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Encuentro exprés con el Berlín techno parte 1

El esplendor del ‘techno’ en Berlín de los años noventa jamás volverá. Eso no quita que la capital alemana respire cultura de ‘club’ por sus poros. Somos guiris. Y se ve a leguas: sonreímos por el simple hecho de bebernos en el metro una de las tropecientas cervezas exquisitas que se pueden adquirir con facilidad en Berlín en tiendas 24h o en el propio metro, en las paraditas que gobiernan los descansillos del subsuelo. Somos guiris, y como tales, nos enfrentamos a la noche berlinesa haciendo nuestros todos los anhelos y medias verdades que nos han llegado sobre los históricos años noventa en Berlín, de clubes en sótanos y fiestas hasta el amanecer. La premisa es fácil: ¿qué queda de aquel esplendor de la cultura de clubs en Berlín? Tenemos cuarenta y ocho horas para comprobar cómo se escucha el latido techno en la actualidad.

Es viernes, empieza la aventura. Como a un buen coche de competición, al cuerpo hay que rodarlo. Y no hay ciudad europea con más —y mejores— excusas que Berlín para beber cerveza tirada en una barra. La primera parada nos lleva a Hops and Barley, una taberna con tantas opciones de caldos espumosos como probabilidades de lluvia hay en el país teutón. Luz tenue, suelo de retícula y dificultad para conseguir taburete. Un espacio ideal para hacer estiramientos.

Cuando la garganta está saturada de Pilsen, toca desplazarse, y el metro es la mejor opción. Berlín ofrece una completa red, con horario hasta las 00:30h entre semana e ininterrumpido el fin de semana. Cerca de la parada de Ostkreuz, en una zona cercana a las vías del tren llena de recovecos formados por amasijos de hierros —fiel escenario del Berlín industrial— nos topamos con la primera sorpresa: dentro de un cerco de obras hay un fuego, un círculo de jóvenes, un PC y unos bafles descargando techno a mansalva. Aquí los scouts escuchan bits pegones, imagen que no se corresponde para nada a la de los chavales peninsulares, de aquelarres con guitarrita y cancionero alrededor de la hoguera. Las fiestas al aire libre en Berlín son una constante y en Rummelsburg saben de ello.

Con este buen presagio del ADN techno de la ciudad, nos dirigimos a un cercano e ilustre local del movimiento squat (okupa), About Blank, uno de los muchos centros autogestionados de Berlín. “Love techno, hate Germany”, se lee en la puerta. Hoy programan una fiesta antifascista a 12 euros. Dentro, el cubo oscuro y multitudinario de About Blank ofrece una experiencia aturdidora: poco espacio y muchos jóvenes berlineses con ojos cerrados, moviendo la cabeza a velocidad trepidante con la música que propone el DJ, que pincha en vinilo. En el patio interior del recinto, ambiente chill. Nos recomiendan asistir a su fiesta llamada Homophätik; propuesta, sin duda, para próximos viajes.

Berlín es una ciudad que no se lleva bien con el concepto escala humana; el territorio es vasto, y hay que atinar con las elecciones. Y los días: Chalet es el club ideal para los miércoles, así como Renate lo es para los jueves. Pero hoy es viernes, y son más de las cuatro de la mañana. Dejamos para el día siguiente la gran maratón techno.

Ha amanecido un sábado inaudito para ser mayo: el sol ilumina con fuerza cada uno de los patios interiores que crean las isletas de edificios de la geografía urbana berlinesa. En uno de ellos unas chicas preparan una coreografía. Al lado, un equipo atronador emite notas de música ambient.

Para comer —hay que ver lo rápido que llega el mediodía cuando la noche anterior ha sido movida— nos acoge un restaurante de comida sudanesa en la calle Reichenberger. Es un pequeño local con menú de plato único, para carnívoros y veganos, con precios competitivos. Antes de adentrarnos de nuevo en la noche, pasamos la tarde ahondando en otra de las joyas de la corona del melómano en Berlín: sus tiendas de discos.

Si encontrarlas es un abismo, The Record Loft, resulta una epopeya. Pero consumir los —pocos— megas de la tarifa europea de tu compañía de telefonía tiene recompensa... En otro de los citados patios interiores descansa Hard Wax, en una cuarta planta, a la que se accede superando unas escaleras repletas de pegatinas de sellos y revistas de todos los continentes. Hard Wax es un pequeño sello especializado en electrónica, que también ostenta una tienda de vinilos. La tarde tampoco es mal momento para perderse por las librerías de Hackescher Markt, las hay con amplias secciones de techno, como Do you read me?, que también cuenta con una selección de fanzines locales. De hecho, la bibliografía de la construcción cultural de Berlín es amplia: de la previa que ofrecen libros como Future Days. El krautrock y la construcción de la Alemania moderna hasta obras que se centran en los noventa como Der Klang, der familie. Por supuesto, del propio Berlín hay títulos exclusivos: Berlin Sampler. From Cabaret to Techno. 1904-2012.

Después de que te salgan llagas en los dedos revisando cajas de vinilos y tecleando títulos en el móvil de libros futuribles, es el momento de ir a los clubes pre-party. Pero esto lo explicaremos en el próximo capítulo.

 

Texto de Yeray S. Iborra | Gracias a Ángel Molina, Ana Riaza, Carlota Surós y Martí Renau por la información de primera mano para la ruta de este artículo.

Imágenes de Los Viajes de ISABELYLUIS, Michael Mayer

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LA BARCELONA MÁS GASTRO-TRENDY

Ciudad creativa, cosmopolita y dinámica, Barcelona se impregna de tendencias de aquí y allá. Eso se respira (y cata) en gran parte de sus establecimientos, sean de apertura recientes o con años de rodaje a sus espaldas que son señal de garantía. La escena foodie se mueve, se reinventa y ofrece un continuo mundo trendy a los gourmets. Aquí una buena muestra de ello.

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Checkpoint Charlie

Se han escrito muchos libros y se han rodado muchas películas ambientadas en la ciudad de Berlín, ya sea sobre los días de la Segunda Guerra Mundial o de la posterior Guerra Fría. En todas estas historias, el muro que dividía la ciudad aparecía como símbolo inequívoco de aquellos años de confusión que cambiaron el mundo para siempre. Pero si tuviéramos que elegir un lugar que resumiera la paranoia que se vivió en la capital alemana hasta 1989, sin duda éste sería Checkpoint Charlie: el paso fronterizo más famoso de todos los que hubo a lo largo del muro y que separaba la zona de control estadounidense de la soviética (donde actualmente se unen los barrios de Mitte y Kreuzberg).

Como recuerdo de este pasado tan reciente y de la historia de la capital alemana a lo largo del siglo XX, hoy se mantiene una réplica de la caseta de control del paso fronterizo en su emplazamiento original. De este modo, los turistas que pasean por la céntrica avenida de Friedrichstraße pueden apreciar cómo era cruzar de Berlín Este a Berlín Oeste y todo lo que esto comportaba en aquellos días de tensión política. Asimismo, junto al Checkpoint Charlie se encuentra el popular museo dedicado a la historia del Muro de Berlín y de la Guerra Fría. Un lugar caótico (como la propia historia que relata), pero repleto de imágenes y de objetos fascinantes, como una camiseta firmada por Keith Haring o los ultraligeros caseros que se fabricaban para cruzar el muro sin ser detectados por los soldados.

Como dato curioso, decir que este puesto fronterizo se bautizó con el nombre de Charlie por culpa del alfabeto fonético que utilizaba la OTAN. Como se trataba del tercer puesto de control de la ciudad, le correspondía la letra C (siendo los dos primeros Alpha y Bravo).

Por David Moreu

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East Side Gallery

Berlín es una de las ciudades más vanguardistas del mundo, pero al mismo tiempo muestra un gran respeto por su historia más reciente. A pesar de la Guerra Fría y de la pesadilla que supuso el muro que dividía la ciudad, las autoridades han logrado integrar perfectamente los vestigios de este pasado tan reciente con el frenesí actual para que la gente pueda reflexionar sobre todo lo que aconteció a lo largo del siglo XX en la capital alemana.

Uno de los lugares más emblemáticos es la East Side Gallery, una galería de arte al aire libre situada sobre una sección intacta del muro de Berlín que se salvó del derribo. Se trata de un tramo de 1.316 metros ubicado en la calle Mühlenstraße del distrito Friedrichshain-Kreuzberg y que recorre la hermosa ribera del río Spree. Además de su valor histórico, está considerada la mayor galería de arte del mundo al aire libre, gracias al centenar de murales que hicieron artistas internacionales en 1990, para celebrar la caída del muro.

Se trata de un lugar fascinante en el que la memoria de la ciudad se mezcla de manera colorida con el arte más reivindicativo y nos permite descubrir su historia de una manera original (e incluso psicodélica).

Por David Moreu

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