La ría de Muros e Noia , «el puerto» de Santiago de Compostela
La ría de Muros e Noia es un espacio que ofrece múltiples opciones a la hora de visitarla, pudiendo disfrutar del patrimonio pesquero y noble de los pueblos que la bordean, recorrer sus magníficas playas de arena blanquecina y surfear sus olas, pasear por los montes desde los que contemplar las bellas vistas, observar la fauna y la flora de la zona y degustar el exquisito marisco que allí se cultiva. A continuación os proponemos una ruta por sus lugares más destacados.
El monte de Louro y el Lagoa de Xarfas
Abriendo el recorrido, en el extremo norte de la ría, entre la Costa da Morte y Muros, se encuentra el monte de Louro, un gran bloque de granito de 241 metros de altura desde donde se pueden apreciar formidables vistas de la Ría de Muros y Noia y de la Lagoa de Xarfas con su fantástica playa de Area Maior. Se trata de un entorno de gran riqueza faunística y vegetal en el que están dispuestos en cadena la playa, las dunas y el lago. Para los interesados en la fauna, incluye un observatorio de aves migratorias.
Muros
Continuando por la costa se encuentra Muros, una de las principales poblaciones de la ría. Fundado en el siglo X, es un pueblo en el que se alternan las casas de los pescadores con antiguos palacetes señoriales. Lo mejor es perderse por sus calles y plazas, y a última hora de la tarde os podéis acercar al puerto para ver la llegada de los pescadores tras todo el día faenando, y presenciar la venta del pescado en el almacén del muelle. Y para finalizar la jornada, qué mejor manera de hacerlo que comiendo una buena ración del excelente marisco de la zona, en alguno de los restaurantes situados en los soportales emplazados frente al puerto.
Para los que os gusten las curiosidades, a unos 3 km de Muros en dirección a Noia, se encuentra el Muíño de Mareas do Pozo do Cachón, una edificación que reúne un conjunto de molinos de marea, uno de los más grandes de España, construido en el último cuarto del siglo XIX. En la actualidad es un centro etnográfico para el conocimiento del aprovechamiento hidráulico, en cuyo interior se puede ver la maquinaria y obtener más información sobre este tipo de construcciones.
Noia
La principal población y más grande de la ría es Noia. Geográficamente es la salida más cercana al mar de Santiago de Compostela (está a unos 36 km) motivo por el que los santiagueses la conocen como “su puerto” o “su playa”. Dice la tradición que debe su nomenclatura a los descendientes de Noé, ya que es aquí donde se instalaron tras el diluvio. Cierta o no, la leyenda ha quedado plasmada en su escudo, en el que aparece representada el arca de Noé junto con la paloma y la rama de olivo.
De su casco antiguo, declarado Bien de Interés Cultural, destacan las iglesias de estilo gótico gallego o marinero de San Martiño (siglos XV-XVI) y la de Santa María a Nova. Esta última cuenta en su interior con una extensa y curiosa colección de lápidas, alrededor de 500, de personas gremiales y nobiliarias. También se puede visitar el convento de San Francisco, de principios del siglo XVI, de estilo gótico-renacentista. Tampoco os perdáis la visita a los pazos o casas señoriales de Noia, entre las que destacan el Casa da Xouba, el Pazo Dacosta o Casa de Rivas y el Pazo Forno do Rato, y en el barrio periférico de Obre los pazos de Pena de Ouro y el de Bergondo.
A 5 km de Noia, cruzando el río Tambre se encuentra el Ponte Nafonso, que fue construido durante el reinado de Alfonso IX, formado por una veintena de arcos ojivales sostenidos por sillares de granito. El enclave en el que se encuentra emplazado es de visita obligada por sus vistas, ya que está casi tocando al mar y con el monte de fondo.
Castro de Baroña
En el sur de la ría, al lado del pueblo pesquero de Porto do Son, se encuentra elCastro de Baroña, un asentamiento celta de la Edad de Hierro. Está compuesto por una veintena de viviendas de planta circular u oval, ubicadas en una península junto al mar. La combinación entre los restos arqueológicos y el paisaje en el que se encuentra ubicado lo convierten en un punto de imprescindible parada.
Parque natural de la dunas de Corrubedo
Cerrando la ruta está este magnífico parque natural situado entre las rías Muros y Noia y la de Arouxa. En este entorno natural te encontrarás con playas, dunas, lagunas de agua dulce y de agua salada, marismas, gran variedad de fauna y de flora, y hasta restos megalíticos. Una de sus principales atracciones es la duna móvil de 1 kilómetro de largo, entre 200 y 300 metros de ancho y más de 20 metros de altura, siendo una de las más grandes del noroeste peninsular.
Algunas recomendaciones antes de empezar la ruta
A pesar de que la forma más sencilla de recorrer la ría de Muros y Noia es por la carretera que va por la costa , la AC-550, os recomendamos que os adentréis por las montañas que la bordean para poder disfrutar de las vistas que ofrecen sus miradores.
En cuanto al alojamiento, existen numerosas casas rurales en ambos lados de la ría que han sido restauradas y adaptadas para la actividad turantes de empezaramiento, existen numerosas casas rurales que han sido restauradas y adaptadas a la actividad turística. Si buscáis un espacio singular, os recomendamos el hotel Pesquería del Tambre, situado en medio del valle del río Tambre, es una antigua central hidroeléctrica, obra del arquitecto Antonio Palacios, transformada en hotel natural.
¡Consulta nuestros vuelos a Santiago de Compostela y anímate a descubrir la ría de Muros e Noia!
Textos de Isabel y Luis Comunicación
Fotos de Turismo de Galicia
+ infoJaffa el puerto más antiguo del mundo
Jaffa o Yafo, como también se le conoce, es uno de los puertos más antiguos del mundo. Según la Biblia, fue fundado por el hijo de Noé, Jafet, tras el diluvio universal y también fue de aquí de donde zarpó Jonás en el viaje que lo llevaría a ser engullido por una ballena. Mitos, leyendas o historias diluidas por el paso del tiempo, lo cierto es que Jaffa es uno de los lugares con mayor encanto de la costa de Israel. Sus calles estrechas, los puestos de artesanía o las vistas sobre Tel Aviv, hacen de este un lugar mágico en el que perderse y dejarse llevar.
Historia, artistas y mercadillos
Las distintas excavaciones en la zona han sacado a la luz restos que se remontan al 2.000 a.C., lo que convierte a Jaffa en uno de los puertos en activo más antiguos que se conocen.
Tras años de esplendor y una época de especial florecimiento durante el dominio otomano, Jaffa entró decadencia a causa del crecimiento de la vecina Tel Aviv, que la absorbió en 1948. Sin embargo, hoy es uno de los barrios más apasionantes de la ciudad.
La entrada a Jaffa la marca la Torre del Reloj, construida en 1901 para celebrar el 25º aniversario del entonces sultán turco. De aquí salen varias callejuelas que conforman el mercadillo. En Jaffa puedes encontrar desde souvenirs hasta artesanía u objetos de segunda mano. No te pierdas el mercado de pulgas que se celebra cada domingo por la mañana entre la calle Yefet y el Boulevard Jerusalem. Ahí hallarás desde viejas baratijas hasta joyas del diseñomidcentury, como muebles o vajillas. Pero si no tienes previsto pasar por el barrio en domingo, verás que, igualmente, todas las callejuelas conforman un gran bazar en el que seguro que podrás encontrar alguna alhaja de recuerdo los siete días de la semana.
Además, en las calles que rodean el mercado, hay restaurantes de estética vintage muy monos que tienen terraza y en los que podrás picar un humus o una ensalada por unos pocos shekels.
Sede de artistas
Aunque los precios ya no son lo que eran, Jaffa sigue siendo uno de los lugares favoritos de los artistas locales. En la parte norte del distrito encontramos el llamado Barrio de los Artistas, que es una compacta zona de antiguas casas árabes y estrechos callejones que se han convertido en galerías, estudios y galerías de artistas y artesanos. Una de las más destacadas es la Casa Museo de Ilana Goor, un edificio del siglo XVIII que pertenece a esta artista judía. Ahí podréis ver una amplísima colección de arte étnico, pero también obras de autores consagrados, como Henry Moore, Diego Giacometti o Josef Albers. Además, con un poco de suerte, os encontraréis con la propia Ilana paseando por el museo con su perro.
El otro gran Museo de Jaffa es el Arqueológico que, en un precioso edificio también del siglo XVIII, alberga piezas encontradas en las excavaciones realizadas en la zona.
Un mix de religiones
A unos pasos del Museo Ilana Goor se encuentra la conocida como Casa de Simón el Curtidor donde, según el libro de los Hechos de los Apóstoles, se alojó San Pedro. Y muy cerca se levanta la pequeña iglesia de San Miguel, un templo ortodoxo griego que data del siglo XIX. Israel es un país en el que varias religiones conviven en un mismo espacio, por lo que no debemos sorprendernos al ver mezquitas, sinagogas e iglesias en una misma calle. De hecho, en el centro de Jaffa, la plaza Kedumim, bajo la cual se halla el centro de visitantes con muestras de época romana, está el monasterio de San Pedro, un edificio católico romano. Justo detrás, frente al mar, se alza el monasterio de San Nicolás, de 1667, que acoge a la comunidad armenia de la zona. También en el barrio hay sinagogas y un par de mezquitas importantes, como la mezquita del Mar, en la que dan culto los pescadores, y la Mahmoudiya, de 1812, que utiliza la comunidad musulmana local.
Pide un deseo
Pero hay dos cosas que no puedes dejar de hacer cuando visites Jaffa. La primera, pasear por el Gan ha-Pisga, un jardín que se halla en lo alto del antiguo montículo de Jaffa y que tiene unas vistas extraordinarias sobre la costa de Tel Aviv.
Y, por último, cruzar el puente de los Deseos y pedir el tuyo. Eso sí, tienes que tocar la estatua de bronce de tu signo del zodiaco mientras miras hacia el mar. Seguro que se cumple.
Coge tu Vueling a Tel Aviv y atrévete a conocer el que es el puerto más antiguo del mundo.
Texto de Aleix Palau para Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Aleix Palau, amira_a
+ infoViena a cuerpo de rey
Parques, jardines, palacios, museos, el Danubio ambientado cual playa urbana, comida callejera en formato quiosco o chiringuito, gastrobares, bistronómicos y restaurantes de autor que han superado, e incluso obvian ya en sus cartas, el archiconocido schnitzel (o escalope vienés). La gastronomía de Viena está para salir rodando como su noria. Ya no por gula sino porque la oferta es tal y tan sugerente incluso en alta cocina, que se necesitan unos cuantos días para degustar y disfrutar a cuerpo de rey de toda su rica variedad.
Dónde comer
No es el restaurante más estrellado de la capital austríaca pero está, con razón, entre los diez mejores del mundo. Su imponente emplazamiento, en uno de los parques más bonitos de Viena, se corresponde con una cocina de producto efectista en la que prima el festival sobre la constricción minimalista. La mesa se viste de fiesta para ver circular el carro de referencias para el aperitivo o el cóctel, el de panes, el de quesos y hasta el de hierbas aromáticas entre los impecables platos de Heinz Reitbauer, quien ahonda en sus raíces y experimenta con las mismas en diferentes menús degustación.
Tras una elección rápida entre menú corto o menú largo se sucede el desfile de platillos de producto con pocas pero justas florituras. Bocados creativos con sumos contrastes salen de una minúscula cocina bien acompasada con la sala, dirigidas respectivamente por los dos hermanos Mraz. No pierdas de vista su bodega, que conviene conocer y pisar para entender la verdadera historia de este negocio familiar.
Tian
No hace falta ser vegetariano (si lo eres, lo disfrutarás aún más) para adentrarse en la cocina de Paul Ivic. Pocos chefs de su nivel han hecho tanto por otorgar su lugar a la cocina más saludable. A partir de una exhaustiva recolección del mejor producto autóctono, acertadas combinaciones y emplatados que conmueven, Tian (e incluso la versión informal de su Bistro, donde se sirve el apfelstrudel o pastel de manzana más atípico de la ciudad) es una dirección a tener muy en cuenta, también por sus tremendos postres.
Es el bistronómico del chef Konstantin Filippou, quien cuenta asimismo con su propio gastronómico puerta con puerta. Un bistró donde, concretamente, el vino natural juega un importante protagonismo en el maridaje de platos, que apenas plantean riesgos y son de generosas raciones. Para salir bien servido y mejor bebido.
Dónde tomar…
Una pizza. Para aquellos que necesitan alternar la buena mesa con el bocado rápido y asequible, nada mejor que la pizzeria Mari’ para comer pizza allí mismo o para llevar. Correcta oferta de especialidades italianas en un local de enormes dimensiones. Conviene reservar.
Un helado. No sé muy bien si para echar por tierra o para reafirmar esa consideración de ciudad “fría” que algunos tienen de Viena, ahí está su montón de heladerías. Pasaos especialmente por Schelato, donde se sirven del arte italiano para ofrecer sabores sorprendentes que renuevan constantemente. El coqueto local también invita a quedarse.
Una sacher. Degusta la mejor sacher individual o en porciones en Demel, donde el obrador a la vista es de visita obligada antes de sentarte en una de sus mesas. La vitrina junto a la entrada es sumamente tentadora, así que si te lo puedes permitir prueba también sus milhojas y demás tartas clásicas.
Una copa. En la última planta del 25 Hours Hotel, en pleno barrio de los museos, se ubica también uno de los bares más interesantes de la ciudad. Por su ambiente, sus cócteles, su terraza con vistas, sus elementos decorativos de otros tiempos… El Bar Lounge Dachboden te gustará.
Dónde dormir
En pleno distrito 1 de la ciudad, a dos pasos de la catedral de San Esteban, está este hotel de suites abuhardilladas, decoración Art Nouveau, una pequeña terraza en su azotea y servicio atentísimo. No dejes de visitarlo porque es, sin duda, un lugar con encanto, incluso para tomar algo. Recogido en un callejón sin salida, aparece como un oasis de gran valor cultural y sumo estilo.
Ubicado en esa arteria principal donde proliferan las terrazas en plena acera y discurren la mayor parte de líneas de tranvía, el Ring es la versión casual del Grand Hotel. Déjate caer por su sauna con vistas sobre el skyline de la ciudad, disfruta de su desayuno a la carta y ten en cuenta que en su bar podrás también tomar una copa de madrugada.
Texto y fotos de Belén Parra de Gastronomistas.com
+ infoZúrich, una caja de bombones rellenos
“Resulta que en 1917 Einstein, Lenin y Joyce coincidieron en Zúrich. El primero daba clases en la ETH, el segundo preparaba la revolución rusa y el tercero escribía Ulysses. Esta ciudad cada día me gusta más.” Una amiga española residente en la urbe más grande de Suiza compartía estas líneas en su perfil de Facebook. Ella también escribe y es un poco revolucionaria. No da clases, que sepamos, pero todo se andará. ¿Qué hace una chica tan mediterránea en un lugar como éste? Lo entendimos nada más llegar. Disfrutar de su activa escena cultural, de sus restaurantes, de su lago, del río Limmat, de los parques, del silencio y de su tamaño mediano que permite atravesarla en tranvía e invita a recorrerla a pie o en bicicleta.
¿Sabías que lo que más extraña un suizo cuando viaja es el pan? ¿Que el dueño del legendario Café Odeon pudo construirlo gracias al dinero ganado en la lotería española? ¿Que el müesli (mezcla de cereales) fue inventado por el médico Maximilian Bircher-Benner, profesor de la Universidad de Zúrich? ¿Y que en el histórico restaurante Opfelchammer, uno de los favoritos del novelista local Gottfried Keller, te dejan escribir tu nombre en las vigas si bebes suficiente vino? Te esperas una ciudad lujosa porque olvidas que la reforma protestante se inició aquí hace ahora 500 años y ostentar estaba prohibido. De ahí su aspecto austero. Como los bombones rellenos, Zúrich esconde sorpresas. Nunca sabes qué te vas a encontrar.
Zúrich no es un destino económico, pero existen fórmulas para controlar el gasto. Antes de empezar a descubrirla, compra la ZürichCARD. Llegarás a la ciudad en tren desde el aeropuerto, podrás coger todas las líneas del tranvía y entrar gratis (o con descuento) en más de 90 establecimientos.
Si quieres comer en un lugar tradicional y moderno a la vez no dejes de visitar Haus Hiltl, el vegetariano más longevo de Europa (data de 1898). Un restaurante-bufé con más de 100 especialidades para escoger -pagarás según llenes el plato-, librería, tienda, estudio de cocina y bar-lounge.
Si te va lo ecléctico debes entrar en Les Halles, un antiguo almacén que hace las veces de restaurante y mercado, famoso por sus moules frites (mejillones con patatas fritas) donde podrás comer y comprar embutidos, quesos, vinos y otras delicatessen de la vieja Europa.
Si te apetece cenar en un lugar más formal acércate a La Salle. Te ofrecerán un buen steak tartar, varios platos de pasta fresca y un clásico pastel de carne casera con salsa de vino tinto y puré de patatas que debes probar.
Podrás alargar la noche en sus numerosos bares y clubes como el Nietturm Bar, situado en la parte superior de La Salle, un estiloso local donde probar el cóctel ‘Hugo’ (prosecco, sirope de saúco, agua con gas, menta, lima y hielo) o una copa de vino zuriqués junto a unas bellísimas vistas de la ciudad.
Si el tiempo amenaza lluvia o el frío te paraliza, embárcate en un crucero por el Lago de Zúrich. Disfrutar de un brunch suizo -con quesos, panes, salmón, mermeladas, fruta y bollería- mientras viñedos y casas de cuento desfilan ante tus ojos entre un suave balanceo es reconfortante. El crucero-brunch solo funciona los domingos. Imprescindible reservar. Zürichsee Schifffahrt.
Si por el contrario te has propuesto patear todo lo que puedas y más, lánzate al street food. Devora las salchichas de Sternen Grill, una sopa caliente en La Zoupa y los marroni (castañas asadas) de los puestos callejeros.
Si tu estancia va más allá del fin de semana no te vayas sin probar los pretzel (pan en forma de lazo) y el resto de especialidades de temporada de la bäckerei (panadería) Vohdin (Oberdorfstrasse, 12), una windows shopping (tienda escaparate) abierta desde 1626.
Si puedes permitírtelo, alójate en la planta 10 del Sheraton Zürich Hotel, ubicado en Zürich–West, el barrio de moda. Las habitaciones del hotel son espaciosas, luminosas y confortables, tiene wifi gratis (que nunca falla) y dos opciones gastro: el restaurante Route Twenty-Six -por los 26 cantones suizos-, donde sirven opíparos bufés de desayuno y el Café & Bar Nuovo, ideal para un café a media tarde o una cerveza Qüollfrisch naturtrüb nocturna.
Si quieres volver con un souvenir genuino en la maleta pásate por un supermercado local y cómprate una mini fondue de queso Gerber y una bolsa de chocolatinas Frey, dos marcas históricas que te dejarán muy buen sabor de boca. Aunque, te avisamos, nunca será igual que comer este plato de quesos fundidos en Adler's Swiss Chuchi o un chocolate caliente en Péclard.
¿A qué esperas para saborear las delicias suizas de Zúrich? Consulta nuestros vuelos aquí.
Texto de Carme Gasull (Gastronomistas)
Fotos de Mireia Aranda y Zurich Tourism
+ info