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Rennes, sorpresa bretona

Pasear por Rennes, capital de Bretaña, es volver por un momento a la época medieval sobre todo por la gran cantidad de casas con entramado de madera que todavía se conservan en las calles del casco histórico. Este material, que fue muy popular en esta región hasta mediados del siglo XVII, fue sustituido por la piedra a raíz del gran incendio que tuvo lugar en Rennes en el año 1720 y que quemó más de 900 casas del centro de la ciudad. No obstante, todavía quedan muchos ejemplos de edificios de madera en las calles anexas a la Rue de Chapitre y en la plaza Champ-Jacquet, en donde se alza la estatua de John Leperdit, quien fuera alcalde de Rennes durante la Revolución Francesa.

Rennes es una ciudad con bellos rincones y uno de mis preferidos es la Place des Lices, donde las terrazas, cuando llega el buen tiempo, están abarrotadas de gente. En verano, los atardeceres en Bretaña son infinitos y el sol no se esconde hasta pasadas las diez de la noche. Este lugar, donde hace siglos se celebraban las justas medievales, es conocido también por su mercado, el segundo más importante de Francia, en el que se dan cita más de 300 productores locales y regionales.

Dos de los símbolos del pasado medieval de Rennes son la torre Duchesne y las Puertas Mordelesas, que pertenecían a la muralla que rodeaba la ciudad en el siglo XV. Muy cerca se encuentran la Catedral de Saint-Pierre, de estilo neoclásico, y la Basílica de Saint-Sauveur, dos ejemplos destacados de arquitectura religiosa en la ciudad.

El incendio de principios del siglo XVIII marcó un antes y un después en el urbanismo de Rennes. A partir de entonces todos los edificios se empezaron a construir con piedra como el Ayuntamiento, proyectado por el arquitecto real, Jacques Gabriel, que lo construyó para ser inmortal.

Otra de las paradas indispensables en una visita a Rennes es el Palacio del Parlamento Bretaña, en cuyo interior hay salas profusamente decoradas que merecen la pena descubrir ya que son exponentes del arte pictórico del siglo XVII en Francia. Este edificio es un emblema de la histórica región de Bretaña, que tiene cultura e idioma propios. Este último todavía se puede ver en algunas calles de Rennes que están rotuladas en francés y en bretón, la única lengua céltica que ha sobrevivido más allá de Gran Bretaña e Irlanda.

Rennes es una ciudad en la que el arte contemporáneo está muy presente. Algunos ejemplos son la fuente de Parmiggiani, el Cap Mail del prestigioso Jean Nouvel, el edificio Quai Ouest de Christian Hauvette o los Champs Libres (Campos Libres) de Christian de Portzamparc, un conjunto distribuido en tres espacios: el Museo de Bretaña con una superficie de 2.000 metros cuadrados, la biblioteca de seis pisos, y el espacio de las ciencias y planetario. Rennes también cuenta con una gran pinacoteca en el Museo de Bellas Artes, antiguo palacio universitario proyectado por Vincent Boullé, en la que hay obras de Rubens, Veronese o Picasso, entre otros. En lo que a música se refiere, Rennes es muy conocida por Los Transmusicales, un festival que desde hace 32 ediciones ofrece una selección detallada centrada en el eclecticismo y las nuevas propuestas musicales.

Por último, un lugar muy agradable es el Parque del Thabor, una de las zonas verdes más importantes de la capital de Bretaña, que perteneció a los frailes de Saint-Melaine. En este jardín afrancesado de diez hectáreas se pueden ver una pajarera, rosaledas, estatuas e invernaderos, entre otros atractivos. Los domingos de mayo y junio tienen lugar concurridos espectáculos gratuitos de comedia musical y danza.

Rennes es una ciudad con muchos encantos y que se puede descubrir perfectamente en un fin de semana. Consulta nuestros vuelos aquí.

Texto de María Jesús Tomé
Fotos de María Jesús Tomé / Oficina de Turismo de Rennes

 

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Disfrutando de la primavera holandesa

El tulipán, junto con los zuecos, los molinos de viento y las bicicletas, es uno de los símbolos que va indisolublemente asociado a la imagen de Holanda. Este bulbo, cuyo origen se encuentra en Anatolia y Oriente Medio, llegó a Europa en el siglo XVI causando gran admiración, sobre todo en los Países Bajos, llegando a provocar un siglo después un fenómeno que pasó a denominarse como la tulipomanía. Fruto de ella fue la transformación de esta flor en un auténtico objeto de culto, por el que se pagarían elevadísimos precios, y que acabaría cotizando bolsa, llegando a provocar en 1637 la que se conoce como la primera gran burbuja financiera de la historia, debido a la elevada especulación generada en torno a este producto.

En la actualidad el tulipán inunda cada primavera el paisaje holandés, transformándolo en una auténtica explosión de color por el que bien merece la pena hacer una escapada a Holanda. Para aquellos que quieran disfrutar al máximo de esta preciosa flor, hemos seleccionados algunos de los lugares que no deben de faltar en tu lista.

Keukenhof, el parque de los más de 7 millones de bulbos florales
Keukenhof
se encuentra situado en Lisse, entre Ámsterdam y La Haya, en pleno centro de la conocida como la región de los bulbos. Aquí hallarás la increíble cantidad de más 7 millones de bulbos florales con los que dejarte seducir, siendo un lugar de imprescindible visita para los amantes de esta flor y de la naturaleza en general. Ahora bien, Keukenhof no solo es conocido por el elevado volumen de flores que alberga, sino también por su bello diseño, que cuenta con lagos, fuentes, paseos y molinos, formado un conjunto asombrosamente embriagador. La única pega es que este maravilloso jardín solo está abierto en época de floración del tulipán, es decir, entre mediados de marzo y finales de mayo, y debido a la amplia afluencia de público, es recomendable reservar con bastante antelación.

De ruta por Bollenstreek, la región de los bulbos
La conocida como la región de los bulbos (Bollenstreek en holandés) es otro de esos lugares que no debes dejar de recorrer en época primaveral. Situada a 30 kilómetros al suroeste de Ámsterdam, entre Haarlem y Leiden, comprende una área caracterizada por la presencia de tierra arcillosa a la que si le añadimos el clima marítimo de la zona obtenemos el espacio perfecto para el cultivo de los tulipanes y otras plantas bulbosas como los crocos, los narcisos y los jacintos. La mejor época del año para dejarse caer por esta zona es el mes de abril, que es el momento de máximo esplendor de los tulipanes. Recorrer estas tierras, ya sea en coche o en bicicleta -existen tours organizados desde Ámsterdam que hacen un circuito bastante completo por las localidades que conforman el Bollenstreek -, es un auténtico placer para el sentido de vista, en el que se suceden campos y campos de tulipanes en todas sus formas y colores y que dejarán al visitante absolutamente obnubilado. 

Museo del Tulipán
Si eres de esos que quiere conocer todos los intríngulis y la historia que encierra este popular y apreciado bulbo, entonces no debes marcharte de Holanda sin antes visitar el Museo del Tulipán de Ámsterdam. Ubicado en el barrio de Jordaan, muy cerca de la casa-museo de Ana Frank, en él podrás aprender toda la apasionante historia que se esconde tras esta preciosa flor.

Reserva tu Vueling a Ámsterdam y anímate a disfrutar de la primavera holandesa.

Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS

Fotos de Robert Lyle Bolton

 

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El encanto de los pueblos de pescadores

Aunque son las poblaciones del interior de Mallorca, como Valldemossa, Fonalutx o Biniaraix, que se encuentran al cobijo de la sierra de Tramuntana, las mejor resguardas y en las que se han mantenido con más interés tradiciones y costumbres, también encontramos en la costa algunos lugares que han sobrevivido al crecimiento urbanístico.

Y es que, las idílicas imágenes que tenemos de los pequeños pueblos de pescadores del Mediterráneo, han ido desapareciendo con la llegada masiva de turistas. Sin embargo, quedan algunos reductos con encanto en el litoral mallorquín, que conservan toda su esencia. Su visita es necesaria para conocer el rico patrimonio cultural de la isla.

Es Jonquet

Junto al barrio de Santa Catalina de Palma y delimitado por la calle Sant Matgí, que hace de frontera entre las dos zonas, se encuentra Es Jonguet, uno de los barrios más antiguos de la ciudad, que ha sabido conservar todo el encanto de barrio de pescadores. Un barrio humilde, tranquilo, de casitas bajas y calles irregulares, que se levanta orgulloso bajo sus característicos molinos (los antiguos molinos harineros), que dan a lo lejos la bienvenida a los turistas que llegan por mar.

S'Estaca

Conviene no confundir esta antigua aldea de pescadores, cercana a Valldemossa, con la grandiosa mansión que Michael Douglas tiene en esta localidad y que lleva el mismo nombre, S'Estaca. Se trata de una pequeña aldea formada por una veintena de antiguos refugios de pescadores, por los que parece no haber pasado el tiempo. Un lugar mágico que se encuentra entre Sa Foradada y el Port de Valldemossa.

Porto Petro

Porto Petro se encuentra en el municipio de Santanyí, al sudeste de Mallorca. Aunque ya no es realmente un puerto de pescadores como tal, sí que se ha sabido respetar, sorprendentemente, toda su esencia. No hay grandes urbanizaciones; sólo algunos comercios y alojamientos familiares. Es un lugar para los amantes de la tranquilidad y la naturaleza, con un buen número de calas próximas. Muy cerca, sin embargo, hay grandes centros de turismo, como la cala Mondragó o Cala d'Or, que en verano destacan por su animada vida nocturna.

Port des Canonge

Pasando por Banyalbufar, al suroeste de la Tramutana, la sierra se abre al mar en el Port des Canonge. Se llega hasta allí por una carretera de curvas para descubrir, al final, las viejas casetas que servían de refugio a los pescadores y que ahora conforman una pequeña urbanización, aunque su belleza continua intacta. Su embarcadero y la agradable playa de grava y cantos rodados, hacen de este enclave, un lugar muy tranquilo.

Muy cerca, descubrirás algunas pequeñas calas o podrás hacer senderismo por bosques de pinos, recorriendo la "Volta des General", en un bonito trayecto que va desde Banyalbufar al Port de Canonge.

Porto Petro por Magnus Manske | Es Joquen por Chixoy | Port des Canonge por mallorcaesasitambien

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Un pedacito del paraiso

Nada más pisar tierra, Tenerife nos recibe con un aire de misterio y de leyenda. Sus orografía volcánica y sus orígenes inciertos, que algunos autores sitúan en la mismísima Atlántida son sólo dos de sus innumerables atractivos.

Y es que, leyendas aparte, lo que está claro es que Tenerife más que una isla afortunada, es un pedacito de paraíso en la tierra. Cuenta con dos Patrimonios de la Humanidad, un Parque Nacional, 42 espacios naturales protegidos y un clima que la convierte en la isla de la eterna primavera.

Tanto si visitas la isla con amigos, en pareja o con niños, Tenerife es un destino de esos que te dan ganas de repetir.

Parque Nacional de las Cañadas del Teide y Puerto de la Cruz

Uno de los imprescindibles de Tenerife es la visita al Parque Nacional del Teide. Sus impresionantes paisajes volcánicos consiguieron que en 2007 fuese incluido como Bien Natural en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Es posible visitar el parque con diferentes excursiones, entre ellas la popular subida en dromedario.

La caldera y el volcán Teide - Pico Viejo son algunos de los monumentos geológicos más espectaculares del mundo. Además, cuenta con una gran variedad de conos y domos volcánicos, coladas de lava, pitones y cuevas que forman un extraordinario conjunto de colores y formas.

Desde allí, se puede descender a través del espectacular Valle de la Orotava hasta la costa norte, donde está situado el Puerto de la Cruz. Esta pequeña ciudad cuenta con numerosos atractivos turísticos como el Loro Parque, el Jardín Botánico, el complejo de piscinas Lago Martiánez, Playa Jardín y la plaza del Charco.

San Cristóbal de la Laguna

El casco histórico de La Laguna forma fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y es una gozada pasear por sus calles.
Merece un alto en el camino la Catedral de San Cristóbal de La Laguna, de estilo neogótico y que alberga un interesante y rico patrimonio artístico. Si seguimos paseando entre sus calles, nos encontramos con entre fachadas de otras casas señoriales, en la plaza de la Concepción frente a la iglesia del mismo nombre. Girando a la izquierda desde la plaza de la Concepción se llega hasta la calle de Herradores, completamente peatonal, con otras interesantes muestras de la arquitectura canaria. Pero si el giro es hacia la derecha, el recorrido desemboca en la calle de San Agustín, con la casas de los Jesuitas, Montañéz y de Salazar. El Palacio de Lercaro, sede del Museo de Historia de Tenerife, es otro hito en la misma calle de San Agustín, así como la iglesia y hospital de Nuestra Señora de los Dolores, la iglesia de San Agustín y el Instituto de Canarias.
 
Algo más alejado, está el bello Real Santuario del Santísimo Cristo, junto a la plaza de San Francisco, más conocida como del Cristo.

Excursiones y senderos por la naturaleza

Masca

Masca es un pintoresco caserío situado en la punta noroeste de la isla en el Macizo de Teno, dentro del parque rural del mismo nombre. En Masca se pueden encontrar impresionantes paisajes con profundos barrancos y acantilados que terminan en el Océano Atlántico, rodeados de vegetación y carreteras con curvas imposibles. Tiene la reputación de haber sido un escondite de los piratas.

Cruz del Carmen

Si lo que os gusta es caminar, uno de los senderos más antiguos de la isla es el que nos lleva a la Cruz del Carmen.Este paseo discurre por un entorno de vegetación típica, de fayas, brezos y algunas especies propias de la laurisilva, y llega hasta el Llano de Los Loros, desde donde es posible disfrutar de amplias panorámicas de la costa Norte.

Observación de cetáceos

La costa suroeste de Tenerife es un lugar privilegiado para la observación de cetáceos en libertad, puesto que existen colonias de calderones y delfines que viven aquí todo el año. Su presencia es tan cercana a la costa, que ha convertido a Tenerife en el primer lugar de Europa en importancia por el número de personas que hacen avistamiento de cetáceos en libertad. 
Podemos encontrar hasta 21 especies diferentes en estas aguas, desde la gigantesca ballena azul hasta la temible orca. Existen dos poblaciones residentes, calderón tropical y delfín mular, que se pueden observar casi el 80% de los días del año, con un porcentaje de avistamiento cercano al 100%.

¡Y por supuesto las playas!

En una isla tan privilegiada como Tenerife, no podía faltar una visita a sus increíbles playas, tanto si te gustan las de arena volcánica como las de suave arena dorada.

Para los amantes de la tranquilidad proponemos la playa del Bollullo, en el municipio de La Orotava. Es una hermosa y aislada playa de arena volcánica que destaca por la extraordinaria limpieza de sus aguas y su ambiente tranquilo. Es una playa poco concurrida, ideal para quien quiere huir de los atestados recintos turísticos y gozar de un poco de tranquilidad. El acceso a esta playa se realiza a pie por un sendero escalonado rodeado de plataneras. Hay que prestar atención al bañarse en esta playa, ya que carece de barrera de contención del oleaje.

Y para los que prefieres disfrutar de todas las comodidades turísticas, nuestra recomendación de va hacia la playa del Camisón y la playa del Duque.

El Camisón forma parte de una casi interminable sucesión de playas que, en ocasiones, apenas están separadas por una pequeña hilera de piedras sobre la arena. Las condiciones para el baño son siempre óptimas puesto que un rompeolas la protege de las corrientes y el oleaje.

El Duque es una playa de arena fina y rubia situada en la zona sur de la isla, rodeada de un precioso paseo litoral que une más de 8 playas. De aguas tranquilas, y una extensión de casi 700 metros, la Playa del Duque hace las delicias de quienes la visitan, por poseer todos los servicios de un entorno donde la calidad es el mayor distintivo.

También se puede disfrutar de otras playas espectaculares como El Medano, El Socorro, La Arena, La Pinta, La Tejita, Las Teresitas o Las Vistas.

Por Nadia Polo

Imagen de Las Teresitas por Sergio Martín González | Imagen de San Cristóbal de la Laguna por Jens Steckert | Imagen Acantilado de los Gigantes por Daniel Gaínza

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