Bergen es una pintoresca ciudad de colores abierta al mar desde la que iniciar una ruta por los fiordos noruegos que nos va a permitir fusionarnos con una naturaleza única.
Bergen es, probablemente, la ciudad más bonita de Noruega y sin duda una de las que presume de una vida cultural y callejera más animada. Es una ciudad alegre y, teniendo en cuenta los estándares noruegos, bastante alborotada. Está repleta de tiendas y restaurantes, con agradables parques siempre a rebosar cuando hace buen tiempo y numerosas actividades relacionadas con el arte, la cultura y la gastronomía. Es, además, un buen punto de partida para iniciar una ruta por los fiordos noruegos y por otras maravillas de la espectacular naturaleza que nos brinda este país. Los noruegos, además, nos sorprenderán por su carácter abierto y agradable con los turistas, además de por su perfecto inglés. ¿Empezamos?
1. Primera parada: Bergen
Una de las primeras cosas que debemos hacer cuando aterricemos en Bergen —siempre tras haber callejeado por el centro, entrado en alguna librería-café hipster y tomado algún tentempié saludable en un café de diseño— es subir al Monte Fløyen, desde donde contemplar una panorámica completa de la ciudad. La pequeña catedral medieval, la iglesia de Santa María o la fortaleza Bergenhus son algunos de los imprescindibles de la ciudad, a la que conviene dedicar al menos una jornada para poder disfrutarla al completo. Para comer, el restaurante Lysverket, ubicado en un museo de los años 30, ofrece una deliciosa cocina noruega contemporánea. Justo al ladito encontraremos la Bergen Kunsthall, que acoge arte contemporáneo de artistas internacionales.
2. Excursión por el fiordo de Hardanger
Situado a aproximadamente una hora y media de Bergen, lo ideal es contratar una excursión de un día para adentrarnos en los majestuosos paisajes del segundo fiordo más grande de Noruega tras el de Sogn, que nos queda más al norte y algo más alejado. La ruta a lo largo del fiordo de Hardanger nos llevará por paisajes inimaginables, entre mares interminables y algunos atractivos naturales como las imponentes Vøringfossen, unas cascadas espectaculares rodeadas de montañas rocosas y naturaleza salvaje. Lo ideal en este caso es contratar un crucero: no son baratos, pero nos permitirán escuchar de mi primera mano la historia geológica de este país fascinante y hacer paradas estratégicas en granjas y museos locales, así como en enclaves naturales de toda índole.
Si preferimos coger el coche y viajar por nuestra cuenta en lugar de contratar una excursión, es conveniente recordar que tendremos que tomar varios ferrys durante todo nuestro viaje por Noruega. En este caso nos subiremos en el ferry que separa Tørvikbygd de Jondal, que tarda unos 10 minutos y nos permite contemplar de primera mano los espectaculares paisajes a nuestro alrededor.
3. Siguiente parada: Odda. ¡Nos espera el Trolltunga!
Conduciremos cerca de tres horas desde Bergen por una carretera serpenteante (menos si llegamos directamente desde Jondal), pero habrá valido la pena llegar a Odda, un lugar que a nuestros ojos aparecerá remoto y enigmático, con sus casitas de colores junto al mar y su discurrir lento y apacible. Este pequeño municipio, que muchos recordarán porque en él se rodó la serie de Netflix Ragnarök, es perfecto para descansar rodeados de verde en una de sus casitas idénticas de colores chillones, que parece que alguien ha colocado con un gusto excepcional a lo largo de la colina colindante al mar. Si hace bueno y estamos hambrientos, nada mejor que un buen pícnic en su merendero.
Odda es el lugar ideal para acceder a una de las grandes excursiones del viaje: la que nos lleva a Trolltunga, una formación rocosa espectacular a la que se accede a través de un sendero de 27 km que no podemos perdernos si queremos experimentar en nuestras propias carnes esa vieja lucha del ser humano contra la naturaleza y sentir, como ha pasado siempre, que en esta contienda tenemos las de perder. El trayecto de alta montaña es largo y complicado, de manera que lo mejor es hacerlo siempre con un guía. Desde Odda salen autobuses lanzadera hacia los diferentes aparcamientos que nos llevarán a lo alto del Trolltunga. ¡Mucha suerte!
Conviene reservar al menos una jornada más para recorrer a nuestro ritmo algunos de los rincones del Parque Nacional de Folgefonna, un parque nacional rodeado de montañas que nos brinda algunos de los glaciares más grandes de Noruega. Si somos amantes del esquí es una parada imprescindible cuando hay nieve.
4. Stavanger y sus alrededores de ensueño: ¡a por el Preikestolen!
Conduciremos más de tres horas para llegar a Stavanger, una bonita ciudad portuaria cuyo casco histórico parece recién salido de una postal, con sus placitas empedradas, sus tiendas gourmet y su vida en las calles. Una simple visita al Museo del Petróleo nos permitirá no solo pasar una tarde la mar de entretenida y pedagógica, sino entender un poco mejor esa Noruega contemporánea que tiene en este combustible una de sus principales fuentes de ingresos.
Desde Stavanger llegaremos a uno de los principales atractivos turísticos del país, y no es para menos: el archiconocido púlpito de Preikestolen, al que accederemos tras una excursión en barco a lo largo del Lysefjord. Nos separa una distancia de unas dos horas y 600 m de altitud hasta llegar a la cima de esta singular roca plana prácticamente suspendida en el espacio, en una excursión fácil y accesible para todos los públicos, aunque en ocasiones algo masificada.
5. Osthusvik: el encanto de una isla única
Debemos tomar un ferry desde Stavanger, aproximadamente una hora de trayecto, para plantarnos en la hermosa islita de Osthusvik. En este lugar que parece alejado del mundo te aconsejamos pernoctar, aunque sea una noche, para desconectar de todo en un entorno que no se parece a nada. En esta pequeña isla de paisajes verdes y aterciopelados, donde ese salvaje mar noruego (tan diferente al Mediterráneo) nos recuerda que nos encontramos en el mismísimo paraíso. Reservar una habitación con vistas a esta islita prácticamente virgen en el inefable Fjordbriss Hotel no tiene precio. ¿Otra visita obligatoria? El monasterio de Utstein Kloister, donde dicen que habita un fantasma.
Regresamos a Stavanger habiendo disfrutado de una ruta impresionante entre glaciares, fiordos, colinas y mares, ciudades encantadoras y pequeñas aldeas de cuento. Desde aquí siempre podemos volver vía Vueling a nuestro destino o, si nos quedan más ganas de Noruega, continuar el trayecto hasta Oslo por el sur (unas 7 horas) haciendo una parada estratégica en Lyngør, un pequeño archipiélago al que se accede en barco que ha sido reconocido como uno de los lugares mejor conservados del mundo. Su fisonomía, con sus casitas de madera de colores repartidas por una naturaleza hermosa y verde, con el mar de fondo, nos recordará mucho a la de todo el viaje. Desde aquí, apenas nos separan unas tres horas de Oslo, donde poner fin al viaje pasando al menos un par de días en una gran capital que, al contrario que todo lo visto desde que hemos puesto los pies en Noruega, nos va a recordar ya a otros lugares que hemos visto antes.