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Mulhouse la gran desconocida de Alsacia

Dos ciudades alsacianas acaparan la mayoría de visitas: Estrasburgo, sin duda una de las urbes más bonitas de Francia, y Colmar, la capital vinícola de esta zona. Pero si hay una gran olvidada en la nueva región del Gran Este, ésta es Mulhouse una antigua república independiente situada en un vértice en el que confluyen tres países europeos: Francia, Alemania y Suiza. Es quizás por esta ubicación privilegiada que Mulhouse es en la actualidad una de las poblaciones francesas con mayor proyección cultural y creativa gracias en parte a la importancia que tuvo en el siglo XIX el sector textil que la ha dotado de un interesante patrimonio industrial.

Mulhouse es Ciudad de Arte y de Historia, primera población alsaciana en recibir esta distinción, y uno de sus puntos de referencia es la plaza de la Réunion, su centro histórico, muy fácilmente reconocible por su antiguo Ayuntamiento pintado en tono rosado. En este lugar se alza el templo protestante de Saint-Étienne, a cuyo campanario se puede subir previa petición y descubrir unas vistas impresionantes de la ciudad.

Mulhouse fue uno de los primeros núcleos industriales de Francia donde sobresalió la industria textil. Muestra de este pasado son el Museo de la Impresión de Telas, que acoge cada año una exposición temática vinculada siempre a un diseñador conocido, o el Parque de Wesserling – Ecomuseo Textil en el que se hacen visitas teatralizadas y muestras de modistos. Mención aparte merecen los ejemplos de arquitectura industrial (antiguas fábricas de ladrillo rehabilitadas), de street art y de arte contemporáneo que hay por el centro de la ciudad.

Otro de los lugares a visitar es la Cité de l’Automobile (Collection Schlumpf), ubicada a unos cinco minutos del centro. Este espacio, considerado uno de los principales museos del automóvil del mundo, reúne más de 400 vehículos y en él destaca una más que importante colección dedicada a Bugatti. La Ciudad del Automóvil, que está dividida en cinco espacios diferenciados, es un verdadero museo interactivo en el que se proyectan interesantes audiovisuales sobre la industria del motor, además de tener varios simuladores con los que experimentar las sensaciones que tiene un piloto de carreras.

A las afueras de Mulhouse, en la localidad de Ungersheim, se encuentra el Ecomuseo de Alsacia, el más importante de Francia de este tipo. Es ideal para ir en familia porque los niños pequeños se lo pasarán fenomenal. Aquí tanto se puede saber más de las tradiciones regionales de Alsacia como conocer, por ejemplo, cómo eran las antiguas escuelas de esta región o cuáles eran los oficios más importantes que se desarrollaron, entre los que destacaban los herreros, los carpinteros de carros o los alfareros. También es curioso ver cómo se destilaban por aquel entonces los aguardientes locales o cómo se cocinaba. Además se pueden degustar recetas tradicionales y auténticas como la gelatina de apio, las patatas con ortigas, o el sorbete de albahaca.  

Por último, para probar la gastronomía alsaciana os recomendamos que os dirijáis a un winstub, que es el equivalente al pub en Alsacia (el Restaurante Le Cellier es una opción perfecta), donde se pueden degustar especialidades locales como el fleischschnakas, una exquisita carne guisada envuelta en una pasta de harina, el flammkuchen o tarte flambée, una fina masa de pan sencilla sobre la que se colocan otros alimentos como cebolla cruda, panceta y nata líquida, o el chucrut, acompañadas por deliciosos vinos alsacianos. Y para salir por la noche la mejor opción es dirigirse a Le Gambrinus donde se respira muy buen ambiente y donde elaboran una excelente cerveza artesanal (Bière du Bollwerk).

Mulhouse es una ciudad perfecta para recorrer en un fin de semana. El aeropuerto internacional Basilea-Mulhouse-Friburgo, que comparten Francia, Alemania y Suiza, está a tan solo 30 minutos del centro. Más información sobre los vuelos aquí.

Texto de Tusdestinos.net

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Seis razones por las que visitar El Retiro

En una visita a Madrid no debe faltar una breve escapada a uno de sus parques más conocidos, El Retiro. Esta gran zona verde, abierta al público en 1868, no solo ejerce de “pulmón” de la ciudad, sino que es un espacio de encuentro social en el que se dan cita numerosos madrileños y turistas, y donde se puede contemplar la naturaleza, practicar el deporte o ver exposiciones de arte contemporáneo. A continuación te detallamos algunos de los principales motivos por los que debes incluir este espacio entre los highlights en tu visita a la capital española.

1. A un paso del centro

Tener una extensión de 125 hectáreas de parque en una gran ciudad es un lujo, pero que encima esté a un tiro de piedra del centro, lo es aún más. Así pues, una jornada turística por Madrid puede fácilmente culminar dando un agradable paseo por este espléndido jardín, descansando sobre la hierba mientras se contempla la naturaleza o simplemente tomando un refresco en alguno de los quioscos que hay por el parque. ¿Se puede pedir más?

2. Pon un jardín en tu vida

Como buen espacio verde que es, El Retiro cuenta con varias zonas ajardinadas de estilos diferentes que no debes olvidar visitar. Entre las más destacadas están La Rosaleda, el Parterre Francés, en el que se encuentra el Ciprés Calvo, que es el árbol más antiguo de Madrid, el jardín de Vivaces, los jardines de Cecilio Rodríguez, y los jardines del Arquitecto Herrero Palacios.

3. Naturaleza y mucho más

Como diría la expresión, “no todo el monte es orégano”, o en este caso, no todo en El Retiro son árboles. Entre las otras cosas que puedes encontrar recorriéndolo están el Palacio de Cristal y el Palacio de Velázquez, ambos vinculados al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y convertidos en espacios expositivos. También están el buen número de estatuas y fuentes que ornamentan sus plazas y paseos, y cómo no, está su espacio más emblemático, el Estanque Grande coronado por el monumento a Alfonso XII.  

4. Un gran gimnasio al aire libre

El Retiro resulta ser un espacio de lo más agradable para la práctica del deporte. Lo más habitual, sobre todo de cara al fin de semana, es ver a gente practicando todo tipo de disciplinas deportivas por el parque, como el running, el Tai chi, el yoga, el kung fu, el ciclismo, el patinaje, e incluso algunos se atreven a darle a los remos en el Estanque Grande. No dudes en ponerte tu ropa deportiva y aprovechar para ponerte en forma en un espacio tan agradable como lo es este.

5. Ir en busca de Lucifer

Si vas con algún lugareño a El Retiro, es más que probable que te acabe llevando hasta una de sus glorietas más singulares, en la que se encuentrala fuente del Ángel Caído.Esta escultura, obra de Ricardo Bellver, vendría a ser una de las pocas representaciones que existen de Lucifer, motivo por el que suele atrae a numerosos curiosos. Data de 1877 y está inspirada en unos versos de El paraíso perdido (1667) de Milton.

6. Dar un paseo romántico en barca

Un clásico donde los haya es el Estanque Grande, auténtico centro neurálgico de El Retiro, donde puedes aventurarte a llevar a tu pareja y brindarle un paseo de lo más romántico en una de las barcas que hay disponibles en el embarcadero.

Ahora que ya conoces algunas de las razones por las que debes incluir El Retiro en tu visita a Madrid, reserva tu Vueling y anímate a vivirlo en primera persona.

Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de bjaglin, Alex Bikfalvi, Teo Ruiz

 

 

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Rennes, sorpresa bretona

Pasear por Rennes, capital de Bretaña, es volver por un momento a la época medieval sobre todo por la gran cantidad de casas con entramado de madera que todavía se conservan en las calles del casco histórico. Este material, que fue muy popular en esta región hasta mediados del siglo XVII, fue sustituido por la piedra a raíz del gran incendio que tuvo lugar en Rennes en el año 1720 y que quemó más de 900 casas del centro de la ciudad. No obstante, todavía quedan muchos ejemplos de edificios de madera en las calles anexas a la Rue de Chapitre y en la plaza Champ-Jacquet, en donde se alza la estatua de John Leperdit, quien fuera alcalde de Rennes durante la Revolución Francesa.

Rennes es una ciudad con bellos rincones y uno de mis preferidos es la Place des Lices, donde las terrazas, cuando llega el buen tiempo, están abarrotadas de gente. En verano, los atardeceres en Bretaña son infinitos y el sol no se esconde hasta pasadas las diez de la noche. Este lugar, donde hace siglos se celebraban las justas medievales, es conocido también por su mercado, el segundo más importante de Francia, en el que se dan cita más de 300 productores locales y regionales.

Dos de los símbolos del pasado medieval de Rennes son la torre Duchesne y las Puertas Mordelesas, que pertenecían a la muralla que rodeaba la ciudad en el siglo XV. Muy cerca se encuentran la Catedral de Saint-Pierre, de estilo neoclásico, y la Basílica de Saint-Sauveur, dos ejemplos destacados de arquitectura religiosa en la ciudad.

El incendio de principios del siglo XVIII marcó un antes y un después en el urbanismo de Rennes. A partir de entonces todos los edificios se empezaron a construir con piedra como el Ayuntamiento, proyectado por el arquitecto real, Jacques Gabriel, que lo construyó para ser inmortal.

Otra de las paradas indispensables en una visita a Rennes es el Palacio del Parlamento Bretaña, en cuyo interior hay salas profusamente decoradas que merecen la pena descubrir ya que son exponentes del arte pictórico del siglo XVII en Francia. Este edificio es un emblema de la histórica región de Bretaña, que tiene cultura e idioma propios. Este último todavía se puede ver en algunas calles de Rennes que están rotuladas en francés y en bretón, la única lengua céltica que ha sobrevivido más allá de Gran Bretaña e Irlanda.

Rennes es una ciudad en la que el arte contemporáneo está muy presente. Algunos ejemplos son la fuente de Parmiggiani, el Cap Mail del prestigioso Jean Nouvel, el edificio Quai Ouest de Christian Hauvette o los Champs Libres (Campos Libres) de Christian de Portzamparc, un conjunto distribuido en tres espacios: el Museo de Bretaña con una superficie de 2.000 metros cuadrados, la biblioteca de seis pisos, y el espacio de las ciencias y planetario. Rennes también cuenta con una gran pinacoteca en el Museo de Bellas Artes, antiguo palacio universitario proyectado por Vincent Boullé, en la que hay obras de Rubens, Veronese o Picasso, entre otros. En lo que a música se refiere, Rennes es muy conocida por Los Transmusicales, un festival que desde hace 32 ediciones ofrece una selección detallada centrada en el eclecticismo y las nuevas propuestas musicales.

Por último, un lugar muy agradable es el Parque del Thabor, una de las zonas verdes más importantes de la capital de Bretaña, que perteneció a los frailes de Saint-Melaine. En este jardín afrancesado de diez hectáreas se pueden ver una pajarera, rosaledas, estatuas e invernaderos, entre otros atractivos. Los domingos de mayo y junio tienen lugar concurridos espectáculos gratuitos de comedia musical y danza.

Rennes es una ciudad con muchos encantos y que se puede descubrir perfectamente en un fin de semana. Consulta nuestros vuelos aquí.

Texto de María Jesús Tomé
Fotos de María Jesús Tomé / Oficina de Turismo de Rennes

 

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Cinco reclamos gastro en Mallorca

Cuando los ingleses recientemente en The Times dicen que Palma de Mallorca “es el mejor lugar para vivir del mundo” habrá que puntualizar que Mallorca no sólo es Palma, y añadir que en cualquier rincón de la isla puedes encontrar tu lugar en el mundo. Supongo que los alemanes estarían también de acuerdo… En la mayor de las Baleares son tantos los reclamos para el hedonismo que difícilmente uno se conforma con disfrutarlos en una escapada; de ahí que tantos se decidan finalmente a “ocuparla”. Tomando aquí la gastronomía como pretexto, ahí van direcciones clave en Palma y en el resto de la isla para degustarla según el apetito y las pretensiones de cada uno. A veces es un simple bocado, otras un festival en la mesa.

Ensaimada. Te hartarás de verlas en todos lados pero en Ca’n Joan de S’Aigo elaboran, también para llevar, las mejores. Lisas o rellenas de crema, nata o albaricoques. No te extrañes ni por las colas ni por el aspecto vetusto de esta pastelería que podría ser el salón del piso de tus abuelos. Si prefieres probar otra pasta, opta por el gató o el cuarto, dos bizcochos típicos mallorquines, igualmente caseros.

Sobrasada. Sin salir de Palma encontrarás muchos colmados que venden sobrasada. El mítico es el Santo Domingo, donde las verás expuestas en todas sus variedades y formatos. Sobre pan tostado y con miel resulta en cambio exquisita la que comercializa el charcutero Xesc Reina o la de La Luna, en Sóller.

Cocina con “estrella”

La enogastronomía está en auge a partir de nombres, referencias y también estrellas Michelin. La isla es ya un destino foodie de primer orden gracias a la cocina y el activismo gastro de chefs como Andreu Genestra o Fernando Pérez Arellano. La cocina de ambos se nutre del producto de la tierra, del que hacen gala con orgullo en menús de degustación de razonable calidad/precio.
Andreu en el hotel Son Jaumell y Fernando en el espectacular Castell Son Claret cultivan y miman in situ buena parte de la materia prima de sus platos. Andreu explora incluso nuevas técnicas para sus platos como la del ahumado de las especias y Fernando procura unos desayunos de autor que ya quisieran para sí otros hoteles de la isla.

Cocina desenfadada

Pásate por Claxon, preferiblemente con reserva previa, para dar con ese “cruces de cocinas” que supone este local con jardín, menú de mediodía y carta de raciones. En el hervidero de Santa Catalina se apuesta por Patrón Lunares, con platillos de siempre reelaborados con gracia, y de ingeniosas presentaciones. En ambos podrás tomarte también unas copas.

Cocina ecléctica

Rialto Living es “la dirección” en el centro de Palma si lo que buscas es un espacio multidisciplinar con clase, arte, cultura y buena cocina. Está a punto de abrir un nuevo restaurante en su primera planta, pero mientras tanto, opta por cualquiera de las mesas de su Café, donde podrás tomar un tentempié o probar su más que correcta cocina fusión.

Y 2 opciones para dormir en Palma…

Sant Francesc. En un edificio protegido del casco antiguo de Palma se ubica este hotel que hace del bienestar su razón de ser. Con espacios comunes tan amplios como las habitaciones, piscina en el terrado, coctelería propia y una importante colección de arte contemporáneo y fotografías, no es de extrañar que este novísimo hotel sea ya uno de los Small Luxury Hotels of the World.

Can Alomar. En el tramo más exclusivo del paseo del Born de Palma, este lujoso hotel de corte clásico proporciona vistas panorámicas de la Catedral y del Puerto desde su terraza solárium, pero también desde la terraza de su restaurante, donde resulta una delicia tomar algo desde las alturas.

Delicioso, ¿verdad? ¿A qué esperas para descubrir estos cinco paraísos gastronómicos mallorquines? Consulta nuestros vuelos aquí.

Texto de Belén Parra (Gastronomistas)

Fotos de Belén Parra y Vera Lair

 

 

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