La pintoresca arquitectura del norte de Alemania, su contundente y disfrutona gastronomía y una oferta cultural que no se acaba son buenos motivos para viajar a Hanóver.
Volar a Hanóver es una buena manera de constatar lo que ya sabíamos, aunque a menudo olvidamos: que Alemania no es Berlín. Existe una Alemania menos sofisticada y cosmopolita, que se ha visto obligada a reconstruirse tras la Segunda Guerra Mundial –en el caso de Hanóver, literalmente–. Una especie de Alemania “real” donde se respira civismo, los trenes llegan a su hora y cuyo disfrute supone siempre un regalo para viajantes con inquietudes.
Adentrarse en las hermosas calles de esta ciudad de la Baja Sajonia, con poco más de 500.000 habitantes, con su arquitectura típica, sus placitas y sus monumentos, es un gran plan para una escapada que nos permitirá entender un poco mejor ese talante alemán que a menudo nos resulta indescifrable y disfrutar de un sinfín de planes de todo tipo.
Herrenhäuser Garten
Lo primero que sorprende al viajero al aterrizar en Hanóver es la vida que hay siempre en sus calles (cosa que ocurre incluso en los días más fríos) y su gran cantidad de espacios verdes. El Herrenhäuser Garten es un imponente jardín barroco perfecto para pasear y, si el tiempo lo permite, detenernos para un pícnic. Los parterres, la gran fuente, en pabellón de Remy de la Fosse, el palacio Schloss Herrenhausen, la biblioteca, el mausoleo… Son tantos los reclamos que conviene dedicarle al menos una mañana completa. Cuenta también con una gruta repleta de obras de arte moderno de la artista Niki de Saint Phalle.
Bosque de Eilenriede
Siguiendo con los espacios verdes, este bosque de cuento de hadas de 640 hectáreas es el bosque urbano más grande de Alemania y un lugar perfecto para dar un paseo a cualquier hora, hacer un pícnic, detenernos el alguno de sus parques infantiles si vamos con niños o, si somos unos locos del deporte, comenzar el día haciendo running entre sus frondosos senderos. También es perfecto para hacer un recorrido en bici y, por supuesto, para ir parando a refrescar el cuerpo con una cerveza en alguno de sus numerosos biergartens.
La ruta de la Línea Roja
Nada mejor para hacernos una idea de cómo respira esta ciudad pintoresca y acogedora que hacer la llamada Ruta de la Línea Roja, que no es más que un recorrido pintando en el suelo que nos conducirá hasta nada menos que 36 monumentos a lo largo de algo más de 4 km. El recorrido por la ciudad va acompañado de un folleto informativo sobre los lugares que visitamos (que podemos adquirir por 3€ en las oficinas de turismo) y nos lleva a atracciones que van desde el edificio de la Ópera al Neues Rathaus (el nuevo ayuntamiento: no olvidemos que la ciudad fue devastada tras la Segunda Guerra Mundial y ahora está reconstruida), entre muchos otros.
Neues Rathaus
Hablando del nuevo ayuntamiento, el Neues Rathaus es un palacete hermosísimo que cuenta con varias salas donde se hacen exposiciones y con un mirador desde el que contemplar una panorámica de la ciudad. Se encuentra, además, al lado del parque Mashpark, un bonito espacio verde en el que hacer un alto en el camino tras el trajín de la jornada.
De copas y compras por Oststadt
Este barrio efervescente repleto de tiendecitas, galerías de arte, cafés, librerías y restaurantes es ideal para perderse sin rumbo y disfrutar de sus galerías de arte y sus callejuelas repletas de comercios, siempre vivas y concurridas. Si vamos con niños, no podemos dejar de acercarnos al cercano Zoo de Hanóver, uno de los más importantes de Alemania y una de las principales atracciones de la ciudad.
Lago Masch
Este lago artificial ubicado al sur de la ciudad tiene un área de 78 hectáreas y es perfecto para practicar deportes acuáticos en cualquier momento del año, si el tiempo lo permite, y para pasear por sus alrededores. En las inmediaciones del lago, encontramos diversos biergartens en los que comer con vistas bajo los árboles, de manera que lo ideal es parar a tomar una cerveza y una buena salchicha. Además, el lago Masch se encuentra justo al lado del interesante Sprengel Museum, que acoge una colección permanente de artistas modernos, tanto alemanes como internacionales, y exposiciones temporales destacadas.
Castillo de Marienburg
Vale la pena reservar al menos unas horas para desplazarnos hasta el famosísimo Castillo de Marienburg, situado a unos 30 km al sur de Hanóver, un imponente edificio construido entre 1858 y 1867 que fue en su día residencia de verano de la casa de Welf y más tarde pasó a formar parte de la dinastía de los Hanóver. La visita es todo un disfrute para todos aquellos que soñaban con pasear entre armaduras, grandes lámparas, imponentes cuadros, techos altísimos y escaleras empinadas, en un lugar que bascula como pocos entre lo tétrico, lo inquietante y, por supuesto, lo bellísimo.
Marktkirche
Es parada obligatoria en Hanóver su principal iglesia luterana, un deslumbrante edificio gótico que se encuentra, además, en la pintoresca plaza de Marktplatz, centro neurálgico de la ciudad. Otro de los edificios de visita obligada en esta plaza es el antiguo ayuntamiento de Hanóver, que alberga ahora en su interior numerosas tiendas y galerías. Si tenemos tiempo, es indispensable subir a la torre de la Marktkirche, donde podremos disfrutar de espectaculares vistas a la ciudad desde las alturas.
Si vamos con tiempo…
Si podemos disfrutar de algunos días en Hanóver y nos da tiempo de hacer una escapada, lo cierto es que es el emplazamiento ideal para acercarse a la bonita ciudad de Hamelin (a apenas cuarenta minutos) o a Bremen, a poco más de una hora, que podremos visitar en una misma jornada.
¿Preparados para conocer la otra cara de Alemania?