Ruta de 9 días en camper por las Dolomitas y Eslovenia
Recorremos durante 9 días el corazón de las Dolomitas y Eslovenia y lo hacemos de la forma más “salvaje”: en una furgoneta camper.
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A continuación os damos las pautas para meteros de lleno en el conocimiento de esta sorprendente ciudad del Adriático.
1. Confluencia de culturas
Hablar de Trieste es hablar de mezcla cultural, y todo ello gracias a su ubicación geográfica, en el extremo norte de Italia, a orillas del mar Adriático, y muy próxima a la frontera con Eslovenia. Estratégicamente ha sido codiciada por todos sus vecinos, y para muestra un botón: a pesar de que en la actualidad pertenece a Italia, entre 1382 y 1918 formó parte del Imperio Austrohúngaro. Así pues, no es de extrañar que a pesar de encontrarnos en Italia, en más de una ocasión el visitante tenga la sensación de estar en Austria, ya sea por parte de sus edificios, o ya sea por algunos de los elementos de su gastronomía. Es el caso del Borgo Teresiano, construido a mediados del siglo XVIII, durante el reinado de la emperatriz María Teresa, y del que destaca el Canal Grande.
Fruto de esa convergencia de culturas es también la convivencia de distintas manifestaciones religiosas donde la iglesia greco-ortodoxa, la serbo-ortodoxa, la judía, la evangélica luterana, o la helvética comparten espacio de forma pacífica. No es de extrañar que entre los monumentos religiosos a visitar estén la basílica de San Giusto, de estilo bizantino, la imponente Sinagoga neoclásica de vía San Francesco, y el templo serbo-ortodoxo de la Santísima Trinidad y de San Espiridión.
2. Trieste y el mar
Si algo ha definido el papel de esta ciudad ha sido su apertura al mar, que bien la ha convertido en uno de los principales puertos del Mediterráneo a lo largo de la historia. Durante la edad media se disputaría el protagonismo por obtener la mayor afluencia de mercancías con otra ciudad vecina muy conocida por todos, Venecia. En la actualidad es el principal puerto de Italia.
Y qué mejor manera de disfrutar del mar Adriático y del golfo de Trieste que en la fantástica Piazza dell’Unità d’Italia, uno de los principales puntos de interés de la ciudad. Situada entre el Borgo Teresiano y el Borgo Giuseppino, tiene el honor de ser la mayor plaza de Europa situada al borde del mar. Con forma rectangular, está rodeada de edificios públicos y palacios del siglo XIX de estilo neoclásico y vienés, como es el caso del Palacio del Gobierno, actual sede de la prefectura, y el Palacio Stratti.
3. Pasado romano
Como no podía ser menos, los romanos ya vieron el potencial estratégico de este puerto marítimo, y no dudaron en sumarlo a sus colonias. De esa época se pueden visitar los siguientes vestigios: el teatro romano, del siglo II d.C., y el Arco de Ricardo, del siglo I d.C., que le debe el nombre al rey Ricardo Corazón de León, y que formaba parte de una de los antiguos accesos de la ciudad.
4. Ciudad de cafés históricos
De visita imprescindible son sus cafés históricos, huella de la época de esplendor de la ciudad, en los que escritores y poetas de la talla de James Joyce, Italo Svevo y Umberto Saba se congregaban para charlar, hacer lecturas y compartir ideas. De influencia austriaca, aún conservan toda la magia y el encanto del pasado. Entre los más destacados están: el Caffè Tommaseo, el Caffè degli Specchi, el Caffè San Marco y el Caffè Torinese.
5. Gastronomía llena de matices
La gastronomía triestina es heredera de esa mezcolanza de culturas que hemos hablado al principio. En ella conviven platos elaborados dentro de un estilo más mediterráneo, como sería el caso de los realizados con pescado, con otros de procedencia centroeuropea, como es el caso de los elaborados con carne. Entre los platos más destacados está la jota (sopa de alubias, col, panceta y patata) de origen eslavo, los bolliti di maiale (diferentes cortes de carne de cerdo hervida), y los sardoni in savòr (anchoas marinadas en vinagre), de procedencia veneciana.
6. La bora, viento típico de la ciudad
Otra de las peculiaridades con las que cuenta Trieste es con un viento conocido como la bora, que sopla desde la meseta al Golfo, llegándolo a hacer con muchísima intensidad – de 120 km/h, alcanzando máximos de cerca de 200 km/h -, secando el ambiente y limpiando el cielo de toda nube. Los días de bora se suelen disponer cuerdas en la ciudad para que la gente pueda agarrase a ellas y de ese modo evitar salir volando. A aquellos que sientan más curiosidad sobre el tema les recomendamos que se acerquen al museo de la Bora.
Ahora que tienes las claves para conocer Trieste coge tu Vueling y aventúrate a conocerlo.
Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Stephen Colebourne, John W. Schulze, stefano Merli, Xenja Santarelli
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