Escápate a esquiar unos días a las mejores pistas de esquí de Europa y, ya de paso, aprovecha para descubrir lugares nuevos. ¡Hay tiempo para todo!
Cuando vas de viaje, puedes llevar muchas cosas en la maleta. Incluso unos esquís, que podrás facturar sin problemas como equipaje especial. Si disfrutas tanto callejeando por una ciudad como bajando por las montañas sobre un manto de nieve, deberías leer este artículo porque aquí encontrarás cinco destinos ideales para los esquiadores que también tienen ganas de asfalto.
Ginebra y los Alpes franceses y suizos
Sin duda, Ginebra merece una visita por sí sola: cosmopolita, abierta, acogedora, bella... Pero más allá de sus calles y su espíritu, están sus estaciones de esquí. La ciudad está rodeada de cumbres alpinas (desde allí se ve el Mont Blanc) y eso hace que muchas de ellas se encuentren a unas dos horas en coche de los telecabinas. Valmorel, Val Thorens, Les Menuires, Meribel, Courchevel, La Rosière... nombres que seguro que te suenan aunque no hayas bajado una pista verde en la vida; señal de su fama mundial gracias a tantos y tantos años haciendo las cosas bien. Pero podríamos seguir con otra lista de aquellas que están a menos de 100 kilómetros de la ciudad suiza: Portes du Soleil, una de las más destacadas, además de La Clusaz, Megeve, Saint Gervais, Espace Diamant, Chamonix, Les Houches, Combloux, Les Contamines, Grand Bornand o el Grand Massif.
Lyon y las estaciones de esquí francesas
Lyon es otro de los destinos donde combinar el turismo de ciudad con el de esquí. La localidad francesa es un reclamo, por ejemplo, para los amantes del buen comer y el buen beber, ya que la gastronomía casi alcanza allí el rango de religión. Más allá de sus ‘bouchons’ (restaurantes de comida típica) y sus monumentos, la cercanía de estaciones de esquí supone otro buen reclamo para el visitante. Puedes subir hasta Alpe d'Huez y recorrer sus largas 116 pistas (suman 250 kilómetros de zonas esquiables (de ellas, ’La Sarenne’ es la más larga de Europa), acercarte a Courchevel y perderte en sus 600 kilómetros de dominio esquiable (el más grande del mundo) antes o después de darte un homenaje en alguno de sus hoteles y sus restaurantes de lujo, ir casi en verano a Tignes porque en su glaciar se puede esquiar durante 11 meses al año, vivir el ambiente auténtico de un pueblo alpino en Val d’Isère o esquiar y comer productos locales en cualquiera de los 85 establecimientos de la estación de Megève.
Turín y los Alpes italianos
En Italia lo saben de sobra. Y aquí solo te lo recordamos: Turín es un destino ideal para los amantes del esquí. Es abrir la ventana del hotel o de la habitación y ver las montañas que le rodean, un recordatorio de que estás al pie de los Alpes y que ahí arriba te esperan más de 50 pistas para deslizarte por ellas. No en vano, Piemonte, la región donde está ubicada la ciudad transalpina, significa ‘al pie del monte’. Pues bien, en esos montes que son los Alpes, están algunas de las mejores estaciones de esquí del sur de Europa. Algunas, a apenas un centenar de kilómetros. Y lo mejor es que puedes llegar a ellas en coche o en tren (parando en la estación de Oulx-Cesana-Claviere-Sestriere). La estación más famosa es Sestriere, y la más alta (2.035 metros). Pero donde hay siempre más nieve es en Limone Piemonte, por su situación geográfica, en la provincia de Cuneo, donde también está Prato Nevoso, ideal para principiantes por sus pistas fáciles. La más cercana a Turín es Monginevro (“Montegenèvre” en francés porque está en el país vecino, a poca distancia de la frontera). Si lo tuyo es el esquí de fondo y un paisaje de postal, deberás ir a Brusson, en el valle de Aosta; y si prefieres bajar fuera de pistas, te aconsejamos Alagna Valesia, al ladito del Monte Rosa (segunda montaña más alta de los Alpes con 4.634 metros de altura, solo superada por el Mont Blanc que tiene 4.810). Y si te quieres aburrir del esquí, en Bardonnecchia tendrás 100 kilómetros de pistas que no podrás acabarte en un día.
Granada y Sierra Nevada
Pocos destinos encontrarás en Europa con la magia y el duende de Granada, una de las ciudades con más encanto del planeta. Un embrujo que te atrapa en cuando vislumbras, por ejemplo, la Alhambra. Una de las mejores perspectivas de este monumental palacio de origen árabe se obtiene desde el barrio del Albaicín. Si te fijas, verás que de fondo está Sierra Nevada. Precisamente allí hay una buena estación de esquí, referente en Andalucía. Y solo a 40 kilómetros del centro de la ciudad; en tres cuartos de hora como mucho te plantas allí arriba. Un lujo. Visitas la ciudad y esquías, todo en uno. A Sierra Nevada puedes ir en automóvil (propio, de alquiler, taxi) o en autobús. Llegues como llegues, allí podrás deslizarte por 110 kilómetros esquiables repartidos en 131 pistas. No está nada mal. Y ojito con su desnivel esquiable: 1.200 metros, el mayor de España. Tiene todos los servicios habidos y por haber, desde restaurantes y alquiler de material hasta guardería y guardaesquís.
Barcelona y los Pirineos
Barcelona, una de las capitales del Mediterráneo. Suena bien eso. Porque es absolutamente cierto. Pero también se puede decir que es una de las capitales de los Pirineos. ¿Te suena raro? Pues no debería: basta con recordar que Pirineus-Barcelona 2030 es una de las candidatas a organizar los Juegos Olímpicos de invierno. Razones hay: a menos de dos horas en coche de la ciudad de Gaudí están las estaciones Port del Comte (la más cercana, a 150 kilómetros, con 37 pistas y 16 ascensores). A poco más de dos, la histórica La Molina (con parque de nieve cuyo superpipe es el más grande de los Pirineos, oferta de raquetas de nieve, paseos en segways y en trineos tirados por perros), Masella (con un sistema de iluminación nocturna impresionante y nueve pistas negras ideales para los más experimentados) y Vall de Núria (de carácter más familiar y a la que se llega tras un precioso recorrido ascendente a bordo de un tren cremallera). Y algo más lejos, pero no mucho más, está Andorra, con su buque insignia, Grandvalira, un enoooorme complejo de esquí, el más grande de los Pirineos y el sur de Europa, que no te lo acabas en un día, ni aunque sea maratoniano; ¿o es que eres capaz de recorrer 210 kilómetros en una sola jornada?