Mallorca es uno de las grandes destinos turísticos mundiales. Y con razón, porque sus atractivos son infinitos. Pero si te agobian las multitudes, es mejor que vayas fuera de temporada. La primavera es una gran opción: clima suave, poca lluvia y mucha menos gente para disfrutar de sus encantos. En este post te recomendamos qué vale la pena ver en la mayor de las baleares… sin el bañador puesto.
Visitar Palma
Si vas a Mallorca, no puedes perderte el casco viejo de la capital balear, llena de callejuelas con adoquines. Es un placer deambular entre edificios góticos y modernistas, entre palacios e iglesias. No te pierdas la plaza Mayor, la más grande y bonita del centro histórico de la ciudad, ni la catedral gótica de La Seu, cuyo rosetón (el más grande del mundo gótico), crea un juego de luces fascinante. Pero en la visita a Palma no puede faltar un recorrido por el barrio bohemio de Santa Catalina, antes pesquero y ahora repleto de tiendas de artesanía y restaurantes, y con el mercado que lleva el nombre de esta zona con puestos que harán las delicias de los más gourmets. Ni la subida al castillo de Bellver (siglo XIV), que ofrece unas vistas sensacionales de la ciudad.
Meterse en una cueva
Una de las maravillas de Mallorca su subsuelo que, tras varios milenios de procesos geológicos, cuenta con cuevas y lagos de agua dulce y salada espectaculares, adornados por estalactitas y estalagmitas. En Manacor puedes visitar las populares cuevas del Drach: son cuatro y están conectadas entre sí a 25 metros de profundidad; no solo eso: tiene un lago de 115 metros que se puede recorrer en barca mientras suena música clásica. Inolvidable. En Porto Cristo, presumen de ser los primeros en España que, en 1910, abrieron unas cuevas al público: las dels Hams. Allí fliparás con el jardín botánico y el enorme lago. Pero hay más, muchas más. Como las de pequeñitas de Génova, las Blanques, que estuvieron habitadas hasta mediados del siglo XIX, y las de Artà, que guardan en su interior un auténtico tesoro: una estalagmita de 22 metros, lo que la convierte una de las más grandes de Europa.
Recorrer la Serra de Tramuntana
Hay un sitio en Mallorca donde no es extraño que nieve: la Serra de Tramuntana. Y eso que no es muy alta, pues su cota más elevada, el Puig Major, alcanza los 1.443 metros. Fue reconocida como patrimonio mundial de la UNESCO en 2011 en la categoría de Paisaje Cultural por la simbiosis entre los factores naturales y humanos realizada durante siglos que ha dado como resultado una obra monumental, en la que se mezclan cultura, tradiciones, estética, espiritualidad e identidad. A los senderistas les chifla porque está llena de rutas para todos los niveles. Y, sobre todo, porque está llena de tesoros naturales (flora y fauna endémicas, cascadas…) y de origen humano, como edificios antiguos, ruinas, castillos, refugios… Hay pueblos preciosos en ese entorno ubicado a lo largo de los 90 kilómetros de esa alineación montañosa que se extiende por el norte de Mallorca: Sóller, Valldemossa, Andratx, Calvià, Pollença…
Descubrir los vinos de la isla
Mallorca no es solo playas. También es tierra de vinos. Para descubrirlo por ti mism@, basta con visitar poblaciones que pertenecen a las dos denominaciones de origen de la isla: la DO Binissalem y la DO Pla i Llevant. La primera se encuentra en el centro de la isla y está integrada por los municipios de Santa María del Camí, Binissalem, Sencelles, Consell y Santa Eugènia. La DO Pla i Llevant, en el centro y en el este, ocupa tierras de gran tradición vitivinícola: Algaida, Ariany, Artà, Campos, Capdepera, Felanitx, Llucmajor, Manacor, Maria de la Salut, Montuïri, Muro, Petra, Porreres, Sant Joan, Sant Llorenç des Cardassar, Santa Margalida, Santanyi, Sineu y Vilafranca de Bonany. Lo mejor de todo es que puedes visitar muchas de las bodegas y degustar sus vinos in situ.
Ya has visto que hay muchas más maneras de disfrutar de Mallorca más allá del verano y de sus playas. Pero por si acaso, después de comprar un Vueling, pon el bañador en la maleta, que con el tiempo tan maravilloso que suele hacer allí nunca se sabe…