2 días en Milán: shopping, gastronomía, arte e historia.
Elegancia y sofisticación se dan la mano en Milán, una ciudad monumental en la que disfrutar de un par de días de arte, cultura, arquitectura, historia, gastronomía y compras.
+ infoDescubriendo Menorca con un bloguero viajero
Por Marco Fiocchi – RondoneR (Travelblog.it and Vistamondo.com)
Cuando Francesco, mi jefe, me llamó, yo conducía por el centro de Roma en una calurosa, caótica y frenética mañana.
La propuesta de participar en el reto del blog de Vueling, consistente en viajar a una de las islas Baleares en busca de lugares inexplorados, me deja de piedra. Estoy emocionado: Vueling Loves Islands es un reto maravilloso, y me enorgullece que me hayan elegido para representar a travelblog.it para Blogo.
La adorable Elisa Casagrande me informa de que Menorca será mi destino. Me lo prepara todo: vuelo y hotel. Es fantástico, es la isla que yo quería. La única que no conozco y la que ansiaba visitar. Tendré libertad. Estaré solo. Mi sueño se hace realidad.
Aterrizo en Menorca el sábado por la noche. El aeropuerto se encuentra al sur, muy cerca de mi hotel, situado en S’Algar, justo sobre las playas y los lugares de interés turístico más populares.
Rápidamente decido alquilar un coche. Menorca no es excesivamente grande, pero tampoco es una isla pequeña, de manera que si quiero verlo todo debo tener mi propio método de transporte. Una motocicleta hubiera estado bien, pero llevo varios bultos, y para ir en bicicleta necesitaría más tiempo, y más pulmones…
El domingo por la mañana me aventuro a explorar el sur. Como he dicho, aquí las playas son preciosas, aunque también muy populares, y los complejos turísticos no han respetado siempre el entorno natural.
Gracias al alba de la mañana, pude comenzar mi ruta disfrutando casi sin compañía de la playa de Punta Prima (donde saludé al sol que surgía del mar), Cala de Binibeca y Cala Biniancolla. El Poblat de Pescadors (Binibeca Vell) tiene un estilo peculiar, con sus casas blancas. Algo artificial, pero con un bonito y pequeño puerto.
Más adelante, descubro Cala d’Es Canutells, Cales Coves y la bella Cala’n Porter, probablemente la bahía más fascinante de la costa. Desde el mirador, el color del agua es increíble. No parece real. No tengo tiempo para visitar la gran cueva (Cova d’en Xoroi).
Continúo. Necesito volver al interior para ir a otras playas y tener tiempo de hacer una excursión a uno de los tantos parajes prehistóricos de la isla. Torre d’en Galmés. Como si de Cerdeña se tratara (con sus nuragas), Menorca conserva varias estructuras megalíticas. El periodo talayótico, que proviene de talayot, estructura de piedra, con taulas y navetas, constituye una herencia arqueológica excepcional. Solo el pensar que aquí vivieron nuestros antepasados confiere a la tierra una índole un poco más de madre. Es raro. Es fascinante.
Pero es hora de regresar a las playas. Ahora soy un bloguero playero. Bajo hasta San Bou, el litoral más largo de la isla. Es un espectacular tramo de arena blanca que se extiende a lo largo de 3 km, cuya belleza se ve destruida por un horrible hotel situado al este.
El agua es color turquesa, transparente, cristalina. Al lado de San Bou se encuentra Sant Tomàs, con su hilera de bahías, cada una más bonita que la anterior. Vegetación que alcanza la costa, rojizas rocas, blancas playas, azuladas aguas. No me resisto y me rindo a mi primer baño. Divino.
Bajo por un camino de ronda que comienza en la primera playa y se extiende por toda la costa. Me doy cuenta ahora de que estoy rodeado de nudistas. En realidad los hay en todas partes. De todas las edades. Se mezclan con la gente que viste sus bañadores, muchas familias y multitud de niños. Nadie se escandaliza ni se siente ofendido. Si el cielo existe, debe ser como este lugar.
Una vez seco, en contra de mi voluntad y de los cantos de una sirena invitándome a montar mi tienda y quedarme a vivir allí para siempre, me marcho y cojo el coche.
Aún tengo que descubrir muchos más lugares “inexplorados”. No soy Indiana Jones, pero esto es una carrera y mis rivales blogueros habrán hecho lo mismo. De manera que llego a Cala Santa Galdana. Agradable bahía turquesa arrebatada por grandes hoteles y fábricas.
Decido que lo mejor aquí es coger un barco y hacer uno de los tantos tours que te permiten espiar las inalcanzables playas y caletas en cuestión de unas horas, a menos que seas un Rambo perseguido por el Vietcong. Me decido por uno de tres horas de duración que realiza la compañía Amigo’s. Es un “Glass Bottom Boat” con solo una pequeña porción de suelo de cristal cerca del motor, a través de la cual solo se puede ver el mar salpicar. Pero cuesta 15€. Me vale.
Ha sido una buena elección. Desde el mar, puedo admirar lugares preciosos como Fustam Cala, Cala Escorxada, el arco natural tras el que se esconde la leyenda del barco pirata, Cala Mitjana, la bella Cala’n Turqueta y las famosas Cala Macarella y Macarelleta, estas últimas asediadas por barcos y yates. ¿Serán populares para los nudistas? Aunque, en un barco uno va siempre desnudo, ¿no?
Nos damos un baño en la preciosa Cala Trebalúger, tirándonos por un tobogán que te lanza hasta quien sabe dónde. Al regresar, la tripulación nos ofrece una innoble ginebra con limón dentro de una botella de limonada decorada con una original pajita. Entiendo que es tradición, pero marea.
Quizá descubra el origen de esta tradición por la noche, al llegar a Ciutadella, la segunda ciudad de Menorca, geográficamente en el lado opuesto de la capital, Maó, que visitaré mañana.
El 24 de junio es el día de San Juan, santo patrón de San Juan de Ciutadella. Es un día festivo en casi todo el país. Enseguida entiendo porqué veo tantos caballeros a caballo.
Ríos de la bebida anglosajona mezclada con la limonada local, lluvia sobre la pintoresca ciudad de elegantes edificios que se convierte en una gran plaza para la cabalgata de los caballos. Pero estoy muy cansado para tanto acontecimiento. Voy en dirección contraria a la multitud y tomo asiento en un restaurante. El más famoso, el S’Amarador, donde quiero probar la caldereta de llagosta.
Es un cocido de langosta servido con pan. Lo siento por el pobre animal que llega vivo, para exponerse con orgullo, pero su sabor es excepcional. Por la noche huyo del puerto, inundado por la multitud que participa en la cabalgata de los caballeros. Sobre mí, una estrella fugaz, un cielo estrellado en el que casi se puede distinguir la Vía Láctea. Si me detengo aquí, me pierdo en el silencio y la paz.
No es fácil madrugar al día siguiente. Un nuevo día en Menorca. Continúa la caza. Esta vez prometo buscar de verdad lugares inexplorados. Tras haber barrido el sur de la isla, probablemente la parte más turística, me dirijo hacia el norte. Cruzando Menorca en diagonal, me doy cuenta de que la vegetación cambia a medida que subes. Aquí la isla es aún más verde. Y es curioso ver granjas, con sus pacas de heno, sus vacas pastando y sus exuberantes palmeras.
Enseguida llego a Fornells, el pueblo de la costa norte central, cuyo mar se ve salpicado de coloridos veleros y regatas. Es un pueblo agradable y tranquilo, perfecto para el que busca tranquilidad. Encuentro un punto wi-fi (lo que no es muy fácil en la isla) y mando fotografías para #MyVuelingCity y a Facebook para Travelblog.it. Llega la hora de marchar. Me dirijo a Cap de Cavalleria, el punto más al norte de Menorca.
A medida que asciendo, la costa se vuelve estéril, rocosa, con arenas rojizas y verdes campos que se asemejan a montañas. El mar sigue siendo azul. Por un momento deseo ser Gauguin para pintar este horizonte. Lo intento con mi cámara, pero no soy tan bueno…
Cerca ya del faro de Es Cobrombol, diviso un pequeño riachuelo a mi izquierda. Abandono la carretera, y tomo un camino de piedras anaranjadas. Al llegar abajo, sano y salvo, veo una bahía que parece una piscina natural. Tres playas en medio de las rocas. Definitivamente, hago de la playa más pequeña mi paraíso privado en el que no me resisto a desnudarme. Soy un perfecto nudista. Ahora entiendo porqué Menorca está desprovista de superestructuras sociales.
Los únicos testigos de esta epifanía naturista son los pobres locales: ¡cabras! Están en libertad y las afiladas rocas no presentan dificultad para ellas. Son muy tolerantes, aunque yo me sienta como Colón besando la ribera. Este lugar es maravilloso, no me quiero marchar.
Pero el deber me llama. No hay deber más agradable. Me acerco hasta el faro, y desde el promontorio diviso Fornells. A pesar de que hace mucho viento, de regreso me detengo en la playa más famosa de la zona, la Platja de Cavalleria (pongo los nombres siempre en catalán porque aquí es sagrado como la Biblia). Hay una carretera que desciende hasta una terraza con vistas a esta media luna tropical. Asombroso. Aunque estoy tan acostumbrado a lo selvático que me parece que hay mucha gente…
En el lado derecho de la playa hay una cala aún más bonita, la Cala Torta. Parece un arrecife. Desde lo alto tengo la sensación de estar en Hawái, pero sin sufrir el jet lag.
Aún dispongo de más de tres horas antes de coger mi vuelo de vuelta de Maó a Barcelona, así que cojo el coche y me dirijo al noreste. Lo lamento por lo que me pierdo a mi izquierda, pero los isleños me recomendaron Cala del Pilar y Cala Algairens, antes de llegar a la famosa Cala Morell. Es una lástima que no disponga del tiempo para recorrerla. Una pena. Perdí mucho tiempo con las cabras.
Descendiendo hacia al sur en el sentido de las agujas del reloj, aún encuentro lugares encantadores, como Cova des Vell Marí o Arsenal Son Saura. Pero voy a otro faro, como en un viaje con Virginia Woolf. He llegado a Cap de Favàritx. Paisajes lunáticos y únicos. Rocas oscuras, llanas, a punto de emerger del mar. Cala Presili es majestuosa, aunque salvaje y pintoresca.
Desafortunadamente, mi viaje termina aquí. Después de esta cerveza helada, solo me queda hacer una rápida visita a Maó. Bonita y limpia, aunque para mí Ciutadella, a pesar de lo caótico, es la mejor.
Devuelvo el coche. A cuarenta euros por día no sale barato, pero es más rentable si se alquila por una semana completa. Embarco. Vueling me sorprende. Siempre a tiempo, incluso antes de lo previsto. Tengo el mismo asiento, en la ventana 4A, y en el vuelo de Barcelona a Roma, también. Esto lo admito sin ánimo de hacer marketing. Lo podéis comprobar.
¿Qué puedo decir? Ha sido una experiencia increíble. Descubrí una isla de la que me he enamorado locamente y a la que pronto volveré. ¡Gracias Vueling! ¡Gracias MyVuelingCity!
Imagen de Mac9
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Descubre el esplendor de los parques y palacios de Potsdam
Potsdam, situada al suroeste de Berlín, tiene mucho que mostrar al visitante, como sus espectaculares estudios cinematográficos UFA Studio (conocidos en la actualidad como Studio Babelsberg), que son los más antiguos y de mayor tamaño de Europa, la Torre Einstein, obra del arquitecto Erich Mendelsohn, o su singular barrio holandés. Pero si hay algo por lo que es popular esta ciudad es por la belleza y esplendor de sus parques y palacios, motivo por el cual la mayor parte de ellos se encuentran incluidos entre los lugares del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. A continuación os animamos a hacer un recorrido por estas fabulosas joyas, algunas de ellas capaces de competir con el mismísimo Versalles.
El parque de Sanssouci, la joya de la corona
A poco más de media hora en transporte público desde Berlín se halla el parque Sanssouci, donde para muchos se encuentra el que sería el equivalente al Versalles alemán, y que atrae año tras a año a miles de visitantes. Este parque alberga un buen número de jardines y de palacios a cada cual más bello y más sorprendente. El artífice de todo este conjunto fue el rey Federico el Grande, que en su búsqueda de un lugar donde relajarse de la pompa de la corte berlinesa halló este maravilloso paraje en el que mandó construir el que sería su lugar idílico para el descanso. El propio nombre del parque esta toda una declaración de intenciones ya indica al visitante la afición que sentía el monarca por la cultura francesa, pues procede del término francéssans-souci,y que vendría a significarsin preocupaciones.
Entre los principales atractivos de este parque se encuentra el palacio de Sanssouci, edificado entre 1745 y 1747 por el arquitecto Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff. De esta obra cumbre del estilo Rococó cabe destacar la biblioteca, donde no puede faltar la obra de autores franceses como Voltaire, amigo del rey Federico el Grande y por el que sentía gran admiración; la sala de conciertos, delicadamente ornamentada; y la sala de mármol, inspirada en el Panteón de Roma.
Además de este fabuloso palacio de verano, este parque incluye otros espacios igual de singulares, obra de Federico el Grande y de sus sucesores. Destaca la Casa China (Chinesisches Haus), un pabellón en forma de trébol de inspiración oriental, cultura muy en boga por aquella época; la Orangerie (Orangerieschloss), desde cuyas torres se obtienen unas maravillosas vistas del parque; el Nuevo Palacio de Potsdam (Neues Palais), construido por orden de Federico II el Grande para conmemorar el fin de la Guerra de los Siete Años; o la Pinacoteca (Bildergalerie), con obras de artistas de la talla de Correggio, Rembrandt, Rubens, Anthony van Dyck, o Antoine Watteau.
El Jardín Nuevo de Potsdam
Situado al norte de Potsdam se encuentra el Neuer Garten (Jardín Nuevo) otro gran parque del que destaca la presencia del lago Jungfernsee. De imprescindible visita es el Marmorpalais, lugar de veraneo Federico Guillermo II y cuyo interior dejará fascinado a más de uno por su singular y recargada decoración. También aquí se encuentra Schloss Cecilienhof, un palacio rural de estilo Tudor. Este espacio ha pasado a la historia por ser el lugar de encuentro de la Conferencia de Potsdam en los que serían los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial.
Reapertura del parque y el palacio Babelsberg
Tras siete décadas cerrado, el parque y el palacio Babelsberg se visten de gala para volver a recibir visitas. Con motivo de esta esperada reapertura, del 29 de abril al 15 de octubre tendrá lugar una exposición en homenaje al príncipe de Pückler-Muskau, paisajista y diseñador de jardines y autor, entre otros, de los jardines de este parque. El palacio de Babelsberg será el encargado de acoger dicha exposición. Edificado a partir del 1833 para servir de residencia de veraneo para el futuro emperador Guillermo I y su esposa Augusta, fue diseñado por Karl Friedrich Schinkel, siguiendo la línea del estilo tudor inglés. Por otro lado, este extenso parque fue diseñado Peter Joseph Lenné, y en 1840 el príncipe de Pückler-Muskau se encargaría de culminar la obra dando su exquisito toque a los jardines.
Reserva tu Vueling a Berlín y anímate a conocer las maravillas que alberga la ciudad de Potsdam.
Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
Fotos de Stiftung Preußische Schlösser und Gärten Berlin-Brandenburg
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Bolonia, la italiana con más 'salsa'
Por Belén Parra y Carme Gasull
Caracterizada y reconocida por esos atributos que le vienen de antiguo, proponemos una aproximación a Bolonia a partir de cuanto hay que ver (Rossa), conocer (Dota) y, sobre todo, probar (Grassa) en esta ciudad que es también capital de la Emilia Romaña, epicentro de una Italia siempre rica gastronómicamente hablando.
ROSSA (enclaves turísticos para VER y reconocer)
Al viajero se le van los ojos a sus kilómetros de pórticos y a la paleta de colores de sus edificios. Precisamente por ello aconsejamos recorrerla a pie. Visitarla en fin de semana tiene el valor añadido de que todo su centro histórico se cierra al tráfico y durante dos días es peatonal.
Bolonia está delimitada de alguna manera por sus 5 puertas, que tanto dan acceso al centro histórico como te dan a conocer la ‘otra ciudad’. Escápate a ese pulmón verde que constituyen sus jardines y a sus colinas para divisarla desde las alturas.
Pocas plazas encontrarás más bellas que la Delle Siete Chiese en especial, cuando está iluminada. Reducto para románticos, bohemios y nostálgicos.
Como buena italiana, Bolonia también resulta monumental. Se imponen las Due Torri, Santa Maria Maggiore y Neptuno. Pero también aparecerán a tu paso avenidas interminables, las Galerías Cavour (Via Luigi Carlo Farini, 40) para ‘ir a la moda’ y palazzi o edificios históricos recuperados para fines culturales como la antigua sede del Ayuntamiento de la ciudad que esconde una deliciosa biblioteca pública llamada Salaborsa (Piazza Nettuno, 3) ideal si viajas con niños.
DOTA (curiosidades, advertencias y cosas que vale la pena SABER)
Dicen de Bolonia que es la ciudad más antigua en el país más antiguo del mundo. Y la verdad es que cuenta con la Universidad más antigua de Europa, a la que aspiran no sólo estudiantes de toda Italia sino también europeos, Erasmus especialmente, y extracomunitarios. Para nota: conseguir una plaza en Derecho o Bellas Artes. En las calles y los bares, no te extrañe escuchar más de uno o dos idiomas a la vez. No son sólo turistas sino gente que ha optado por formarse y vivir en esta ciudad. Porque hay mucha más Italia más allá de Roma, Venecia y Florencia…
La capital de la Emilia Romaña es una ciudad eminentemente ferial y alberga uno de los recintos feriales más modernos y funcionales de la vieja Europa, BolognaFiere.
Bien comunicada, la bicicleta es el transporte local por excelencia, pero el autobús es la forma más rápida para desplazarse ‘fuori porte’. Ten presente por eso que pagar el billete a bordo es un poco más caro que comprarlo previamente en un estanco.
Existen unos cuantos locales para aprender el arte de la elaboración artesanal de la pasta pero destacan dos: la Vecchia Scuola Bolognese (Via Galliera, 11) y La Bottega Due Portici (Via Independenza, 69).
GRASSA (dónde y qué COMER y beber)
En Italia no comes prácticamente mal en ningún lado pero es que en Bolonia comes especialmente bien. El título de la città del cibo (alimento) es tan cierto como todo un acierto.
La pasta que identifica a esta tierra son los tortellini y la salsa, el ragù. Para probar algunos de los mejores platos del recetario boloñés, acércate a la Trattoria AnnaMaria ( Via delle Belle Arti, 17/a), uno de los locales más folclóricos de la ciudad. Las múltiples fotografías que pueblan sus paredes certifican que centenares de artistas y famosos han comido entre sus mesas.
La crescentina o crescenta es el mejor pan local. Esponjoso y sabrosísimo si es casero. Y si la acompañas de la mortadela local y el parmesano regional ya tienes un plato. Imprescindible en este sentido pasarse por la Salsamenteria Tamburini (Via Caprarie, 1), un clásico inalterable que ha sabido adaptarse a los tiempos y a la demanda. De hecho, su enoteca es el rincón más demandado y a la vez el más acogedor de todo el establecimiento.
Muy cerquita también tienes la Osteria del Sole (Vicolo Ranocchi, 1/d), local singular donde los haya. Aquí sólo te pedirán que bebas porque el picoteo puedes traértelo incluso de casa. Aún con todo, la gente suele llegar con sus piadine, focaccie y embutidos para compartirlos con toda la mesa. Si te da igual beber una cosa que otra, te recomendamos que aquí apuestes por las cervezas artesanas. La birra es un must.
Para catar y contar vinos pásate por Alla Porta Vini (Via Castiglione, 79/a). Cada día abren un par de botellas para darlas a probar. Entre sus preferencias, los del sur tirolés y de pequeños productores.
La Osteria al Cappello Rosso (via dè Fusari, 9/b) es otro de esos lugares con encanto donde también comerás incluso con los ojos. Productos autóctonos en recetas tradicionales y generosas raciones. No te pierdas ni su selección de embutidos, ni su lambrusco (motivo de orgullo para la región) ni su torta bolognesa, el dulce típico de la ciudad a base de arroz.
Si te apetece un helado opta sin duda por La Sorbetteria Castiglione (Via Castiglione, 44) o por Il Gelatauro(Via San Vitale 98/b). Y si prefieres en cambio un polo (de palo) cremoso apuesta por la Cremeria Sette Chiese (Via Santo Stefano, 14/a).
El Mercato delle Erbe (Via Hugo Bassi, 25) es una atracción para los sentidos, sobre todo para la vista y el gusto. Aunque los comercios con buen producto y producto fresco son frecuentes. También los frutos del mar. Compruébalo en la Pescheria del Pavaglione (Via Pescherie Vecchie, 14) donde, a parte de comprar, podrás degustar un original Aperyfish que no hace falta traducir.
Entra también en Paolo Atti & Figli (Via Caprarie, 7), una tienda gastronómica tradicional reconocida por la calidad de sus panes, dulces y pastas frescas.
Elegante y refinado, Zanarini (Piazza Galvani, 1) es el café histórico de la ciudad y uno de los lugares preferidos entre los locales para desayunar, tomar un buen café y un mejor pastel, y cómo no, ver y dejarse ver.
Y otra especialísima dirección dejando atrás el centro-ciudad: Il Cerfoglio, un restaurante que apuesta por la producción biológica y el KM. 0 en platos ligeros, sanos y bien logrados (Via John Fitzgerald Kennedy, 11, San Lazzaro).
Nosotros nos apuntamos, si quieres venirte consulta nuestros vuelos aquí.
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