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Dónde comer y beber en Reykjavik

Reykjavik es el punto de partida ideal para iniciar una ruta en coche por interminables carreteras rodeadas a ratos de nieve, a ratos de vegetación, de paisajes lunares o de extraños y fascinantes parajes rocosos jamás imaginados. Lagos, montañas, volcanes, fiordos, glaciares… forman la geografía de uno de los países más cautivadores del mundo, que tiene en su capital, Reykjavik, un paraíso trendy donde reina la clase media, te puedes encontrar a Björk tomando un cappuccino en cualquier café, donde nadie parece tener problemas y donde, además, se come de lujo. Para echar una mano en la tarea de comer bien en Reykjavik, hemos seleccionado ocho restaurantes que nunca fallan.

1. Lava Restaurant

El restaurante del Blue Lagoon no sólo es un lugar de ensueño, sino uno de los ejemplos más significativos de la cocina creativa islandesa. Su chef, Viktor Orn Andresson, que obtuvo el reconocimiento a mejor chef nórdico en 2014, presenta una cocina creativa y orgánica, con un gran protagonismo de pescados y verduras frescos. Desde las paredes acristaladas de este imponente local pueden contemplarse las aguas geotermales, parte de una formación de lava, de este spa al aire libre en el que puedes bañarte a la intemperie en sus cálidas aguas medicinales sin importar que la temperatura ambiente ronde los 0°. Y, de paso, disfrutar de la vanguardia gastronómica islandesa en forma de platos que van desde el tártar de cordero con rábano picante a la sopa de langostinos con ajos, o el delicioso bacalao con cítricos.

2. Kopar

Gran restaurante, hermosísimo, ubicado junto al puerto, donde disfrutar de unas vistas espectaculares en un coqueto establecimiento siempre frecuentado, gracias a su estupenda cocina de temporada, un homenaje al producto fresco cocinado con mucho mimo y sin grandes aspavientos, todo lo contrario, para que nos entendamos, que el restaurante anterior. Gran carta de vinos internacionales, cuyos precios nos van a parecer elevados en comparación con el resto de propuestas del menú, y una carta que cuenta con platos espectaculares. Es el caso del atún harbour style (ligeramente tostado con chips de ajo), de las lenguas de bacalao con ajo y cereza, o del risotto cremoso de langosta, uno de los mejores platos que hemos probado nunca.Visita obligada, sin duda.

3. Kolabrautin

No se puede pasar por Reykjavik sin quedarse petrificado ante el espectacular edificio Harpa, junto al mar, una macro sala de conciertos y conferencias galardonada con un premio Mies Van Der Rohe, sede de la Orquesta Sinfónica de Islandia y la Ópera Islandesa. Kolabrautin es su flamante restaurante, ubicado en la cuarta planta, al que podremos ascender tras habernos hecho millones de fotos en su edificio acristalado, y echado una ojeada a su tienda de objetos de diseño. Aquí se puede disfrutar de la que es, probablemente, la mejor vista de la ciudad, y se fusiona con buena mano la cocina islandesa y la italiana, que pueden acompañarse de una carta de cócteles o vinos. Si preferimos cenar a la aventura en uno de los numerosos restaurantes de la calle principal, Laugavegur, un paraíso de tiendas de arte, diseño, moda y hermosos y coquetos cafés y restaurantes, siempre podemos ir a Kolabrautin a tomar unas copas tras la cena.

4. Cafe Babalu

De la sofisticación cosmopolita de las opciones precedentes a la informalidad de este encantador café que acoge a cualquier hora del día a quienquiera que disfrute con una decoración pintoresca y muy original y de propuestas que van desde los pasteles caseros a las sopas, los bocadillos o las tartas vegetarianas. Su exterior es una hermosa casita pintada de amarillo y su interior una perfecta amalgama de mobiliario vintage de toda índole, que convierte a Babalú en el lugar ideal para disfrutar de las maravillosas vistas, desde sus cristales mientras sostenemos con ambas manos un cappuccino gigante. Su pastel de queso es el más popular de la ciudad. 

5. Te & Kaffi

Parada obligada es esta librería café desde cuya terraza podremos contemplar el apacible devenir de la vida en Reykjavik. Si el tiempo no acompaña podemos ocupar una de las mesas de su interior y disfrutar de un gran café y de algún pastel de tamaño también bastante considerable mientras ojeamos alguno de los libros de arte o diseño que pueblan las estanterías de este espacio agradable y acogedor, una cadena que podemos hallar también en algunos centros comerciales.

6. Mokka

En cuanto uno pone los pies en Reykjavik comprende enseguida que los islandeses son grandes fans de los cafés inmensos y la pastelería artesanal, y que la ciudad rebosa establecimientos abarrotados de hipsters sorprendentemente delgados si tenemos en cuenta los pastelazos que parecen meterse a todas horas entre pecho y espalda. Uno de los cafés más concurridos de la ciudad es este establecimiento frencuentado por el artisteo local, donde conviene pedir uno de sus maravillosos gofres. No tienen Wi-Fi, pero y qué.

7. The Laundromat Cafe

No sólo es monísimo, como casi todo el Reykjavik, sino que tiene unas hamburguesas que se encuentran entre las mejores de la ciudad y es un espacio absolutamente kids-friendly, que cuenta incluso con una sala de juegos. Esta bonita cafetería, revestida en madera, es trendy y acogedora a partes iguales, es luminosa, espaciosa, carismática, siempre animada… y sí, tiene lavadoras.

8. Slipp Bar

El bar del hotel Icelandair Marina es, como lo es todo el edificio ubicado frente al puerto, un homenaje al buen gusto escandinavo hasta límites que pueden llevarnos al síndrome de Stendhal. Tanto Slipp Bar como este hotel que merece mucho la pena, pues es un sobrio y hermoso tres estrellas arrebatadoramente bonito desde cuyas habitaciones podemos dormirnos prácticamente escuchando el rumor de las olas, están exquisitamente decorados y se convierten en lugares ideales para pasar una tarde en Reykjavik. En Slipp Bar podemos tomar un café a media mañana, picotear algo por la tarde o tomar un cóctel por la noche, bajo una de sus lamparazas de diseño, mientras disfrutamos de las vistas al mar.

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Texto e imágenesde Laura Conde (Gastronomistas)

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Diez lugares donde comer y beber en Moscú

Es curioso lo que ocurre en Moscú con las cosas del comer. Suele ser mucho mejor la comida, salvo excepciones, en lugares económicos y sin excesivos alardes que en locales de pretendido postín. ¿Los motivos? Podríamos extendernos en una divagación histórico-político-estético-cultural-existencial que nos llevaría de los zares a Lenin, pasando por la Guerra Fría, para acabar sumidos en una reflexión sobre el particular criterio estético post-Perestroika de una buena parte de la Rusia pudiente, aquellos nuevos ricos de Yeltsin ya felizmente instalados en el capitalismo: esa aversión al minimalismo, ese legendariohorror vacuiruso que se refleja en buena parte de la moda, la arquitectura y, claro, la gastronomía.

Apliquemos, pues, el menos es más, esa frase con tan pocos amigos en Rusia, y ganaremos la batalla gastronómica en una ciudad tan fascinante como hostil, sobrecogedoramente bella, tan diferente a la imaginada. Una ciudad a la que hay que ir con todos los sentidos bien despiertos, con esa necesidad de entenderlo todo que es el motor de cualquier viaje, y con la disposición para aguantar algún que otro berrido en ruso por parte de personas de todas las edades y condiciones que dedican toda la energía de la que son capaces de hacer acopio a dejarte claro desde el primer momento que te detestan, a ti y a todo lo que representas.

Y una vez has pasado frío, has sido objeto de los más variopintos alaridos en ruso, te has paseado por esas inmensas avenidas diseñadas para tanques y no para personas, una vez has comprobado atónito que en muchas cosas Moscú se parece más a Londres que a Moscú, entonces te das cuenta de que te vas a ir de allí habiendo entendido, al fin, un poco mejor el siglo XX. Y constatas que nadie a quien no hayan chillado muy fuerte en ruso al menos una vez en su vida está en condiciones de emitir ninguna opinión sobre lo que ha representado el pasado siglo, ni sobre la herencia que nos ha dejado ni, en definitiva, sobre quiénes somos.

Y mientras dedicábamos largas e interminables horas de caminata a la reflexión existencial, también comíamos. A veces asombrosamente mal, en locales generalmente pseudo modernos, y otras, las que nos ocupan, muy bien, en restaurantes mucho más modestos. Con todos ustedes, nuestros diez restaurantes preferidos de Moscú:

1. Caffe del Parco (Via di Camaldoli, 7)

Atención 'hipsters'. Este va a ser vuestro restaurante favorito de Moscú, que se halla en el que va a convertirse sin duda en vuestro barrio de referencia, el Octubre Rojo, junto al río, una suerte de Williamsburg-Malasaña-Shoreditch versión rusa aún por acabar de hilvanar, pero claro, ahí está la gracia. No hay todavía muchos locales, pero sí alguna tienda interesante, una librería y un buen número de restaurantes de mobiliario reciclado, copeo, DJs y ambiente nocturno. Caffe del Parco, recién abierto por un siciliano afincado hace años en Moscú, es un bonito y minimalista restaurante-cafetería donde se recuperan las recetas de la nonna y en el que hemos tenido la suerte de comer uno de los mejores risottos de nuestra vida. Una más de las mil paradojas que nos brinda constantemente Moscú.

2. Cafe Mart

Y seguimos con el moderneo. La cafetería de una de las dos sucursales del Museo de Arte Moderno de Moscú está situada en un hermoso jardín repleto de estatuas del artista georgiano Tsereteli, abarrotado de familias entregadas al noble arte del brunch y muchos niños correteando por el comedor o participando en alguno de los talleres que se organizan en su interior. Deliciosos cafés, bollería, bocadillos o algún plato de una carta sencilla y sin pretensiones que combina la cocina francesa con las especialidades georgianas, en un local que bien podría situarse en Berlín o Ámsterdam.

3. Harat's Pub

En este pub irlandés, pequeño y acogedor, situado en la calle Arbat, una gran avenida peatonal que funciona como centro neurálgico de compras y ocio de la ciudad, es una de las pocas opciones de copeo. Y es un lugar curioso, regentado por un simpático moscovita ex residente en Andalucía que ama la cultura latina hasta el punto de que le da exactamente igual ser el propietario de un pub irlandés, y le es aún mucho más indiferente que este pub esté situado en una calle mainstream de la ciudad, de la que uno espera un poco de 'rusiedad' y no experimentos cosmopolitas. Porque a él y a su rockera clientela parece gustarles la música en español, y cuando pasas ante su puerta te dejas seducir por un contundente “Lega-lega-li-za-ción” que emana a todo volumen de sus bafles. Sí, aquí son fans de España, de Ska-P, de las birras de importación y de Irlanda en toda su magnitud, y este extraño pero entrañable mix da lugar a uno de los bares más divertidos de Moscú.

4.  Varenichnaya N.1 (Arbat, 29)

He aquí nuestro restaurante preferido de la ciudad, un local sin pretensiones, muy agradable, céntrico (ubicado también en la calle Arbat) y económico, que ofrece cocina tradicional rusa en forma de platos tradicionales como las vareniki (una pasta en forma de empanadilla servida con diversos rellenos y acompañada de una salsa deliciosa), las pelmeni (un plato similar de origen ucraniano) y las chebureki (empanadas típicas rellenas de carne). Cuenta, además, con una oferta de pancakes, muy típicos en el país, cócteles con y sin alcohol, cafés y bollería casera. Todo ello en un local amplio y concurrido, muy acogedor, en el que conviven detalles que muestran un extraordinario buen gusto con otros que te convencen de todo lo contrario, cosa que no te importa lo más mínimo cuando hincas el diente a una de sus especialidades rusas a buen precio de la mano de un servicio encantador que, sorprendentemente, es capaz de comunicarse en inglés.

5. Varvary

No se puede hablar de gastronomía en Moscú sin mencionar a Anatoly Komm, el primer chef del país en lograr una estrella Michelin, poseedor de un restaurante de alta cocina de vanguardia, el Varvary. Si nos lo podemos permitir, vale la pena reservar mesa en el comedor de este excéntrico e inclasificable chef, que parte de la cocina tradicional rusa (sopas, ahumados) y le aplica las más modernas técnicas de vanguardia. Komm se lamenta, y sus razones tendrá, de la terrible autarquía rusa, del poco afán de la población por abrirse a todo aquello que llega de la vecina Europa. No es el caso de su lujoso restaurante moscovita, que ofrece cocina molecular para clientes con los paladares bien educados, lejos de esos “nuevos ricos”, en palabras de Komm, sin apenas educación y gustos algo pomposos. Los platos de este hombre sensible y amante del arte destacan, entre otras cosas, por su espectacular estética.

6. Monsieur Croissant (Baumanskaya, 42)

Hay que alejarse del centro hasta la zona de Baumanskaya, cosa que recomendamos encarecidamente si deseamos acercarnos al Moscú real, mucho más cálido y habitable, lejos de las inclemencias de un centro tan hostil como espectacular. Y si decidimos enfrentarnos al bellísimo aunque complicado metro moscovita este pequeño restaurante es una gran opción, ya sea para desayunar uno de sus pasteles o bollos o comer al mediodía algún plato sencillo y bien elaborado, como una pasta con verduras o una sopa del día. Al lado, un Mercure Hotels, en el que nos alojamos, a un precio de risa comparado con las tarifas del centro y a tan sólo dos paradas de metro de la Plaza Roja.

7. Tamerlan

En Moscú predomina mucho el macro local de pseudo lujo en el que una clientela vestida como tú cuando vas de boda bebe vodkas como si fuesen agua. Este restaurante asiático es una buena opción si el cuerpo nos pide glamour, pues la comida, especializada en Eurasia, es notable, el precio moderado, y el interiorismo llamativo y bonito.

8. Chemodan (Gogolevskiy Blvd., 25/1)

Sería imperdonable abandonar Moscú sin haber cenado al menos una vez en Chemodan, un local delicioso, absolutamente inclasificable, nada propio de la imagen que tenemos del Moscú contemporáneo. Chemodan se sitúa en las inmediaciones de la calle Arbat, y su atmósfera (con sus grandes lámparas, la pared empapelada, alfombras y cuadros en las paredes) nos recuerda más a la de un bar de intelectuales del París de los años 20 que a lo que esperas de la Rusia de Putin. Cuando abres la puerta y un encantador viejecito te recibe con el 'Bésame mucho' de fondo sabes que estás en el lugar adecuado, y te entregas a una cocina de raíces rusas, que trata de explorar en una sola carta elaborada con mimo y sensibilidad todas las cocinas del país.

9. Café Pushkin

Sólo si tenemos alrededor de 300 € en el bolsillo podremos visitar el Café Pushkin, un local legendario que merece la pena mencionar por hallarse en todos los rankings posibles de restaurantes no sólo mejores sino más hermosos del mundo. Preparemos, pues, nuestras mejores galas y sintámonos cual Cenicienta en este majestuoso espacio revestido en maderas nobles, donde hasta el último rincón rebosa lujo bien entendido, y preparémonos para degustar una cocina rusa con pinceladas francesas (o tal vez sería más correcto decirlo a la inversa), que es probable que, pese al encanto del conjunto, no satisfaga a aquellos comensales que busquen alta gastronomía en estado puro.

10. Beverly Hills Diner

Y por último una gran broma, que no hemos querido pasar por alto por ser de lo más impactante que hemos visto en Moscú. El más americano de los locales, en el que parece a punto de entrar Olivia Newton-John, se encuentra allí, en el centro de Moscú, con esas luces de neón que pretenden mostrar al mundo con orgullo que sí, que la Guerra Fría la ganaron  ellas. Tragas saliva y constatas, con cierta amargura que no sabes exactamente a qué se debe, la victoria: te das cuenta de que sí, de que tras tanto salmón y salsas rusas te apetece sentir el placer de lo conocido e hincarle el diente, al fin, a una hamburguesa.

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Texto y fotos de Laura Conde (Gastronomistas)

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