Junto a su enorme atractivo, las capitales de la Toscana y Gipuzkoa están unidas por tener pequeños aeropuertos y pistas singulares a las que llega Vueling. ¿Qué tiene eso de especial? Os lo contamos aquí.
El río Arno, la Galería de los Uffizzi o el Ponte Vecchio de un lado. La playa de la Concha, el teatro Victoria Eugenia o el Monte Igueldo por otro. Florencia y San Sebastián son dos ciudades que aparentemente no tienen relación alguna, aunque si tiramos de ese hilo aeronáutico que acaba uniendo muchas historias, veremos similitudes. Ya no tan solo porque ambas sean ciudades donde opera Vueling, sino también por cómo lo hace.
Florencia y Donosti: 2 campos de vuelo con pistas cortas
¿Y qué se considera una pista corta? Todo es cuestión de perspectiva: si en los 1500 metros de San Sebastián-Hondarribia un Airbus A319 puede despegar o aterrizar con normalidad, esa pista es suficiente. Sin embargo, si la comparamos con la pista 18R-36L de Madrid-Barajas que tiene 4350 metros de longitud, ese kilómetro y medio resulta corto, aunque más que suficiente, para operaciones comerciales. También es el caso de Florencia: 1560 metros oficiales, a los que se añaden algunos más disponibles para la carrera de despegue por una de las cabeceras.
Las limitaciones en longitud no son fruto de la casualidad, sino de la herencia de campos de vuelo construidos en su momento y que, por las condiciones del terreno y su entorno, no han podido ser ampliados como sí ha sucedido en otros aeropuertos con mucho más terreno a disposición para crecer y desarrollarse.
La aventura de aterrizar en la Toscana
Esta región italiana tiene dos aeropuertos principales: Pisa y Florencia (Aeropuerto de Peretola o Americo Vespucci). Ambos están gestionados por la misma sociedad y, mientras que el primero dispone de dos pistas paralelas de casi tres kilómetros, el segundo tiene la pista limitada en su crecimiento. En uno de sus extremos, por la presencia de la autopista A11; en el otro, por una serie de montañas, entre las que destaca el Pico Morello. Precisamente desde este pico hay una vista impresionante de esta parte de Italia, aeropuerto incluido, un campo de vuelo abierto en los años 30 y que recibió sus primeros vuelos comerciales tras la Segunda Guerra Mundial.
Teniendo Pisa razonablemente cerca, ¿por qué se vuela entonces a Florencia? La respuesta está en la cercanía y comodidad de volar desde y hacia un aeropuerto que está a minutos del centro de una de las ciudades más bellas de Europa. La demanda allí, tanto local como de visitantes, es tan notable que en 2013 Vueling decidió abrir una base de operaciones para realizar vuelos a diferentes ciudades italianas y europeas. Los aviones que pasan la noche en el aeropuerto de Florencia duermen a tan solo seis kilómetros de la Piazza della Signoria o la cúpula de Brunelleschi. Si quieres ver cómo es, tan solo tienes que buscar un vuelo a Florencia y vivir la experiencia.
La otra aventura: aterrizar en Hondarribia
El aeropuerto de San Sebastián tiene posiblemente una de las aproximaciones más bonitas de entre los aeropuertos del sur de Europa (si no nos crees, busca un vuelo a San Sebastián para verlo con tus propios ojos). La llegada por la pista 22, la más frecuente, permite ver la costa sur de la Aquitania mientras el avión desciende suavemente sobre el mar, dejando San Juan de Luz a la izquierda, sobrevolando Hendaya y tomando tierra entre barcos fondeados y el precioso centro urbano de Hondarribia.
El campo de vuelo que sirve a la provincia de Gipuzkoa, y que queda a solo 19 kilómetros de Donostia, se inauguró en verano de 1955. Por su cercanía a territorio francés, los vuelos en reactores estuvieron restringidos hasta 1992 y, 20 años más tarde, Vueling apostó por operar en este destino ofreciendo vuelos a Barcelona y también con conexión desde El Prat.
Procedimientos que unen
La base de Vueling en Florencia está formada exclusivamente por aviones A319, los más pequeños de la flota. Y hasta este mismo año, en que se ha empezado a volar también con A320 Neo, sucedía lo mismo en San Sebastián: por peso, tamaño y capacidad adecuadas, la compañía ha optado por ese modelo de 156 pasajeros para llegar a los dos aeropuertos en los que, además, hay algunos procedimientos especiales en las tripulaciones.
Por ejemplo: en todos los despegues y aterrizajes, comandante y primer oficial se reparten la tarea de cara a seguir acumulando experiencia de vuelo. Cada minuto cuenta en el aire. Sin embargo, para la operación en Hondarribia o el Amerigo Vespucci es siempre el o la comandante quien se encarga de aterrizar o despegar el Airbus. La mayor experiencia se considera la ideal para operar en pistas más cortas, unas habilidades que luego tendrá el primer oficial cuando, por horas de vuelo y tiempo de veteranía, ascienda a ese puesto.
Por otro lado, para poder aterrizar en ambos lugares, el departamento de operaciones de Vueling programa una sesión de simulador para aprender los procedimientos específicos en estos campos. Tras esto, los pilotos que la hayan realizado, son los encargados de pilotar los Airbus que llegan o salen desde Florencia y San Sebastián. Si se da el caso que un aviador de la compañía aún no ha volado allí o lleva un año sin aterrizar en uno de estos lugares, se programa una sesión de simulador en la que se ensayan y experimentan todas estas operaciones.
En aviación nada se deja al azar y para que la operación sea homogénea en cualquier lugar, tenga el tamaño que tenga o esté en el lugar que esté, todo se estudia al detalle.