¿Buscas escapar del frío? Lanzarote tiene un clima envidiable que te permite disfrutar en cualquier época del año de sus playas, naturaleza, miradores y gastronomía.
Lanzarote nos transporta a un lugar totalmente distinto y, al tiempo, nos hace sentir como en casa. Una isla paradisíaca en que las playas de ensueño conviven con paisajes lunares, pueblecitos con encanto, acantilados, piscinas naturales, rincones para practicar deportes acuáticos y otros para hacer senderismo o bici, una arquitectura singular y muchísimo más.
Solo hay un problema: no importa cuántos días hayamos viajado a Lanzarote porque siempre nos va a faltar tiempo para descubrir una nueva playa o piscina natural, visitar algún restaurante escondido o algún tesoro monumental. Si a este patrimonio añadimos una temperatura agradable durante todo el año, que supera los 20º, queda claro que viajar a Lanzarote siempre será una buena idea.
1. ¡Nos vamos a la playa!
Cuando aterrizamos a Lanzarote huyendo del invierno en nuestra ciudad una de las primeras cosas que nos va a apetecer es ir a la playa. Si queremos practicar deportes acuáticos, Famara, con sus enormes olas y su ambiente surfero y desenfadado, es un gran lugar. Para bucear, una de las opciones predilectas de los buceadores experimentados es la Playa Chica, mientras que si buscamos tomar el sol en un ambiente urbano y repleto de servicios, la playa de los Pocillos, en Puerto del Carmen, nunca falla.
¿El cuerpo nos pide piscinas naturales? Hay que desplazarse a Punta Mujeres, un hermoso pueblecito de pescadores situado al norte de la isla, un lugar mágico por el que parece que el tiempo no pasa y del que no vamos a querernos ir. O a Charco del Palo, un rincón nudista precioso donde disfrutar a remojo de las construcciones realizadas por la propia naturaleza. También los Charcones de Janubio son espectaculares para chapotear a cualquier hora. Eso sí, ¡coged los escarpines!
Las playas Papagayo son un conjunto de playitas imprescindibles que presumen de una naturaleza salvaje, con sus roquedales volcánicos alrededor y su oleaje calmado, perfecto para practicar snorkel o tomar el sol en un entorno único.
Capítulo aparte merece La Graciosa, una pequeña islita situada al norte de Lanzarote, un rincón magnético que merece al menos una visita de un día. En La Graciosa podremos descansar en la playa de Las Conchas, buscar cualquier otro rincón para cerrar los ojos bajo el sol otoñal o calzarnos las botas de montaña y practicar trekking en alguna de sus numerosas rutas. ¿Fans de la bici? Podéis alquilar una y recorrer la isla a pedales: ¡es toda una experiencia!
2. Parque Nacional de Timanfaya
El Parque Nacional de Timanfaya es, por méritos propios, una de las principales atracciones de Lanzarote. Y no es para menos: a ratos dudaremos si nos encontramos en la luna, en alguna isla recóndita de otro continente o si hemos viajado en el tiempo. Más de 5.000 hectáreas de terreno en que los tonos rojos y negros nos dan la bienvenida en una amalgama de hermosas rocas afiladas, resultado de erupciones volcánicas pasadas. Los amantes de la geología enloquecerán con sus conos volcánicos y, en cualquier caso, todo el mundo se quedará boquiabiertos ante la belleza de un paisaje nunca visto.
3. César Manrique: Jameos del Agua
El arquitecto lanzaroteño César Manrique es uno de los personajes más ilustres de la isla. A él le debemos numerosas construcciones singulares que integran de forma orgánica naturaleza y arquitectura. La suya es una arquitectura autóctona a más no poder, con una mirada propia, que tiene en los famosos Jameos del Agua, una obra construida sobre un túnel volcánico perfectamente conservado, su principal exponente. También es una visita obligada la Fundación César Manrique, ubicada en la localidad de Tahíche, la que fue la residencia del artista, construida en una burbuja volcánica.
4. Una naturaleza singular
Visita obligada para los amantes del mundo vegetal es el Jardín de Cactus, un recinto en el que conviven más de 4.000 plantas de todo el planeta, con numerosos ejemplares autóctonos. Por otra parte, la Laguna Verde es un enclave imprescindible de Tenerife, una laguna ubicada en el cráter de un volcán repleta de algas y rodeada de rocas. Otra visita obligada son Los Hervideros, una espectacular zona de acantilados que constituyen un espectáculo natural sin parangón.
Para disfrutar de la belleza de la naturaleza lanzaroteña hay que acercarse al Mirador del Río (horario de entrada de 10:00h a 16:40h), uno de los rincones más bonitos de la isla –también obra de César Manrique– que permite observar el abanico de colores que brinda el cielo y divisar desde lo alto las Salinas del Río o el Risco de Famara.
5. Una gastronomía sorprendente
Una de las cosas que más sorprenden a los viajeros que llegan a Lanzarote es su profusa gastronomía, sencilla y deliciosa al mismo tiempo. La isla permite disfrutar de unos sensacionales pescados frescos a la brasa (la vieja, muy típica, es uno de los más populares), que suelen llegar a la mesa acompañados de ensalada y de las gloriosas papas arrugadas con mojo, un auténtico vicio que sienta bien a cualquier hora. El gofio (un cereal presente en numerosas comidas y postres) o los quesos rebozados y fritos que suelen servirse como entrante son también típicos y absolutamente deliciosos.
Por último, no hay que olvidar una tradición vinícola más que sólida, que da lugar a vinos volcánicos, muy especiales, reconocidos internacionalmente. Si a la primera copa caéis rendidos ante el poderío de unos vinos que no se parecen en nada a los que habéis probado hasta el momento, nada mejor que reservar una jornada para hacer alguna de las numerosas actividades enogastronómicas que ofrece la isla, que os permitirá conocer los secretos de algunas bodegas singulares, como este tour entre viñedos y degustación de chocolate.
¿Qué dices? ¿Te parecen razones suficientes para visitar Lanzarote este invierno?