Ruta de mercados gastronómicos en Madrid
Que la gastronomía está de moda en Madrid es un hecho y en nuestra última visita a la capital lo pudimos constatar. A los clásicos bares, restaurantes y fondas de toda la vida se le han ido sumando nuevos espacios donde darse al buen comer y al buen beber: gastro-bares, gastro-clubes, eventos gastronómicos y mercados gastronómicos. Fue precisamente este último concepto en el que nos adentramos en este viaje, con muy grato y sabroso resultado, por cierto.
Mercado de San Miguel. O cómo darse un capricho en un espacio único.
(Plaza de San Miguel, s/n)
Localizado al lado de la plaza Mayor, es el más turístico de todos y el que cuenta con el edificio más característico, pues es el único mercado de Madrid con estructura de hierro que ha llegado hasta nuestros días. Reformado en 2009 y convertido en espacio gastronómico, mantiene el encanto de la época en que fue construido, 1916. En su interior encontrarás gastronomía mayoritariamente española, de alta calidad, entre la que podrás probar delicados quesos y embutidos, disfrutar de las especialidades de un clásico madrileño como es el Lhardy, elegir entre un buen surtido de croquetas, saborear una tapas en el Pescado Original, tomar un vermut en La Hora del Vermut y un sabroso etcétera.
Mercado de San Antón. El espacio cultural y gastronómico de Chueca.
(C/ Augusto Figueroa, 24)
Situado en pleno corazón de Chueca, cuenta con tres espacios bien diferenciados. La primera planta la ocupa el mercado propiamente dicho, con productos de primera categoría. El área gastronómica con los puestos donde probar comida de diferentes regiones (islas canarias), países (Japón, Grecia) o especialidades (marisco, pollo asado), se encuentra en la segunda planta. El tercer piso esconde una magnífica terraza-lounge donde disfrutar de las vistas mientras se toma un cocktail. También se encuentra el restaurante La cocina de San Antón donde os recomendamos que os marquéis un “cooking”, mediante el cual escoges la carne o el pescado que quieras en el mercado, y te lo cocinarán en el restaurante con el acompañamiento que elijas de su carta.
Mercado San Ildefonso. Tomando un respiro entre compra y compra.
(Fuencarral, 57)
De tamaño inferior a los dos anteriores, pasa casi desapercibido en la comercial calle de Fuencarral. Una vez en su interior, hay que subir a la primera planta y ahí descubres un espacio pequeño pero acogedor, inspirado en los street market de Londres o Nueva York, con diferentes puestos gastronómicos donde puedes comer una hamburguesa gourmet en Gancho Directo, picar jamón ibérico en Arturo Sánchez, degustar unas brochetas en La Brochette o chuparte los dedos con los huevos de La Granja Malasaña. El ambiente que se respira es joven y moderno, acorde con el barrio donde se encuentra ubicado, Malasaña. Además cuenta con una terraza interior para aquellos que quieran tomar una caña pitillo en mano, y una barra donde probar alguno de sus cocktails.
El Huerto de Lucas. Para los amantes de lo orgánico.
(C/ San Lucas 13)
Pequeño mercado especializado en la venta de productos orgánicos, que además cuenta con La Cantina donde degustar los magníficos productos que ofrecen sus puestos. Aquí no sólo sus alimentos son ecológicos, también lo es el proyecto arquitectónico realizado por el estudio More&Co de Paula Rosales. El espacio ha sido concebido para que el impacto en el medio ambiente sea el menor posible tanto en su construcción y como en su día a día. Nos encantó el “bosque de cintas” colgante y la sencillez y calidez de la decoración.
Mercado Platea. Espectáculo y alta gastronomía en Serrano.
(Goya 5-7)
Desmarcándose del resto se encuentra este cine, pues ese era su uso originario, transformado en un espacio dedicado al ocio gastronómico. El antiguo cine Carlos III se ha convertido, gracias a la intervención del interiorista Lázaro Rosa-Violán, en un conjunto de restaurantes donde degustar alta cocina. Nada más y nada menos que seis Estrellas Michelin y doce soles Repsol avalan a los chefs que lo componen, entre los que se encuentran Paco Roncero, Pepe Solla, Ramón Freixa o Marcos Morán. Dos plantas, tres plateas y una zona especializada en los dulces donde perderse y disfrutar no sólo de la comida y la bebida, sino también de la música en directo y sesiones de dj.
Con ganas de acercarte a este mundo lleno de sabores, ¿no?. Consulta aquí nuestros vuelos a Madrid.
Texto de ISABELYLUIS Comunicación
Fotos de ISABELYLUIS Comunicación y Mercado Platea
+ info7 experiencias inolvidables en Marrakech
Una vez aterrizados en Marrakech tenemos un sinfín de oportunidades para sumergirnos en esta mágica y vibrante ciudad magrebí. No podemos despedirnos de ella sin visitar:
1.- El Jardín Majorelle
El Jardín Majorelle es la obra de arte más importante llevada a cabo por el pintor francés Jaques Majorelle, que diseñó durante su estancia en Marrakech en el chalet donde se alojaba.
Se trata de un jardín botánico de lo más exuberante y rico en diferentes especies de plantas exóticas que Majorelle traía de sus numerosos viajes por el mundo. Se abrió al público en 1947 y cerró en 1962. Permaneció cerrado hasta que el diseñador Yves Sant-Laurent lo compró y restauró para su posterior reapertura en 1980, añadiendo más especímenes vegetales. El color azul de las paredes de este maravilloso palacete contrasta con el verde intenso de la vegetación de este edén repleto de cactus, palmeras, yucas, nenúfares, cocoteros y bananeros, entre muchos más. Adentrarse en este paraíso singular no tiene precio.
2.- El Palmeral
El Palmeral, más de 13000 hectáreas de terreno que conforman un ecosistema particular y místico, rebosante de palmeras.
Es muy importante su conservación ya que constituye la fuente de abastecimiento de dátiles y madera en Marrakech. Este parque milenario se suele recorrer tanto en calesa como en camello. Por unos 100 dirhams (10 euros), se puede dar un paseo en camello por el interior de éste. Alquilar una calesa con caballos resulta un poco más cara, entre unos 200-250 dirhams (20-25 euros), pero también tiene su encanto. El trayecto en calesa dura aproximadamente unas dos horas y va desde la plaza de Yamaa el Fna hasta el Hotel Palmeraie Golf Palace, situado en el punto más lejano de la zona. Además se pueden encontrar una serie de construcciones y hoteles de lujo así como algunos campos de golf, sólo aptos para los bolsillos más adinerados. Es una excursión bastante turística, pero muy agradable y vale la pena probar la experiencia al menos una vez.
La plaza de Yamaa el Fna, la más emblemática y conocida de la ciudad.
Este lugar es un espectáculo continuo a cualquier hora del día. Los olores a especias y los que se desprenden de la multitud de tenderetes de comida tradicional embriagan la atmosfera que se respira de una forma hechizante. El regateo es la práctica por excelencia marrakechí. Se puede utilizar sin reparo en esta plaza y en todo el zoco que se extiende desde la zona norte de ésta por callejuelas y pasadizos laberínticos en pleno corazón de la ciudad. Por no decir que hasta en las propias tiendas se regatea, desde el agua o zumos naturales hasta taxis, en el zoco se podrán conseguir toda clase de artículos artesanales y alimentos por un tercio de lo que valen ”realmente”. El tajín, el cuscús, los caracoles y la carne de cordero son algunas de las especialidades más apetitosas que podemos saborear por estos lares.
En este heterogéneo centro de actividad también hay espacio para una realidad más espiritual: los videntes que leen las manos o echan el tarot y los encantadores de serpientes son personajes clave en esta amalgama de movimiento cultural. Para aquellos amantes de la ostentación, se encuentra un restaurante de lujo llamado Al Baraka en la misma plaza, a donde suelen acudir los habitantes de clase alta a comer platos típicos exquisitos a la vez que bailarinas danzan a su alrededor, exhibición digna de las mil y una noches de Alí Babá.
4.- El curtido de cuero
El proceso artesanal de curtido de cuero es uno de los más antiguos y afiligranados de la ciudad.
El trabajo de los curtidores marroquíes es muy duro y sobretodo por el hedor que desprenden las sustancias residuales necesarias para llevar a cabo tal labor. Se recomienda ir con un guía que pueda detallarnos las diferentes fases de este interesante procedimiento a la perfección y no olvidarnos de coger unas hojas de menta que se disponen a la entrada para acercarnos a la nariz, y así calmar la sensación desagradable causada por el olor. Vivir esta experiencia nos catapultará a la época medieval.
5.- Las Teterías de la Medina
Las teterías de la Medina de Marrakech son una parada obligatoria en tu viaje al mundo árabe.
Tomar un té de menta o hierbabuena, popularmente conocido como té moruno, es imprescindible para sentirte como una auténtico marroquí.Algunos de los salones de té más chic y glamourosos que hay son el Café Árabe y La Terrasse des Épices. También es muy recomendable probar el exótico té de azafrán.
6.- Los Hammams
Un Hammam es un salón tradicional de baños donde relajarse plenamente.
En estos centros también son usuales tratamientos de belleza como hidrataciones y exfoliaciones de la piel. Hay hammams de diferentes estilos orientados para todos los públicos y bolsillos. Aunque antiguamente acudir a esta especie de termas romanas fuera una actividad reservada para los ricos, hoy en día pueden gozar de esta experiencia placentera todos los habitantes. Algunos nombres de nuestros favoritos son Les Bains de Marrakech y La Maison Arabe.
7.- Aït BenHaddou, Sus-Masa-Draa
El Ksar o ciudad fortificada de Aït BenHaddou es considerada Patrimonio de la Humanidad desde 1987.
Ha sido utilizada como localización de numerosos filmes como Gladiator o La Momia debido a la gran belleza de la arquitectura de sus casas de adobe y de las vistas espectaculares que ofrece. Es un lugar de ensueño que impresiona por lo bien cuidado que está. Llegar hasta aquí no es fácil, el trayecto es de 200 kilómetros desde Marrakech en vehículo por puertos de montaña, lo que supone unas cuatro horas. Una vez llegados allí, olvidaremos todo el esfuerzo que ha supuesto llegar para adentrarnos en un nuevo mundo fusionado por el color ocre, el verde de las palmeras y el azul de un cielo abrasador.
Imagen de Donarreiskoffer
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+ infoMarrakech en colores
Si París es la ciudad de la luz, y Lisboa la ciudad blanca, Marrakech es conocida como la ciudad roja por el color de sus muros y de muchas de sus construcciones. Pero basta pasearla un poco para darse cuenta de que el rojo se queda corto. Por eso, os proponemos una visita en colores a una de las ciudades más fascinantes de Marruecos.
BLANCO: Nada más aterrizar, sacaréis la cámara, seguro. Y es que el aeropuerto Marrakech Menara es la primera sorpresa del viaje. Es uno de los más importantes del país, y entre 2006 y 2008 se hizo una ampliación que incorporó una impresionante estructura blanca que combina elementos modernos y tradicionales, y juega con las luces y las sombras, provocando un efecto diferente según la hora del día.
VERDE: Los marroquíes son gente muy acogedora, así que cuando lleguéis a vuestro alojamiento, seguro que enseguida os ofrecerán un té a la menta. Será el primero, pero no el último. Podría decirse que es, casi casi, la bebida “oficial” de la ciudad, y veréis menta por todas partes. Además de la que os pongan en el té, vale la pena meterse en el zoco y buscar una pequeña parte, menos turística, donde, además de pijamas y aceitunas, encontraréis algunos puestos de venta de menta. Mientras estuvimos allí, muchas mujeres se acercaron a comprar y eligieron decididas el ramillete que preferían. Al parecer, hay muchos tipos diferentes, ¡pero ni la fotógrafa ni yo fuimos capacesde diferenciar unos de otros!
NARANJA: Y si el té a la menta es la bebida oficial de la ciudad, en Jamaa el Fnaa lo que se impone es el zumo de naranja. La plaza más famosa de la ciudad, siempre bulliciosa, está llena de carromatos donde os prepararán un delicioso zumo de naranja o de pomelo, a cualquier hora del día. Es imposible no sucumbir a ellos, aunque sólo sea porque llevar uno en la mano es la única forma de que dejen de reclamaros a gritos desde cada puesto de zumos.
AZUL: Un paseo por el Jardín Majorelle es suficiente para entender por qué Yves Saint Laurent y su pareja, Pierre Bergé, se enamoraron del lugar y decidieron comprarlo y restaurarlo. Es, quizá, uno de los lugares más sorprendentes de Marrakech. Lleva el nombre de Jacques Majorelle, un pintor orientalista francés que se instaló allí en 1923, y que en 1931 hizo construir un estudio de un azul tan peculiar que se ha bautizado como “azul Majorelle”. A su alrededor, el jardín es otra obra de arte, viva, pues está lleno de plantas exóticas y especies raras que él traía de vuelta de sus viajes. Además, ahora hay también un pequeño memorial dedicado a Saint Laurent, que salvó el lugar de un proyecto inmobiliario que lo habría hecho desaparecer.
FUCSIA: Se cuela por la ciudad, en el lugar más inesperado. Este color os llamará la atención cuando os sentéis en la terraza de un bar como el Nomad, cuando miréis las vistas de la ciudad, o cuando subáis la escalera de la terraza de la Maison de la Photographie (muy recomendable, por cierto, aunque quizá más por la terraza que por la colección). El fucsia de las buganvilias destaca un poco por todas partes, en azoteas y en ventanas, o por encima de alguna tapia. Es un toque de color puntual, pero que da aún más vida a una ciudad que no para.
NEGRO: es curioso. Seguramente, uno de los últimos colores que asociaríamos con el jabón sería el negro, y en cambio el jabón negro es un producto tradicional muy usado en Marruecos. Lo descubriréis si decidís relajaros en algún hammam, pero no creáis que es un producto “para turistas”: se vende en los mercados y se usa también en los hammams que frecuentan los lugareños (que no tienen nada que ver con los turísticos. Si buscáis experiencias más que relajación, entrad en alguno. Seguro que no lo olvidaréis). La elaboración es bastante artesanal, a base de aceitunas negras y aceite. Es un buen exfoliante y tiene mucha vitamina E, así que os dejará la piel como nueva.
BEIGE: si habéis decidido alojaros en un riad, es muy posible que el beige sea un color predominante durante vuestra estancia. Los riads son un alternativa muy recomendable a los hoteles, y están cada vez más de moda. Un riad es una casa o un palacio tradicional marroquí con un pequeño patio o un jardín interior. Alojarse en uno de ellos es sumergirse más profundamente en la experiencia marroquí, en un ambiente auténtico. Y la autenticidad viene dada por el respeto a la tradición. Son cada vez más los occidentales que abren riads, y de hecho gracias a ellos se están conservando técnicas como el tadelakt. Durante mucho tiempo, este sistema de revestimiento, a base de cal, fue un símbolo de Marrakech. Poco a poco se fue abandonando, y son ahora los extranjeros los que lo están recuperando. Como Stephan y Xavier, del Riad Snan 13. Ellos apostaron por el beige, el color natural del tadelakt, que ha dado un aire oriental y acogedor a la vez a un riad pequeño de habitaciones preciosas. Un lugar más que recomendable, muy céntrico, donde disfrutaréis de unos desayunos fantásticos y sobre todo de una hospitalidad que sólo tiene un inconveniente: ¡no querréis volver a casa!
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Texto de Anna Guitart
Imágenes de Noemi de la Peña Fillat
+ infoLago Starnberg
Por Michael Schurmann de easyhiker.co
Mientras disfrutas del Oktoberfest en Munich, no son pocos los destinos cercanos a los que puedes escaparte un día de senderismo. Las mejores rutas, Goldsteig y Altmühl-Panoramaweg, se encuentran a poca distancia en tren y, por supuesto, siempre están los Alpes. Sin embargo, el Lago Starnberg corona la lista de destinos de un día debido a la facilidad con la que se puede llegar a él y por ser el escenario de una de las anécdotas más morbosas de la historia de Alemania. (Si prometes seguir leyendo, te contaremos más).
Se puede ir en tren (el llamado S-Bahn) desde la Estación Central de Munich, y tarda 30 minutos. El viaje de ida y vuelta está incluido comprando el pase diario, que ofrece acceso ilimitado a todo el transporte público de la ciudad (por solo €20 para hasta cinco personas).
Otra de las razones por las que el Lago Starnberg corona esa lista es que no se tarda nada en llegar desde la estación de Starnberg.
En un día despejado pueden verse los Alpes a lo lejos.
Hay que decir que este extremo se encuentra muy alejado. El Lago Starnberg mide unos 20 km y aunque es bastante estrecho (en ningún punto supera los 5 km de ancho), en un tour alrededor del lago pueden recorrerse unos 50 km.
“Carretera que lleva al sendero de Possenhofen, en Starnberger See, cerca de Munich”
De manera que para excursiones de un día, queda descartado. Por suerte hay muchas otras alternativas.
Por ejemplo, en la orilla derecha del lago se encuentran otras dos estaciones del S-Bahn, bajando hacia Possenhofen y Tutzing, en las cuales se puede coger el tren y caminar de vuelta hacia Starnberg (a 7 km y a 14 km, respectivamente).
De hecho, este era nuestro plan original: caminar hasta Possenhofen, hogar de infancia y retiro favorito de la desafortunada Sissi emperatriz.
Pero la carretera a Possenhofen estaba tan concurrida (incluso por camiones) y tan lejos del lago (prácticamente bordeada por casas residenciales, jardines y casas-barco) que interrumpimos nuestra excursión tras recorrer poco más de kilómetro y medio y regresamos a Starnberg.
Descubrimos, con suerte, que el lado izquierdo (u occidental) del lago ofrece un ambiente mucho más agradable.
El famoso sendero de “König Ludwig Weg” recorre la totalidad de la orilla oeste del lago, lo que debería garantizar, al menos, un camino libre de camiones.
En este lado del lago no hay trenes S-Bahn, pero los ferrys te llevan a muchos de los pequeños pueblos que hay dispersados en los alrededores, como a Seehausen, en el extremo sur del lago. Si dispones del día completo, una idea es recorrer todo el camino hasta Seehausen a pie y allí coger el barco de vuelta.
Nosotros solo tuvimos tiempo para recorrer una parte de este sendero y decidimos andar los 6 km que separan Starnberg del pueblo de Berg.
Una vez fuera de la estación y situado de frente al lago, gira a la izquierda.
Durante los primeros 800 metros atraviesas una mezcla de edificios residenciales y recreativos: casas, jardines, casas-barco y una piscina pública.
Tras los dos primeros puentes de madera, el escenario se torna en un lugar idílico: cisnes en el lago, grupos de robustas mujeres bávaras entrenando Nordic walking (caminata nórdica), jóvenes familias y estudiantes escabulléndose de una aburrida clase.
Al volver a la carretera asfaltada, en las afueras de Berg, descubrirás algunas de las propiedades más caras de Alemania.
El Lago Starnberg, tan bello y tan cerca de Munich, la ciudad más rica de Alemania, puede considerarse la versión alpina de la Cote d’Azur (o Beverly Hills).
Después de 15 minutos andando, encontrarás el embarcadero a tu derecha.
“Señal que lleva al sendero de Koenig Ludwig Weg en Starnberger See, Munich”. Consulta las horas de llegada y salida, porque los trayectos para Starnberg suelen ser poco regulares y si pierdes el barco es posible que tengas que esperar unas horas para coger el siguiente.
Si tienes tiempo, aprovecha para hacer una excursión a la Votivkapelle (sigue las señales) que está a 30 minutos de distancia.
Esta capilla fue construida para conmemorar uno de los mayores misterios sin resolver de la historia de Alemania. Se levanta muy cerca del lugar en el que el Rey Luis II de Baviera, el Rey Loco, (quien construyó el Castillo Neuschwanstein y apoyó generosamente la obra operística de Richard Wagner) exploró verticalmente el Lago Starnberg. (En el agua, hay una cruz de madera señalando el lugar).
¿Fue un accidente? ¿Se suicidó? ¿O hubo algo sospechoso en su muerte? (Pincha AQUÍ para leer la historia completa).
De camino hacia la capilla, encontrarás en una de las casas-barco una placa que reza que a menudo el Rey Luis salía desde allí para reunirse al otro lado del lago con su “alma gemela” Sissi.
Me llama la atención e incluso me estremece ver como después de tantos años, parece que los bávaros siguen sin aceptar el hecho de que a su querido “Kini” no le gustaran mucho las mujeres.
Para una versión menos bochornosa de la vida del Rey, hay que ver Ludwig II, dirigida por Luchino Visconti y con Helmut Berger como el real epónimo, una de las películas más afeminadas de la historia: un Mago de Oz para inteligentes.
Si no tienes tiempo para experimentar la obra maestra de Visconti y sus 247 minutos de languidez Wagneriana, hazte un favor y escucha aquí una muestra de la ambición operística del director.
La última sección muestra también una imprescindible orgía gay de estilo Bávaro con bailes folclóricos, amenizada con música de cítara y mucho manoseo.
No es de extrañar que los locales odiaran tanto la película que trataron de prohibirla cuando se estrenó por primera vez en 1972.
Ahora, regresa al embarcadero en donde, si aún dispones de tiempo, puedes tomarte un café o una cerveza en la terraza del Hotel Berg antes de coger el barco de regreso a Starnberg.
Si comenzaste tu aventura antes de las 12:00 de la mañana, posiblemente estés de vuelta a tu carpa de cerveza favorita en el Oktoberfest antes de que comience el bullicio nocturno y no te habrás perdido nada.
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