Escapada de tres días a Roma
En Roma es tal el volumen de cosas a ver y a hacer que lo mejor es tomárselo con calma y viajar pensado en que habrá una segunda vuelta. Ante todo, lleva un buen calzado en la maleta, pues lo mejor es recorrerla a pie y perderse por sus calles. En cada rincón hay una imagen capaz de transportarte a múltiples épocas o una iglesia esperándote para que te adentres en ella para ver qué tesoro esconde en su interior. A continuación te explicamos cómo afrontar una escapada de tres días a esta bella ciudad.
Primera jornada: un paseo por la antigua Roma
¡Qué mejor manera de realizar la primera toma de contacto con la ciudad que con una visita a su parte más antigua! Te recomendamos empezar la visita desdeIl Vittoriano,monumento a Víctor Manuel II, que brinda una vistas estupendas del conjunto que conforma la antigua Roma: el Circo Massimo,el Foro Romano,el Coliseo, el Arco de Constantino, el Foro de Augusto y la siempre impresionante Columna de Trajano. Si buscas una experiencia un poco especial, te animamos a realizar un paseo por el foro romano coincidiendo justo con el atardecer, la magia está asegurada. Y si lo que buscas es algo de recogimiento, acércate hasta la pequeñaiglesia de San Bonaventura al Palatino,todo un remanso de paz.
Tras tantas emociones, lo mejor es acercarse al bello barrio del Trastevere y gozar de su amplia oferta gastronómica y de ocio nocturno. Primero se puede abrir apetito tomando un vino en el Ombre Rosse Caffe (Piazza S.Egidio 12,13), para acabar cenando auténtica comida italiana sin sofisticaciones en el Da Lucia (Vicolo del Mattonato 2).
Segunda jornada: Vaticano, plazas, palazzi, callejeo y muchas iglesias
Seas o no religioso, no puedes irte de Roma sin visitar la Basílica de San Pedro. Por mucho que la hayamos visto en fotografías y en la televisión, hasta que uno no se encuentra en la plaza de San Pedro no se percata de las dimensiones de este monumento. Una vez en el interior, todo resulta abrumador, desde la cúpula, diseñada por Miguel Ángel, la increíble decoración en mármol, el Baldaquino de Bernini culminando el altar mayor, y los conjuntos escultóricos como laPietàde Miguel Ángel o tumba de Urbano VIII de Bernini. Al que madruga Dios le ayuda, así que te recomendamos ir temprano para evitar colas.
Muy cerca de San Pedro se encuentran los Museos Vaticanos, que entre sus múltiples obras albergan otra de las joyas de la Historia del Arte,la Capilla Sixtina. Te recomendamos ir con reserva previa para evitar las esperas. Si lo que te va es la marcha, no dejes de ver lasStanze di Raffaello, cuatro estancias decoradas con frescos de Rafael por las que merece la pena alargar la visita.
Tras esta doble sesión, el cuerpo y la mente necesitarán de un buen respiro. Lo mejor, acercarse hasta Castel San Angelo, cruzar el río Tíber y retomar energías en alguno de los locales que encontrarás en la trendy Vía dei Coronari. Nuestra recomendación, probar las tablas de tablas de embutidos y quesos italianos de Fresco Coronari.
Una vez descansado, llega el momento de acercarse hasta laPiazza Navona,en la que se encuentra lo originalFontana dei Quattro Fiumide Bernini, y laChiesa de chiesa di Sant'Agnese in Agonede Borromini. No muy lejos te toparás con elPanteón de Agripa,otromustde la arquitectura romana. Construido entre los años 118 y 125 d.C., su cúpula no te dejará impasible. Por cierto, una vez en su interior no dudes en acercarte hasta la tumba de Rafael, que se encuentra en una de las capillas. Culminando este recorrido estaría otro de los clásicos de esta ciudad, laFontana de Trevi.
Una buena manera de acabar tan intensa jornada es dando un paseo hasta el Campo dei Fiori, y perderse por las calles que rodean la Piazza Farnese. Se puede aprovechar para hacer una pausa en el Caffé Perú, para acabar rematando la faena cenando en elCul de Sac (Piazza di Pasquino, 73).
Tercera jornada: de picnic con los Borghese
Los jardines de la Villa Borghese son un perfecto punto y final a una escapada a la capital italiana. Pero antes de llegar a ellos aprovecha para recorrer la Vía del Baduino, haciendo una parada en la Piazza de Spagna y otra en la Piazza dei Popolo. Desde ahí toma el camino de ascenso hacia los jardines de Villa Borghese y aprovecha para disfrutar de la panorámica que hay de Roma en su parte más elevada. Culminando el recorrido por este magnífico parque lleno de estatuas y de espacio para el ocio está el Museo Borghese. En su interior te esperan las últimas joyas del viaje: los frescos con los que está ornamentado, las escultura de Bernini y su colección de pintura.
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Texto e imágenes de ISABELYLUIS Comunicación
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Zúrich, una caja de bombones rellenos
“Resulta que en 1917 Einstein, Lenin y Joyce coincidieron en Zúrich. El primero daba clases en la ETH, el segundo preparaba la revolución rusa y el tercero escribía Ulysses. Esta ciudad cada día me gusta más.” Una amiga española residente en la urbe más grande de Suiza compartía estas líneas en su perfil de Facebook. Ella también escribe y es un poco revolucionaria. No da clases, que sepamos, pero todo se andará. ¿Qué hace una chica tan mediterránea en un lugar como éste? Lo entendimos nada más llegar. Disfrutar de su activa escena cultural, de sus restaurantes, de su lago, del río Limmat, de los parques, del silencio y de su tamaño mediano que permite atravesarla en tranvía e invita a recorrerla a pie o en bicicleta.
¿Sabías que lo que más extraña un suizo cuando viaja es el pan? ¿Que el dueño del legendario Café Odeon pudo construirlo gracias al dinero ganado en la lotería española? ¿Que el müesli (mezcla de cereales) fue inventado por el médico Maximilian Bircher-Benner, profesor de la Universidad de Zúrich? ¿Y que en el histórico restaurante Opfelchammer, uno de los favoritos del novelista local Gottfried Keller, te dejan escribir tu nombre en las vigas si bebes suficiente vino? Te esperas una ciudad lujosa porque olvidas que la reforma protestante se inició aquí hace ahora 500 años y ostentar estaba prohibido. De ahí su aspecto austero. Como los bombones rellenos, Zúrich esconde sorpresas. Nunca sabes qué te vas a encontrar.
Zúrich no es un destino económico, pero existen fórmulas para controlar el gasto. Antes de empezar a descubrirla, compra la ZürichCARD. Llegarás a la ciudad en tren desde el aeropuerto, podrás coger todas las líneas del tranvía y entrar gratis (o con descuento) en más de 90 establecimientos.
Si quieres comer en un lugar tradicional y moderno a la vez no dejes de visitar Haus Hiltl, el vegetariano más longevo de Europa (data de 1898). Un restaurante-bufé con más de 100 especialidades para escoger -pagarás según llenes el plato-, librería, tienda, estudio de cocina y bar-lounge.
Si te va lo ecléctico debes entrar en Les Halles, un antiguo almacén que hace las veces de restaurante y mercado, famoso por sus moules frites (mejillones con patatas fritas) donde podrás comer y comprar embutidos, quesos, vinos y otras delicatessen de la vieja Europa.
Si te apetece cenar en un lugar más formal acércate a La Salle. Te ofrecerán un buen steak tartar, varios platos de pasta fresca y un clásico pastel de carne casera con salsa de vino tinto y puré de patatas que debes probar.
Podrás alargar la noche en sus numerosos bares y clubes como el Nietturm Bar, situado en la parte superior de La Salle, un estiloso local donde probar el cóctel ‘Hugo’ (prosecco, sirope de saúco, agua con gas, menta, lima y hielo) o una copa de vino zuriqués junto a unas bellísimas vistas de la ciudad.
Si el tiempo amenaza lluvia o el frío te paraliza, embárcate en un crucero por el Lago de Zúrich. Disfrutar de un brunch suizo -con quesos, panes, salmón, mermeladas, fruta y bollería- mientras viñedos y casas de cuento desfilan ante tus ojos entre un suave balanceo es reconfortante. El crucero-brunch solo funciona los domingos. Imprescindible reservar. Zürichsee Schifffahrt.
Si por el contrario te has propuesto patear todo lo que puedas y más, lánzate al street food. Devora las salchichas de Sternen Grill, una sopa caliente en La Zoupa y los marroni (castañas asadas) de los puestos callejeros.
Si tu estancia va más allá del fin de semana no te vayas sin probar los pretzel (pan en forma de lazo) y el resto de especialidades de temporada de la bäckerei (panadería) Vohdin (Oberdorfstrasse, 12), una windows shopping (tienda escaparate) abierta desde 1626.
Si puedes permitírtelo, alójate en la planta 10 del Sheraton Zürich Hotel, ubicado en Zürich–West, el barrio de moda. Las habitaciones del hotel son espaciosas, luminosas y confortables, tiene wifi gratis (que nunca falla) y dos opciones gastro: el restaurante Route Twenty-Six -por los 26 cantones suizos-, donde sirven opíparos bufés de desayuno y el Café & Bar Nuovo, ideal para un café a media tarde o una cerveza Qüollfrisch naturtrüb nocturna.
Si quieres volver con un souvenir genuino en la maleta pásate por un supermercado local y cómprate una mini fondue de queso Gerber y una bolsa de chocolatinas Frey, dos marcas históricas que te dejarán muy buen sabor de boca. Aunque, te avisamos, nunca será igual que comer este plato de quesos fundidos en Adler's Swiss Chuchi o un chocolate caliente en Péclard.
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Texto de Carme Gasull (Gastronomistas)
Fotos de Mireia Aranda y Zurich Tourism
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Varsovia ¿qué ver en Semana Santa?
La Semana Santa coincide con el principio de la primavera, una época en la que las temperaturas suelen ser agradables. Aunque todavía haya que incluir en la maleta algo de abrigo como jerséis, chaqueta, chubasquero, guantes, gorro o bufanda, en Varsovia difícilmente nieva -excepto en la zona de alta montaña – y para principios de abril los días ya son bastante más largos y soleados. A diferencia de otros países durante la Semana Santa tanto el jueves como el viernes en Polonia son días laborables y la mayoría de los museos y comercios están abiertos al público. El horario de visitas puede verse afectado en lugares relacionados con el culto, como puede ocurrir en Kalwaria Zebrzydowska donde se celebra la mayor procesión del Viernes Santo en toda Polonia.
Igual que en otras zonas que siguen las tradiciones de esta festividad católica, el Domingo de Ramos se festeja por todo lo alto. Aunque en Polonia al igual que en España a los ramos se les llama "palmas" y son muy laboriosos a la hora de prepararlos. Para su elaboración se utilizan flores secas, o flores de papel pintado hechas manualmente. Son tan populares que en varias poblaciones se organizan también concursos de palmas. Os recomendamos que os acerquéis a la localidad de Łyse –a dos horas y media en coche-, en la región de Masovia, donde las palmas más grandes alcanzan en ocasiones hasta 6 metros de altura.
La vida cultural gira también alrededor de la Pascua. El evento más importante es el Festival de Pascua de Ludwig van Beethoven que reúne en Varsovia –así como también en otras ciudades como Cracovia o Gdansk- a los intérpretes más sugestivos de la escena musical clásica para participar en toda una serie de obras relacionadas con la Semana Santa. De hecho, el Festival es ya de por sí un buen motivo para visitar la ciudad. Durante estos días las iglesias albergan conciertos de música clásica, con un programa integrado por obras religiosas, teniendo un especial protagonismo, claro está, la escenificación de los Sepulcros del Señor. Es, sin duda, una buena excusa para visitar los espacios sagrados de la capital polaca. Ya en la época comunista los sepulcros simbolizaban también, sin censura, los eventos políticos más importantes del momento.
Otro de los momentos importantes de la celebración santa es la bendición de los alimentos. A partir del Sábado Santo por la mañana hay una gran afluencia que acude a las iglesias con cestas convenientemente adornadas que contienen, además de los clásicos huevos cocidos pintados en casa, también pan, sal, pimienta, embutidos y un sinfín de pasteles de Pascua para que sean bendecidos. Una vez se ha cumplido con esta tradición, ya se puede comer carne. Antaño, el contenido de las cestas decía mucho del poder adquisitivo de las diferentes familias: cuantos más alimentos variados había, mayor nivel económico se tenía.
Los huevos de Pascua se pueden adornar de diferentes maneras, y acostumbra a ser una de las actividades favoritas de los más pequeños de la casa. Una vez han sido cocidos, lo más fácil es colorearlos con polvos policromados disueltos en agua. Éstos se pueden adquirir en unos pequeños sobres que se comercializan en esta época del año. Aunque para hacerlo de una manera más natural, se pueden cocer los huevos con piel de cebolla, de esta manera adquieren un color oscuro -cuánta más piel de cebolla, más oscuro será el tono-. Y una vez está la cáscara del huevo seca, resulta sencillo dibujar con una aguja afilada.
El Lunes de Pascua definitivamente tiene un carácter muy lúdico, y está íntimamente relacionado con las tradiciones más rurales. En polaco se llama Lany poniedzialek - lunes de agua- porque, según las tradiciones eslavas, al tirar agua a las chicas, se les aseguraba a éstas una vida cargada de salud y fertilidad. Así que mejor ir con mil ojos, porque incluso a día de hoy te puede caer un cubo lleno de agua fría.
La Pascua polaca cuida mucho la mesa, en la cual no faltan los huevos, símbolo de vida nueva. Pero uno de sus fuertes son los dulces, y el gran protagonista es el mazurek, un pastel, cuya base está hecha con mantequilla y nata muy espesa, así como huevos, azúcar y harina. Se colocan frutos secos, chocolate o frutas –limón o naranja-. También se hace por estás fechas el delicioso kaimak, muy similar al mazurek pero en este caso, hecho con una masa de dulce de leche.
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Texto de ISABELYLUIS Comunicación
Imágenes de Oficina Nacional de Turismo de Polonia
+ infoBudapest ciudad de balnearios
Dicen que Budapest es una de las capitales más bonitas de Europa, y no les falta razón. La creación del Imperio austrohúngaro en 1867 y la posterior unión de las ciudades de Buda y Pest en 1873, hizo de la nueva urbe uno de los centros del continente. Su atractivo, además de las grandes avenidas, los lujosos palacios y los puentes sobre el Danubio, reside en los 118 manantiales de los que emanan 70 millones de litros de agua diarios en unas temperaturas que oscilan entre los 20 y los 78 °C.
La ciudad de los balnearios
Budapest es la capital que dispone de más pozos de agua medicinal y termal del mundo, por lo que en 1934 recibió el título de “Ciudad de Balnearios”. Sin embargo, las propiedades de esas aguas se conocen ya desde la antigüedad. Los romanos, al igual los turcos, construyeron complejos termales durante el tiempo que estuvieron asentados en la zona. Muestra de ellos son los baños otomanos que todavía se conservan y siguen trabajando a pleno rendimiento.
Pero cuando hubo realmente el boom de los balnearios fue a principios del siglo XX, con el auge de la ciudad y la visión de explotar la faceta de estas aguas para tratar todo tipo de enfermedades.
Planifica tu visita
Hoy son miles los budapenses y los turistas llegados de todas partes de Hungría y del mundo que quieren disfrutar de las propiedades de las aguas de la ciudad. Como es lógico, en verano es cuando más afluencia de gente hay, pero cualquier época del año es buena para darse un chapuzón.
Cada balneario tiene sus normas, aunque en la mayoría podréis alquilar toallas, una taquilla para guardar vuestras cosas y gorros de baño. Consultad las páginas web de cada establecimiento antes de vuestra visita, pues, aunque la mayoría son mixtos, algunos recintos admiten a hombres y mujeres en días y horarios distintos.
Estos son los cinco recintos termales que no te puedes perder:
Gellért
¿Quién no recuerda aquel famoso anuncio de Danone de principios de los 90 en el que cuerpos perfectos se bañaban en una piscina de ensueño? Pues bien, esa piscina es la principal del histórico balneario Gellért. Construido en 1918, es uno de los más elegantes de la ciudad. Con sus estatuas, mosaicos y vidrieras, dispone de 9 piscinas terapéuticas, una termal, otra de burbujas, piscina infantil e incluso piscina de olas.
También es uno de los más caros, con un precio de entrada que oscila entre los 3.800 y 4.200 florines (13,20 € y 14,60 €), pero no os podéis ir de la ciudad sin pasar por él.
Széchenyi
Es uno de los recintos termales más grandes de Europa. Inaugurado en 1913, es hoy el más turístico de Budapest, aunque no por ello ha perdido un ápice de su encanto. Bañarse en las grandes piscinas exteriores de agua termal de Széchenyi es una experiencia de ensueño. Además, al ser el único que se encuentra en la zona de Pest, podéis aprovechar para ir el día que visitéis esa parte de la ciudad.
El precio de entrada, dependiendo de los servicios que contrates, está entre los 2.900 y 3.750 florines húngaros (10,10 € y 13,05 €).
Rudas
De construcción otomana, el balneario Rudas fue edificado en 1550. Su piscina octogonal coronada con una cúpula es como viajar a un relato de Las mil y una noches. Este balneario está abierto los lunes, miércoles y jueves solo para hombres y el martes solo para mujeres (días en los que no es necesario llevar bañador). Los viernes, sábados y domingos es mixto.
Una buena opción para visitar este balneario es hacerlo el viernes o el sábado por la noche, ya que abre entre las 22h y las 4h y podéis continuar la noche en la discoteca Romkert (en los meses de verano), que es al aire libre y te permite bailar a los pies del Monte Géllert.
Király
Junto con Rudas, Király son los otros baños turcos más famosas. Inaugurados en 1565, son parecidos a los anteriores, aunque mucho más pequeños, por lo que es recomendable reservar y que llevéis vuestra toalla. Los lunes, miércoles y viernes están reservados a los hombres y se ha convertido en uno de los principales puntos de encuentro del público gay. Además, es uno de los más baratos de Budapest: 1.300 HUF (4,50€).
Lukács
Especializado en el tratamiento de trastornos digestivos, los baños Lukács son famosos por ser el punto de reunión de intelectuales durante los años 50, así como por ser unos de los menos frecuentados por turistas. Con siete piscinas rodeadas por un precioso parque, es uno de los mejores lugares para medir el pulso de los budapenses.
Ahora solo te queda meter el bañador en la maleta y prepararte para un buen chapuzón. Consulta nuestros vuelos aquí.
Texto de Aleix Palau para Los Viajes de ISABELYLUIS
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