepara todo: vuelo y hotel. Es fantástico, es la isla que yo quería. La única que no conozco y la que ansiaba visitar. Tendré libertad. Estaré solo. Mi sueño se hace realidad.

Aterrizo en Menorca el sábado por la noche. El aeropuerto se encuentra al sur, muy cerca de mi hotel, situado en S’Algar, justo sobre las playas y los lugares de interés turístico más populares.

Rápidamente decido alquilar un coche. Menorca no es excesivamente grande, pero tampoco es una isla pequeña, de manera que si quiero verlo todo debo tener mi propio método de transporte. Una motocicleta hubiera estado bien, pero llevo varios bultos, y para ir en bicicleta necesitaría más tiempo, y más pulmones…

El domingo por la mañana me aventuro a explorar el sur. Como he dicho, aquí las playas son preciosas, aunque también muy populares, y los complejos turísticos no han respetado siempre el entorno natural.

Gracias al alba de la mañana, pude comenzar mi ruta disfrutando casi sin compañía de la playa de Punta Prima (donde saludé al sol que surgía del mar), Cala de Binibeca y Cala Biniancolla. El Poblat de Pescadors (Binibeca Vell) tiene un estilo peculiar, con sus casas blancas. Algo artificial, pero con un bonito y pequeño puerto.

Más adelante, descubro Cala d’Es Canutells, Cales Coves y la bella Cala’n Porter, probablemente la bahía más fascinante de la costa. Desde el mirador, el color del agua es increíble. No parece real. No tengo tiempo para visitar la gran cueva (Cova d’en Xoroi).

Continúo. Necesito volver al interior para ir a otras playas y tener tiempo de hacer una excursión a uno de los tantos parajes prehistóricos de la isla. Torre d’en Galmés. Como si de Cerdeña se tratara (con sus nuragas), Menorca conserva varias estructuras megalíticas. El periodo talayótico, que proviene de talayot, estructura de piedra, con taulas y navetas, constituye una herencia arqueológica excepcional. Solo el pensar que aquí vivieron nuestros antepasados confiere a la tierra una índole un poco más de madre. Es raro. Es fascinante.

Pero es hora de regresar a las playas. Ahora soy un bloguero playero. Bajo hasta San Bou, el litoral más largo de la isla. Es un espectacular tramo de arena blanca que se extiende a lo largo de 3 km, cuya belleza se ve destruida por un horrible hotel situado al este.

El agua es color turquesa, transparente, cristalina. Al lado de San Bou se encuentra Sant Tomàs, con su hilera de bahías, cada una más bonita que la anterior. Vegetación que alcanza la costa, rojizas rocas, blancas playas, azuladas aguas. No me resisto y me rindo a mi primer baño. Divino.

Bajo por un camino de ronda que comienza en la primera playa y se extiende por toda la costa. Me doy cuenta ahora de que estoy rodeado de nudistas. En realidad los hay en todas partes. De todas las edades. Se mezclan con la gente que viste sus bañadores, muchas familias y multitud de niños. Nadie se escandaliza ni se siente ofendido. Si el cielo existe, debe ser como este lugar.

Una vez seco, en contra de mi voluntad y de los cantos de una sirena invitándome a montar mi tienda y quedarme a vivir allí para siempre, me marcho y cojo el coche.

Aún tengo que descubrir muchos más lugares “inexplorados”. No soy Indiana Jones, pero esto es una carrera y mis rivales blogueros habrán hecho lo mismo. De manera que llego a Cala Santa Galdana. Agradable bahía turquesa arrebatada por grandes hoteles y fábricas.

Decido que lo mejor aquí es coger un barco y hacer uno de los tantos tours que te permiten espiar las inalcanzables playas y caletas en cuestión de unas horas, a menos que seas un Rambo perseguido por el Vietcong. Me decido por uno de tres horas de duración que realiza la compañía Amigo’s. Es un “Glass Bottom Boat” con solo una pequeña porción de suelo de cristal cerca del motor, a través de la cual solo se puede ver el mar salpicar. Pero cuesta 15€. Me vale.

Ha sido una buena elección. Desde el mar, puedo admirar lugares preciosos como Fustam Cala, Cala Escorxada, el arco natural tras el que se esconde la leyenda del barco pirata, Cala Mitjana, la bella Cala’n Turqueta y las famosas Cala Macarella y Macarelleta, estas últimas asediadas por barcos y yates. ¿Serán populares para los nudistas? Aunque, en un barco uno va siempre desnudo, ¿no?

Nos damos un baño en la preciosa Cala Trebalúger, tirándonos por un tobogán que te lanza hasta quien sabe dónde. Al regresar, la tripulación nos ofrece una innoble ginebra con limón dentro de una botella de limonada decorada con una original pajita. Entiendo que es tradición, pero marea.

Quizá descubra el origen de esta tradición por la noche, al llegar a Ciutadella, la segunda ciudad de Menorca, geográficamente en el lado opuesto de la capital, Maó, que visitaré mañana.

El 24 de junio es el día de San Juan, santo patrón de San Juan de Ciutadella. Es un día festivo en casi todo el país. Enseguida entiendo porqué veo tantos caballeros a caballo.

Ríos de la bebida anglosajona mezclada con la limonada local, lluvia sobre la pintoresca ciudad de elegantes edificios que se convierte en una gran plaza para la cabalgata de los caballos. Pero estoy muy cansado para tanto acontecimiento. Voy en dirección contraria a la multitud y tomo asiento en un restaurante. El más famoso, el S’Amarador, donde quiero probar la caldereta de llagosta.

Es un cocido de langosta servido con pan. Lo siento por el pobre animal que llega vivo, para exponerse con orgullo, pero su sabor es excepcional. Por la noche huyo del puerto, inundado por la multitud que participa en la cabalgata de los caballeros. Sobre mí, una estrella fugaz, un cielo estrellado en el que casi se puede distinguir la Vía Láctea. Si me detengo aquí, me pierdo en el silencio y la paz.

No es fácil madrugar al día siguiente. Un nuevo día en Menorca. Continúa la caza. Esta vez prometo buscar de verdad lugares inexplorados. Tras haber barrido el sur de la isla, probablemente la parte más turística, me dirijo hacia el norte. Cruzando Menorca en diagonal, me doy cuenta de que la vegetación cambia a medida que subes. Aquí la isla es aún más verde. Y es curioso ver granjas, con sus pacas de heno, sus vacas pastando y sus exuberantes palmeras.

Enseguida llego a Fornells, el pueblo de la costa norte central, cuyo mar se ve salpicado de coloridos veleros y regatas. Es un pueblo agradable y tranquilo, perfecto para el que busca tranquilidad. Encuentro un punto wi-fi (lo que no es muy fácil en la isla) y mando fotografías para #MyVuelingCity y a Facebook para Travelblog.it. Llega la hora de marchar. Me dirijo a Cap de Cavalleria, el punto más al norte de Menorca.

A medida que asciendo, la costa se vuelve estéril, rocosa, con arenas rojizas y verdes campos que se asemejan a montañas. El mar sigue siendo azul. Por un momento deseo ser Gauguin para pintar este horizonte. Lo intento con mi cámara, pero no soy tan bueno…

Cerca ya del faro de Es Cobrombol, diviso un pequeño riachuelo a mi izquierda. Abandono la carretera, y tomo un camino de piedras anaranjadas. Al llegar abajo, sano y salvo, veo una bahía que parece una piscina natural. Tres playas en medio de las rocas. Definitivamente, hago de la playa más pequeña mi paraíso privado en el que no me resisto a desnudarme. Soy un perfecto nudista. Ahora entiendo porqué Menorca está desprovista de superestructuras sociales.

Los únicos testigos de esta epifanía naturista son los pobres locales: ¡cabras! Están en libertad y las afiladas rocas no presentan dificultad para ellas. Son muy tolerantes, aunque yo me sienta como Colón besando la ribera. Este lugar es maravilloso, no me quiero marchar.

Pero el deber me llama. No hay deber más agradable. Me acerco hasta el faro, y desde el promontorio diviso Fornells. A pesar de que hace mucho viento, de regreso me detengo en la playa más famosa de la zona, la Platja de Cavalleria (pongo los nombres siempre en catalán porque aquí es sagrado como la Biblia). Hay una carretera que desciende hasta una terraza con vistas a esta media luna tropical. Asombroso. Aunque estoy tan acostumbrado a lo selvático que me parece que hay mucha gente…

En el lado derecho de la playa hay una cala aún más bonita, la Cala Torta. Parece un arrecife. Desde lo alto tengo la sensación de estar en Hawái, pero sin sufrir el jet lag.

Aún dispongo de más de tres horas antes de coger mi vuelo de vuelta de Maó a Barcelona, así que cojo el coche y me dirijo al noreste. Lo lamento por lo que me pierdo a mi izquierda, pero los isleños me recomendaron Cala del Pilar y Cala Algairens, antes de llegar a la famosa Cala Morell. Es una lástima que no disponga del tiempo para recorrerla. Una pena. Perdí mucho tiempo con las cabras.

Descendiendo hacia al sur en el sentido de las agujas del reloj, aún encuentro lugares encantadores, como Cova des Vell Marí o Arsenal Son Saura. Pero voy a otro faro, como en un viaje con Virginia Woolf. He llegado a Cap de Favàritx. Paisajes lunáticos y únicos. Rocas oscuras, llanas, a punto de emerger del mar. Cala Presili es majestuosa, aunque salvaje y pintoresca.

Desafortunadamente, mi viaje termina aquí. Después de esta cerveza helada, solo me queda hacer una rápida visita a Maó. Bonita y limpia, aunque para mí Ciutadella, a pesar de lo caótico, es la mejor.

Devuelvo el coche. A cuarenta euros por día no sale barato, pero es más rentable si se alquila por una semana completa. Embarco. Vueling me sorprende. Siempre a tiempo, incluso antes de lo previsto. Tengo el mismo asiento, en la ventana 4A, y en el vuelo de Barcelona a Roma, también. Esto lo admito sin ánimo de hacer marketing. Lo podéis comprobar.

¿Qué puedo decir? Ha sido una experiencia increíble. Descubrí una isla de la que me he enamorado locamente y a la que pronto volveré. ¡Gracias Vueling! ¡Gracias MyVuelingCity!

Imagen de Mac9

Te han entrado ganas de ir a Menorca? Consulta aquí nuestros vuelos!

+ info

10 pistas foodies en Copenhague

Por Isabel Loscertales de Gastronomistas

El restaurante Noma, dos estrellas Michelin y mejor restaurante del mundo en 2014 (también lo fue del 2010 al 2012), la situó en el mapa gourmet internacional y revolucionó la cocina del país. Pero hay vida foodie más allá del Noma. Copenhague presume de sus ganas de actualizar la tradición, de su amor por lo orgánico, del espíritu 'hygge' (las atmósferas bonitas y acogedoras), de su pasión por el diseño, de las terrazas al sol... Entre bocado y bocado, no olvides -entre otras cosas- pasear por la comercial calle Søtret, el colorista canal Nyhavn o los jardines de Tívoli; de hacerte un 'selfie' con la Sirenita; de explorar los barrios más vibrantes: Vesterbro y Nørrebro; o de curiosear en el área independiente de Christiania, centro de la contracultura. Puedes hacerlo a pie o, como ellos, en bicicleta. Te proponemos diez paradas muy sabrosas:

1. La nueva cocina danesa

Si tu presupuesto es holgado, no dudes en intentar una reserva online en el Noma (Strandgade, 93) Su chef, René Redzepi, fue pionero en la modernización de la cocina tradicional danesa y en la recuperación de ingredientes locales, con especial preferencia por lo orgánico, lo natural y lo crudo (hierbas silvestres y demás). En 2004 firmó junto a otros cocineros el New Kitchen Manifesto -a lo Lars von Trier-, y ahí la liaron gorda. Si no quieres gastarte las 1600 coronas -unos 193 €- que cuesta el menú (sin vino), siempre puedes acercarte a cotillear al antiguo almacén donde se ubica, en el muelle de Christianshavn. Y si está lleno, prueba con el dos estrellas Geranium, de Rasmus Kofoed (Per Henrik Lings Allé 4, 8º)

Si tu presupuesto es más limitado, te recomendamos Høst (Nørre Farimagsgade 41), un acogedor restaurante que ganó el premio al mejor diseño del mundo otorgado por los Restaurant & Bar Design Awards 2013. Una acertada combinación de interiorismo industrial (tipo almacén) y rural (algunos detalles recuerdan a una granja) y una atmósfera animada e íntima a la vez, son las dos características de este local, que encuentra en los contrastes su motivo de ser. Por ejemplo, aquí el techo es de madera (reciclada) y el suelo de cemento. Dividido en dos plantas y en muchas habitaciones, es recomendable pedir el menú cerrado (el resto de la carta es, de hecho, escasa). Cuesta 295 coronas (unos 35 €, sin vino) y consta de dos platos y un postre, además de varios pre-platos sorpresa. Las claves: los ingredientes locales, la incorporación de alimentos crudos y el gusto por lo vegetal. Así por ejemplo, probamos de primero trucha con trompetas de la muerte, coliflor (a láminas sin cocinar), caldo de champiñones y muchas hierbas frescas; de segundo pierna de ternera con puré de patata, carpaccio, remolacha y salsa de pimienta de Madagascar; y de postre helado de pataca con crumble de manzana, muesli, merengue, láminas fritas de pataca y caramelo crujiente. Mezclas sorprendentes y sabrosas.

2. Jaeggerborgade, la calle más in

En el multicultural barrio de Nørrebro encontramos la calle más hipster de la ciudad, en una sucesión de locales que son una delicia. Además de tiendas de ropa vintage, librerías con títulos de segunda mano, establecimientos de decoración y diseño o de vinilos y arte, hay que apuntar varias direcciones foodies imprescindibles. Coffee Collective, en el número 10, sirve el mejor café de la ciudad, a mano de prestigiosos baristas y con café procedente del comercio justo. Desde luego, aromático es. Y el local, muy curioso, rompe barreras tradicionales y solo entrar te encuentras a un joven preparando café como si estuviera en su cocina, sin barra por medio y al lado de una máquina gigante para moler. El joven y aplaudido chef Christian Puglisi (ex Noma y ex elBulli) cuenta con dos locales muy recomendables, situados uno frente al otro: Relae (nº 41), un estrella Michelin con dos menús -uno normal, otro vegetariano- por unos 46 € sin vino; y Manfreds & Vin (nº 40), especializado en vinos naturales y tapas. Además, la chocolatería artesana Ro Chokolade (nº 25), los caramelos hechos a mano de Karamelleriet by Ipsen (nº 36) o la panadería orgánica Meyers Bageri (nº 9), a cargo de Claus Meyer (copropietario del Noma con Rene).

3. Meatpacking District: Lo industrial es cool

El otro barrio de moda, Vesterbro, esconde una zona industrial reconvertida en oasis gourmet para modernos, al más puro estilo neoyorquino (por algo comparte nombre con el Meatpacking District de allí). Lo gracioso es que en el de Copenhague todavía existe industria cárnica en activo. Además del muy de moda Kødbyens Fiskebar (Flæsketorvet, 100), un local industrial de cocinera marinera, y de la inmensa terraza del italiano Mother, que invita a tirarse horas al sol (Høkerboderne, 9-15), encontramos el orgánico BioMio (Halmtorvet, 19). Ubicado en un antiguo taller de electrodomésticos Bosch, que aún conserva sus luces de neón en la fachada, cuenta con una amplia sala a base de mesas de madera comunales y cocina a la vista. En la carta, propuestas biológicas del mundo con platos para compartir (tipo puré de judías con apionabo o rilette de salmón), un par de opciones wok, media docena de "cuchillo y tenedor" (muy rico el risotto de trigo kamut) y varias de sabores crudos. Sale por unos 35 € de media.

4. Bares hipsters para una ciudad hipster

Sin salir del barrio de Vesterbro (pero sí del Meatpacking District), encontramos -entre otros- un par de bares que invitan a un descanso. Por un lado, el Cafe Granola (Vaernedamsvej, 5) ofrece cafés, zumos, batidos, desayunos, sandwiches y cócteles en una atmósfera relajada con BSO Motown. Por otro, un local que presume de modernidad antidiseño: Bang & Jensen (Istedgade, 130). Famoso por su pared en la que el cuadro de un marinero se repite en diversos estilos artísticos, en sus destartaladas mesas y sillas se concentra la juventud más cool para tomar un bocado informal o un cóctel.

5. La Grace: La pastelería más famosa

La más antigua pastelería (Conditori) de Copenhague es famosa por ser también la favorita de Hans Christian Andersen. En una atmósfera clásica y encantadora podrás tomar sus pasteles artesanales. Su especialidad, The Sports Cake, creada en 1891 para la obra de teatro "Sports Man", es de turrón, nata montada y pasta choux caramelizada. Una tentación tan recomendable como calórica. Skoubogade, 3.

6. El Smørrebrød o el sandwich abierto

Es uno de los más famosos platos tradicionales daneses, ideal para comer de manera informal a un precio razonable (Copenhague no se caracteriza por ser una ciudad barata, dicho sea de paso). Consiste en una rebanada de pan con mantequilla y diferentes ingredientes servidos encima: ahumados como salmón o arenque, embutidos, patés, huevos... y algún encurtido o acompañamiento extra (alcaparras, cebolla, salsa...). Los puedes tomar en lugares tradicionales como el de Ida Davidsen (Store Kongensgade, 70) o en el siempre abarrotado Schønnemann (Hauser Plads, 16). Algunos cocineros han decidido actualizar la receta y darle un toque más gastronómico. Es el caso de Adam Aamann, que tras su éxito en Copenhague (Øster Farimagsgade,10) ya ha abierto una sucursal de su Aamanns en Nueva York.

7. De shopping: Torvehallerne & Royal Copenhaguen

Los paladares sibaritas pueden llevarse un souvenir gastronómico del moderno mercado Torvehallerne, en la plaza Israel Plads (actualmente toda patas arriba por obras). Cubierto por cristaleras a modo de invernadero y dividido en dos estructuras, el mercado ofrece paradas gourmet de todo tipo y pequeños puestos donde picar algo. Si prefieres un recuerdo "sólido", es famosa la cerámica artesana de Royal Copenhaguen (sus escaparates son dignos de admirar). Amagertorv, 6.

8. Vinotecas chic

Dos direcciones de moda para tomar vino en Copenhague, además del antes mencionado Manfreds & Vin. Por un lado, Atelier September (Gothersgade, 30) tiene el encanto de ser un anticuario reconvertido en cafetería y tienda a la vez. Puedes tomar un vino natural en un entorno muy "cozy" con una estimulante mezcla de mobiliario y de carteles artísticos originales (cuando fuimos había uno gigante de Tàpies), todo a la venta. También ofrecen desayunos y comidas ligeras. Por otro lado, Bibendum (Nansensgade, 45), una vinoteca íntima y coqueta de inspiración francesa que toma el nombre de la mascota de Michelin. Además de elegir entre su selección de vinos internacionales, en botella o copa, son también recomendables sus tapas.

9. Cerveza Carlsberg

Por mucho que mimen sus cartas de vino, la realidad es que en Dinamarca no tienen buenos vinos. Así que, claro, se dedican a elaborar cerveza. Los fans de la birra tienen allí una visita obligada: la fábrica de Carlsberg (dos entradas: Gamle Carlsberg Vej, 11 o Bryggerhesten, 1), una de las más famosas del mundo. Organizan visitas guiadas que duran aproximadamente una hora y media y que, faltaría más, incluye su degustación. Decir que también probamos otra cerveza danesa muy aromática y rica, Nørrebro Bryghus, elaborada en una pequeña fábrica. Es fácil que la encuentres en diversos bares y restaurantes, pero también cuentan con uno propio (Ryesgade, 3).

10. En el epicentro: Andersen Hotel

Este nuevo hotel boutique cuenta con tres cosas que nos gustan: el diseño, el confort y la localización. Situado detrás del Tívoli y al lado del trendy Meatpacking District, en pleno barrio de Vesterbro, es perfecto como punto de partida para explorar varias zonas de la ciudad. Pregunta por su disponibilidad de bicicletas si prefieres hacerlo sobre ruedas. Antes, degusta con tranquilidad su completo desayuno, con infinitas posibilidades para customizar tu yogur, diversas opciones bio y unos croissants de vicio. Desde 925 coronas (unos 111 €) por la habitación doble/noche. Helgolandsgade, 12.

Te apetece visitar Copenhague eh! Reserva aquí tus vuelos!

+ info

Bristol brumas de trip hop y graffiti II

Al otro lado de Bearpit se eleva Stokes Croft, la zona bohemia que hierve a bares musicales, clubs y cafeterías con sótanos multifuncionales como el Cafe Kino o The Art House, de éste último nos llamó la atención la carta de paninis, bautizados con nombres de las más populares bandas de la electrónica local. Aunque para comer algo rápido y nutritivo -incluso en versión vegana-, también recomendamos el cercano restaurante de la cadena local Biblos, donde degustamos sabrosos wraps y bandejas de comida para compartir. En la misma calle, se encuentra uno de los primeros murales de Banksy, “Mild Mild West”, el osito de peluche que blande un cóctel molotov frente a un grupo de bobbies, pintado tras las broncas entre policías y raveros acaecidas en 1999. El graffiti queda a la entrada de la Hamilton House, un edificio para artistas y start ups gestionado de manera cooperativa, con un espacioso y concurrido bar llamado The Canteen. Alli nos citó Euan Dickson, el joven ingeniero de sonido de la banda Massive Attack, célebres ciudadanos de Bristol y los más fértiles supervivientes de aquello llamado Trip Hop. Dickson ha asistido en el parto de su música desde principios de los 2000, incluyendo los álbumes “100th Window”, “Heligoland” o el reciente EP “Ritual Spirit”, y además ejerce como teclista en sus giras por todo el mundo, aunque reconoce haber llegado a la música por otro camino: “Cuando la banda editó ‘Mezzanine’ en 1997, ¡yo sólo tenía 10 años! Cogí la guitarra atraído por Oasis, aunque fueron PJ Harvey y Radiohead los que me descubrieron otro mundo. Después tuve la suerte de que mi padre me recomendara como mozo de carga para el estudio de Massive Attack, donde también aprendí a usar el Pro Tools y, gracias a mi entusiasmo, acabé ayudándoles con su música” nos revela Euan, junto a dos simpáticos colegas y unas buenas pintas que compartimos animadamente.

Charlamos sobre la diversidad racial de la ciudad, resultado de la inmigración llegada desde los años 50, que si bien ha enfrentado conflictos, hoy en día “resulta de lo más natural, porque ya creces con gente de todas las procedencias. Piensa que el 70% de Bristol votó por seguir en la Comunidad Europea en el referéndum del Brexit”, explica Dickson. De hecho, los orígenes de la banda en la que milita están profundamente enraizados con la vibrante escena surgida de esta mezcla de culturas. Desde los años 70, la diáspora jamaicana hizo notar su rica influencia musical en el suburbio deSt Pauls, donde en 1980 estallaron los primeros disturbios de la década en respuesta a una redada policial y donde también se encontrarían unos jovencísimos DJ Andrew Mushroom Wolves, Grantley Daddy G Marshall y, el entonces grafitero, Robert 3D Del Naja, luego conocidos como núcleo original de Massive Attack. Juntos fundaron en los ochenta uno de los primeros sound system del Reino Unido, el mítico Wild Bunch, donde también militaban otros ilustres bristolianos como Tricky, futuro colaborador de la banda y después estrella por derecho propio, o Nellee Hooper, productor estrella de Soul II Soul, Björk, Madonna o Gwen Stefani. Entre reggae humeante y activismo punk, los primeros sprays y lettering al estilo New York, sudorosos MCs y cortantesscratches, negras noches y fría lluvia, se sentarían las bases del sonido Trip Hop, discutida etiqueta que calificó la escena iniciada por Massive Attack junto a otras bandas locales que serían reconocidas a nivel global como Smith & Mighty, Kosheen, o los aclamados Portishead, que tomaron su nombre del cercano pueblo donde nació su líder Geoff Barrow, quien conoció a Beth Gibbons cuando esta se buscaba la vida como cantante en los locales de Bristol.

Si la estrecha conexión de Massive Attack con el underground local no fuera suficiente, existe incluso una teoría que identifica a Del Naja, como el rostro oculto tras Banksy. Aunque se nos había advertido que la banda está hasta la coronilla del tema no pudimos evitar deslizar la pregunta. “Si 3D fuera Banksy haría tiempo que lo sabría”, asegura Dickson. Añade que los titulares aparecieron el día antes de que la banda celebrase un gran concierto en su ciudad natal y que “cuando 3D llegó al ensayo, Daddy G empezó a gritar “¡Mirad todos, ha llegado Banksy!” y nos partíamos de risa”.

Nos despedimos de Dickson y repasamos la evolución de la electrónica local. En la misma época en que triunfaba el Trip Hop, despuntó otro nativo de la ciudad, Roni Size que junto al colectivo Reprazent definirían el drum&bass, cuyos múltiples subgéneros han seguido nutriendo la ciudad de ritmos rotos. Por ejemplo, aunque sea Londres la que ostenta el título de centro neurálgico del grime, en Bristol nació el aclamado DJ y productor Joker, que dicen goza aquí de un espectacular home studio. Otra figura local es el DJ Blazey del colectivo Bodynod, quien ha gestionado infinidad de clubes dedicados a los sonidos urbanos que combinan rap, electrónica y reggae. Desgraciadamente, no coincidimos con ninguno de ellos, pero sí pudimos asistir a una completa velada de sonidos dub, dubstep y grime en la que unían fuerzas dos verdaderos referentes de la UK Urban Music, nada menos que The Bug y Flowdan, que actuaban para un público descaradamente joven y totalmente entregado en la gigantesca multisala Lakota, en el área de Stokes Croft. Otros clubs donde se hace cola los fines de semana son el vecino Blue Mountain o el SWX de Broadmead. Y es que la electrónica casi surge por generación espontánea en la que también es la ciudad de los ruidistas Fuck Buttons o de The Third Eye Foundation, alter ego de Matt Elliot, también cantante de folk oscurito.

Pero en Bristol la música está en todas partes, en los transhumantes buskers que tocan la guitarra para los turistas, en las numerosas tiendas de instrumentos y en las nuevas tiendas de discos como Idle Hands -indispensable para los amantes de la electrónica- que combaten los cierres de tantos predecesores en la última década. Aunque la música sobre todo se vive en los innumerables bares musicales y salas de conciertos, como The Lanes, donde aquel fin de semana pincharon varios miembros de Fun Lovin Criminals y todos los sábados se celebraba una fiesta mod, esa vez con la participación de Andy Crofts (Paul Weller Band) a los platos; o como la famosa sala Louisiana, “The Louie” para los amigos, o como el gran auditorio filial de la O2 Academy destinado a las grandes citas. Pero también en pubs como el canalla The Surrey Vaults o The Crofters Rights, donde además de probar mil y un tipos de cerveza artesana, asistimos a la velada organizada por el sello londinense Trashmouth Records en la que vislumbramos a Big Jeff, entrañable personaje local, cuya presencia en un concierto certifica que has escogido correctamente en la inabarcable oferta de esta ciudad.

Toda música es bienvenida y que un día suene electrónica, no impide que al siguiente dominen las guitarras. No en vano, Bristol es también la ciudad de Wayne Hussey, antiguo guitarrista de Sisters of Mercy y cantante de The Mission, referentes del rock gótico. De aquí son también otros rockeros como The Alligators y Rob Ellis, batería, productor y arreglista conocido por su estrecha colaboración con PJ Harvey durante más de dos décadas. La banda Airbus es de la cercana Portishead y de hecho compartió un split con la banda del mismo nombre siendo cara B de “Sour Times”. Pero si desean sonidos más duros, destacan los pequeños clásicos del metal Onslaught, que formaron parte de la explosión thrash de los ochenta, se disolvieron poco después y volvieron a reunirse en 2004; o también los Jaguar, enmarcados en la New Wave of British Heavy Metal; o la banda de hardcore punk Disorder. Existe, por tanto en Bristol, una atracción por los riffs cortantes demostrable en el concurrido pub de 3 plantas Mother’s Ruin o en la sala Stag and Hounds, donde aquel fin de semana tocaron Olanza, cuyo bajista es hijo del batería de Black Sabbath.   

Y por supuesto no podemos obviar que algunas de las bandas seminales del post punk, como The Pop Group o los Glaxo Babies, se crearon en Bristol a finales de los 70, seguidos en la década siguiente por acólitos como The Agents, The Escape o Rip Rig + Panic, que incluyó entre sus filas a la mismísima Neneh Cherry, quien por cierto cedería la cocina de su pisito londinense como estudio para Massive Attack en las primeras incursiones de la banda en la metrópolis. Pero es que Bristol también vio nacer a dos miembros de las populares Bananarama. Y otro referente delmainstreamde los ochenta, los añorados Tears for Fears, se formaron en la cercana localidad de Bath, donde también surgieron los Propellerheads. Sin duda, esta es una tierra fértil para la música.

La lluvia fue una constante en nuestra visita a la ciudad, y aunque no llegamos a entender los tranquilos paseos en jersey o camisa de algunos nativos acostumbrados a los aguaceros, si aprendimos a apreciar la temprana oscuridad y el estimulante frío de Bristol en invierno. Admiramos la ciudad recordando los versos de Beth Gibbons: “All mine / you have to be / from that cloud / number nine”. Y aún empapados, nos sentimos afortunados de pisar sus calles.

¿Te ha gustado? Inspirador, ¿verdad? Pues no lo dejes ahí, coge un vuelo y vívelo directamente. Consulta horarios y fechas aquí.

Texto de Mondo Sonoro y Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de Los Viajes de ISABELYLUIS

+ info