Ecoturismo en estado puro en el Camino Natural de la cordillera Cantábrica
Hoy os recomendamos uno de las rutas con más encanto de todo el territorio español. Nosotros la recorrimos y quedamos hechizados ¿Quieres saber por qué? Nos referimos al Camino Natural de la Cordillera Cantábrica, un vía rural ubicada en un contexto de naturaleza que recorre, a lo largo de poco más de seiscientos kilómetros, buena parte del territorio asturiano de este a oeste de la Cordillera Cantábrica. Nosotros iniciamos la senda en su punto más oriental, situado en el concejo de Peñamellera Baja, junto a los límites con Cantabria, y lo concluimos en el concejo de Santa Eulalia de Oscos, muy cerca de la comunidad autónoma de Galicia. Fue un viaje mágico, una escapada de comunión con la naturaleza en la que desconectamos del mundanal ruido de la ciudad.
El Camino Natural está dividido en veintisiete etapas, pero depende de la preparación del caminante o su disponibilidad de tiempo, éstas se pueden agrupar para hacer el recorrido en menos jornadas. Lo bueno de esta ruta es que nunca caes en la monotonía. Aquí las bellas panorámicas se van sucediendo, y todas están compuestas por una rica diversidad de flora y de fauna. Sin duda, nos topamos con algunas de las mejores muestras del esplendor paisajístico asturiano
Otro aliciente de esta ruta es el buen número de espacios naturales protegidos que irán apareciendo a nuestro paso: el Parque Nacional Picos de Europa, el Parque Natural de Redes, el Paisaje Protegido de las Cuencas Mineras, el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa, cerca del Parque Natural Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, además de la Reserva de la Biosfera Oscos-Eo. A todo esto hay que sumarle los enclaves naturales de la Sierra del Cuera, el Pico Caldoveiro o las Sierras de Carondio y Valledor. ¿Se puede pedir más?
Pero no solo está el componente que proporciona la naturaleza, también está el que aporta la mano del hombre. Y es que a lo largo del recorrido nos encontramos con innumerables muestras de patrimonio histórico y cultural, materializadas, muchas de ellas en formas arquitectónicas tradicionales como los hórreos, casonas, ermitas, iglesias, torres y palacios señoriales. También están los caminos históricos por los que discurre en algunos de sus tramos, como la Vía romana de la Carisa, el Camín Real de La Mesa o el enlace entre el Camín Francés y el Camino Primitivo de Santiago, además de la presencia de yacimientos arqueológicos celtas, romanos, y medievales.
El Camino Natural de la cordillera Cantábrica se compone de las siguientes etapas:
1. De Panes a Alles; 17,85 km; 5,00 horas
2. De Alles a Carreña; 15,98 km; 4,30 horas
3. De Carreña a Benia de Onís; 19,02 km; 5,00 horas
4. De Benia de Onís a Cangas de Onís; 23,58 km; 4,30 horas
5. De Cangas de Onís a Villamayor; 22,98 km; 7,30 horas
6. De Villamayor a Espinaredo; 13,40 km; 4,30 horas
7. De Espinaredo a Fresnedal; 9,26 km; 3,00 horas
8. De Fresnedal a Los Melendreros; 15,93 km; 5,30 horas
9. De Los Melendreros a Entralgo; 13,37 km; 4,30 horas
10. De Entralgo a Bello; 18,51 km; 6,00 horas
11. De Bello a Santibáñez 32,54 km; 6,00 horas
12. De Santibáñez a Campomanes; 26,09 km; 8,30 horas
13. De Campomanes a Llanuces; 25,96 km; 8,30 horas
14. De Llanuces a Bárzana; 20,17 km; 5,00 horas
15. De Bárzana a Villanueva; 18,14 km; 5,00 horas
16. De Villanueva a Villamayor; 43,67 km; 9,00 horas
17. De Villamayor a Dolia; 22,65 km; 8,00 horas
18. De Dolia a Belmonte; 13,99 km; 4,30 horas
19. De Belmonte a Boinás; 17,25 km; 5,00 horas
20. De Boinás a Tuña; 24,62 km; 4,00 horas
21. De Tuña a Onón 16,68 km; 4,00 horas
22. De Onón a Corias; 23,77 km; 7,00 horas
23. De Corias a Besullo; 20,02 km; 6,30 horas
24. De Besullo a Berducedo; 42,21 km; 7,00 horas
25. De Berducedo a Grandas; 45,71 km; 6,00 horas
26. De Grandas a Castro; 13,25 km; 3,00 horas
27. De Castro a Santa Eulalia de Oscos; 29,43 km; 6,00 horas
El mejor ecoturismo del norte de la Península Ibérica
Con este viaje hemos aprendido que es el ecoturismo, una modalidad que está empezando a ser tendencia en España. A grandes rasgos se trata de una estilo de turismo de naturaleza que aboga por el respeto al medio ambiente y por la sostenibilidad, además de contribuir de una forma directa y efectiva en el desarrollo de la zona, y en el que en todo momento está presente la preservación de los recursos con el objetivo de salvaguardar la flora y la fauna locales. Así pues, ¿qué mejor manera de poner en práctica esta tendencia turística en boga que aventurándose a recorrer el Camino Natural de la cordillera Cantábrica? Las especies únicas, los paisajes irrepetibles y las experiencias inolvidables están aseguradas en este pequeño paraíso natural situado al norte de la Península ibérica. ¿Te lo vas a perder?
Texto de José García
Fotos de Turismo de Asturias
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Kinderland, la isla de los niños
La isla de Mainau es un cautivador islote verde y tapizado de flores que emerge de las azules aguas del lago Constanza, a poco más de hora y media de Stuttgart. En la isla destaca un jardín de estilo mediterráneo de 45 hectáreas que mandó construir el conde Lennart Bernadotte, emparentado con la casa real sueca. En la actualidad, sus hijos administran esta obra de arte de la jardinería.
El País de los Niños de Mainau
En la isla Mainau (conocida también como la Isla de las Flores) hay mucho que admirar, y eso no se limita a la exuberancia botánica procedente de todo el mundo. Mainau-Kinderland (el País de los niños de Mainau) y La casa de Mariposas más grande de Alemania atrae hasta aquí a familias de todo el mundo –dicen que más de dos millones de personas al año-. Lo mejor de este gran parque infantil es que es apto para niños a partir de dos años de edad. Está abierto prácticamente desde la primavera hasta el otoño.
Pero, por encima de todo lo que más llama la atención a los pequeños –y a muchos mayores, para qué nos vamos a engañar- es El pueblo de los enanos. Esta atracción está concebida especialmente para niños de entre dos y cuatro años de edad. Allí hay cabañas en forma de cuevas, un tren de madera y zonas para jugar con agua, que siempre funciona. El pueblo se ubica entre la granja y el lago, y en él podemos encontrar un establo para montar ponis. Además también hay burros enanos, y perros; muchos perros, por no decir todos los perros, ya que prácticamente están todas las razas representadas. En la granja con jardín también hay conejos sueltos, que corretean mientras las vacas y las cabras pastan a sus anchas. Y como no, no podía faltar el clásico corral con gallos y gallinas cacareando. Y es que… ¿a qué niño no le gusta una granja?
Uno de los puntos culminantes es el zoológico, donde los niños podrán acariciar a muchos animales. Aunque la mejor parte, es la casa de las mariposas, la cual está abierta durante todo el año. Con una superficie de 1.000 m², su escenografía nos remite a un paisaje tropical de ensueño. A través de sus susurrantes cascadas, puentes que pasan sobre estanques y una gruta, los visitantes pueden observar con tranquilidad a cientos de coloridas y poco comunes mariposas de aprox. 80 especies volando libremente o alimentándose, y verlas en sus danzas de cortejo o poniendo huevos. Si te mantienes inmóvil durante un rato igual tienes suerte y alguna de ellas se posará encima de ti. Otro punto destacado es el nuevo jardín de insectos. Allí se ofrecen interesantes informaciones sobre las abejas salvajes, las abejas melíferas y la apicultura en general.
¡Atención!, zona acuática
El espacio que últimamente más triunfa de todo el complejo es Wasserwelt (mundo acuático). Sin duda es ideal para que los pequeños jueguen a sus anchas, y sin peligro de que se hagan daño. En realidad es una especie de circuito a la manera de “Humor Amarillo” o “Guaypaut” integrado por un conjunto de pequeñas casas y torres, pegadas entre si e intercomunicadas de diferentes maneras. Los niños deben esforzarse para superar los obstáculos y pasar colgándose de una casa a la siguiente sin tocar el suelo. Para ello pueden usar cuerdas y pasarelas escalables. En este mundo acuático hay grandes superficies de arena concebidas como zonas de lodo. Aquí los niños pueden jugar sin límites: pueden construir, hornear, descubrir e investigar. Justo al lado hay un camino para andar descalzo, hecho con todo tipo de materiales agradables al tacto, más que nada, por si el adulto no les quiere acompañar en tan chorreante tránsito.
Lago Constanza
El lago Constanza apodado Schwäbische Meer (Mar Suabo), es el tercer lago más grande de Europa y se encuentra a horcajadas de tres países: Alemania, Austria y Suiza. Aprovechando el viaje Mainau Kinderland no os perdáis hacer una visita por estos maravillosos parajes.Formado por el glaciar del Rin durante la última glaciación y alimentado hoy por el mismo río, donde desagua, este enorme lago mide 63 km de longitud y 14 de ancho, y tiene una profundidad máxima de 250 metros. La región comprende prados y viñas, huertos y pantanos, playas y estribaciones alpinas. Un heterogéneo paisaje increíblemente bello en verano, momento en el que se concentra una mayor cantidad de visitantes, y que permite entre otras actividades, nadar en el lago y acampar en algunas zonas ribereñas. En primavera se llena de flores y en otoño hay vino joven, menos gente y una visibilidad magnífica cuando sopla el cálido Föhn.
No desaproveches la ocasión de acercar la cultura a los más peques. En la zona hay innumerables iglesias barrocas, abadías benedictinas, viviendas de la Edad de Piedra, fuertes romanos, castillos medievales y hasta zepelines. Imposible aburrirse. Venga, ¡prepárales ya esta gran sorpresa a tus hijos! Consulta nuestros vuelos aquí.
Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Germany Travel
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Una ruta por la Bretaña francesa
Recorrer la Bretaña es revivir la emocionante historia medieval europea, ahondar en sus raíces culturales, en sus tradiciones y leyendas. Descubrirás unos paisajes sorprendentes; sus playas, acantilados o localidades medievales como Vitré o Fougères, y sacarás provecho de los efectos beneficiosos que ofrecen las aguas del océano Atlántico para el cuerpo. En Dinard o La Baute encontrarás algunos de los mejores balnearios, a los que son tan aficionados los bretones, en los que descansar y purificarte.
La Bretaña francesa es una gran península con 1.200 kilómetros de litoral y una intensa relación con la tierra y el mar, que se percibe tanto en sus paisajes como en la gastronomía y sus tradiciones, que se remontan a su pasado celta, realmente más próximo a Irlanda o Gales que a la propia Francia.
La belleza del litoral bretón se ve prolongado por sus islas, al norte las de Bréhart o Ouessant y Sein, Glénan, Groix o Belle-Île al sur, auténticos paraísos de belleza salvaje con sus calas protegidas y sus faros, y con una historia y personalidad propia. Sus puertos han sido puntos estratégicos tanto para el comercio como para la defensa militar e incluso, tierras de destierro.
Rennes, aunque capital de la Bretaña, se encuentra a las puertas de la región de Normandía y es un destacado lugar del patrimonio arquitectónico y testigo de la historia de la región. Alrededor de sus dos plazas reales, el Parlamento y el ayuntamiento, y sus características casas de entramado de madera y mansiones renacentistas, se dibujan siglos de historia.
A 30 kilómetros de Rennes se encuentra el frondoso bosque de robles y hayas de Brocelandia, dominio de mitos y leyendas celtas. Es aquí donde se suelen situar muchos episodios de las novelas de la Mesa Redonda, como la búsqueda que el Rey Arturo ordenó para encontrar el Santo Grial y fue también el lugar donde vivieron el hada Viviana, el caballero Lancelot y el mago Merlín, amigo y asesor del joven Arturo, del que dicen quedó allí atrapado por amor.
Por el mágico bosque de Broscelandia recorrerás recónditos senderos que te llevaran por el Puente del Secreto, el pueblo de Paimpont y su hermosa abadía o los castillos de Brocelianda y del paso del Acebo.
Al norte, en el estuario del río Rance se llega a Dinan, con su encantador casco urbano y una de las ciudades medievales mejor conservadas. Por su recinto amurallado descubrirás fascinantes monumentos como la basílica de Saint-Sauveur o la torre de l’Horlage.
A partir de aquí se extiende la Costa Esmeralda, con sus verdes costas salpicadas de pueblecitos, que trascurre desde la ciudad amurallada de Sain-Malo a la Costa de Granito Rosa, que debe su nombre a sus peculiares formaciones rocosas de matices rosa. Y entre ellos, innumerables sitios por explorar: los acantilados rocosos de Cap Fréhel o Rochefort-en-Terre con sus casas bajas de techos de pizarra y el encanto de los viejos pueblos.
Otro de los alicientes de la ruta por la costa bretona es seguir el Camino de los faros, que se inicia en Brest y finaliza en Portsall, para recorrer el medio centenar de faros que puntean su litoral.
Grandes pintores como Paul Gauguin o Maurice Denis han inmortalizado como nadie la Bretaña. Podrás redescubrirlos en el Museo de Bellas Artes de Pont-Aven. Pont-Aven debe su fama a la escuela de pintores que lideró Gauguin en esta localidad pesquera, llegados de París y dispuestos a seguir sus enseñanzas. Esta población sigue conservando los nostálgicos molinos que se sucedían a lo largo del río, que tantas veces recrearon estos artistas, y su fascinación por la pintura, pero también podrás disfrutar de su afamada repostería.
Finalizando el arco de la costa bretona hacia el sur, se encuentra Carnac, localidad que alberga más de 3.000 restos prehistóricos de entre los años 5.000 y 2.000 a.C. Se trata del enclave arqueológico más antiguo de Europa, dividido en cuatro grandes áreas: Le Ménec, Kermario, Kerlescan y Le Petit Ménec. También puedes completar tu visitar en el Museo de la Prehistoria de Carnac.
Comer en la Bretaña
El dilatado litoral bretón, bañado por las aguas del Atlántico, marca la gastronomía de la región, que ha sabido, como ninguna otra, preservar sus especialidades gastronómicas. Los pescados y mariscos toman las cartas de los restaurantes como en ningún otro lado. Aquí se recogen una de las mejores ostras del mundo, la Belon y por supuesto, los mejillones.
En general todos los crustáceos y mariscos como el centollo, los bogavantes o los bueyes de mar, ya que se recogen de sus frías aguas. Esto se traduce también en deliciosas sopas de pescado. Aunque si hay un pescado por el que los bretones tienen un especial fervor, ese es el bacalao, que preparan de todas las maneras imaginables.
Pero, aparte del pescado, en la Bretaña se elaboran excelentes quesos, como el curé nantais, y mantequilla, sidra y deliciosa repostería. Sus crêpes, brioches o los sablés harán las delicias de los más golosos.
Imagen de Emmanuelc
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+ infoRuta por la Menorca británica
No, no es que nos hayamos puesto el objetivo de persigáis a todos los británicos que viajan a la isla, que son unos cuantos, o visitar los locales que frecuentan, que seguramente daría para otro post, sino que lo que queremos es adentraros en una pequeña parcela del pasado de Menorca que ha dejado múltiples huellas en ella. Y es que esta isla balear además de bellas playas donde relajarse, tiene en su haber una situación estratégica en el mar Mediterráneo que bien le valió en el pasado ser la niña bonita codiciada por todos en el baile por el control comercial en el Mare Nostrum. Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, normandos, árabes, españoles, británicos y franceses lucharon por tener esta pequeña parcela en el mar.
En esta ocasión nos vamos a centrar en la corona británica que durante poco menos de un siglo, desde 1708 hasta 1802, que se firma el Tratado de Amiens, ocupó Menorca, y dejó buena impronta de ello en sus gentes, la arquitectura, la lengua, la gastronomía, entre otras muchas cosas.
Un primer aspecto que llama la atención es lapresencia de anglicismos en el menorquín,con palabras como fáitim(fight him- pégale), joques (joke- bromas), o fingles (fingers- dedos),o con expresiones como quatre mens i un boi (men, boy, para decir que había pocas personas), o fer un trinqui (drink,echar un trago).
La gastronomía es otro de los aspectos culturales de Menorca en los que ha quedado su huella. En las recetas más antiguas se usa la manteca de cerdo en lugar de aceite; uno de los postres típicos de la isla, la greixera dolça, no deja de ser una reinterpretación del pudding inglés; y la pomada, un de los combinados más populares de Menorca, presente en todas sus fiestas, contiene gin, la ginebra menorquina, que como bien habrás podido deducir, fue introducida por los británicos.
También son numerosos losrestos arquitectónicosrelacionados con la época de la ocupación británica y a los que os recomendamos acercaros en algún momento de vuestra visita a la isla. A continuación os hemos hecho una relación de algunos de los más relevantes:
Los alrededores del puerto de Mahón. Durante la estancia de los británicos en Menorca se realizó un especial esfuerzo en defender el puerto de Mahón mediante la construcción de una serie de fuertes y torres con los que protegerlo del enemigo. Es el caso del Fuerte de Marlborough, situado en la cala Esteve, al sur del puerto, construido entre 1720 y 1726 en honor a Sir John Churchill, duque de Marlborough. Hoy en día es un museo dedicado a la historia de Menorca y a la historia de Europa durante el siglo XVIII. No olvidéis recorrer su foso y disfrutar de las vistas de la zona histórica del puerto de Mahón.
También ubicado en la orilla sur de la bocanada de acceso al puerto se encuentrael castillo de San Felipe, construido en el siglo XVI por los españoles para protegerse de los turcos, y tras la ocupación británica su exterior sería reforzado. Lo que llama la atención en la visita a este monumento son sus galerías subterráneas, un auténtico laberinto de pasillos que sirvió de refugio tanto a españoles como a británicos de los ataques del enemigo.
Muy cerca del castillo de San Felipe está la población de Es Castell que fue fundada por los británicos en 1771, siendo bautizado con el nombre de Georgetown. Construida siguiendo un trazado ortogonal, destaca su gran plaza de la Explanada en la que se encuentra el ayuntamiento. Con la vuelta de los españoles a la isla, sería rebautizado como Villacarlos, en honor a Carlos III.
Por último, en el puerto de Mahón está situada la isla del Rey, también conocida como The Bloody Island, (La Isla Sangrienta) ya que fue en ella en la que desembarcó el rey Alfonso III en 1287 camino de la conquista de Menorca a los musulmanes. Además de los resto de una iglesia paleocristiana, están los del hospital militar construido por los británicos.
El camino d’en Kane. Sir Richard Kane gobernó Menorca durante los dos primeros períodos de la ocupación británica. Entre las múltiples medidas que tomó está la construcción de un camino comunicando Mahón con Ciutadella. En la actualidad queda el tramo que une Mahón con Mercadal. Os recomendamos recorrerlo, a poder ser en bicicleta, y disfrutar del paisaje del interior de la isla. En el camino encontraréis un pequeño obelisco en homenaje a la labor de Sir Richard Kane.
Torres de vigilancia. Son múltiples las torres construidas por los británicos con el objetivo de alertar de la llegada del enemigo. La más grande de todas es la Torre de Fornells, pero encontrarás muchas otras en el perímetro de la isla: la Torre des Castellar (Ciutadella), la Torre de Sa Mesquida, la Torre Cala Molí (Mercadal), etc.
Por último lugar, y siguiendo con la estela británica, os recomendamos dos casas de estilo colonial donde podréis hospedaros: el Hotel Son Granot, construido en 1712, y con unas vistas magníficas al puerto de Mahón, y el Hostal El Almirante, de 1809, situado en Es Castell.
Te animamos a que entre cala y cala aproveches para ir en busca del pasado de la isla, ¡consulta tu Vueling a Menorca aquí!
Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de jorapa , Fundació Destí Menorca
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