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VIAJAR POR SEMANA SANTA, ¿SÍ O NO?

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La Catania atípica

¿Cómo definir Catania? La ciudad de las mil caras, de los mil sabores, de los mil tesoros. Ciudad marítima y volcánica, puerto del mar Jónico y capital de Etna. Ciudad de comerciantes, campesinos y pescadores que siempre han vivido en simbiosis con el agua, el fuego, el mar y las montañas. La ciudad de los mil corazones de una cultura multiétnica y multireligiosa. La cuna de Bellini y del barroco siciliano. Del mar a las montañas, Catania equivale a campos interminables de naranjos y viñedos costeros al pie del monte Etna; negros alcantilados de roca volcánica y largas extensiones de arena blanca; ruinas romanas e iglesias barrocas; el festival de Santa Ágata y los mercados centrales.

Probablemente ya conoces el barroco, las iglesias, los palacios, las calles, los balcones y las tradiciones que animan su casco antiguo. En lugar de esto, ¿por qué no optar por una de las muchas experiencias alternativas que ofrece Catania a través del portal sicilying.com? Aquí tienes nuestras tres sugerencias.

La primera: pasear por el centro de la ciudad, con la nariz afilada, explorando los aromas que la invaden. La gastronomía y las tradiciones culinarias que aquí se encuentran son un tesoro oculto de sus múltiples influencias culturales: griegos, fenicios, romanos, normandos y árabes dejaron aquí su huella. Cocina campestre y gastronomía aristócrata, ingredientes ricos y pobres confluyen creando sabores intensos y auténticos. Los restaurantes sofisticados se complementan con auténticas tavernas tradicionales y la más extraordinaria comida callejera anima las callejuelas.

Catania es la cuna de la comida “callejera”. En el caso de que quieras encomendar tu visita a los mejores operadores turísticos, puedes combinar un tour por Catania con el descubrimiento de su mejor gastronomía y los vinos que tiene en su haber. Puedes contemplar el barroco siciliano en la Piazza Duomo o la Via Crociferi, atravesar el famoso mercado de pescado (la pescheria) y probar el sangeli (sangre de cerdo) ozuzzu (carne en gelatina). En la Piazza Stesicoro, que alberga el anfiteatro romano, puedes acercarte a un bar tradicional para probar la comida callejera por excelencia: el arancino,la cartocciata y la cipollina,además de todas las variedades dulces y saladas de sucomida para llevar. O dejarte guiar por los chefs locales a través de los mercados tradicionales del casco antiguo, para que luego puedas preparar tú mismo los platos sicilianos.

La segunda: sumergirte en el verde campo de Catania, en busca de las raíces de los vinos sicilianos más famosos. Los orígenes de muchas bodegas de Catania se remontan al siglo dieciocho. Sus viñedos están situados en rocas de lava a 700 metros sobre el nivel del mar y se cultivan siguiendo métodos que han pasado de generación en generación. El microclima típico y las favorables características del suelo volcánico permiten cultivar uva de gran calidad.

Más allá de los viñedos encontrarás los antiguos bagli (construcciones aisladas en la campiña siciliana) y monasterios del siglo catorce convertidos en casas rurales. Una cata de vino en una bodega del monte Etna es una experiencia inolvidable, que brinda la oportunidad de saborear «sobre el terreno» algunas de las referencias más famosas de esta región: Nero d’Avola, Inzolia, Cerasuolo di Vittoria, Etna DOC, tinto y blanco, acompañadas por la degustación de gastronomía típica.

La tercera: después de comer y de probar algunos vinos, es hora de salir de la ciudad y subir en mountain bike el Etna, también conocido como la muntagna.Con 3.300 metros de altura, es el volcán en activo más alto de Europa.

El monte Etna, con su paisaje lunar a gran altitud, los bosques que se extienden a lo largo de la costa, los senderos y paisajes únicos, los productos típicos y los pueblos con sus centros históricos, es un destino fascinante para los viajeros y los amantes de la naturaleza, los vinos y la gastronomía y para los aficionados a los deportes al aire libre, practicados en un entorno singular.

Los ríos de lava han esculpido esta tierra haciéndola extremadamente variada. Las rocas, la frondosa vegetación y los paisajes, que están en continuo estado de cambio conforme los substratos se deslizan con el tiempo, así como las temperaturas, la precipitación y la exposición a los elementos también varían a estas altitudes.

Puedes optar por hacer una ruta por el monte Etna en bicicleta a lo largo de sus increíbles senderos (la Pista Altomontana), de la mano de un guía experto, o hacer una ruta en bicicleta de la montaña al mar, descendiendo del volcán al mar. Ambas opciones son una experiencia increíble que recordarás durante años.

¿O quizás te va más conocer Sicilia desde una perspectiva única, singular y completamente diferente? En ese caso, apúntate a un tour en globo aerostático. El viaje te permitirá vivir una experiencia extraordinaria, con vistas inolvidables de toda Sicilia. Al aterrizar, te estará esperando una copa de buen vino del monte Etna, acompañada de algunos productos típicos de la zona y se te entregará un «certificado del bautizo de vuelo», firmado por el piloto.

Venga, no te conformes con una estancia habitual, ¡Catania hay que vivirla al máximo!

 

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Una ruta por la Bretaña francesa

Recorrer la Bretaña es revivir la emocionante historia medieval europea, ahondar en sus raíces culturales, en sus tradiciones y leyendas. Descubrirás unos paisajes sorprendentes; sus playas, acantilados o localidades medievales como Vitré o Fougères, y sacarás provecho de los efectos beneficiosos que ofrecen las aguas del océano Atlántico para el cuerpo. En Dinard o La Baute encontrarás algunos de los mejores balnearios, a los que son tan aficionados los bretones, en los que descansar y purificarte.

La Bretaña francesa es una gran península con 1.200 kilómetros de litoral y una intensa relación con la tierra y el mar, que se percibe tanto en sus paisajes como en la gastronomía y sus tradiciones, que se remontan a su pasado celta, realmente más próximo a Irlanda o Gales que a la propia Francia.

La belleza del litoral bretón se ve prolongado por sus islas, al norte las de Bréhart o Ouessant y Sein, Glénan, Groix o Belle-Île al sur, auténticos paraísos de belleza salvaje con sus calas protegidas y sus faros, y con una historia y personalidad propia. Sus puertos han sido puntos estratégicos tanto para el comercio como para la defensa militar e incluso, tierras de destierro.

Rennes, aunque capital de la Bretaña, se encuentra a las puertas de la región de Normandía y es un destacado lugar del patrimonio arquitectónico y testigo de la historia de la región. Alrededor de sus dos plazas reales, el Parlamento y el ayuntamiento, y sus características casas de entramado de madera y mansiones renacentistas, se dibujan siglos de historia.

A 30 kilómetros de Rennes se encuentra el frondoso bosque de robles y hayas de Brocelandia, dominio de mitos y leyendas celtas. Es aquí donde se suelen situar muchos episodios de las novelas de la Mesa Redonda, como la búsqueda que el Rey Arturo ordenó para encontrar el Santo Grial y fue también el lugar donde vivieron el hada Viviana, el caballero Lancelot y el mago Merlín, amigo y asesor del joven Arturo, del que dicen quedó allí atrapado por amor.

Por el mágico bosque de Broscelandia recorrerás recónditos senderos que te llevaran por el Puente del Secreto, el pueblo de Paimpont y su hermosa abadía o los castillos de Brocelianda y del paso del Acebo.

Al norte, en el estuario del río Rance se llega a Dinan, con su encantador casco urbano y una de las ciudades medievales mejor conservadas. Por su recinto amurallado descubrirás fascinantes monumentos como la basílica de Saint-Sauveur o la torre de l’Horlage.

A partir de aquí se extiende la Costa Esmeralda, con sus verdes costas salpicadas de pueblecitos, que trascurre desde la ciudad amurallada de Sain-Malo a la Costa de Granito Rosa, que debe su nombre a sus peculiares formaciones rocosas de matices rosa. Y entre ellos, innumerables sitios por explorar: los acantilados rocosos de Cap Fréhel o Rochefort-en-Terre con sus casas bajas de techos de pizarra y el encanto de los viejos pueblos.

Otro de los alicientes de la ruta por la costa bretona es seguir el Camino de los faros, que se inicia en Brest y finaliza en Portsall, para recorrer el medio centenar de faros que puntean su litoral.

Grandes pintores como Paul Gauguin o Maurice Denis han inmortalizado como nadie la Bretaña. Podrás redescubrirlos en el Museo de Bellas Artes de Pont-Aven. Pont-Aven debe su fama a la escuela de pintores que lideró Gauguin en esta localidad pesquera, llegados de París y dispuestos a seguir sus enseñanzas. Esta población sigue conservando los nostálgicos molinos que se sucedían a lo largo del río, que tantas veces recrearon estos artistas, y su fascinación por la pintura, pero también podrás disfrutar de su afamada repostería.

Finalizando el arco de la costa bretona hacia el sur, se encuentra Carnac, localidad que alberga más de 3.000 restos prehistóricos de entre los años 5.000 y 2.000 a.C. Se trata del enclave arqueológico más antiguo de Europa, dividido en cuatro grandes áreas: Le Ménec, Kermario, Kerlescan y Le Petit Ménec. También puedes completar tu visitar en el Museo de la Prehistoria de Carnac.

Comer en la Bretaña

El dilatado litoral bretón, bañado por las aguas del Atlántico, marca la gastronomía de la región, que ha sabido, como ninguna otra, preservar sus especialidades gastronómicas. Los pescados y mariscos toman las cartas de los restaurantes como en ningún otro lado. Aquí se recogen una de las mejores ostras del mundo, la Belon y por supuesto, los mejillones.

En general todos los crustáceos y mariscos como el centollo, los bogavantes o los bueyes de mar, ya que se recogen de sus frías aguas. Esto se traduce también en deliciosas sopas de pescado. Aunque si hay un pescado por el que los bretones tienen un especial fervor, ese es el bacalao, que preparan de todas las maneras imaginables.

Pero, aparte del pescado, en la Bretaña se elaboran excelentes quesos, como el curé nantais, y mantequilla, sidra y deliciosa repostería. Sus crêpes, brioches o los sablés harán las delicias de los más golosos.

Imagen de Emmanuelc

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