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Cementerio Skogskykogarden

Por Eddy Lara de Destinos Actuales

Los países escandinavos asumen la muerte de forma muy distinta a cómo se asume en la cultura latina, cambia completamente esa percepción y nos reconcilia con un hecho inevitable. Una de las mejores muestras de esta concepción es la forma de cómo conciben sus cementerios: pequeñas ciudades con inmensas cantidades de áreas verdes en la que no sólo se puede ir para visitar los restos de un ser querido, sino también reconciliarse con la naturaleza.

El Cementerio Skogskyrkogarden o el Cementerio del Bosque en Estocolmo es una de las obras arquitectónicas más representativas del modernismo en todos los países escandinavos. Fue diseñado por los arquitectos Erik Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz en 1915 y la idea fue adaptarlo a la naturaleza del bosque donde se construyó. Posee un crematorio y tres capillas: la capilla de la Santa Cruz, la capilla de la resurrección y la capilla del bosque en la que se encuentra una réplica de la escultura del Ángel de la Muerte. En 1994 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Más allá de la belleza arquitectónica de este cementerio, lo que más prevalece es el protagonismo que tiene la naturaleza. Su diseño pensado para que todas las personas que fueran a despedir a sus seres querido sufrieran el dolor de una pérdida, pero también sirviera para alcanzar la resignación y, por ende, la paz interior. Y ha sido uno de los aspectos más logrados de este lugar. Estar allí genera una paz interior indescriptible. Olvidamos que estamos en un cementerio o más bien comenzamos a percibir la muerte de una manera completamente distinta.

En este cementerio se encuentran también los restos de la actriz sueca más famosa de todos los tiempos: Greta Garbo. Si tienes la oportunidad de visitarlo cuando viajes a Estocolmo no dejes de hacerlo. No te dejará indiferente, y percibirás la muerte con una visión optimista o tal vez, menos negra de lo que muchos imaginamos.

Imagen de Holger.Ellgaard

Por Eddy Lara de Destinos Actuales

Los países escandinavos asumen la muerte de forma muy distinta a cómo se asume en la cultura latina, cambia completamente esa percepción y nos reconcilia con un hecho inevitable. Una de las mejores muestras de esta concepción es la forma de cómo conciben sus cementerios: pequeñas ciudades con inmensas cantidades de áreas verdes en la que no sólo se puede ir para visitar los restos de un ser querido, sino también reconciliarse con la naturaleza.

 

El Cementerio Skogskyrkogarden o el Cementerio del Bosque en Estocolmo es una de las obras arquitectónicas más representativas del modernismo en todos los países escandinavos. Fue diseñado por los arquitectos Erik Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz en 1915 y la idea fue adaptarlo a la naturaleza del bosque donde se construyó. Posee un crematorio y tres capillas: la capilla de la Santa Cruz, la capilla de la resurrección y la capilla del bosque en la que se encuentra una réplica de la escultura del Ángel de la Muerte. En 1994 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Más allá de la belleza arquitectónica de este cementerio, lo que más prevalece es el protagonismo que tiene la naturaleza. Su diseño pensado para que todas las personas que fueran a despedir a sus seres querido sufrieran el dolor de una pérdida, pero también sirviera para alcanzar la resignación y, por ende, la paz interior. Y ha sido uno de los aspectos más logrados de este lugar. Estar allí genera una paz interior indescriptible. Olvidamos que estamos en un cementerio o más bien comenzamos a percibir la muerte de una manera completamente distinta.

En este cementerio se encuentran también los restos de la actriz sueca más famosa de todos los tiempos: Greta Garbo. Si tienes la oportunidad de visitarlo cuando viajes a Estocolmo no dejes de hacerlo. No te dejará indiferente, y percibirás la muerte con una visión optimista o tal vez, menos negra de lo que muchos imaginamos.

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Rallarvegen

La ruta ciclista más popular de Noruega es la que transcurre en paralelo con la línea ferroviaria que, desde finales del siglo XIX, va de Bergen a Oslo, la Rallarvegen, con 80 km que pueden recorrerse en dos o tres días desde mediados de julio a finales de septiembre.

Durante tu ruta por Rallarvegen disfrutarás tanto de la belleza de sus paisajes, que varían enormemente desde la naturaleza ártica de Hardangervidda a los verdes valles de Flåmsdalen, como de los tesoros culturales que todavía se conservan.

Imagen de

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Petaloudes: el valle de las mariposas

Petaloudes es un pequeño pueblecito del interior en el sur de Rodas. Aquí se encuentra el Valle de las Mariposas, un punto de interés por un curioso fenómeno. El atrayente aroma de los árboles liquidámbar del valle hace que millones de mariposas de la especie Tigre de Jersey vuelen hasta aquí cada verano, en busca de la preciada resina que rezuma de sus cortezas, formando un colorido tapiz naranja.

Es uno de esos espectáculos inéditos de la naturaleza que vale la pena observar. Eso sí, siempre en silencio para no perturbar a las mariposas en su hábitat.

El valle guarda otros tesoros para sus visitantes: impresionantes cascadas, caminos de piedra o senderos que franquean los ríos con deliciosos puentes de madera.

Imagen de Karelj

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Viaja a Laponia en familia para ver a Papá Noel (y más cosas)

¿Tus peques sueñan con conocer a Papá Noel? Pon rumbo con la familia a Rovaniemi, el pueblo de Santa Claus. Descubrirás además que en Laponia (Finlandia) hay muchísimos que ver y hacer, ¡alucinarán!

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