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2 días en Milán: shopping, gastronomía, arte e historia.

Elegancia y sofisticación se dan la mano en Milán, una ciudad monumental en la que disfrutar de un par de días de arte, cultura, arquitectura, historia, gastronomía y compras.

La capital de la región de la Lombardía no solo es la segunda ciudad más grande de Italia, sino también una de las más hermosas. Milán destila en todo momento ese aire sofisticado y bienestante tan propio del norte de Italia, donde las tiendas de diseño y restaurantes de moda conviven con conjuntos monumentales que, en cada esquina, nos recuerdan el pasado grandilocuente de una Italia que se resiste a dejar de ser quien fue. Pasar un par de días en Milán significa ponerse un calzado cómodo para salir sin tregua a recorrer sus hermosas calles, bien abrigados si es invierno, y rendirnos a sus innumerables encantos. Como todos los que detallamos a continuación.

Día 1

Empezamos fuerte: El Duomo

La imponente Catedral de Milán no solo es el monumento más representativo de la ciudad, sino uno de los edificios más importantes de Italia y probablemente también del mundo. Cuenta con cinco naves, una central y cuatro laterales, y conviene reservar entrada para poder recorrerla mediante una audioguía que nos explicará los secretos de este monumental templo ubicado en el centro de la ciudad, cuya construcción comenzó en 1386 y acabó en 1965. No hay que dejar de subir a la terraza panorámica, que nos permitirá contemplar la ciudad desde las alturas y hacernos un millón de fotos entre sus gárgolas y sus agujas góticas.

Visita obligada a pocos pasos del Duomo y de su flamante plaza repleta de estímulos es la flamante Galleria Vittorio Emmanuelle II, símbolo de su pasado glorioso. Si el cuerpo nos pide un deliciosso espresso y una pastita a media mañana, que sea en Marchesi 1824, un lugar de postal con hermosas vistas a los pasillos de la galería.

Lo más probable es que la visita nos lleve toda la mañana, de modo que estaremos listos para caminar hasta el barrio de Brera y reponer fuerzas ante un buen plato de pasta.

Rumbo a Brera, el barrio 'cool'

Todas las ciudades tienen su barrio moderno, en el que proliferan las tiendas de diseño y arte, los restaurantes de autor y los pequeños bares con encanto. Es el caso de Brera, un lugar donde, si nos gusta el shopping, vamos a volvernos locos entre sus tiendecitas de todo tipo, que aún conviven, por fortuna, con algún establecimiento de toda la vida. ¿Que vamos sobrados? Nada mejor que reservar mesa en Caffè Parigi, uno de los restaurantes del flamante Palazzo Parigi, un cinco estrellas ubicado en un antiguo palacio que nos hará sentir por momentos nobles italianos de otras épocas. ¿Buscamos algo 'cool' pero más informal? La vinatería N'ombra de Vin acoge noche tras noche a gente guapa y cuenta con una carta de vinos que quita el hipo. Si queremos cenar con música en directo en un lugar sofisticado con una oferta de pasta sensacional es imprescindible reservar mesa en la recomendable Hosteria della Musica.

Tarde de compras y cultura en Brera

Pasar la tarde paseando por Brera y disfrutando del encanto de sus callejuelas significa detenerse en lugares como la recomendable Pinacoteca de Brera, ubicada en el hermosísimo Palazzo Brera, que contiene una de las más destacadas colecciones de pintura italiana, donde encontramos obras de Van Dyck, El Greco o Bellini. Tras la visita, probablemente nos apetezca parar a tomar un café en su bonita cafetería, Caffe Fernanda, o adquirir algún cosmético artesanal en Dr.Vranjes, entre otras propuestas. No podemos abandonar Brera sin echar un vistazo a 10 Corso Como, hotel, restaurante, boutique, galería de arte, librería y un espacio ecléctico, sorprendente y lleno de estímulos.

Un Michelin para acabar la jornada: L'Alchimia 

La alta gastronomía italiana es una joya que merece la pena descubrir si el bolsillo lo permite, aunque sea una vez en la vida. Una buena opción para hacerlo es acabar la primera jornada en Milán con una visita a L'Alchimia, un restaurante con estrella Michelin que ofrece una cocina creativa pero a su vez comprensible, donde se reinterpretan los platos de siempre en un entorno contemporáneo y acogedor. Tienen menús a partir de 65 €.

Día 2

Castello Sforzesco, Parque Sempione y más

Conviene llegar al Castello Sforzesco con las energías renovadas, ya que no hay mayor placer que perderse por el parque que lo rodea: el Parque Sempione. El castillo fue construido como fortaleza y en la actualidad es uno de los monumentos más representativos de Milán, además de un centro de arte sin parangón que alberga una serie de museos: el Museo de Arte Antiguo (donde encontramos la célebre Pietà Rondanini, una pieza inacabada de Miguel Ángel); la Pinacoteca, que alberga arte de los siglos XIII a XVIII, el Museo Egipcio, el de Prehistoria, el de Artes Decorativas, el del Mueble y el de Instrumentos Musicales.

Acabaremos la jornada con un paseo por el Parque Sempione, un enorme espacio verde que constituye el parque más importante de Milán. Y si aún nos quedan ganas de caminar –cosa que recomendamos encarecidamente–, nada mejor que acercarse a la basilica di Sant'Ambrogio, donde disfrutar de uno de los mejores ejemplos de arte románico de toda Italia.

A comer al Mercato Centrale

El Mercato Centrale es un espacio de visita obligada, el mejor ejemplo de por qué la cocina italiana triunfa en todo el mundo. Es un lugar hipster a rabiar, donde podemos adquirir todo tipo de productos y también degustar in situ delicias gastronómicas como las empanadas del estrellado Matias Perdomo (si queremos degustar la propuesta de alta cocina de este chef uruguayo debemos dirigirnos a Contraste), los cócteles de Flavio Angiolillo, los pescados de Andrea Collodi o la gastronomía genovesa de Marco Bruni, entre otras propuestas. No va a haber quién nos saque de allí.

La tarde en Santa Maria delle Grazie con 'La última cena'

Sí, merece la pena comprar la entrada anticipada para visitar la iglesia de Santa Maria delle Grazie y contemplar 'La última cena', obra maestra de Leonardo da Vinci y una de las joyas de la pintura de todos los tiempos. No hay excusa, pues, para no dirigir nuestros pasos a esta iglesia declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Nuestra última cena: una pizza, claro

Estamos cansados tras dos días de paseos, museos, tiendas y locura y el cuerpo, sabio donde los haya, nos pide una pizza. En Milán hay numerosos establecimientos donde bordan este plato, que alcanza una perfección que encontramos en pocos lugares del mundo (tal vez solo en Nápoles y Roma). Podemos optar por Maruzzella, toda una institución que rinde tributo a este manjar desde 1978, o por Berberè, un lugar rematadamente cool donde se trabaja con masas ancestrales e ingredientes olvidados y se hace de la pizza una obra de arte. Recomendamos reservar mesa en la barra y contemplar de primera mano el trabajo de su equipo de cocina, que trajina en los hornos frente a nuestros ojos.

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