10 bocados de Lyon (con permiso de Paul Bocuse)
Por Josep Sucarrats de Gastronomistas
Que en Lyon se comía como en ninguna otra parte era algo sabido desde tiempos inmemoriales. Pero quien lo puso negro sobre blanco fue Curnonsky, afamado crítico gastronómico de la primera mitad del siglo XX que, tras la construcción de la carretera N-25 que unía París con el Mediterráneo, se tomó la molestia de redactar, en 1925, una guía para los viajeros amantes de la buena mesa. En Lyon, Curnonsky descubrió foies, quesos, vinos y dulces, se encandiló con los ‘bouchon’ (versión local de los famosísimos bistrós franceses) y sucumbió a los sabores de la cocina de las mères. Las mères eran esas matronas capaces de cocinar como nadie. Los lioneses encuentran en ellas el alma de su cocina local.
La leyenda culinaria de Lyon ya estaba echada y no había marcha atrás. La confluencia de buen producto y grandes cocineros daba sustancia a esta capitalidad gastronómica mundial. Rebló el clavo un chef de primer orden reconocido en todo el planeta: Paul Bocuse.
Hoy, las trazas de Paul Bocuse, su semblante imponente, su infinito gorro blanco y su mirada cargada de autoridad aparecen en muchos rincones de Lyon. En alguno de sus cuatro restaurantes, en las fotos de los puestos de Les Halles donde se abastece —¿hemos dicho Les Halles? Completemos bien el nombre: desde hace un par de meses se llaman Les Halles Paul Bocuse— o en los sueños de cualquier lionés que todavía no haya estado en su mítico L’Auberge de Pont de Collognes.
Hemos pensado que si visitáis Lyon os toparéis con Bocuse fácilmente. Por ello, y con su permiso, no os llevaremos a ninguno de sus establecimientos. Nos hemos entretenido en buscar otros 10 atractivos gastronómicos de la ciudad —si hablamos del comer y beber, resulta fácil— cual Curnonskys del siglo XXI. Nosotros, eso sí, no hemos necesitado la N-25 para llegar allí. Nos ha bastado salir con Vueling desde Barcelona para plantarnos en Lyon en menos de una hora y media. Pronto, del 6 al 9 de diciembre, la capital de Rhone-Alpes celebra su famosa fiesta de las luces, en la que sus monumentos se iluminan con curiosas performances artísticas. Un pretexto para visitarla y sentarse a comer bien.
1-Un ‘bouchon’ de verdad: el Café des Fédérations
No hemos comido en todos los ‘bouchon’ lioneses, ni mucho menos, pero en este sí y ya estamos convencidos de que es uno de los mejores y más auténticos de la ciudad. Os recomendamos que lo visitéis con hambre: la cocina tradicional lionesa es contundente. De aperitivo, chicharrones. De primero, huevo poché con salsa al vino y chicharrones o escarola frisé con chicharrones (¡cuánto chicharrón!). Lentejas: “no son caviar, pero bueno”, nos advirtieron (llevaban una salsa de mostaza estaban buenísimas). Decidido: si las lentejas son buenas, el caviar no es para tanto. Pollo al vinagre o soufflé de lucio. Quesos. Dulces. Un ágape como este es un estupendo catálogo de cocina 100% lionesa, muy bien elaborada y con un par de atractivos más. El principal, Yves, el propietario, el hostalero que te espera en su casa, que te atiende, que te agasaja, que es simpático, que le sentarías en tu mesa. Y el segundo: los precios (15 € el menú de mediodía, 25 € el de la noche). Café des Fédérations. 8, 9, 10 rue Major Martin. Tel. 00 33 4 78 28 26 00.
2-Un monumento gastronómico: la pularda démi-deuil
El precio no será su máximo atractivo (les hablamos de un restaurante con dos estrellas Michelin), pero, si se puede, toca darse este capricho. ¡Que no hablamos de cualquier plato! La pularda demi-deuil es algo así como una orgía de lo mejor. Imaginen esa ave criada en las mejores granjas de alrededor de Bresse, al aire libre, bien alimentada, carnosa y de textura melosa contagiada por el sabor y el aroma de la trufa auténtica. Sí, porque la receta consiste en rellenar con láminas de trufa el espacio entre la piel y la carne de la pularda. Hay que ser goloso, pero ¡benditos golosos! La pularda demi-deuil (que significa algo así como ‘de medio duelo’) hizo famosa a la primera cocinera del mundo en conseguir tres estrellas Michelin. Sucedió a los años 30 del siglo pasado y ella era Eugénie Brazier. Lo de Eugénie —huérfana de madre, analfabeta, campesina— sí era carácter. Todavía tiemblan las paredes de Lyon cuando la pularda no sale perfecta del horno. En su restaurante de leyenda, La Mère Brazier, se forjó Paul Bocuse. Hoy, el chef propietario es Mathieu Viannay, quien, junto con sus nuevas creaciones, mantiene varios platos de su ilustre predecesora. Jamás se le ocurriría eliminar la pularda demi-deuil que tantas celebridades ha acercado a Lyon.
La Mère Brazier. 12 rue Royale. Tel. 00 33 4 78 23 17 20
3-Comer en tres declinaciones y mirando a Japón: Do-Mo
La gastronomía tradicional de Lyon, popular o burguesa, es tan archifamosa en el mundo entero, tan legendaria y, a la par, tan soberbia que, claro, cuesta escaparse de ella. Pero un pequeño paseo por las calles más céntricas de la ciudad revelará, por poco que se preste atención, que la cocina nipona está calando. Que algo le verán los lioneses, porque de restaurantes japoneses hay, y unos cuantos. Os proponemos uno que resulta especialmente singular. En Do-Mo los mismos productos se ofrecen en tres declinaciones: francesa, francojaponesa o japonesa. Así, por ejemplo, el buey se puede escoger asado al estilo francés, con un punto de wasabi que le da el toque fusión o en un tataki totalmente japonés. Y del mismo modo con las tres versiones de los rollitos de primavera, o con la dorada, o con el chocolate, por citar más ejemplos. El Do-Mo ocupa un local modernísimo en el nuevo barrio que se ha alzado a orillas del Saona. De día, las vistas son de postal. De noche, se llena de gente guapa. Cuando hace buen tiempo, es denunciable renunciar a su terraza. Y la visita nocturna debe acabar en su lounge fashion de al lado. Carta aparte, disponen de dos menús —49,50 € y 39,50 €. Tienen incluso un menú infantil que ni se llama así, ni consiste en macarrones, carne rebozada y patatas fritas. Es el menú Jeune Gastronome y contiene un plato de la carta declinada y un postre por 12 €.
Do-Mo. 45, quai Rambaud. Tel. 00 33 4 37 23 09 23
4-Queseros: ¡a por el Saint-marcellin!
Varios colmados de la Presq’île —esto es la Península, que es como se conoce la parte de Lyon comprendida entre los ríos Saona y Ródano— y numerosos puestos de Les Halles atestiguan, por si algún despistado lo había dudado, que los lioneses también se pirran por el queso. El más típico de la zona es el Saint-marcellin, un queso de pasta blanda y corteza fermentada que se elabora con leche de vaca. Este queso y muchos más podéis encontrarlos en la Mère Richard, famosa quesería de Les Halles cuya propietaria, expertísima a la hora de recomendar quesos a los clientes y exigente a la hora de seleccionar sus proveedores, puede hacer gala de un carácter tan temperamental como el de madamme Brazier. Parece ser que las mujeres lionesas tienen tanto nervio como sus quesos: nos gusta. Su nervio y, todavía más, sus quesos.
Mère Richard. Les Halles Paul Bocuse. Tel. 00 33 4 78 62 30 78
5-Descanso ‘cool’: a dormir y a desayunar en Mama Shelter
Hay que descansar. Lyon es una ciudad de negocios repleta de hoteles confortables, no cuesta encontrar donde alojarse. Pero si se acierta con un alojamiento singular, mejor. Si os gusta sentiros un poco ‘cool’, no lo dudéis. Mama Shelter es el hotel que buscáis. El personal es jovencísimo y simpatiquísimo. En cada habitación hay una pantalla de Mac con un mensaje personalizado de bienvenida. La clientela es “buenrollera” y aprovechan tanto las sesiones de DJ nocturnas como los copiosos, pero sanos, desayunos matinales. El comedor del Mama Shelter, a pesar de sus colores abigarrados y su estética hypster (que no nos disgusta), transmite un ambiente zen que contribuirá a relajar vuestro estómago con vistas al tour gastronómico que toque ese día. No está en el barrio más céntrico, pero está muy bien comunicado por metro, autobuses, tranvías y trolebuses. Que en lo que a medios de transporte se refiere, Lyon no repara en gastos.
Mama Shelter. 13, rue Domer. Tel. 00 33 4 78 02 58 00
6-Ir a la pastelería y no comprar lionesas
Es que hay cosas que no se entienden. Vas a una pastelería española y todo el mundo sabe qué es una lionesa. Vas a una pastelería lionesa y, cuando se las pides, se quedan a cuadros. Ellos les llaman choux, que, al fin y al cabo, es el nombre de la misma pasta, que se rellena de trufa o nata, de nuestras lionesas. Pero te aclaran que las choux son igual de Lyon, que de Toulouse, que de Courbevoie, por poner de ejemplo el pueblo donde nació Louis de Funes. Lyon tiene dulces más locales, como los coussins (esto es, almohadas) o los cocons (que significa capullos, se entiende que de mariposa). Una posibilidad es probar estas especialidades tradicionales. Otra que os recomendamos sin lugar a dudas es que salivéis contemplando el mostrador de Clostan Traiteur. Y que después de salivar, compréis y degustéis tartas, mousses, tiramisús y mil variaciones creativas de postres tradicionales, que consiguieron encumbrar este pastelero como el mejor del mundo en 2012.
Clostan Traiteur. Magasin Halle Paul Bocuse. Tel. 00 33 4 78 62 93 03
7-Quenelles nunca vistas (ni comidas)
A Lyon le pilla lejos el mar, pero a los lioneses siempre les ha gustado comer pescado. Ya en la edad media, unos monjes de la región estancaron aguas artificialmente para criar lucios, y hoy ese entorno se ha convertido en parque natural. Pero vamos a lo que nos interesa: aquello garantizaba la disponibilidad de pescado, y con ese pescado —el lucio, brochet en francés— se crearon las tipiquísimas quenelles de Lyon. Lo más habitual es hacerlas con pasta choux mezclada con pasta de trigo, mantequilla, huevos, leche y el citado brochet. La cocinera o cocinera experto, ayudado por dos cucharas, dará una forma semicircular al preparado, que ha conseguido que todo el mundo hable de quenelle refiriéndose sólo a una forma. Las quenelles pueden ser enormes y constituir en si mismas un solo plato. Otras veces son más pequeñas y permiten probar de variedades muy distintas. La gente de Giraudet les da un toque creativo —con tinta de calamar y otros ingredientes poco tradicionales— y los lioneses soportan colas y esperas para poder comprarlas.
Giraudet. Les Halles Paul Bocuse. Tel. 00 33 4 78 62 34 05 Giraudet. 2, rue du Cl Chambonnet. Tel. 00 33 4 72 77 98 58
8-¡Jesús! No es un estornudo, es un embutido
Los embutidos merecen capítulo a parte en el yantar lionés. Los charcuteros de la ciudad los elaboran con fórmulas propias sobre una base común, por lo que encontrar dos embutidos iguales de establecimientos diferentes es imposible. Lo que los charcuteros guardan con celo es el secreto que da la personalidad a sus embutidos. El toque, básicamente, consiste en las hierbas aromáticas y especias que se le añaden. Algunos embutidos populares son el cerveuil (que se debe cocer y que contiene pistachos y, cuando se viste de lujo, trufa), el saucisson a cuire (salchichón para cocer), la rosette (una especie de fuet ) y, más que nada, el jesús. El jesús curado se elabora con la parte más ancha del intestino y recibe este nombre porque, durante el proceso, se le envuelve con un cordel, y la leyenda dice que le daba un aire al niño Jesús. Quien lo diría. Lo que confirmamos es que es el gran embutido de Lyon y que un Jesús así despierta la fe en el ateo más descreído.
9-Perderse en el mercado y almorzar allí
Que si el pollo de Bresse. Que si el foie. Que si la trufa. Que si los quesos. Que si los vinos. Amantes del buen comer, si entráis en el mercado de Lyon, estáis perdidos. Probablemente saldréis con un poco más de colesterol y un poco menos de dinero. ¡Pero esta es la vida dura del foodie! Para no arruinarse ni castigar al paladar, os proponemos que os quedéis a comer en Les Halles mismos, donde hay toda variedad de precios. Somos muy fans de Passionnement Truffes, un pequeño bistrot dentro del mercado donde la trufa es la reina. A mediodía, disponen de una fórmula muy asequible por 19 € (plato del día —generoso—, postre, copa de vino). Comimos allí un pollo melosísimo bañado de salsa de setas. Y nos imbuyó la bonheur. Passionnement Truffes. Les Halles Paul Bocusse. Tel. 00 33 4 78 60 15 98
10-Le beaujolais est arrivé!
Cerca de Lyon hay cuatro denominaciones de origen vinícolas. Beaujolais es una y se ha hecho popular por el descorche del beaujolais noveaux, esto es el primer vino que se consume en el año, el vino más joven. Se abre apenas dos o tres meses después de la vendimia (entre noviembre y diciembre) y los enófilos más remilgados os dirán que tampoco merece la pena, que el vino es mejor dejarlo madurar más. Pero la emoción de los viticultores de degustar los primeros frutos de su trabajo nos emociona también a nosotros. Que no nos quiten la ilusión de brindar al grito de Le beaujolais est arrivé! y celebrar que Lyon nos ha enamorado por el estómago. Y este amor es de los que duran.
Por Josep Sucarrats de Gastronomistas
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+ infoDe paseo por la Marsella alternativa
Primero las malas noticias: Marsella no es París. A diferencia de su histórico rival, la segunda ciudad más grande de Francia no tiene museos de primer orden, monumentos despampanantes u hordas de japoneses haciendo colas en Louis Vuitton. ¿Las buenas noticias? Pues que Marsella no es París. Acariciada por el Mediterráneo, esta ciudad de sol brillante, población multicultural y suburbios en pleno centro, es un rara avis de tal calibre que se ha ganado a pulso el apodo de Planète Mars (Planeta Marte).
Con uno de los puertos más importantes del Mediterráneo, un urbanismo caótico y una reputación de capital decadente que la persigue desde hace décadas, Marsella es sobre todo el enfant terrible de Francia; una ciudad ruidosa, dinámica y llena de contrastes, dónde los mercados callejeros inundan la calzada, los graffitis cubren las paredes, el olor a salitre impregna la ropa, y el Olympique de Marsella es la argamasa que lo une todo.
Apartada de los destinos turísticos habituales, las tornas han cambiado desde que en 2013 fuera elegida Capital Europea de la Cultura. Zaha Hadid, Jean Nouvel y Norman Foster, todos tiene sus edificios vanguardistas en el flamante frente marítimo. Pero la vida bohemia se encuentra tierra adentro, y es allí dónde nos dirigimos. Con un mapa en el bolsillo, ¡empezamos un tour urbano-bobo-alternativo por la capital de la Provenza!
En La Friche la Belle de Mai
Una antigua fábrica de tabaco en la estación Saint-Charles es el centro cultural más activo de Marsella. ¡Hemos llegado a La Friche! Espacios de exposición, residencias de artistas, teatro, rampas de skate, e incluso una guardería se mezclan aquí. Un todo en un uno híbrido y en flujo constante, volcado en la creación actual dónde el espíritu comunitario está a la altura de su extenso programa.
Sube a la azotea, las vistas de la ciudad son espectaculares, y su inmensa terraza se llena hasta la bandera en verano, acogiendo fiestas con DJs invitados y cine al aire libre los domingos. Durante el resto del año la música no cesa, y en Le Cabaret Aléatoire hay sesiones que van del rock al hip-hop.
Si tienes hambre, dirígete a La Salle des Machines, un bar-librería dónde puedes tomar un café au lait mientras hojeas el catálogo de las últimas expos. Pero si lo que quieres es comer, Les Grandes Tables es tu sitio; aquí el menú cambia cada día pero nunca falta el clásico steak tartar ni la ensalada César; los lunes se instala un mercado de productores locales, y ya sabéis que para esto de los mercados los franceses no tienen rival.
En el exterior, bordeando las naves y con los TGVs pasando a ras, un parque urbano con paredes de graffitis anuncia que ‘Skateboarding is not a crime’. Aquí, los skaters hacen sus trucos, mientras otros juegan a basquet, escalan en el rocódromo, juegan en la zona infantil o trabajan en el huerto comunitario. Y es que Marsella es esto, un magma heterogéneo dónde todo y todos se mezclan.
Unos metros al oeste, entre las calles laberínticas de La Belle de Mai, se abre paso Le Gyptis Cinéma. Su programa (¡en versión original!) es tan ecléctico como la misma ciudad; aquí se proyectan ciclos temáticos, clásicos, títulos imposibles de encontrar en Internet y pelis para niños. Su fachada ha sido colonizada por retratos de los habitantes del barrio, resultado de un proyecto de street art colectivo que pone cara a las gentes del lugar.
Y con esta imagen en la retina, tomamos rumbo hacia el Cours Julien, el núcleo duro de la movida urbana marsellesa.
Alrededor del Cours Julien: Street Art & Urban Vibe
Alternativo, desenfadado y colorista. El Cours Ju, como lo llaman los locales, es el barrio del momento. Coge el metro hasta Notre Dame du Mont, ¡la subida desde el puerto es de infarto! Distrito de artistas, músicos y diseñadores, y bastión tomado por la modernísima comunidad bobo (término con el que los franceses designan a los burgueses-bohemios), el Cours Ju es un sin fin de cafés de moda, restaurantes de todo tipo, tiendas vintage, y calles inundadas de graffitis a todo color.
Y es que ningún otro lugar del ‘Hexagone' exhibe un despliegue de arte urbano de tal envergadura. Innumerables murales colonizan las fachadas de la Rue Vian, Pastoret y Bussy l’Indien con temas reivindicativos de corte social, referencias a la cultura pop, o anuncios de los cafés que se esconden en su interior. No en vano, el street art en Marsella es parte de su ADN urbano, rebelde y multicultural tanto como su archiconocido hip hop, y prueba de ello es éste trepidante vídeo a ritmo de rap local.
Ante semejante telón de fondo, galerías de arte, terrazas, cafés y comercios alternativos que venden desde ropa a los artículos para el hogar, inundan cada metro cuadrado del Kreuzberg marsellés. Lo mejor: perderse por el caótico entramado de calles peatonales y dejarse llevar por su ambiente relajado.
En el mismo Cours, la multifacética concept-store Oogie vende ropa y libros, sirve comida y alberga una peluquería dónde se celebran fiestas con DJs. Muy cerca, La Licorne produce jabones usando técnicas tradicionales. Y en la Rue Trois Frères Barthélémy, la microcervecería Brasserie de la Plaine vende cervezas artesanas y tiene un bistro dónde devorar la ‘Formule du Jour’ -el menú del día que normalmente incluye un entrante, un plato y el postre por unos 10€- con cocina de mercado.
El sitio cool por antonomasia es el WAAW, en la Rue Pastoret. A medio camino entre bistro y centro cultural, el WAAW acoge desde presentaciones a talleres de serigrafía, y es el mejor sitio para hacer una parada técnica, tomar el plato del día, o encarar la noche con un ‘pastís' o un ‘rosé’ a la hora del popular apéro -aperitivo alcohólico que se toma antes de cenar.
Por la noche se da paso a las copas y la música. En la plaza Jean Jaurès, L’Intermédiaire es uno de los mejores locales con música alternativa en vivo y DJ Sets. Justo al lado, Au Petit Nice ofrece un montón de cervezas en un patio interior dónde pasar las horas. Y en La Dame Noir los hipsters hacen cola para entrar en el club más cotizadode la zona.
Pero por si no hubiera suficiente, un mercado de productores locales se instala en el Cours Ju cada miércoles por la mañana; los domingos es el turno de los sellos; y el segundo sábado del mes se venden libros de segunda mano. El mercado de La Plaine, en la plaza Jean Jaurès, vende fruta, verduras, queso, pescado, comida para llevar, zapatos baratos y accesorios de toda clase cada martes, jueves y sábados por la mañana, mientras que los miércoles es el día de las flores.
¡Y es que el Cours Ju tiene un ‘no sé qué’ especial que engancha! Anímate a conocer la Marsella más cosmopolita y reserva tu Vueling aquí!
Texto de Núria Gurina i Puig para Los Viajes de ISABELYLUIS
Fotos de Caroline Dutrey, Coralie Filippini, JeanneMenjoulet&Cie, marcovdz, Pop H
+ infoJulio Cortázar y el París de Rayuela
Aunque muchos entendidos la hayan tachado de “antinovela” es indudable que Rayuela ha marcado a diversas generaciones desde su publicación y que gracias a ella Julio Cortázar se convirtió en un referente literario del que ahora celebramos el centenario de su nacimiento. Si tu también quedaste prendado de Maga y de esta aventura parisina sin igual, nuestra ruta por la capital francesa te ayudará a rememorar los mejores momentos de la historia de Horacio Oliveira.
"¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico"
Quai de Conti: La novela, igual que nuestra ruta, empieza por la rue de Seine, Quai de Conti y el Pont des Arts, lugares donde Horacio y Maga se encontraban y de especial simbolismo para el autor dada su localización céntrica de este recorrido que nos lleva por la orilla izquierda del Sena.Nuestro protagonista también menciona la Biblioteca Mazarine, situada justo al lado del arco y que es la más antigua del país.
Pont des Arts: Como conexión entre el Institut de France y el Louvre (llamado entonces Palacio de las Artes), se encuentra este céntrico puente de hierro que sirve de localización de una borrachera de Oliveira relatada en la primera parte de el libro. Ahora plagado de candados que prometen amor eterno, las panorámicas que ofrece de la Isla de la Cité y los diferentes puentes es una de las imágenes más bellas que nos podemos llevar de la ciudad.
El Museo del Louvre: Aunque Rayuela esté cargada de referencias culturales, cuando hablamos de artes plásticas el museo del Louvre es la única referencia que Cortázar nos da de una ciudad tan importante en este ámbito. El museo de arte más visitado del mundo se cruza en nuestro camino después de pasar por el Pont des Arts. Un imprescindible para todo visitante que se precie gracias a sus extensas colecciones y obras maestras como “La Gioconda” de Leonardo da Vinci y un magnífico edificio al que en los años ochente se le sumó una magnífica pirámide acristalada digna de visitar.
Rue du Jour: Los últimos compañeros de Horacio por la ciudad, los vagabundos, se alimentan gracias al plato de sopa que allí reciben. A los pies de la Iglesia de Saint Eustache, los sin techo todavía reciben alimentos en esta misma calle ubicada en Les Halles, una área ajardinada en pleno centro donde se encuentran dos lugares por los que también pasaremos.
Restaurante "Au chien qui fume": Situado en la rue du pont neuf, este es uno de los cafés que se nombran en el capítulo 132 y sirve también de parada a Etienne y Horacio en su camino al hospital para visitar a Morelli. Se trata de un restaurante típico francés con una decoración elegante y tradicional y una cuidada selección culinaria. Siguiendo por esa misma calle, llegamos a nuestro siguiente destino...
Pont Neuf: A pesar de que se llame puente nuevo es justamente todo lo contrario, el más viejo. Aquí decimos adiós a Horacio y la Maga en este itinerario.Compuesto por arcos, el puente tardaría casi 30 años en ser construido y durante el siglo 18 fue el centro del crimen y el comercio de la ciudad. Así, atravesándolo regresamos a la orilla izquierda del Sena en la que nos quedaremos.
Rue Dauphine: Parte del apartado de capítulo prescindible, Pola, la amante francesa de Horacio vive en esta calle y ya con ello tenemos suficiente para visitarla . Continuación natural de la calle del Pont Neuf, fue nombrada así en honor del delfín de Francia, hijo de Henri IV.
Rue de la Huchette: Otro de lo lugares en lo que Horacio imagina que su amada puede estar. Imprescindible calle peatonal con numerosos lugares de interés como el Teatro de la Huchette y el Caveau de la Huchette. Lo atravesamos desde el Bulevar Saint-Michel hasta llegar a la rue du Petit-Pont antes de dirigirnos a la Catedral de Notre-Dame.
Notre Dame: La casualidad vuelve a unirles en este emblemático lugar de la ciudad, una de la catedrales francesas de estilo gótico más bellas y visitadas cuya construcción se completó en 1345 y que está situada en la pequeña isla de la Cité. ¿Quién no conoce a Notre Dame y a su famoso jorobado? Ya sea el Quasimodo de Victor Hugo o el de Disney, sus gárgolas están grabadas en el imaginario colectivo.
Rue du Sommerard: La calle donde vive Horacio Oliveira y una de la más antiguas de la capital a través de la cual ya en la época romana se accedía a la termas de Cluny. Dando al famoso boulevard de Saint- Germain, Sommerand es sin embargo relajada y perfecta para pasear tranquilamente.
Rue Valette: Lugar mágico para nuestra pareja, ya que en uno de sus hoteles se consumó su relación por primera vez y dónde Horacio llevaría también a Pola. Rue Valette está en el barrio de la universidad de la Sorbona y es una prolongación de la Rue de Carmes y centro neurálgico de la vida estudiantil de la ciudad.
Rue Monge: Uno de lo lugares donde se cree que vive la Maga una vez separada y con su hijo Rocamadour muerto. Se trata de una importante vía ubicada en la zona universitaria de 5 distrito de París.
Rue Monsieur Le Prince: El incomprensible azar pasa también por esta calle que solía ser un camino y que acaba en la Plaza Edmond Rostand junto al bulevar Saint-Michel. Cabe resaltar también este emplazamiento ya que aquí está el restaurante Polidor en el que se desarrolla el inicio de "62 Modelo para armar" de Cortázar además de ser imprescindible en la ruta si queremos llegar a Odeon.
Rue l’Odéon: Recordamos con Horacio parte de su relación con la Maga comiendo en el Carrefour de l’Odeon y paeando con bicicleta por Montparnasse.El imponente teatro de l’Odéon da nombre a esta calle y barrio de agitada vida diurna y nocturna en el que encontramos bares, cafés y restaurantes para todos los gustos. Desde aquí cogemos ahora la calle Saint-Sulpice que nos lleva a nuestro siguiente destino.
Rue de Tournon: Lugar donde hacemos el paseo completo volviendo a su casa de Madame Trépat acompañada por Horacio.Aunque tradicionalmente esté compuesta de antiguas librerías, numerosas tiendas de moda de alta gama se han ido estableciendo en los últimos años.Es una de la más prestigiosas, presidida por el miso Senado y que cruza la calle Saint- Sulpice por dónde llegamos al final de la ruta. Mario Vargas Llosa vivió también aquí.
Cementerio de Montparnasse: Nuestra última parada lo es también en el último capítulo de Rayuela, donde Horacio tira un papelito y donde también fue enterrado el mismo Julio Cortázar. Acabamos de esta manera en el corazón del barrio de Montparnasse, en este romántico lugar que fue inaugurado en 1824 convirtiéndose en el segundo de la ciudad con innombrables personajes descansando en sus tumbas como Simone de Beauvoir, Samuel Beckett o Jean Paul Sartre.
Imagen de Henri Marion
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+ infoA pedales por la Toscana
La Toscana es un paraíso para la práctica del cicloturismo gracias a una red de caminos, pistas y carreteras con poquísimo tráfico que invita a perderse literalmente por paisajes que parecen de otra época. Las posibilidades son infinitas y hay rutas de todos los niveles. La que os recomendamos en este post permite ir de Siena a Florencia en 2 o 3 etapas –según nuestro estado de forma–, pedaleando a través de la región donde se cultiva y elabora uno de los tintos más famosos del mundo, elChianti.Pensando en los más neófitos, hemos planteado un recorrido fácil de seguir que suma un total de 95 km. Aunque no está exento de subidas y bajadas –la región es conocida como Colline del Chianti –, todo esfuerzo tendrá su merecida recompensa, pues el itinerario rebosa belleza y gratifica al viajero curioso con insólitas historias, unos anfitriones siempre dispuestos a ayudar y entablar conversación y, cómo no, exquisitas experiencias gastronómicas.
Joyas de la Toscana
Nada más aterrizar en el aeropuerto internacional de Florencia, ponemos rumbo al centro histórico. Si elegimos un vuelo matinal, antes de ir a recoger las bicicletas a la tienda de alquiler, podemos visitar a pie la parte monumental de la cuna del Renacimiento.
Tour renacentista
Un paseo rápido pero realmente espectacular debe empezar en la Piazza del Duomo, con la visión de la catedral de Santa Maria del Fiore, su inmensa cúpula obra de Brunelleschi y su bella fachada recubierta de mármol toscano; continuará en la Piazza della Signoria, donde se encuentra el imponente Palazzo Vecchio, la fuente de Neptuno, una reproducción del David de Miguel Ángel y una colección de estatuas de los Médici, entre las que destaca el Perseo de Cellini descabezando a Medusa; y acaba cruzando el río Arno por el emblemático Ponte Vecchio.
Helados, bicis y tren
Ya con la bicicleta –os recomendamos reservar en Florence by Bike –, pondremos rumbo a la estación ferroviaria Firenze Santa Maria Novella, que se encuentra a menos de 1 km de la tienda de bicis.
Si os apetece un helado auténticamente artesanal, parad en I Gelati del Bondi, en Via Nazionale 61R (esquina con Via Faenza), pues pasaréis por la puerta camino de la estación. Aquí venden los helados del maestro Vetulio Bondi. Pensad que hay personas que viajan hasta Florencia exclusivamente para que este artigiano gelatiere les imparta un curso personal de unas horas.
El trayecto en tren hasta Siena dura 90 minutos (horarios en http://www.trenitalia.com). Sólo en los trenes regionali se permite subir bicicletas (hay un espacio destinado a ellas por un suplemento de 3'5 euros por bici).
Una vez en Siena, lo mejor es ir directamente al hotel, aparcar la bici y salir a disfrutar de la tarde-noche de esta ciudad que rezuma vida y hermosura por todas partes. De camino a la Piazza del Campo –donde se celebra la espectacular y alocada carrera ecuestre del Palio di Siena–, encontraremos muchos restaurantes con encanto. A la hora de elegir el menú, recordad que al día siguiente toca pedalear.
La esencia del Chianti
Saldremos de Siena pedaleando por la carretera secundaria SR222, también conocida como Via Chiantigiana, que empieza en la estación central de tren de Siena y atraviesa toda la región hasta Florencia. Tras una subida inicial, muy pronto nos desviaremos por una carretera aún más solitaria, la SP102. Esta ruta va hasta Corsignano, Vagliagli y Radda in Chianti, combinando sectores asfaltados con la típica strada bianca de la Toscana, de tierra compacta, de un blanco refulgente y cegador.
Durante la jornada pedalearemos entre colinas tapizadas de viñedos y olivares flanqueados por hileras de cipreses, y pasaremos frente a diversas bodegas, como Terra di Seta (1 km antes de Vagliagli), o Capannelle (a las afueras de Gaiole in Chianti), donde realizan tours guiados y catas de sus vinos y aceites de oliva virgen.
El pequeño pueblo de Radda in Chianti es un buen punto para una pausa y recuperar fuerzas. A partir de aquí, la ruta propone un rodeo opcional de 17 km, en forma de bucle, para visitar Castello Vertine y Gaiole in Chianti. Este pequeño y tranquilo pueblo es centro de peregrinación de los aficionados al ciclismo de época. Aquí se celebra cada primer domingo de octubre la mítica ruta cicloturista l'Eroica, en la que se dan cita más de 7.000 ciclistas montados en bicicletas antiguas.
Si queremos recortar ligeramente el recorrido y ahorrarnos alguna subida, desde Radda in Chianti podemos dirigirnos directamente hacia Panzano. Aquí los aficionados a la carne de calidad tienen que parar y sentarse a la mesa de la Officina de la Bistecca –la Antica Macelleria Cecchini– y conocer a Dario Cecchini, carnicero artesano que derrocha saber y recita pasión en todo lo que hace. Existen diversos menús –incluso uno vegetariano– que se sirven a mediodía y por la noche, pero la estrella indiscutible es la Bistecca a la Fiorentina, que aún hoy se cocina y sirve con hueso (sí, con hueso). La experiencia merece absolutamente la pena para comprender el amor puro y contagioso que profesa Dario, descendiente de ocho generaciones de carniceros, por su oficio, sus carnes y su tierra. Lo vive tanto que incluso ofrece la posibilidad de ser "carnicero por un día".
Florencia por todo lo alto
Desde Panzano, la carretera nos llevará en descenso hasta Greve in Chianti, para luego continuar hacia Chiocchio y Strada in Chianti. Aquí abandonaremos la SR222 y pondremos rumbo a Ferrone e Impruneta por carreteras más locales, con la intención de entrar en Florencia por su acceso más espectacular y panorámico: la colina de San Miniato.
Desde Impruneta, la SP70 nos llevará hasta Cascine del Riccio, donde subiremos por un calle estrecha y de muy fuerte pendiente –quizá haya que caminar unos metros–, hasta San Michele di Monteripaldi. Ya en lo alto, pasaremos frente a villas muy señoriales, rumbo a Piazzale Michelangelo, donde la ciudad quedará a nuestros pies. Sin duda es la foto perfecta para el final de la ruta.
Para cenar y darle el broche de oro a esta "escapada" ciclista, os recomendamos reservar en Essenziale, el nuevo restaurante del chef Simone Cipriani, que emociona a los comensales con un entorno minimalista pero amigable y desenfadado, en el que la comida, de tradición toscana, revaloriza y reinterpreta las recetas della nonna, de una manera sutil, delicada y divertida. Los menús degustación Conoscersi (3 platos, 35 euros) y La persistenza de la memoria (5 platos, 55 euros) son una fiesta de sabores y sensaciones, a la vez que un viaje a la esencia y la historia culinaria de la región. En Essenziale también sorprende la inexistencia de barreras entre la cocina y las mesas: el chef, en persona, sirve y explica sus creaciones, revelando sus secretos.
Guía práctica
- Cómo seguir la ruta: el itinerario de 95 km que os hemos descrito lo podéis consultar en este enlace de google maps. Para planificar otros itinerarios, el mejor mapa en papel es el Firenze, Siena, Chianti de Kompass.
- Duración: cada cual puede dividir el recorrido a su gusto, en función de los alojamientos y el número de días disponibles. Para disfrutar de todo lo que ofrece la región, lo ideal sería dedicarle 3 o 4 días.
- Escoger bicicleta: con Vueling puedes llevar tu propia bicicleta en el avión, pero como la ruta cicloturista es sólo de 2 días, quizá resulte más cómodo alquilarla en destino. En Florence by Bike renuevan cada año su flota y disponen de bicicletas de todo tipo. Las de viaje son las más indicadas para la ruta que os proponemos. Si os preocupan los desniveles, también alquilan bicicletas eléctricas (2 días, 90 euros), con las que se superan las colinas casi sin realizar esfuerzo.
- Alojamientos: la oferta de alojamiento en Siena y Florencia es verdaderamente abrumadora, pero conviene reservar con antelación para asegurarse habitaciones en el centro histórico. En ruta, la mejor opción es buscar pequeños Bed & Breakfast o agroturismos.
Texto de Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker
Imágenes de Con un par de ruedas y Giovanni Rasoti
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