Tánger, un viaje a la inspiración
Hay destinos a los que acudes por su oferta museística; otros por sus playas o sus montañas; otros por la energía que desprenden; y otros porque simplemente están de moda. En el caso de Tánger, es un viaje que inevitablemente va asociado a la inspiración y a la nostalgia de ese pasado como musa artística que tiene en su haber. Por esta magnífica ciudad, situada en el extremo norte de Marruecos, han pasado múltiples artistas y literatos que de algún modo fueron hechizados por sus encantos.
El Tánger de la luz y el color
El primero de los artistas en dejarse fascinar por Tánger fue el pintor francés Eugène Delacroix. En 1832 viajó allí con una delegación diplomática, y acabaría siendo seducido por su luz y su color, que quedarían magníficamente plasmados en cuadros como “Boda judía en Marruecos”.
Mariano Fortuny, pintor español, y conocedor de la obra de Delacroix, también acudió a Tánger en busca de esa magia, de la que extrajo múltiples esbozos y apuntes para sus obras de temática orientalista.
En 1912 llega Henri Matisse a Tánger. Allí no sólo se topa con "los paisajes de Marruecos exactamente como los describen las pinturas de Delacroix", tal y como él mismo diría, sino que también encuentra una nueva paleta de colores para sus cuadros. Instalado en la habitación número 35 del aún vigente Gran Hotel Ville de France, donde pintaría obras como Vu d'une fenêtre (Vista de una ventana).
Paul Bowles, Tánger y la generación beat
Tánger se convertiría en un auténtico polo de atracción de escritores, sobre todo durante la década de los 50 y parte de los años 60. Esto no fue fruto de ninguna casualidad. La ciudad entre 1923 y 1956 fue un condominio gobernado por diversos países. Su situación estratégica, en el Estrecho de Gibraltar, y las disputas internacionales por su control llevaron a la toma de esta medida. Conocida como la Zona Internacional de Tánger, era un lugar de paso para mucha gente: diplomáticos, aventureros, artistas, espías, etc. Al ser una ciudad de muchos, o si se quiere, una ciudad de nadie, gozaba de un extraño estatus de libertad y tolerancia muy difícil de encontrar en cualquier otro lugar.
Uno de sus principales habituales fue el escritor y compositor Paul Bowles, que en 1947 llegó a Tánger y quedó totalmente atrapado por sus encantos. Es aquí donde escribe su primera novela, El cielo protector, que tan bien tradujo al campo cinematográfico el director Bernardo Bertolucci. Y tras él, aterrizaron allí otras figuras del mundo de la creación como Truman Capote, Tennessee Williams o Francis Bacon. Y sí, también fue el responsable de la llegada de la generación beat: William Burroughs, Allen Ginsberg y Jack Kerouac no pudieron resistirse a un lugar donde podía dar manga ancha a su imaginación y a sus vicios, para qué negarlo.
El Tánger de ahora
¿Qué queda en la actualidad de todo este pasado? Aunque ha llovido mucho desde entonces y la ciudad se encuentra en pleno proceso de renovación, aún perduran muchos de esos lugares donde rememorar a estos artistas.
La visita al Gran Zoco es una buena forma de tomar un primer contacto con la ciudad. El buen ambiente y el colorido están asegurados. Y perderse (literalmente) por sus calles también. Sin saber cómo llegarás al Zoco Chico (Petit Socco), una plaza situada en el corazón de la medina, llena de cafés y restaurantes. Otra plaza, la de Francia, también es lugar de imprescindible visita, ya que en ella se encuentra el Gran Café de París, todo un histórico. Aquí pasaron múltiples horas nuestros protagonistas observando a la gente y charlando.
En el Museo de la Fundación Lorin, situado en una sinagoga, hay una buena colección de fotografías, documentos y carteles con los que nos podremos hacer una idea de cómo era el Tánger de la primera mitad del siglo XX. Por otro lado, el Museo del Legado Americano de Tánger es un lugar de visita obligada para los fans de Paul Bowles, pues en su interior hay un espacio dedicado al escritor, con fotos, retratos y las partituras de música marroquí que él mismo se encargó de registrar.
En Villa Muniria, actualmente transformada en el Hotel el Muniria (1, rue Magellan), fue el lugar de alojamiento favorito de la generaciónbeat, que también acogió en sus estancias a Tennessee Williams y a los mismísimos Rolling Stones. En la habitación número 9 William Burroughs escribiría la que sería su obra más destacada, Naked Lunch (El almuerzo desnudo).
Otro espacio esencial en la vida literaria de Tánger es la Librairie des Colonnes (54 del Boulevard Pasteur), que fue un centro de reunión de escritores y artistas, y que en la actualidad sigue programando actividades culturales.
¡Déjate seducir como lo hicieron en el pasado artistas y escritores y márcate una escapada de lo más inspiradora con Vueling!
Texto de ISABELYLUIS Comunicación
Imágenes de Dieter Weinelt, Andrzej Wójtowicz
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Viajar y comer con niños en Marrakech
Marrakech es un caos, y nadie que haya pisado alguna vez esta ciudad marroquí se atreverá jamás a manifestar lo contrario. Un desorden bendito para aquellos a quienes les va la marcha, y un lugar estresante y terriblemente imprevisible para los amantes del orden y para aquellos que necesitan tener todo bajo control. A estos últimos les aconsejamos que cojan un Vueling a Zúrich con su familia y disfruten de la plácida sensación de que todo funciona y donde además hacen unas fondues que están de miedo. Al resto, les recomendamos que nos sigan en esta fantástica aventura.
Marrakech es ese lugar donde cada tres pasos alguien te para por la calle con el objetivo de venderte algo, llevarte a la tienda de alguien, hacerte una ruta guiada por la ciudad, colocarte una serpiente en los hombros, tatuarte, prepararte un zumo de naranja, pasear contigo y su mono –al que pretenderán que cojas de la mano– o llenar tu bolsa de perfumes, especias, jabones y hermosos objetos decorativos que parecen salidos de Las mil y una noches. Todo ello mientras esquivas carros tirados por caballos al grito de “Calesa, María, barato”, burros y demás fauna que puebla la ciudad, te haces una foto con un camaleón, visitas palacios que hasta el momento solo existían en tu imaginación y comentas con los hombres de todas las edades que irrumpen en tu camino las últimas hazañas del Barça.
Esta ciudad marroquí es pura magia, un delicioso caos fascinante en el que huele a especias y té con menta –un poco, a veces, a caca de caballo también, pero y qué– y en el que cualquier amante de la aventura va a divertirse de lo lindo. Y nadie mejor que un niño para apreciar esta ciudad que no se parece a nada antes visto, para entregarse al disfrute de la retahíla de personajes y situaciones fuera de lo común que van a protagonizar la estancia en Marrakech y que la harán inolvidable.
El primer lugar del que van a enamorarse los más pequeños es de la plaza Jemaa El-Fna, el centro neurálgico de la medina, donde al caer la tarde empieza uno de los festivales gastronómicos más maravillosos del mundo. De todos esos puestos callejeros comienzan a emerger deliciosas carnes especiadas, hummus, cuscús, tajines, ensaladas y otras delicias a precios de risa. Hay quien no se atreve a ocupar mesa en este mercado callejero por temor a la intoxicación, a la contaminación del agua y los posibles efectos adversos para nuestro aparato digestivo, pero simplemente con asegurarnos de que los cubiertos están limpios y secos y evitando los alimentos crudos disfrutaremos de un espectáculo que ni en el Sublimotion.
En la misma plaza hay también numerosos restaurantes con vistas que nos permiten disfrutar con cierta perspectiva del jolgorio constante de Jemaa El-Fna. Uno de nuestros preferidos es Aqua (Jamaa El Fna, 68), cuya terraza en la planta superior ofrece unas vistas privilegiadas de la plaza y donde ofrecen una cocina casera marroquí bastante correcta y donde también tienen pasta, pizza, bocadillos y otros platos internacionales perfectos si deseamos abandonar por un día la cocina local.
Seguimos la ruta gastronómica en familia por Marrakech ocupando mesa en un espacio fascinante por ser absolutamente inclasificable: Clock Cafe, uno de los pocos locales hipsters de la ciudad, un sitio que bien podría estar en Londres o Berlín y que, sin embargo, no pierde su esencia árabe. Aquí los precios ya rozan los europeos, el hilo musical emite indie pop, las sillas son amarillas, hay graffitis en las paredes y tienen un cuscús con pollo y cebolla caramelizada de escándalo, aunque los peques probablemente escojan la hamburguesa de camello, uno de los productos estrella de la casa. Si hace frío –cosa que también ocurre en invierno en Marrakech–, su chimenea será vuestra mejor amiga.
Otra opción recomendable es hacer un alto en el camino es Nid'Cigogne (Place des Tombeaux Saadiens, 60), un amplio restaurante de tres plantas al lado de las tumbas saadíes, donde los más pequeños se divertirán con los gatos que habitan la terraza y podrán disfrutar de platos sencillos, que van desde sándwiches a guisos marroquíes, y descansar durante unas horas del bullicio constante que es Marrakech. El servicio es muy amable y, como ocurre sin excepción en todas partes en esta ciudad de cuento, los niños son siempre bienvenidos, acogidos con cariño y tratados con respeto y afabilidad.
Por último, aunque las opciones son infinitas, vale la pena pararse a tomar un té en el bonito Marrakech Henna Art Cafe, donde podremos hacernos un tatuaje de henna y, mientras esperamos, degustar unas pastitas. También podemos atacar un tentempié en forma de delicioso hummus y cuscús vegetal a precios bastante ajustados, y comprar alguno de los souvenirs que venden en su interior.
Y así, con una cesta cargada de artesanía, especias, jabones, babuchas multicolores y miles de recuerdos inolvidables, disfrutaremos de una experiencia en familia que nos habrá dado anécdotas maravillosas y muchas horas de risas. Y es que, ¿en qué otro país del mundo alguien muy serio ataviado con chilaba va a parar a tu hijo por la calle al grito de “Hola, pequeño Nicolás”? Reserva tu Vueling a Marrakech y anímate a vivir esta experiencia en primera persona.
Texto y fotos de Laura Conde de Gastronomistas.com
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Asturias paraíso ejemplar
A continuación os hemos preparados algunas rutas con estos pueblos como protagonistas:
El embrujo del oriente: primera escala
Nuestro singular itinerario cultural astur empieza por el pueblo más oriental de todos, San Esteban de Cuñaba, para disfrutar con su paisaje de alta montaña, sus senderos, sus casas y sus habitantes. Desde este pueblo además vemos los Picos de Europa, el primer Parque Nacional declarado en España. Destaca la comunidad de pastores que habita allí desde hace cientos de años. Ellos elaboran quesos como el Gamonéu o el Cabrales, que son destacadas joyas en la mapa quesero internacional. Por su parte el pueblo de Porrúa (Llanes), es el verdadero guardián de las tradiciones asturianas. Su Museo Etnográfico da buena cuenta de ello, así como su Mercáu Astur, su banda de gaitas conocida como El Llacín, o su bucólico paisaje de aldea llanisca, que mira al mismo tiempo al mar y a los Picos de Europa.
Entre manzanos y sidra: parada y fonda
Tanto Villaviciosa, como Nava concentran una importante superficie de pomaradas - extensiones de terreno donde se cultivan los manzanos-, además de llagares- lugares donde se elabora la sidra y se celebran espichas o fiestas gastronómicas -, chigres -bares típicos o restaurantes que ofrecen platos inspirados en la tradición asturiana. Por si fuera poco, en Nava está el Museo de la Sidra, cuya visita nos adiestrará aún más como apasionados del universo sidrero. También en Sariego, pueblo galardonado, degustaremos buena sidra y cocina casera de altos vuelos. Si hacemos el Camino de Santiago aquí nos toparemos con lo mejorcito del Románico rural asturiano. Y si nos perdemos caleyando -dando un paseo-, podremos llegar a Cabranes, y descubrir Torazo, otro premiado. El itinerario por la Comarca de la Sidra nos permite asomarnos al mar en una de las urbes marineras más agraciadas de norte: Lastres, también premiada, que nos deleitará con sus vistas, su ambiente, y su imprescindible cocina marinera.
Sinfonía de cumbres en la montaña central y el Valle del Nalón: un alto en el camino
En medio de la sinfonía de cumbres, montañas, valles, ríos y bosques que es la Montaña Central, este viaje nos lleva aJomezanay el Valle del Huerna, al corazón deLena. Y de aquí a Morcín, a La Foz, a disfrutar de sus quesos – impresionante su Afuega’l Pitu -, sus nabos, y su paisaje. Siguiendo por esta comarca, llegamos a Aller, y a Moreda donde cada 11 de noviembre se celebra la Fiesta de los Humanitarios comiendo, claro está, la típica fabada. Para rematar, una parada en Bueño, donde veremos un impresionante conjunto de hórreos. El Nalón, el río más largo de Asturias, marca la vida de este valle. Destaca Sobrescobio una comunidad vecinal ejemplar, donde lo mismo nos encontramos con un artesano de la madreña –tipo de calzado-, o con un urogallo, y todo en medio de idílicos escenarios camperos.
Camín Real de la Mesa: la vía romana que nos une en este itinerario
El Camín Real de la Mesa fue una de las más importantes vías romanas de cuantas unían la Meseta con la Cordillera Cantábrica, y hoy da nombre a una espléndida comarca, algunos de cuyos municipios, como Somiedo o Teverga, son territorios donde campa a sus anchas el oso pardo cantábrico. Hace ahora diez años, el pueblo somiedano de Villar de Vildas recibía también el galardón real. En Teverga, premiada en 2013, pesa aún su pasado minero y ganadero. No dejes de visitar su Parque de la Prehistoria.
El encanto del Eo y La magia de los vaqueiros: una escala occidental
La ría del Eo no solo es divisoria natural entre Asturias y Galicia, es mucho más. Su biodiversidad y belleza da vida a toda una Reserva de la Biosfera. Allí Castropol, pueblo ejemplar, mira tanto al mar como a la tierra; es un lugar ideal para el reposo, para el deporte y para la más excelente gastronomía. Más al interior, San Tirso de Abres, también galardonado, es un oasis de paz y tranquilidad. En cambio Los Vaqueiros de Alzada, pueblo ganadero y trashumante por excelencia dio nombre a una comarca que en este recorrido aporta varias paradas interesantes: Soto de Luiña y Novellana, en Cudillero, que ponen la seducción de las brañas y pueblos costeros del occidente asturiano; el interior nos lleva al recóndito Valle de Paredes, y su río Esva, en Valdés. Y aún más al interior nos topamos con dos pueblos de Tineo con mucho carácter e historia: Tuña - tierra del general Riego -, y Navelgas, muy conocido por su tradición de bateo de oro.
Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias y el río Navia: la última etapa
Desde muy antiguo esta comarca del Narcea, Degaña e Ibias ha sido tierra de riqueza mineral. Tierra de aire puro y de gentes valerosas cuya conducta y amor por el territorio les hizo pueblo ejemplar. Llegamos a las paradas finales de este viaje singular por Asturias. No dejes de visitar Grandas de Salime, reserva etnográfica y castreña del Principado; Boal los últimos galardonados- y Puerto de Vega, ya en la costa naviega. ¡Ah! No te vayas sin echar una última mirada al Cantábrico. ¿Y qué mejor que Puerto de Vega?, Sin duda se trata de una experiencia diferente, que nos ha llevado a conocer la Asturias auténtica y su esencia vital.
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+ infoMenorca Km 0 Un paseo por los sabores de la isla balear
Podría pasar horas contando todos los atractivos de esta maravillosa isla balear, pero estas letras van a ir dedicadas a su cara más gastronómica, su rica despensa y sus restaurantes. Y es que uno de los deberes que todo viajero debería hacer es investigar sobre los sabores que va a encontrar en su destino. Vivir el turismo desde el paladar es una manera más de entender su cultura.
De esta manera, Menorca no podría entenderse sin sus quesos (D.O. Queso de Mahón-Menorca) elaborados de forma artesanal en paños, pintados de aceite y pimentón; pásate por queserías como S’Arangi (Es Mercadal) o Son Mercer de Baix (Ferreries). Y tampoco sin sus embutidos: carn i xulla (crudo y curado a base de carne magra de cerdo y tocino), sobrasada, botifarró (la carne y su sangre) o camot/cuixot/camaiot (parecido al botifarró pero embutido en piel). Y qué decir de su Gin Xoringuer, destilado popular con el que se elabora la pomada o gin amb llimonada. O de sus vinos, que después de una presencia casi testimonial, están viviendo un momento de dulce recuperación, ya bajo el sello ‘Vi de la terra Illa de Menorca’. En las tiendas El Paladar encontrarás muy buenas referencias para comprar de cualquier producto local.
Y no dejes de pedir alguno de los vinos de Hort de Sant Patrici, Sa Forana, Binifadet… cuando te sientes en cualquiera de las siguientes mesas. Nada que ver una con otra -desde cocina creativa a abarrotados menús- pero todas ellas con algo en común, el interés por ofrecer producto local y recetas que son tan de ayer como de hoy:
Binifadet. Entre viñedos
Hacer una visita guiada, comprar vinos y disfrutar de un almuerzo es un plan redondo para una mañana en Sant Lluis, al ladito de Mahón. Quesos de la zona, tostada de sobrasada con mermelada de vino, carré (costillar) de cordero y un fresquito Merluzo blanco.
Biniarroca. Entre jardines
Un encantador hotel rural en Sant Lluís cuyo restaurante sigue siendo uno de los más recomendados de la isla. Su porche y sus jardines son de día un lugar donde se para el tiempo al calor del café. De noche, un escenario de cocina de producto menorquín con buenas maneras. Acertada opción de alojamiento. Te sentirás como en casa.
Terra Bistró. En el puerto
Acaban de cumplir su primer año apostando por productos y recetas locales, bien presentadas, en un local muy mono y de precios ajustados. Hojaldre de botifarró con cebolla confitada y mermelada de tomate o arroz negro de calamar y mejillones. Hazte con una mesa en su terraza y no dejes de probar sus postres caseros.
Rías Baixas y Loar. Un alto en el camino
Vamos hacia Ciutadella y paramos en Ferreries. Nos hablan de un restaurante que combina el mejor marisco gallego con cocina menorquina: Rías Baixas. Un festín improvisado a base de frito marinero (mar y verduras), mejillones y berenjenas rellenas de gambas. Caldereta de langosta y riquísimos postres. Interesante también el menú diario del restaurante Cala Galdana del Hotel Loar, que llena las mesas de locales cada mediodía con propuestas tradicionales de la isla, también a la carta. Confortable alojamiento si pasamos noche en el interior de la isla.
Mon. Apuesta personal de Felip Llufriú y Guillem Pons
Llegamos a Ciutadella y alucinamos con la propuesta del primero en cocina y el segundo en sala, de este proyecto ya propio que habitó un tiempo en Can Faustino. Local sin distracciones con vistas a la cocina donde disfrutar de platos como pescado de roca escabechado sobre una coca fina y berenjena escalibada, cigalita en tres servicios (tartar con las pinzas, ceviche de la cola y caldo de las cabezas) o cochinillo de la isla con naranja amarga y sobrasada picante. Creatividad y producto. Imprescindible. (Passeig de San Nicolau, 4 - Tel. 971381718)
Ses Voltes. Azotea ‘casual’ en plena Ciudadella
Para quien busque una alternativa de buen precio y cocina para todos los gustos. Amplísima carta aquí, con ensaladas, pastas, arroces, carnes o pescados y un interesante apartado de pizzas. Pero también, con raciones de la tierra como huevos rotos con sobrasada o milhojas de cuixot.
Torralbenc. Alta cocina con sello de Paco Morales
Un entorno privilegiado, una paz gratificante, una cocina estupenda. En Torralbenc es posible volar a golpe de royal templada de queso curado de Mahón, un misterioso y sabroso perfecto-imperfecto, steak tartar o un postre de nombre naranja que hace llorar. Grandes vinos y gran servicio.
Más sugerencias donde dormir (y seguir comiendo):
Los hoteles Artiem (Audax, Carlos III y Capri) con su proyecto por la sostenibilidad Aportam! una firme apuesta por ofrecer entre sus opciones gastronómicas productos de la zona. Tener ensaimadas y bizcochos locales en el desayuno y embutidos artesanos en las cenas no tiene precio.
Para algo más rural, Sant Ignasi, a dos pasos de Cuitadella. También con una interesante propuesta de restaurante y una impresionante terraza donde se puede disfrutar de un relajado desayuno con gran variedad de mermeladas caseras.
Y cerramos la ruta y el día con una copa a ritmo de DJ en la espectacular azotea del Barceló Hamilton en Es Castell. Un hotel para los que busquen opción “adults only” con vistas al Mediterráneo.
Seguro que se ha esfumado cualquier resquicio de duda que pudieras tener. ¡vamos! Consulta nuestros vuelos aquí.
Texto de Silvia Artaza de Gastronomistas.com
Imágenes de Silvia Artaza y establecimientos
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