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Tánger en 7 terrazas

De Tánger, Truman Capote escribió: "Casi todo en Tánger es inusual y antes de venir aquí uno debe hacer tres cosas: vacunarse contra el tifus, retirar sus ahorros del banco y decir adiós a sus amigos". Muchas cosas han cambiado desde aquel entonces –Capote estuvo aquí en el verano de 1949–, pero Tánger conserva ese anzuelo invisible pero real que advirtió el autor de Desayuno en Tiffany's (1958)y A sangre fría (1965). "Es un puerto que te atrapa, un lugar intemporal; los días se deslizan con tanto disimulo como la espuma en una catarata". Así justificabael célebre escritor norteamericano que tantos viajeros –artistas, escritores, bohemios– que habían aterrizado en Tánger para una breve vacación, decidieran asentarse de forma indefinida para, sencillamente, ver los años pasar. Precisamente de esto trata la ruta de hoy, de sentarse en las mejores terrazas a tomarse un té y observar la bulliciosa vida tangerina pasar.

En lo más alto de la Kasbah

1. Desayuno con diamantes… en el Riad-Hotel La Maison Blanche

No se nos ocurre mejor manera de empezar el día en Tánger que desayunando en la panorámica terraza del  Riad-Hotel La Maison Blanche, situado en la parte más alta de la Kasbah, junto a la puerta principal de la antigua fortaleza. Tras pasar una plácida noche en cualquiera de sus nueve habitaciones –todas ellas decoradas de forma única y dedicadas a artistas que convirtieron Tánger en un lugar cosmopolita y fascinante (Paul Bowles, Juan Goytisolo, etc.)–, seremos testigos del despertar paulatino de la ciudad, disfrutando de la luz que tanto impresionó a Matisse, del mar, y de los tejados multicolores. Precio por habitación: de 100 a 150 euros (desayuno incluido).

El corazón de la Medina

Con el cuerpo descansado y bien alimentado, es hora de perderse por el laberinto de la Medina. Da igual por donde entres, a los dos minutos te desorientas por sus caóticas callejuelas, túneles de paredes de colores en los que jamás incide el sol, pero donde siempre llega su luz. A ambos lados de la refrescante gruta se solapan toda clase de pequeños talleres y negocios. Zapateros, cesteros, joyeros, lecherías, barberías, puestos de especias… El trajín de gente y mercancías es constante. Absolutamente todo se trae en carromatos, pues los coches no caben por estas callejas. Al agradable caos se suman vendedores ambulantes de fruta, pescado, menta, patatas, habas, baratijas, turrón, etc. Pero en la Medina también hay tangerinos ociosos que practican el sano vicio de sentarse en una terraza, o en el diáfano salón de un café, y dejan que el tiempo fluya.

2, 3 y 4. Tingis, Central y Fuentes… al calor del Zoco Chico

La pequeña pero concurrida plaza del Zoco Chico es perfecta para observar uno de los puntos neurálgicos de la medina tangerina. Hay diversas opciones, pero las más históricas y recomendables son el ventilado salón y la terraza del Café Tingis, donde el añado cartel reza que se sirve "todo siempre rápido y fresco", la del Café Central, situada justo enfrente, o los balcones del Café Fuentes, en la planta superior. Para llegar, lo mejor es tomar como referencia la plaza del Gran Zoco –oficialmente llamada 9 de abril de 1947–, que está a 2 minutos andando por la Rue Siaghine. De camino veremos la fachada de la iglesia de la Misión Católica Española, junto a los antiguos Almacenes Alcalá –"tejidos, novedades"–, y nos cruzaremos con numerosos despachos de cambio de divisas, escaparates llenos de cámaras fotográficas antiguas y muchas, muchísimas joyerías.

5. Café Ibn Batouta, en el corazón de la Medina

Más difícil de encontrar pero aún más auténtico es el Café Ibn Batouta, situado en el corazón de la Medina. De varias plantas –los clientes habituales se quedan en el primer piso, a menudo viendo partidos de fútbol en la televisión–, al final de la estrecha escalera aparece una terraza a dos alturas en la que se dan cita los jóvenes de Tánger para beber té, charlar y fumar con el cielo por testigo. Desde aquí no se ve el mar, sino una colmena de tejados y terrados adornados con antenas parabólicas y ropa tendida. Tampoco es el lugar más cómodo de la ciudad, pero sí uno de los más genuinos. Los precios populares –un vaso grande de té a la menta cuesta 6 DH– hacen que acudan muchos estudiantes de la ciudad. Junto a la pequeña barra donde preparan el té, cuelga una foto del actor Matt Damon, hecha durante el rodaje de la película El ultimátum de Bourne. A los clientes asiduos del local le gusta explicar que aquí se rodaron las escenas en las que el protagonista salta entre balcones, volando de un edificio a otro.

Vistas atlánticas

6. Café Hafa, el favorito de Paul Bowles

La escalonada terraza del Hafa es única. Situada sobre el océano, en pleno acantilado, está siempre, siempre, siempre llena de jóvenes que toman té con menta mientras hablan, fuman o se entretienen con juegos de mesa. Este café, fundado en 1921, era el preferido de Paul Bowles, y aquí estuvieron también los Rolling Stones, entre otros. El té es rico y barato –menos de 1 euro– y aunque el mobiliario de plástico actual le resta encanto, es ideal para pasar un rato relajante, leyendo, charlando, meditando con la mirada perdida en el horizonte azul marino. Llegar es facilísimo: saliendo por la puerta principal de la Kasbah –junto a la Maison Blanche–, se toma la calle que sube en dirección a la necrópolis fenicia, que dista apenas 5 minutos a pie y que también es muy popular entre los tangerinos, que acuden aquí a pasar la tarde. Un poco más allá, un callejón luminoso en el que los jóvenes compran y venden cigarrillos sueltos, nos conduce hasta el Café Hafa, donde también se puede comer cualquiera de los snacks típicos locales.

El frescor de la Kasbah

7. Morocco Café, paz a la sombra de un ficus centenario

A 20 metros de la entrada principal de la Kasbah, la tranquila terraza del Morocco Café es ideal para tomar un refrigerio, un té o incluso comer el plato del día, una ensalada, una quiche, etc. Toda la comida es casera. El lugar es algo más elitista que la media, y los precios se parecen a los del otro lado del Estrecho: un té –aquí lo sirven con su teterita– son 18 DH. Abierto a partir de las 9 de la mañana, excepto los lunes, que es el día de descanso. En el mismo edificio se encuentra el Morocco Club, un piano-bar en el que por la noche se puede disfrutar de buen ambiente, música y excelentes cocktails.

 

Texto e imágenes de Sergio Fernández Tolosa (Con un par de ruedas) para Los Viajes de ISABELYLUIS

 

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Tánger, un viaje a la inspiración

Hay destinos a los que acudes por su oferta museística; otros por sus playas o sus montañas; otros por la energía que desprenden; y otros porque simplemente están de moda. En el caso de Tánger, es un viaje que inevitablemente va asociado a la inspiración y a la nostalgia de ese pasado como musa artística que tiene en su haber. Por esta magnífica ciudad, situada en el extremo norte de Marruecos, han pasado múltiples artistas y literatos que de algún modo fueron hechizados por sus encantos.

El Tánger de la luz y el color

El primero de los artistas en dejarse fascinar por Tánger fue el pintor francés Eugène Delacroix. En 1832 viajó allí con una delegación diplomática, y acabaría siendo seducido por su luz y su color, que quedarían magníficamente plasmados en cuadros como “Boda judía en Marruecos”.

Mariano Fortuny, pintor español, y conocedor de la obra de Delacroix, también acudió a Tánger en busca de esa magia, de la que extrajo múltiples esbozos y apuntes para sus obras de temática orientalista.

En 1912 llega Henri Matisse a Tánger. Allí no sólo se topa con "los paisajes de Marruecos exactamente como los describen las pinturas de Delacroix", tal y como él  mismo diría, sino que también encuentra una nueva paleta de colores para sus cuadros. Instalado en la habitación número 35 del aún vigente Gran Hotel Ville de France, donde pintaría obras como Vu d'une fenêtre (Vista de una ventana).

Paul Bowles, Tánger y la generación beat

Tánger se convertiría en un auténtico polo de atracción de escritores, sobre todo durante la década de los 50 y parte de los años 60. Esto no fue fruto de ninguna casualidad. La ciudad entre 1923 y 1956 fue un condominio gobernado por diversos países. Su situación estratégica, en el Estrecho de Gibraltar, y las disputas internacionales por su control llevaron a la toma de esta medida. Conocida como la Zona Internacional de Tánger, era un lugar de paso para mucha gente: diplomáticos, aventureros, artistas, espías, etc. Al ser una ciudad de muchos, o si se quiere, una ciudad de nadie, gozaba de un extraño estatus de libertad y tolerancia muy difícil de encontrar en cualquier otro lugar.

Uno de sus principales habituales fue el escritor y compositor Paul Bowles, que en 1947 llegó a Tánger y quedó totalmente atrapado por sus encantos. Es aquí donde escribe su primera novela, El cielo protector, que tan bien tradujo al campo cinematográfico el director Bernardo Bertolucci. Y tras él, aterrizaron allí otras figuras del mundo de la creación como Truman Capote, Tennessee Williams o Francis Bacon. Y sí, también fue el responsable de la llegada de la generación beat: William Burroughs, Allen Ginsberg y Jack Kerouac no pudieron resistirse a un lugar donde podía dar manga ancha a su imaginación y a sus vicios, para qué negarlo.

El Tánger de ahora

¿Qué queda en la actualidad de todo este pasado? Aunque ha llovido mucho desde entonces y la ciudad se encuentra en pleno proceso de renovación, aún perduran muchos de esos lugares donde rememorar a estos artistas.  

La visita al Gran Zoco es una buena forma de tomar un primer contacto con la ciudad. El buen ambiente y el colorido están asegurados. Y perderse (literalmente) por sus calles también. Sin saber cómo llegarás al Zoco Chico (Petit Socco), una plaza situada en el corazón de la medina, llena de cafés y restaurantes. Otra plaza, la de Francia, también es lugar de imprescindible visita, ya que en ella se encuentra el Gran Café de París, todo un histórico. Aquí pasaron múltiples horas nuestros protagonistas observando a la gente y charlando.

En el Museo de la Fundación Lorin, situado en una sinagoga, hay una buena colección de fotografías, documentos y carteles con los que nos podremos hacer una idea de cómo era el Tánger de la primera mitad del siglo XX. Por otro lado, el Museo del Legado Americano de Tánger es un lugar de visita obligada para los fans de Paul Bowles, pues en su interior hay un espacio dedicado al escritor, con fotos, retratos y las partituras de música marroquí que él mismo se encargó de registrar.

En Villa Muniria, actualmente transformada en el Hotel el Muniria (1, rue Magellan), fue el lugar de alojamiento favorito de la generaciónbeat, que también acogió en sus estancias a Tennessee Williams y a los mismísimos Rolling Stones. En la habitación número 9 William Burroughs escribiría la que sería su obra más destacada, Naked Lunch (El almuerzo desnudo).

Otro espacio esencial en la vida literaria de Tánger es la Librairie des Colonnes (54 del Boulevard Pasteur), que fue un centro de reunión de escritores y artistas, y que en la actualidad sigue programando actividades culturales.

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Texto de ISABELYLUIS Comunicación

Imágenes de Dieter WeineltAndrzej Wójtowicz

 

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