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Un paseo por las nubes

Gran Canaria es una isla que ofrece prácticamente todas las posibilidades habidas y por haber en cuanto a ocio rural, y dentro éste no faltan los deportes de aventura y el senderismo.

Del mar al cielo

Existe una ruta del todo cautivadora que se inicia en la costa de Gran Canaria y que llega hasta la gran cumbre de la isla, llegando a un recóndito lugar que es lo más parecido a un paisaje lunar. En el municipio de Tejeda, situado a 44 km. de distancia de Las Palmas de Gran Canaria, es fácil verse atrapado por un mar de nubes. A Tejeda se puede llegar principalmente, a través de la carretera del Centro GC 15; un trayecto algo ondulado y de gran belleza paisajística que atraviesa los municipios de Santa Brígida y Vega de San Mateo. A partir de aquí empieza la parte más emocionante, porque seguiremos subiendo hasta prácticamente dejar atrás las nubes. En coche los 44 kilómetros de distancia se recorren, aproximadamente, en una hora. También se puede llegar con transporte público, desde la estación de Guaguas en Las Palmas de Gran Canaria.

El Roque Bentayga y ElParque Arqueológico

Tejeda es de obligada visita, si vienes a Gran Canaria, y más si eres aficionado a la arqueología. Aquí podremos encontrar vestigios tales como cuevas de enterramientos, grabados, pinturas y casas. El Roque Bentayga es una buena muestra de ello; es un elemento natural de gran singularidad que fue lugar sagrado para los aborígenes, ya que allí queda constancia de que se rendía culto a los dioses. ElParque Arqueológico del Bentayga es un ecomuseo levantado junto al Roque, y es un centro de interpretación, tanto del complejo arqueológico de los roques (Bentayga, Andén de Tabacalete, Cuevas del Rey y el Roquete) como de su entorno. Ofrece un extraordinario paisaje del sur y oeste de la isla.

La mística y la cultura

El símbolo de Gran Canaria se encuentra también en Tejeda. Se trata del Roque Nublo, una enorme roca basáltica con forma de monolito de más de 70 metros de altura. A su lado, hacia el noreste, se encuentra otra roca monolítica denominada El Fraile, por su gran parecido a un monje. Aprovecha para realizar excursiones por los pinares de Inagua y Ojeda, y, más al norte, el de los Pechos, porque allí las vistas son para enmarcar.

La cultura y el arte también están presentes en Tejeda. Visita el Museo de Esculturas Abraham Cárdenes, dedicado a este escultor canario, originario de allí. También puedes ir al Museo Etnográfico, que permite hacer un recorrido por la historia de la Isla y del pueblo. Asimismo, el Mirador Degollada de Becerra es otro de los lugares de interés. Está localizado en la Carretera entre La Cruz de Tejeda y los Llanos de la Pez. Es un mirador que ofrece un espectacular paisaje al caminante, pero, sobre todo, es un centro dedicado a informar de la etnografía local. Por último el municipio cuenta con un Centro de Plantas Medicinales, en el que se invita al visitante a descubrir las variedades de plantas, hierbas y flores propias de Tejeda y de la Isla, y los distintos usos en medicina, religión, cosmética.

Gastronomía

En el casco urbano de Tejeda además de poder encontrar todo tipo de artesanía, también pueden adquirirse los dulces típicos que se elaboran en el municipio. Allí os aconsejamos hacer una parada en alguna de las terrazas y restaurantes que se localizan en un lateral del Parador Nacional, desde el cual podemos disfrutar de una de las visitas más espectaculares de toda la isla.

La almendra es un producto de gran importancia en la gastronomía de Tejeda, el cual se ha convertido en uno de los municipios señeros en la elaboración de la repostería canaria. El bienmesabe y los mazapanes son buena muestra de ello. Ambos dulces están elaborados con la almendra previamente triturada, siendo el primero además uno de los acompañamientos tradicionales de los postres helados. En Tejeda es también posible degustar cualquier plato tradicional canario, en los cuales la carne de cabra o vaca es la protagonista. No te pierda platos como los caldos de papas y potajes de berros y jaramagos. Si queréis degustar buena comida de la zona os recomendamos que vayáis a la Cueva de la Tea y os pidáis un potaje de berros y una ropa vieja –garbanzos, patatas, cabezada de cerdo, pollo, tomates, pimientos y cebolla-, que es su especialidad. El precio medio por persona es de unos 12 euros, y las cantidades son generosas. Además tiene el plus de contar con unas vistas panorámicas espectaculares.

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Texto de ISABELYLUIS Comunicación

Imágenes de Patronato de Turismo de Gran Canaria

 

 

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Qué y dónde comer en Dubrovnik. Dentro de las murallas. Primera parte

Dubrovnik es un destino cuya oferta gastronómica suele pasar desapercibida ante los encantos imbatibles de la ciudad amurallada y su entorno (tranquilísima y bella isla de Lokrum, justo enfrente; bucólica, vinícola y también boscosa la zona Konavle, unos 40 minutos al sur de la ciudad), que justifican por sí solos la visita. Pero no se puede olvidar que hay numerosos restaurantes que van más allá de la típica hamburguesa y que ofrecen platos de la gastronomía croata (bastante mediterráneos, por cierto) y casi siempre con un producto de gran calidad y raciones generosas. Y con precios tourist friendly, por decirlo en lenguaje internacional. Estos son los que hemos visitado.

Tinel

Pequeñito bar en la calle Antuninska cuya terraza esta formada por unas mesitas y las escaleras de la calle, algo común en Dubrovnik. Sentada sobre cojines, la gente disfruta de un café mientas deja pasar a los viandantes que suben o bajan los escalones. Mucho público local y mucho artista que participa en el Festival de Verano de la ciudad lo frecuentan.

Skola

Otro pequeño local popular que está, como Tinel, en la calle Antuninska. Allí llevan 50 años sirviendo un bocadillo de jamón de Dalmacia (bastante salado y con regusto ahumado) y queso con lechuga (Prsut Sir, se llama, que no es otra cosa que jamón y queso en croata) por el que se pirran los habitantes de Dubrovnik... y cualquiera que lo pruebe. El pan, de miga fina, es artesano, hecho con una fórmula secreta y servido calentito tras ser horneado en el último momento. También hay ensaladas, sardinas y algún que otro plato combinado.

Proto

Una institución en la ciudad que nació en 1886 y donde han aprendido los mejores cocineros de la zona. Por esa terraza tranquila y de aires palaciegos que está un piso por encima del bullicio de la calle han pasado Tom Cruise, Roger Moore, los actores de Juego de Tronos, el príncipe Eduardo y Wallis Simpson... El chef, Bosko Lonac, no es amigo de hacer cosas raras que enmascaran el producto, siempre de la máxima calidad, así que ofrece platos como un pescado a la sal con yema de huevo y aderezado con aceite y limón que es para echarse a llorar porque se deshace en la boca, un risotto de bacalao en el que no funde los ingredientes, sino que aparecen en el plato separados, una “ensalada” de gamba y trufa de una calidad sensacional, un ragú de pulpo interesantísimo, gracias a la polenta teñida con la tinta negra de la sepia. De postre, rozata, un flan sobre una base de licor de rosas muy sutil.

Kopun

Un restaurante con historia. La que envuelve su terraza, con la única iglesia barroca de la ciudad, la de San Ignacio, un seminario y una escuela de latín y griego. Y la que se rescata en los platos, ya que los responsables de este restaurante apuestan por ofrecer platos tradicionales del recetario croata y, atención, algunos que estaban a punto de perderse, como el capón, del que se tenían noticias ya en el siglo XVI (Kopun, en croata, es capón). Lo preparan de muchas maneras: en forma de sopa, en ensaladas, mezclado con una salsa de setas, entero al horno (para seis u ocho personas)... y al estilo Dubrovnik, con higos, zanahorias y gnocchi. Una receta, por cierto, que aparece en el libro de recetas de Juego de Tronos.

Otros platos que merecen mucho la pena son los fuzi (macarrones) con gambitas y trufa, adornados con una cigala en lo alto de este plato típico deIstria.Y los embutidos de Eslavonia, con un punto ahumado y bastante picantes, y el brodet, una especie de olla de pescado y marisco con polenta y una salsa de tomate también picante.

Solo sirven vinos croatas; buenos son el fresquísimo blanco Malvasija Tezoro y el poderoso tinto Pomet, ambos de la zona vinícola de Konavle. El detalle de las mantas para los comensales es de agradecer. 

Abre cada día de marzo a octubre de 11 a 23 horas. Hay un menú de 10 euros, sin bebida, con un plato principal de pescado, carne o vegetariano a elegir, y un postre. Precio medio, 25-30 euros sin bebidas.

Hotel Lero

Si vais a Dubrovnik, os aconsejamos que paséis la noche en este establecimiento. No es muy caro y está a solo 20 minutos a pie del centro histórico. Moderno, muy confortable a pesar de no ser de lujo, con vistas al mar desde muchas habitaciones, tiene todas las comodidades, como piscina, zona de wellness, wifi...

Te acabamos de dar algunas pistas para que disfrutes de la mejor gastronomía de Dubrovnik. Pronto te hablaremos de los mejores sitios para comer más allá de las murallas ¡Anímate y viaja a esta maravillosa ciudad croata con nosotros! Consulta nuestros vuelos aquí.

Texto e imágenes de Gastronomistas

 

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Una ruta por la Bretaña francesa

Recorrer la Bretaña es revivir la emocionante historia medieval europea, ahondar en sus raíces culturales, en sus tradiciones y leyendas. Descubrirás unos paisajes sorprendentes; sus playas, acantilados o localidades medievales como Vitré o Fougères, y sacarás provecho de los efectos beneficiosos que ofrecen las aguas del océano Atlántico para el cuerpo. En Dinard o La Baute encontrarás algunos de los mejores balnearios, a los que son tan aficionados los bretones, en los que descansar y purificarte.

La Bretaña francesa es una gran península con 1.200 kilómetros de litoral y una intensa relación con la tierra y el mar, que se percibe tanto en sus paisajes como en la gastronomía y sus tradiciones, que se remontan a su pasado celta, realmente más próximo a Irlanda o Gales que a la propia Francia.

La belleza del litoral bretón se ve prolongado por sus islas, al norte las de Bréhart o Ouessant y Sein, Glénan, Groix o Belle-Île al sur, auténticos paraísos de belleza salvaje con sus calas protegidas y sus faros, y con una historia y personalidad propia. Sus puertos han sido puntos estratégicos tanto para el comercio como para la defensa militar e incluso, tierras de destierro.

Rennes, aunque capital de la Bretaña, se encuentra a las puertas de la región de Normandía y es un destacado lugar del patrimonio arquitectónico y testigo de la historia de la región. Alrededor de sus dos plazas reales, el Parlamento y el ayuntamiento, y sus características casas de entramado de madera y mansiones renacentistas, se dibujan siglos de historia.

A 30 kilómetros de Rennes se encuentra el frondoso bosque de robles y hayas de Brocelandia, dominio de mitos y leyendas celtas. Es aquí donde se suelen situar muchos episodios de las novelas de la Mesa Redonda, como la búsqueda que el Rey Arturo ordenó para encontrar el Santo Grial y fue también el lugar donde vivieron el hada Viviana, el caballero Lancelot y el mago Merlín, amigo y asesor del joven Arturo, del que dicen quedó allí atrapado por amor.

Por el mágico bosque de Broscelandia recorrerás recónditos senderos que te llevaran por el Puente del Secreto, el pueblo de Paimpont y su hermosa abadía o los castillos de Brocelianda y del paso del Acebo.

Al norte, en el estuario del río Rance se llega a Dinan, con su encantador casco urbano y una de las ciudades medievales mejor conservadas. Por su recinto amurallado descubrirás fascinantes monumentos como la basílica de Saint-Sauveur o la torre de l’Horlage.

A partir de aquí se extiende la Costa Esmeralda, con sus verdes costas salpicadas de pueblecitos, que trascurre desde la ciudad amurallada de Sain-Malo a la Costa de Granito Rosa, que debe su nombre a sus peculiares formaciones rocosas de matices rosa. Y entre ellos, innumerables sitios por explorar: los acantilados rocosos de Cap Fréhel o Rochefort-en-Terre con sus casas bajas de techos de pizarra y el encanto de los viejos pueblos.

Otro de los alicientes de la ruta por la costa bretona es seguir el Camino de los faros, que se inicia en Brest y finaliza en Portsall, para recorrer el medio centenar de faros que puntean su litoral.

Grandes pintores como Paul Gauguin o Maurice Denis han inmortalizado como nadie la Bretaña. Podrás redescubrirlos en el Museo de Bellas Artes de Pont-Aven. Pont-Aven debe su fama a la escuela de pintores que lideró Gauguin en esta localidad pesquera, llegados de París y dispuestos a seguir sus enseñanzas. Esta población sigue conservando los nostálgicos molinos que se sucedían a lo largo del río, que tantas veces recrearon estos artistas, y su fascinación por la pintura, pero también podrás disfrutar de su afamada repostería.

Finalizando el arco de la costa bretona hacia el sur, se encuentra Carnac, localidad que alberga más de 3.000 restos prehistóricos de entre los años 5.000 y 2.000 a.C. Se trata del enclave arqueológico más antiguo de Europa, dividido en cuatro grandes áreas: Le Ménec, Kermario, Kerlescan y Le Petit Ménec. También puedes completar tu visitar en el Museo de la Prehistoria de Carnac.

Comer en la Bretaña

El dilatado litoral bretón, bañado por las aguas del Atlántico, marca la gastronomía de la región, que ha sabido, como ninguna otra, preservar sus especialidades gastronómicas. Los pescados y mariscos toman las cartas de los restaurantes como en ningún otro lado. Aquí se recogen una de las mejores ostras del mundo, la Belon y por supuesto, los mejillones.

En general todos los crustáceos y mariscos como el centollo, los bogavantes o los bueyes de mar, ya que se recogen de sus frías aguas. Esto se traduce también en deliciosas sopas de pescado. Aunque si hay un pescado por el que los bretones tienen un especial fervor, ese es el bacalao, que preparan de todas las maneras imaginables.

Pero, aparte del pescado, en la Bretaña se elaboran excelentes quesos, como el curé nantais, y mantequilla, sidra y deliciosa repostería. Sus crêpes, brioches o los sablés harán las delicias de los más golosos.

Imagen de Emmanuelc

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Milk bars y otras pistas en Cracovia

Cracovia ha tomado un rumbo nuevo y vive el presente con la vista puesta en el futuro. Sin embargo, tiempos pasados y convulsos aún son palpables en una ciudad que, aseguramos, merece mucho la pena descubrir. Perderse por el peatonal centro histórico (Stare Miasto) y detenerse en Rynek Główny, una de las plazas más grandes del mundo; entrar en el museo subterráneo que hay bajo ella, para viajar en el tiempo hasta el medievo; disfrutar de una cerveza y de buena música en el animado barrio judío (Kazimierz); pasear a orillas del Vístula y subir al Castillo de Wawel; recorrer sus mercados, sus calles, sus recuerdos… Y por supuesto, zambullirse en la gastronomía local. Una cocina sabrosa, cálida y casera, influida por raíces eslavas, judías, alemanas o húngaras, que podrás probar a muy buen precio en decenas de restaurantes. Nosotros recorrimos la ciudad a conciencia y nos dejamos seducir por algunos de ellos. Te contamos qué descubrimos.

Pod Baranem y Pod Nosem: disfrutando de la cocina polaca

Muy cerquita de Wawel se encuentra Pod Baranem, un local acogedor, íntimo y con un servicio amabilísimo y atento. Preparan una buena żurek, sopa típica de harina de centeno fermentada, con huevo, patata y salchicha casera. Es potente y sabrosa, como muchos de los platos de ADN local. También sirven una recomendable col rellena de carne con salsa de champiñón y buenos platos de carne. Si te gustan las vajillas y los detalles para la mesa, saldrás de allí queriendo llevarte todo. Un clásico encantador.

En el restaurante del hotel boutique Kanonicza 22, Pod Nosem, también ofrecen gastronomía polaca, pero esta vez con un punto renovado y creativo. Un equipo joven, comandado en cocina por el chef Przemysław Bilski, se desenvuelve a la perfección en un espacio coqueto y una terraza con vistas al castillo. Sirven unos riquísimos pierogi (empanadillas típicas polacas, cocidas con diferentes rellenos) y también otros platos como una finísima crema de espárragos o refinadas propuestas de carnes y hasta de casquería. Cuenta con una interesante carta de vinos y un muestrario de tartas que harán muy difícil la elección del dulce final.

¿Comer barato en Cracovia? “Milk bars” y menús del día

Cracovia no es una ciudad cara, pero si buscas un lugar donde comer bien a precios de risa, entonces la mejor opción es un “milk bar”. Recuerdos de un pasado comunista, estos “bares de leche” (mleczny en polaco) son hoy modestos autoservicios, con listas de platos en las paredes y un ticket medio de unos 5 euros por persona. Céntrico y recomendable es Pod Temida, y si quieres ver hacia dónde va el concepto, entonces pasa por el Milkbar Tomasza.

Además de los “milk bar”, otra opción para comer barato son los menús del día que ofrecen numerosos restaurantes. Algunos recomendables son el CZ Dezerter -donde por 4,5 € te ponen, por ejemplo, una estupenda sopa con sémola de trigo y un pescado con ensalada de col fermentada, zanahoria y patata- o el jardín de Chimera, una increíble barra de ensaladas con platos del día, muchas recetas veggie, tartas caseras y zumos.

Cafés, bares y pubs en el siempre animado barrio judío

Los alrededores de Plac Nowy están llenos de bares, restaurantes y terrazas con ambiente durante todo el día. Merece la pena entrar y ver sus curiosos escenarios, cargados de recuerdos de otras épocas. Mleczarnia y la terraza Mlekowoz justo enfrente, Alchemia, con programación de música en directo, o Wódka Café Bar, con decenas de variedades de vodka polaco, son algunas direcciones interesantes de la zona.

Para comer, es típico hacer parada en la misma Plac Nowy, con puestos donde sirven zapiekanka (enormes panini de un montón de ingredientes y salsas). Y si quieres algo menos gocho, merece la pena entrar en Szynk, un encantador refugio de cocina casera y buena música. Nosotros tomamos una sopa deliciosa (en Cracovia hay tantas recetas de sopas como para tomar una diferente cada día del año) y pollo relleno de espinacas y queso. Nos encantó.

Texto y fotos de Silvia Artaza de Gastronomistas.com

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