Fuerteventura es un destino de surf por excelencia, con rincones como El Cotillo, El Hierro o Playa del Morro. Cuenta, además, con multitud de carreteras solitarias que nos conducen a rincones a la vez salvajes y anacrónicos como Playa del Cofete o Playa Jandía y con paisajes desérticos tan sorprendentes como las Dunas de Corralejo.
La más alternativa de las Islas Canarias sigue siendo, pese a la afluencia de turistas avispados atraídos por su talante solitario y su arrebatador look setentero, un lugar paradisíaco y decididamente trendy que combina playas de ensueño, pueblos de cuento y escenarios de cortometraje indie. A Fuerteventura conviene llegar con la mente abierta, el paladar dispuesto a disfrutar de la rica gastronomía canaria y muchas ganas de encontrarnos con nosotros mismos. Estas son algunas de las cosas que debemos hacer si la vida nos conduce hasta este rincón del mundo del que es difícil no enamorarse.
Un poco de surf
No podemos visitar uno de los destinos de surf más famosos de Europa sin dedicar al menos una mañana a surcar las olas atlánticas. El Cotillo es ideal para principiantes, mientras que en El Hierro se encuentran las olas más famosas de la isla (es un lugar perfecto también para contemplar las cabriolas de los surfistas desde la retaguardia). Punta Blanca o Playa del Morro son también enclaves ideales para surfistas principiantes, que encontrarán un paquete a medida en las numerosas escuelas que encontramos en la isla. Más recomendaciones en la web de turismo de Canarias.
Road trip hasta la Playa del Cofete
Las playas son uno de los mayores atractivos de esta isla. Y, entre todas, la experiencia de visitar Morro Jable, al sur de la isla, y conducir hasta la espectacular Playa del Cofete no tiene precio. Esta pequeña localidad costera, fotogénica a rabiar, destila un encanto anacrónico.
Si tomamos la fascinante carretera que conduce hasta la Playa del Cofete –para nosotros, uno de los lugares más hermosos de la isla y probablemente del mundo– nos sumergiremos en un viaje prácticamente en solitario muy difícil de olvidar.
Otra parada obligatoria es Playa Jandía, que tiene algo de fin del mundo y de peli del oeste, con su sensacional restaurante literalmente suspendido sobre el mar en el que tenemos que pedir sí o sí una vieja, el pescado típico de la zona y que forma parte de la maravillosa gastronomía isleña con el mojo picón como buque insignia.
Las dunas de Corralejo
Uno de los emblemas de la isla son estas dunas inmensas, instagrameables hasta la médula, un pequeño desierto junto al mar con largas playas de aguas turquesa para todos los gustos. Y, sin duda, las del Parque Natural de Corralejo merecen una visita.
Una jornada en la Isla de Lobos
Desde Corralejo, en el norte, podemos tomar un ferry para pasar unas horas en la Isla de Lobos (hay que sacar un permiso al menos cinco días antes). Con 6 km cuadrados y 14 km de litoral, esta isla despoblada es ideal para realizar todo tipo de actividades en el agua y la naturaleza. La oferta es extensísima: snorkel, senderismo, rutas en bicicleta, calas de ensueño (Puertito de Lobos) o baños en el mar (la Playa de la Concha es la más popular de la isla) son algunas de las propuestas para disfrutar a tope este rincón. Una buena opción para los amantes de la naturaleza es visitar el Volcán de la Caldera o atreverse con la ruta de senderismo que da la vuelta a la isla (de unas 4 horas de duración).
Ruta de pueblecitos
Pese a la tentación de pasarnos la jornada zambulléndonos en aguas transparentes o, en su defecto, reflexionando sobre lo divino y lo humano mientras escuchamos el rumor de las olas, es recomendable guardar una jornada para hacer una ruta por los pueblecitos más emblemáticos de la isla. El propio trayecto ya es de por sí toda una aventura, pues conduciremos por serpenteantes carreteras solitarias en parajes semidesérticos hasta llegar a rincones como Betancuria. Este pueblecito emblemático, que en su día fue capital de la isla, acoge atracciones como el Museo de Arte Sacro y el Museo Arqueológico y Etnográfico. Antigua, El Cotillo, Pájara o Gran Tarajal (no dejéis de visitar el restaurante La Cofradía) o Caleta de Fuste, con su estética entre hipster y decadente, son otras de las paradas que deben culminar, cómo no, con un paseo por Corralejo.
Larga vida, pues, a esa aura de isla desconocida y magnética que sigue teniendo Fuerteventura y que te atrapa nada más salir del aeropuerto. ¡Reserva ya tu vuelo y ven a disfrutar de la calma!