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Bristol brumas de trip hop y graffiti I

Volvemos a viajar con un equipo de periodistas del Mondo Sonoro. Esta vez decidimos investigar la escena musical de Bristol, muy activa desde finales de los 70, durante los años de gloria del punk, aunque sería en los primeros años 90 cuando la música de esta ciudad portuaria del sur de Inglaterra exigió toda la atención internacional. Y es que en sus calles se gestó, evolucionó y dicen que murió uno de los géneros definitorios de finales del siglo pasado: el Trip Hop. Pero la cosa no quedó ahí, poco después, Bristol le disputaba a Londres el título de cuna del drum’n’bass y hoy es el dubstep el que le permite seguir ocupando un lugar de honor en la electrónica de vanguardia. Todo sin dejar de ser un vergel para todo tipo de música en directo. Así que nos fuimos a Bristol con un buen puñado de interrogantes- quizá demasiados para ser resueltos en tan solo 48 horas-. Esto es lo que dio de sí la experiencia.

Bristol está tan solo a 48 minutos en tren desde Cardiff, un breve paseo que puedes aprovechar para repasar la programación de los innumerables clubs y salas de concierto que animan las noches de una ciudad de poco más de 400 mil habitantes.

Durante décadas, Bristol ha sido el puerto principal de Inglaterra. Lo cierto es que la ciudad floreció como centro comercial, enriqueciéndose con la distribución de vino, tabaco y, en el siglo XVII, también de esclavos. ¡Por algo el clásico “La isla del tesoro” situaba aquí el hogar del pirata Long John Silver! Durante la II Guerra Mundial, la importancia de sus muelles e industria aeronáutica atraería terribles bombardeos. Recientemente, la antigua zona portuaria ha retomado protagonismo como espacio de ocio a merced de un ambicioso programa de reurbanización completado en 2008, dando lugar a una de las zonas de paseo más transitadas: Harbourside. Se trata de una zona totalmente rehabilitada, en la que, además de áreas de restauración y ocio, puedes disfrutar de un mercadillo al aire libre, donde no faltan libros y discos de segunda mano, artesanía, repostería e incluso cerveza artesana.

Allí mismo se encuentra el Centro de información Turística de Bristol, inagotable fuente de conocimiento donde aprendimos que aquí está la sede de Aardman Animation, estudio creador de los oscarizados personajes de plastilina “Wallace & Gromit”; que aquí nació también Cary Grant, estrella del viejo Hollywood a quien se sigue rindiendo tributo con un festival que lleva el nombre del hitchcockiano actor; o que en los alrededores de la ciudad vivió hasta la adolescencia la escritora JK Rowling, mamá de “Harry Potter”. Pero nuestra adquisición más preciada en la oficina de turismo fue un plano para localizar la multitud de obras diseminadas por la ciudad del que quizá sea el personaje local más popular, aunque su identidad siga siendo un misterio. Hablamos del grafitero Banksy, hijo pródigo de Bristol (aunque no todos los gobiernos de la ciudad lo calificarían con ese apelativo).

Pero antes de emprender un foto-safari por los muros de la ciudad, tal vez sea buena idea conocerla desde el río que la atraviesa, conectándola con la costa. Varias compañías organizan visitas en barco como Bristol Ferry Boats, The Bristol Packet o The Matthew. Esta última organiza viajes de hasta cuatro horas durante los que puedes disfrutar del clásico Fish&Chips o de un Cream Tea (té con leche yscones con mermelada y crema de nata).

Sin dejar el barrio, estuvimos tentados de visitar At-Bristol, que combina un centro de ciencias interactivo con un planetario, pero había muchos enclaves culturales por visitar. Primero nos acercamos a la cercana zona de teatros, como el Bristol Hippodrome, donde imperan los grandes musicales, incluyendo uno dedicado al Million Dollar Quartet (Johnny Cash, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins y Elvis Presley), donde el legendario productor Sam Phillips es interpretado ¡nada menos que por la expopstar Jason Donovan! Por ahí nos topamos con más de un bar de tapas, atestiguando el sensible aumento de la inmigración española, como son El Puerto o La Tomatina, este último ubicado junto al primer Banksy que pudimos disfrutar, el tronchante “Well Hung Lover” de Park Street, una empinada avenida comercial, indispensable para las compras-chollo. El hotel quedaba cerca, en la histórica Old City, así que aún nos dio tiempo a perdernos por St. Nicholas Market, un encantador mercado cubierto, como un zoco con techos de cristal, y de acercarnos a St. Peter’s Church, la evocadora iglesia en ruinas que corona Castle Park, en la franja del río que toca con el barrio de Broadmead, centro comercial de la ciudad. Más al norte, está el Bearpit, una peculiar plaza hundida entre un nudo de carreteras que se sortean a través de túneles peatonales repletos de carteles de actuaciones musicales y exposiciones de arte callejero. Cuando estuvimos, impresionaban unos graffitis en memoria de la tragedia de los 43 “normalistas” mexicanos desaparecidos. También había rampas de skate, un espacio para actuaciones de todo tipo, e incluso un típico bus inglés de dos plantas reconvertido enfood truck de cocina mexicana.

Y aquí acabamos la primera parte de este intenso e interesante viaje a Bristol. En la segunda parte nos adentramos en la zona donde se arremolina buena parte de los clubs de allí. Además hablamos con Euan Dickson, ingeniero de sonido de la banda Massive Attack, una de las bandas seminales de la escena musical de la ciudad. ¿A qué esperas para descubrir los sonidos de Bristol? Consulta nuestros vuelos aquí.

Texto de Mondo Sonoro y Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de Los Viajes de ISABELYLUIS

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Explorar Florencia por las localizaciones de la película Hannibal

Aunque no tiene la fama de Hollywood, Florencia es un apreciada ciudad para el rodaje de películas. En la capital de la Toscana se han filmado grandes títulos como Una habitación con vistas de James Ivory, Té con Mussolini del Florentino Franco Zeffirelli, Retrato de una dama protagonizada por Nicole Kidman u Obsesión, el remake de la película Vértigo de Alfred Hitchcock, por citar algunas de las más destacadas. Y para 2015 ya se está preparando el rodaje de Inferno, la adaptación del best seller de Dan Brown.

La bella ciudad de Florencia ha encandilado a los grandes directores de cine, con su intrigante atmósfera, sus callejuelas medievales y los imponentes edificios históricos, que la convierten en una ciudad referente de Europa y en un solicitado escenario para el rodaje de las grandes producciones de cine.

Una visita por estos escenarios no quiere decir pasar por alto los imprescindibles elementos monumentales y artísticos de Florencia. ¡Todo lo contrario! Capital cultural y cuna de grandes genios literarios y artísticos, Florencia está impregnada de su legado y sorprende a cada momento con algún rincón mágico.

En esta ocasión, hemos desgranado algunos de los escenarios de la mítica película Hannibal, un perturbador thriller basado en la novela de Thomas Harris y secuela de El silencia de los corderos, de los que sacó gran partido su director de Ridley Scott.

Gracias a ella, la farmacia de Santa María Novella se convirtió en un popular y visitado negocio. Hasta aquí acude su protagonista, interpretado Anthony Hopkins, para hacerse con unas fragancias y jabón de almendras para Clarice, que encarna Julianne Moore. Se trata de un negocio fundado en 1600 por frailes dominicos, que ya elaboraban por aquel entonces aromas exóticos.

Hannibal se escuda bajo la falsa identidad del doctor Fell, que vive en Florencia y trabaja en la biblioteca del Palazzo Capponi, en via dei Bardi 36. Aunque para la película los edificios se reubican en función de la producción, cuando Pazzi se dirige a la Biblioteca par recoger los enseres del antiguo conservador, sube por las escaleras del Spedale degli Innocenti, un antiguo orfanato considerado la primera obra de Filippo Brunelleschi. Los claustros de este edificio albergan teracotas de Lucca della Robbia y pinturas de Botticelli, Piero di Cosimo y Domenico Ghrilandaio.

La Piazza della Signora es otro lugar destacado en la película. Aquí el inspector Pazzi se entretiene fumando antes de llegar a la reunión que se está celebrando en el Salone dei Cinquecento del Palazzo Vecchio, en el que se decide si dar el puesto de conservador de la Biblioteca Capponi al doctor Fell. La plaza es el corazón de la vida social de la ciudad y se encuentra muy cerca del famoso Ponte Vecchio.

También el Ponte Vecchio aparece en la película. Aquí encontrarás numerosas tiendas, como en la el inspector Pazzi compra la pulsera de plata, y que le servirá para recoger las huellas de Hannibal. Según la leyenda, los comerciantes vendían su mercancías en este lugar porque el puente estaba exento de tasas e impuestos. También se cree que aquí surgió el término bancarrota debido a que, cuando un vendedor no podía pagar sus deudas, los soldados rompían su mesa para evitar que continuara con el negocio.

En la sala dei Gigli del Plazzo Vecchio es donde celebra sus conferencias sobre arte y donde el temido antropófago mata al inspector que sigue sus pasos, Rinaldo Pazzi. Se encuentra en la plaza de la Señoría y acoge un museo con obras de Miguel Ángel, Visari o Brozino. En la fachada principal podemos ver la Torre de Arnolfo, uno de los principales símbolos de Florencia.

En la iglesia de Santa Croce se organiza el concierto de Dante's Inferno y es donde Hannibal se reúne con la mujer de Rinaldo. Se trata de la iglesia franciscana más grande del mundo y, aunque su interior no es tan llamativo como su impresionante fachada, para su decoración participaron artistas como Brunelleschi, Donatello o Giotto. Se la conoce como el Templo de las Glorias de Italia ya que contiene los sepulcros mortuorios de personajes históricos como Miguel Angel, Galigelo, Dante o Maquiavelo.

Cerca de la fuente Porcellino, el doctor Lecter apuñalará al gitano Enrico Loverso, que intenta robarle su bolsa. El Porcellino es una simpática escultura realizada en bronce, que en representa en realidad a un jabalí, no a un cerdo. La obra del escultor Pietro Tacca, réplica de la que se encuentra en el Palazzo Pitti, está en la Plaza del mercado en via Porta Rossa. La leyenda dice que tocar su hocico da buena suerte y para tener más suerte aún, debes introducir una moneda por su boca.

Si te acercas a verla, también disfrutarás del Mercato Nuevo que se monta cada día a su alrededor y en el que encontrarás productos de artesanía.

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7 experiencias inolvidables en Marrakech

Una vez aterrizados en Marrakech tenemos un sinfín de oportunidades para sumergirnos en esta mágica y vibrante ciudad magrebí. No podemos despedirnos de ella sin visitar:

1.- El Jardín Majorelle 

El Jardín Majorelle es la obra de arte más importante llevada a cabo por el pintor francés Jaques Majorelle, que diseñó durante su estancia en Marrakech en el chalet donde se alojaba.

Se trata de un jardín botánico de lo más exuberante y rico en diferentes especies de plantas exóticas que Majorelle traía de sus numerosos viajes por el mundo. Se abrió al público en 1947 y cerró en 1962. Permaneció cerrado hasta que el diseñador Yves Sant-Laurent lo compró y restauró para su posterior reapertura en 1980, añadiendo más especímenes vegetales. El color azul de las paredes de este maravilloso palacete contrasta con el verde intenso de la vegetación de este edén repleto de cactus, palmeras, yucas, nenúfares, cocoteros y bananeros, entre muchos más. Adentrarse en este paraíso singular no tiene precio. 

2.- El Palmeral

El Palmeral, más de 13000 hectáreas de terreno que conforman un ecosistema particular y místico, rebosante de palmeras.

Es muy importante su conservación ya que constituye la fuente de abastecimiento de dátiles y madera en Marrakech. Este parque milenario se suele recorrer tanto en calesa como en camello. Por unos 100 dirhams (10 euros), se puede dar un paseo en camello por el interior de éste. Alquilar una calesa con caballos resulta un poco más cara, entre unos 200-250 dirhams (20-25 euros), pero también tiene su encanto. El trayecto en calesa dura aproximadamente unas dos horas y va desde la plaza de Yamaa el Fna hasta el Hotel Palmeraie Golf Palace, situado en el punto más lejano de la zona. Además se pueden encontrar una serie de construcciones y hoteles de lujo así como algunos campos de golf, sólo aptos para los bolsillos más adinerados. Es una excursión bastante turística, pero muy agradable y vale la pena probar la experiencia al menos una vez.

3.- La Plaza de Yamaa el Fna

La plaza de Yamaa el Fna, la más emblemática y conocida de la ciudad.

Este lugar es un espectáculo continuo a cualquier hora del día. Los olores a especias y los que se desprenden de la multitud de tenderetes de comida tradicional embriagan la atmosfera que se respira de una forma hechizante. El regateo es la práctica por excelencia marrakechí. Se puede utilizar sin reparo en esta plaza y en todo el zoco que se extiende desde la zona norte de ésta por callejuelas y pasadizos laberínticos en pleno corazón de la ciudad. Por no decir que hasta en las propias tiendas se regatea, desde el agua o zumos naturales hasta taxis, en el zoco se podrán conseguir toda clase de artículos artesanales y alimentos por un tercio de lo que valen ”realmente”. El tajín, el cuscús, los caracoles y la carne de cordero son algunas de las especialidades más apetitosas que podemos saborear por estos lares.

En este heterogéneo centro de actividad también hay espacio para una realidad más espiritual: los videntes que leen las manos o echan el tarot y los encantadores de serpientes son personajes clave en esta amalgama de movimiento cultural. Para aquellos amantes de la ostentación, se encuentra un restaurante de lujo llamado Al Baraka en la misma plaza, a donde suelen acudir los habitantes de clase alta a comer platos típicos exquisitos a la vez que bailarinas danzan a su alrededor, exhibición digna de las mil y una noches de Alí Babá.

4.- El curtido de cuero

El proceso artesanal de curtido de cuero es uno de los más antiguos y afiligranados de la ciudad.

El trabajo de los curtidores marroquíes es muy duro y sobretodo por el hedor que desprenden las sustancias residuales necesarias para llevar a cabo tal labor. Se recomienda ir con un guía que pueda detallarnos las diferentes fases de este interesante procedimiento a la perfección y no olvidarnos de coger unas hojas de menta que se disponen a la entrada para acercarnos a la nariz, y así calmar la sensación desagradable causada por el olor. Vivir esta experiencia nos catapultará a la época medieval.

5.- Las Teterías de la Medina

Las teterías de la Medina de Marrakech son una parada obligatoria en tu viaje al mundo árabe.

Tomar un té de menta o hierbabuena, popularmente conocido como té moruno, es imprescindible para sentirte como una auténtico marroquí.Algunos de los salones de té más chic y glamourosos que hay son el Café Árabe y La Terrasse des Épices. También es muy recomendable probar el exótico té de azafrán.

6.- Los Hammams

Un Hammam es un salón tradicional de baños donde relajarse plenamente.

En estos centros también son usuales tratamientos de belleza como hidrataciones y exfoliaciones de la piel. Hay hammams de diferentes estilos orientados para todos los públicos y bolsillos. Aunque antiguamente acudir a esta especie de termas romanas fuera una actividad reservada para los ricos, hoy en día pueden gozar de esta experiencia placentera todos los habitantes. Algunos nombres de nuestros favoritos son Les Bains de Marrakech y La Maison Arabe.

7.- Aït BenHaddou, Sus-Masa-Draa

El Ksar o ciudad fortificada de Aït BenHaddou es considerada Patrimonio de la Humanidad desde 1987.

Ha sido utilizada como localización de numerosos filmes como Gladiator o La Momia debido a la gran belleza de la arquitectura de sus casas de adobe y de las vistas espectaculares que ofrece. Es un lugar de ensueño que impresiona por lo bien cuidado que está. Llegar hasta aquí no es fácil, el trayecto es de 200 kilómetros desde Marrakech en vehículo por puertos de montaña, lo que supone unas cuatro horas. Una vez llegados allí, olvidaremos todo el esfuerzo que ha supuesto llegar para adentrarnos en un nuevo mundo fusionado por el color ocre, el verde de las palmeras y el azul de un cielo abrasador.

Imagen de Donarreiskoffer

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Marrakech en colores

Si París es la ciudad de la luz, y Lisboa la ciudad blanca, Marrakech es conocida como la ciudad roja por el color de sus muros y de muchas de sus construcciones. Pero basta pasearla un poco para darse cuenta de que el rojo se queda corto. Por eso, os proponemos una visita en colores a una de las ciudades más fascinantes de Marruecos.

BLANCO: Nada más aterrizar, sacaréis la cámara, seguro. Y es que el aeropuerto Marrakech Menara es la primera sorpresa del viaje. Es uno de los más importantes del país, y entre 2006 y 2008 se hizo una ampliación que incorporó una impresionante estructura blanca que combina elementos modernos y tradicionales, y juega con las luces y las sombras, provocando un efecto diferente según la hora del día.    

VERDE: Los marroquíes son gente muy acogedora, así que cuando lleguéis a vuestro alojamiento, seguro que enseguida os ofrecerán un té a la menta. Será el primero, pero no el último. Podría decirse que es, casi casi, la bebida “oficial” de la ciudad, y veréis menta por todas partes. Además de la que os pongan en el té, vale la pena meterse en el zoco y buscar una pequeña parte, menos turística, donde, además de pijamas y aceitunas, encontraréis algunos puestos de venta de menta. Mientras estuvimos allí, muchas mujeres se acercaron a comprar y eligieron decididas el ramillete que preferían. Al parecer, hay muchos tipos diferentes, ¡pero ni la fotógrafa ni yo fuimos capacesde diferenciar unos de otros!  

NARANJA: Y si el té a la menta es la bebida oficial de la ciudad, en Jamaa el Fnaa lo que se impone es el zumo de naranja. La plaza más famosa de la ciudad, siempre bulliciosa, está llena de carromatos donde os prepararán un delicioso zumo de naranja o de pomelo, a cualquier hora del día. Es imposible no sucumbir a ellos, aunque sólo sea porque llevar uno en la mano es la única forma de que dejen de reclamaros a gritos desde cada puesto de zumos.

AZUL: Un paseo por el Jardín Majorelle es suficiente para entender por qué Yves Saint Laurent y su pareja, Pierre Bergé, se enamoraron del lugar y decidieron comprarlo y restaurarlo. Es, quizá, uno de los lugares más sorprendentes de Marrakech. Lleva el nombre de Jacques Majorelle, un pintor orientalista francés que se instaló allí en 1923, y que en 1931 hizo construir un estudio de un azul tan peculiar que se ha bautizado como “azul Majorelle”. A su alrededor, el jardín es otra obra de arte, viva, pues está lleno de plantas exóticas y especies raras que él traía de vuelta de sus viajes. Además, ahora hay también un pequeño memorial dedicado a Saint Laurent, que salvó el lugar de un proyecto inmobiliario que lo habría hecho desaparecer.

FUCSIA: Se cuela por la ciudad, en el lugar más inesperado. Este color os llamará la atención cuando os sentéis en la terraza de un bar como el Nomad, cuando miréis las vistas de la ciudad, o cuando subáis la escalera de la terraza de la Maison de la Photographie (muy recomendable, por cierto, aunque quizá más por la terraza que por la colección). El fucsia de las buganvilias destaca un poco por todas partes, en azoteas y en ventanas, o por encima de alguna tapia. Es un toque de color puntual, pero que da aún más vida a una ciudad que no para.

NEGRO: es curioso. Seguramente, uno de los últimos colores que asociaríamos con el jabón sería el negro, y en cambio el jabón negro es un producto tradicional muy usado en Marruecos. Lo descubriréis si decidís relajaros en algún hammam, pero no creáis que es un producto “para turistas”: se vende en los mercados y se usa también en los hammams que frecuentan los lugareños (que no tienen nada que ver con los turísticos. Si buscáis experiencias más que relajación, entrad en alguno. Seguro que no lo olvidaréis). La elaboración es bastante artesanal, a base de aceitunas negras y aceite. Es un buen exfoliante y tiene mucha vitamina E, así que os dejará la piel como nueva.   

BEIGE: si habéis decidido alojaros en un riad, es muy posible que el beige sea un color predominante durante vuestra estancia. Los riads son un alternativa muy recomendable a los hoteles, y están cada vez más de moda. Un riad es una casa o un palacio tradicional marroquí con un pequeño patio o un jardín interior. Alojarse en uno de ellos es sumergirse más profundamente en la experiencia marroquí, en un ambiente auténtico. Y la autenticidad viene dada por el respeto a la tradición. Son cada vez más los occidentales que abren riads, y de hecho gracias a ellos se están conservando técnicas como el tadelakt. Durante mucho tiempo, este sistema de revestimiento, a base de cal, fue un símbolo de Marrakech. Poco a poco se fue abandonando, y son ahora los extranjeros los que lo están recuperando. Como Stephan y Xavier, del Riad Snan 13. Ellos apostaron por el beige, el color natural del tadelakt, que ha dado un aire oriental y acogedor a la vez a un riad pequeño de habitaciones preciosas. Un lugar más que recomendable, muy céntrico, donde disfrutaréis de unos desayunos fantásticos y sobre todo de una hospitalidad que sólo tiene un inconveniente: ¡no querréis volver a casa!

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Texto de Anna Guitart

Imágenes de Noemi de la Peña Fillat

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