A pedales por la Toscana
La Toscana es un paraíso para la práctica del cicloturismo gracias a una red de caminos, pistas y carreteras con poquísimo tráfico que invita a perderse literalmente por paisajes que parecen de otra época. Las posibilidades son infinitas y hay rutas de todos los niveles. La que os recomendamos en este post permite ir de Siena a Florencia en 2 o 3 etapas –según nuestro estado de forma–, pedaleando a través de la región donde se cultiva y elabora uno de los tintos más famosos del mundo, elChianti.Pensando en los más neófitos, hemos planteado un recorrido fácil de seguir que suma un total de 95 km. Aunque no está exento de subidas y bajadas –la región es conocida como Colline del Chianti –, todo esfuerzo tendrá su merecida recompensa, pues el itinerario rebosa belleza y gratifica al viajero curioso con insólitas historias, unos anfitriones siempre dispuestos a ayudar y entablar conversación y, cómo no, exquisitas experiencias gastronómicas.
Joyas de la Toscana
Nada más aterrizar en el aeropuerto internacional de Florencia, ponemos rumbo al centro histórico. Si elegimos un vuelo matinal, antes de ir a recoger las bicicletas a la tienda de alquiler, podemos visitar a pie la parte monumental de la cuna del Renacimiento.
Tour renacentista
Un paseo rápido pero realmente espectacular debe empezar en la Piazza del Duomo, con la visión de la catedral de Santa Maria del Fiore, su inmensa cúpula obra de Brunelleschi y su bella fachada recubierta de mármol toscano; continuará en la Piazza della Signoria, donde se encuentra el imponente Palazzo Vecchio, la fuente de Neptuno, una reproducción del David de Miguel Ángel y una colección de estatuas de los Médici, entre las que destaca el Perseo de Cellini descabezando a Medusa; y acaba cruzando el río Arno por el emblemático Ponte Vecchio.
Helados, bicis y tren
Ya con la bicicleta –os recomendamos reservar en Florence by Bike –, pondremos rumbo a la estación ferroviaria Firenze Santa Maria Novella, que se encuentra a menos de 1 km de la tienda de bicis.
Si os apetece un helado auténticamente artesanal, parad en I Gelati del Bondi, en Via Nazionale 61R (esquina con Via Faenza), pues pasaréis por la puerta camino de la estación. Aquí venden los helados del maestro Vetulio Bondi. Pensad que hay personas que viajan hasta Florencia exclusivamente para que este artigiano gelatiere les imparta un curso personal de unas horas.
El trayecto en tren hasta Siena dura 90 minutos (horarios en http://www.trenitalia.com). Sólo en los trenes regionali se permite subir bicicletas (hay un espacio destinado a ellas por un suplemento de 3'5 euros por bici).
Una vez en Siena, lo mejor es ir directamente al hotel, aparcar la bici y salir a disfrutar de la tarde-noche de esta ciudad que rezuma vida y hermosura por todas partes. De camino a la Piazza del Campo –donde se celebra la espectacular y alocada carrera ecuestre del Palio di Siena–, encontraremos muchos restaurantes con encanto. A la hora de elegir el menú, recordad que al día siguiente toca pedalear.
La esencia del Chianti
Saldremos de Siena pedaleando por la carretera secundaria SR222, también conocida como Via Chiantigiana, que empieza en la estación central de tren de Siena y atraviesa toda la región hasta Florencia. Tras una subida inicial, muy pronto nos desviaremos por una carretera aún más solitaria, la SP102. Esta ruta va hasta Corsignano, Vagliagli y Radda in Chianti, combinando sectores asfaltados con la típica strada bianca de la Toscana, de tierra compacta, de un blanco refulgente y cegador.
Durante la jornada pedalearemos entre colinas tapizadas de viñedos y olivares flanqueados por hileras de cipreses, y pasaremos frente a diversas bodegas, como Terra di Seta (1 km antes de Vagliagli), o Capannelle (a las afueras de Gaiole in Chianti), donde realizan tours guiados y catas de sus vinos y aceites de oliva virgen.
El pequeño pueblo de Radda in Chianti es un buen punto para una pausa y recuperar fuerzas. A partir de aquí, la ruta propone un rodeo opcional de 17 km, en forma de bucle, para visitar Castello Vertine y Gaiole in Chianti. Este pequeño y tranquilo pueblo es centro de peregrinación de los aficionados al ciclismo de época. Aquí se celebra cada primer domingo de octubre la mítica ruta cicloturista l'Eroica, en la que se dan cita más de 7.000 ciclistas montados en bicicletas antiguas.
Si queremos recortar ligeramente el recorrido y ahorrarnos alguna subida, desde Radda in Chianti podemos dirigirnos directamente hacia Panzano. Aquí los aficionados a la carne de calidad tienen que parar y sentarse a la mesa de la Officina de la Bistecca –la Antica Macelleria Cecchini– y conocer a Dario Cecchini, carnicero artesano que derrocha saber y recita pasión en todo lo que hace. Existen diversos menús –incluso uno vegetariano– que se sirven a mediodía y por la noche, pero la estrella indiscutible es la Bistecca a la Fiorentina, que aún hoy se cocina y sirve con hueso (sí, con hueso). La experiencia merece absolutamente la pena para comprender el amor puro y contagioso que profesa Dario, descendiente de ocho generaciones de carniceros, por su oficio, sus carnes y su tierra. Lo vive tanto que incluso ofrece la posibilidad de ser "carnicero por un día".
Florencia por todo lo alto
Desde Panzano, la carretera nos llevará en descenso hasta Greve in Chianti, para luego continuar hacia Chiocchio y Strada in Chianti. Aquí abandonaremos la SR222 y pondremos rumbo a Ferrone e Impruneta por carreteras más locales, con la intención de entrar en Florencia por su acceso más espectacular y panorámico: la colina de San Miniato.
Desde Impruneta, la SP70 nos llevará hasta Cascine del Riccio, donde subiremos por un calle estrecha y de muy fuerte pendiente –quizá haya que caminar unos metros–, hasta San Michele di Monteripaldi. Ya en lo alto, pasaremos frente a villas muy señoriales, rumbo a Piazzale Michelangelo, donde la ciudad quedará a nuestros pies. Sin duda es la foto perfecta para el final de la ruta.
Para cenar y darle el broche de oro a esta "escapada" ciclista, os recomendamos reservar en Essenziale, el nuevo restaurante del chef Simone Cipriani, que emociona a los comensales con un entorno minimalista pero amigable y desenfadado, en el que la comida, de tradición toscana, revaloriza y reinterpreta las recetas della nonna, de una manera sutil, delicada y divertida. Los menús degustación Conoscersi (3 platos, 35 euros) y La persistenza de la memoria (5 platos, 55 euros) son una fiesta de sabores y sensaciones, a la vez que un viaje a la esencia y la historia culinaria de la región. En Essenziale también sorprende la inexistencia de barreras entre la cocina y las mesas: el chef, en persona, sirve y explica sus creaciones, revelando sus secretos.
Guía práctica
- Cómo seguir la ruta: el itinerario de 95 km que os hemos descrito lo podéis consultar en este enlace de google maps. Para planificar otros itinerarios, el mejor mapa en papel es el Firenze, Siena, Chianti de Kompass.
- Duración: cada cual puede dividir el recorrido a su gusto, en función de los alojamientos y el número de días disponibles. Para disfrutar de todo lo que ofrece la región, lo ideal sería dedicarle 3 o 4 días.
- Escoger bicicleta: con Vueling puedes llevar tu propia bicicleta en el avión, pero como la ruta cicloturista es sólo de 2 días, quizá resulte más cómodo alquilarla en destino. En Florence by Bike renuevan cada año su flota y disponen de bicicletas de todo tipo. Las de viaje son las más indicadas para la ruta que os proponemos. Si os preocupan los desniveles, también alquilan bicicletas eléctricas (2 días, 90 euros), con las que se superan las colinas casi sin realizar esfuerzo.
- Alojamientos: la oferta de alojamiento en Siena y Florencia es verdaderamente abrumadora, pero conviene reservar con antelación para asegurarse habitaciones en el centro histórico. En ruta, la mejor opción es buscar pequeños Bed & Breakfast o agroturismos.
Texto de Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker
Imágenes de Con un par de ruedas y Giovanni Rasoti
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Un pedacito del paraiso
Nada más pisar tierra, Tenerife nos recibe con un aire de misterio y de leyenda. Sus orografía volcánica y sus orígenes inciertos, que algunos autores sitúan en la mismísima Atlántida son sólo dos de sus innumerables atractivos.
Y es que, leyendas aparte, lo que está claro es que Tenerife más que una isla afortunada, es un pedacito de paraíso en la tierra. Cuenta con dos Patrimonios de la Humanidad, un Parque Nacional, 42 espacios naturales protegidos y un clima que la convierte en la isla de la eterna primavera.
Tanto si visitas la isla con amigos, en pareja o con niños, Tenerife es un destino de esos que te dan ganas de repetir.
Parque Nacional de las Cañadas del Teide y Puerto de la Cruz
Uno de los imprescindibles de Tenerife es la visita al Parque Nacional del Teide. Sus impresionantes paisajes volcánicos consiguieron que en 2007 fuese incluido como Bien Natural en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Es posible visitar el parque con diferentes excursiones, entre ellas la popular subida en dromedario.
La caldera y el volcán Teide - Pico Viejo son algunos de los monumentos geológicos más espectaculares del mundo. Además, cuenta con una gran variedad de conos y domos volcánicos, coladas de lava, pitones y cuevas que forman un extraordinario conjunto de colores y formas.
Desde allí, se puede descender a través del espectacular Valle de la Orotava hasta la costa norte, donde está situado el Puerto de la Cruz. Esta pequeña ciudad cuenta con numerosos atractivos turísticos como el Loro Parque, el Jardín Botánico, el complejo de piscinas Lago Martiánez, Playa Jardín y la plaza del Charco.
San Cristóbal de la Laguna
El casco histórico de La Laguna forma fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y es una gozada pasear por sus calles.
Merece un alto en el camino la Catedral de San Cristóbal de La Laguna, de estilo neogótico y que alberga un interesante y rico patrimonio artístico. Si seguimos paseando entre sus calles, nos encontramos con entre fachadas de otras casas señoriales, en la plaza de la Concepción frente a la iglesia del mismo nombre. Girando a la izquierda desde la plaza de la Concepción se llega hasta la calle de Herradores, completamente peatonal, con otras interesantes muestras de la arquitectura canaria. Pero si el giro es hacia la derecha, el recorrido desemboca en la calle de San Agustín, con la casas de los Jesuitas, Montañéz y de Salazar. El Palacio de Lercaro, sede del Museo de Historia de Tenerife, es otro hito en la misma calle de San Agustín, así como la iglesia y hospital de Nuestra Señora de los Dolores, la iglesia de San Agustín y el Instituto de Canarias.
Algo más alejado, está el bello Real Santuario del Santísimo Cristo, junto a la plaza de San Francisco, más conocida como del Cristo.
Excursiones y senderos por la naturaleza
Masca
Masca es un pintoresco caserío situado en la punta noroeste de la isla en el Macizo de Teno, dentro del parque rural del mismo nombre. En Masca se pueden encontrar impresionantes paisajes con profundos barrancos y acantilados que terminan en el Océano Atlántico, rodeados de vegetación y carreteras con curvas imposibles. Tiene la reputación de haber sido un escondite de los piratas.
Cruz del Carmen
Si lo que os gusta es caminar, uno de los senderos más antiguos de la isla es el que nos lleva a la Cruz del Carmen.Este paseo discurre por un entorno de vegetación típica, de fayas, brezos y algunas especies propias de la laurisilva, y llega hasta el Llano de Los Loros, desde donde es posible disfrutar de amplias panorámicas de la costa Norte.
Observación de cetáceos
La costa suroeste de Tenerife es un lugar privilegiado para la observación de cetáceos en libertad, puesto que existen colonias de calderones y delfines que viven aquí todo el año. Su presencia es tan cercana a la costa, que ha convertido a Tenerife en el primer lugar de Europa en importancia por el número de personas que hacen avistamiento de cetáceos en libertad.
Podemos encontrar hasta 21 especies diferentes en estas aguas, desde la gigantesca ballena azul hasta la temible orca. Existen dos poblaciones residentes, calderón tropical y delfín mular, que se pueden observar casi el 80% de los días del año, con un porcentaje de avistamiento cercano al 100%.
¡Y por supuesto las playas!
En una isla tan privilegiada como Tenerife, no podía faltar una visita a sus increíbles playas, tanto si te gustan las de arena volcánica como las de suave arena dorada.
Para los amantes de la tranquilidad proponemos la playa del Bollullo, en el municipio de La Orotava. Es una hermosa y aislada playa de arena volcánica que destaca por la extraordinaria limpieza de sus aguas y su ambiente tranquilo. Es una playa poco concurrida, ideal para quien quiere huir de los atestados recintos turísticos y gozar de un poco de tranquilidad. El acceso a esta playa se realiza a pie por un sendero escalonado rodeado de plataneras. Hay que prestar atención al bañarse en esta playa, ya que carece de barrera de contención del oleaje.
Y para los que prefieres disfrutar de todas las comodidades turísticas, nuestra recomendación de va hacia la playa del Camisón y la playa del Duque.
El Camisón forma parte de una casi interminable sucesión de playas que, en ocasiones, apenas están separadas por una pequeña hilera de piedras sobre la arena. Las condiciones para el baño son siempre óptimas puesto que un rompeolas la protege de las corrientes y el oleaje.
El Duque es una playa de arena fina y rubia situada en la zona sur de la isla, rodeada de un precioso paseo litoral que une más de 8 playas. De aguas tranquilas, y una extensión de casi 700 metros, la Playa del Duque hace las delicias de quienes la visitan, por poseer todos los servicios de un entorno donde la calidad es el mayor distintivo.
También se puede disfrutar de otras playas espectaculares como El Medano, El Socorro, La Arena, La Pinta, La Tejita, Las Teresitas o Las Vistas.
Por Nadia Polo
Imagen de Las Teresitas por Sergio Martín González | Imagen de San Cristóbal de la Laguna por Jens Steckert | Imagen Acantilado de los Gigantes por Daniel Gaínza
Un sitio que merece la pena descubrir! Consulta nuestros vuelos aquí.
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Punta de Teno el Tenerife virgen
La esquina más salvaje y solitaria de Tenerife, en el extremo noroccidental de la isla, es el edén perfecto para disfrutar de unos días de revitalizante contacto con la naturaleza: excursiones en bicicleta por las faldas del Teide, rutas a pie por los húmedos bosques de laurisilva, paseos en canoa bajo inmensos acantilados marinos… Todo ello sin necesidad de abandonar esta remota y sorprendente especie de "isla dentro de la isla" que tiene incluso su propio microclima y que se mantuvo prácticamente inaccesible hasta hace apenas unas décadas. Aquí, alejados del mundanal ruido, cualquier paseo por sus más de cien kilómetros de senderos homologados reabre el apetito por los frutos y las recetas de una tierra fértil y rica que regala nuevos paisajes a cada momento.
Mountain bike: a pedales por las faldas del Teide
En el Parque Natural de la Corona Forestal, que como su nombre indica forma un anillo completo alrededor del Parque Nacional del Teide, existen cuatro rutas especialmente señalizadas para ir en bicicleta de montaña. La más extensa es la Ruta Norte, que cuenta con 85 km en su trazado principal y otros 52 km en variantes.
Nuestra primera propuesta cicloturista incluye uno de sus tramos, pero para disfrutar más de la experiencia nada mejor que contratar a un guía local que nos facilita bicicletas de última generación y nos acompaña durante todo el recorrido, explicándonos con detalle las peculiaridades de los delicados ecosistemas de la accidentada y vertical orografía del macizo de Teno. Además, nos viene a recoger al hotel con una flamante furgoneta con la que subimos hasta los 1.600 metros de altura, en las faldas del Teide, con lo que casi toda la marcha será en bajada.
Bosques y volcanes
En los alrededores de la Montaña del Cascajo –un volcán, por supuesto–, el paisaje es absolutamente sobrecogedor: hieráticos campos de lava rojiza se yuxtaponen con frondosos bosques de pino canario, cuya áspera corteza delata que ya han sufrido el azote de algún que otro incendio forestal. Según Iván Méndez –nuestro guía–, estos pinos son unos “supervivientes natos”, pues se trata de una variedad autóctona de naturaleza ignífuga.
Casi sin esfuerzo entramos en la Reserva Natural Especial del Chinyero, un volcán de arenas negruzcas que entró en erupción por última vez en 1909, justo al lado de otro volcán que dos siglos antes se había llevado por delante buena parte del puerto de Garachico, un pequeño pueblo situado a 8 kilómetros de aquí.
Poco más abajo entramos en el inframundo de la laurisilva macaronésica, que queda envuelta en una densa nube de niebla. Pedaleamos por un universo tenebroso y aguachinado en el que reina una vegetación similar a la que cubría buena parte del planeta hace 65 millones de años y que hoy apenas subsiste en contados puntos de la Tierra.
Tras varios kilómetros emboscados, regresamos a la civilización para recuperar fuerzas en una bodeguita con vistas en la que sirven queso asado con mojo rojo y miel de palma, bacalao con batata, asado de carne de cabra... Todo, delicioso.
Llegamos al hotel con el paladar endulzado, nada cansados –apenas hemos hecho 42 km, con 1.800 metros de bajada por sólo 200 metros de ascensión–, pero con la sensación de haber descubierto un espacio natural lleno de atractivos. Nunca habíamos visto, sentido y respirado tantos paisajes y microclimas distintos en tan pocos kilómetros.
Excursiones a pie: senderos sin fin
Gracias a una extensa red de senderos señalizados, el Parque Rural de Teno brinda infinidad de itinerarios de todos los niveles.
Si estamos alojados en Buenavista, por ejemplo, una ruta de acceso inmediato al espectacular y vertiginoso Barranco de Bujamé es la PR-TF 58 Camino del Risco, que asciende por un primitivo sendero hasta los verdes prados de Teno Alto y el caserío de Los Bailaderos, donde se puede comer uno de los mejores quesos frescos artesanos de las islas Canarias. La ruta pasa entre el Roque de Marrubio y el Roque de la Cruz. También junto a los restos de un antiguo tagoror, lugar de reunión de los dirigentes de la comunidad en la época de los guanches. Curiosamente, este escarpado camino se conoce localmente como "la bajada de los muertos", pues en tiempos no tan pretéritos –según cuentan, hasta la década de los setenta– se usaba para bajar a los difuntos desde Teno Alto, donde no había cementerio, hasta Buenavista. Prueba de ello es la Cueva de los Ataúdes, donde aún se conservan las dos humildes cajas comunitarias –una de niño y otra de adulto– con las que se realizaba la pesarosa procesión.
Dada la orografía del macizo de Teno, casi todas las rutas de la zona están conectadas entre sí, de manera que se pueden combinar creando itinerarios a medida de cada cual, en función del tiempo disponible o las ganas de caminar. Por ejemplo: una vez en Los Bailaderos, se puede seguir hacia el este por la PR-TF 57 Callejón de Teno hasta Cuevas del Palmar, o bien hacia el oeste, por la PR-TF 51, hasta el faro de Punta de Teno. Es aquí, en el punto más occidental de la isla, donde se puede vivir una puesta de sol inolvidable, con el dorado sol alumbrando los acantilados de los Gigantes.
Canoas entre gigantes
En tiempos de los guanches, estas paredes basálticas de 600 metros de altura recibían el inquietante nombre de “Muralla del Infierno”. Hoy se las conoce como Acantilados de Los Gigantes y su inaccesibilidad ha conservado el lugar como un auténtico santuario. Además, son el lugar ideal para vivir una jornada de recreo a bordo de un kayak de mar, pues estas aguas quedan siempre protegidas de los imperantes vientos alisios por los propios acantilados, que ejercen de barrera natural, y el mar permanece en perenne calma.
La excursión comienza en el puerto deportivo de Los Gigantes, tiene una duración de 2 horas y se realiza en compañía de monitores que guían al grupo, mostrando las singularidades de este increíble paraje. Es una actividad apta para todo el mundo y no requiere experiencia. Además, una lancha de seguimiento realiza las tareas de asistencia ante cualquier eventualidad. Se utilizan kayaks tipo canoa –biplaza e individuales– de iniciación, totalmente estables y autovaciables. Información y reservas: Teno Activo.
Trekking, kayak y snorkel en fondos cristalinos
La bahía de El Eco es el lugar perfecto para darse un baño y explorar el fondo marino practicando snorkel en sus aguas transparentes, que a pie del acantilado sólo alcanzan los 30 metros de profundidad.
La misma excursión en canoa-kayak también se puede iniciar en la playa de Masca, después de descender a pie –son 5 km de caminata– por el barranco del mismo nombre, regresando a remo hasta Los Gigantes después de una visita a la bahía de Barranco Seco.
Avistamiento de cetáceos
También frente a la costa de Los Gigantes, pero en aguas más profundas, se avistan delfines e incluso ballenas. Lo ideal es embarcarse después de la excursión en kayak, pues un barco de 36 plazas zarpa desde el mismo puerto deportivo. El paseo tiene una duración de 2 horas. Durante el regreso, el barco fondea 15 minutos en la bahía de Masca, para disfrutar de un último baño a los pies de los acantilados.
Un hotel para desconectar
Situado en este retirado enclave del noroeste de Tenerife y con unas espléndidas vistas sobre el océano, el hotel resort Melià Hacienda del Conde es el campo base perfecto para pasar unas vacaciones activas y, a la vez, relajantes en la zona de Teno. Sus amplias habitaciones, sus piscinas, el spa, una cuidada oferta gastronómica y su condición deadult-only lo convierten en el destino favorito de los visitantes en busca de tranquilidad.
Reserva tu Vueling a Tenerife y aventúrate a conocer el macizo volcánico de Teno.
Texto de Sergio Fernández Tolosa de Con un par de ruedas
Fotos de Sergio Fernández Tolosa y Teno Activo
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Fiordos del oeste la Islandia más remota y auténtica
Luces bajas, melancólicos atardeceres, fiordos sin fin, pueblos pesqueros a los que sólo se llega por carreteras sin asfaltar, pozas termales con vistas al océano y, sobre todo, tranquilidad. Mucha tranquilidad. Todo ello es lo que ofrece al viajero la región de los Fiordos del Oeste, la más solitaria y virgen de Islandia. Pasar unos días explorando sus apartados confines es lo más parecido a lo que hasta hace muy poco fue viajar por la hoy popularísima Ring Road. Os recomendamos cómo llegar hasta este remoto y cautivador paraíso y, una vez allí, qué ir a visitar.
1. Ísafjördur, antigua capital de la pesca
Aunque es el asentamiento más grande de los Fiordos del Oeste, en Ísafjördursólo viven 2.600 personas. Sin embargo, en estas latitudes un censo de este calibre se interpreta como una auténtica aglomeración humana.
En el acogedor centro histórico de la población, que conserva un buen número de casas de madera del siglo XVIII, se disfruta de un animado y sorprendente ambiente. Encontraremos buenos restaurantes –el marisco y los productos del mar son la especialidad local– y agradables cafés que, con la calefacción siempre al máximo, invitan a guarecerse de las habituales inclemencias del tiempo. Resulta interesante el Museo Marítimo de los Fiordos del Oeste, lleno de reliquias de la época de los balleneros. Es de gran ayuda para comprender el origen y la era dorada de este aislado puerto.
Por tierra, mar y aire:los vuelos diarios desde Reikiavik convierten a Ísafjördur en la puerta de entrada más rápida y cómoda a los Westfjörds. También es el puerto de partida de los barcos con destino a la Reserva Natural de Hornstradir.
2. Snaefellsness y el viaje al centro de la tierra
Si preferimos aventurarnos por tierra desde Reikiavik, de camino al lejano norte merece la pena desviarse ligeramente para explorar la península de Snaefellsness. La panorámica carretera circunvala todo el perímetro de la península, que luce coronada por el espectacular volcán cubierto de glaciares que inspiró a Julio Verne para su novela Viaje al centro de la tierra.
Aunque suele soplar un fuerte viento, el trayecto está repleto de paisajes sobrecogedores, profundos acantilados, ríos de lava y playas de arena de color melocotón. Una excursión a pie muy recomendable –si el viento lo permite– es el camino costero que une Arnarstapi y Hellnar, de 5 km en total, a lo largo del cual veremos espectaculares formaciones basálticas, cuevas horadadas por el oleaje y arcos naturales de roca.
3. Frailecillos en los acantilados de Látrabjarg
Es el punto más occidental de Europa –y probablemente también uno de los más ventosos–, pero en los acantilados de Látrabjarg es posible observar muy de cerca a los fotogénicos frailecillos –o puffins–, esas vistosas aves de picos de colores que anidan junto a otras especies en estos inexpugnables precipicios que se alzan más de 400 metros sobre el océano.
Pese a la simpatía que provocan entre los viajeros, conviene tener presente que la población local se alimentó durante décadas de sus huevos y su carne. De hecho, el puffin sigue siendo un plato selecto que se ofrece en algunos restaurantes. La técnica utilizada para cazarlos obliga a descolgarse con cuerdas y redes desde lo alto de los acantilados. Precisamente la pericia y el arrojo de los cazadores de puffins de la región resultaron vitales cuando en 1947 un barco inglés se hundió en estas costas y todos los miembros de la tripulación fueron rescatados e izados uno a uno pared arriba.
Llegar a Látrabjarg implica conducir por un sector de casi 50 km de pistas de tierra (sólo ida). Unos 5 km antes del faro del "finisterre de Europa" encontraremos un área de camping muy básica (hay WC y agua potable, pero no duchas ni agua caliente), apta para tiendas y autocaravanas.
De camino hasta allí pasaremos por Hnjótur, donde hay una cafetería y un interesante museo con artefactos diversos, incluido un avión de la United States Navy.
4. Pozas termales deReykjafjarðarlaug
Las aguas termales siempre son un regalo de la naturaleza, pero en un entorno como los Westfjords se convierten en auténtico maná divino. Una de las mejores piscinas termales, aunque no la única, fue construida por un grupo de voluntarios en 1975 frente al fiordo de Reykjafjörður, a escasos 50 metros de la carretera de tierra que comunica Bíldudalur con Hrafnseyri. El manantial brota unos metros más arriba, a 52ºC, pero la piscina se mantenía a 38º. Y hablamos en pasado porque lamentablemente en 2016 permaneció cerrada. Esperamos que en 2017 vuelva a funcionar.
5. Catarata de Dynjandi
Con 100 metros de caída en forma de hermosa escalinata, Dynjandi –también conocida como Fjallfoss– es sin duda la cascada más espectacular de los Fiordos del Oeste. Se llega a ella por una carretera de montaña sin asfaltar y se ha habilitado una zona de acampada básica apta para tiendas y autocaravanas. Orientada hacia el oeste, la mejor hora para retratarla es al atardecer.
6. Focas y mermeladas en Litlibaer
Unos 70 km al este de Ísafjördur, en dirección a península termal de Reykjanes, hay una colonia de focas visible desde la carretera. Para hacernos una idea del carácter confiado de la población, un granjero local deja allí unos prismáticos para quien las quiera observar con más detalle, además de unos cuantos frascos de mermelada casera y una hucha para que quien desee llevarse un bote le deje los 6 euros que cuesta el tarro.
7. Paseos en kayak
En el siguiente fiordo, llamado Mjóifjörður –es fácil perder la cuenta–, el nuevo trazado de la ruta 61 ahorra al viajero moderno el amplio y obligado rodeo de antaño que iba hasta el fondo del estuario por la vieja carretera de tierra 633. En lo más apartado está Heydalur, una granja de turismo rural con piscinas de aguas termales, donde organizan excursiones en kayak con inicio en la colonia de focas de la boca del fiordo. Durante el trayecto, de 5 horas, a veces se avistan ballenas.
8. Expedición a la Reserva Natural deHornstrandir
Nadie vive allí, sólo los guardas forestales, las aves y los zorros árticos. Se trata del extremo más aislado y virgen del país, al que sólo se puede llegar en barco. Más allá del puerto de Hesteyri –donde se puede dormir en la vieja casa del médico, de sólo 16 plazas, construida en 1901–, no hay ni tiendas, ni restaurantes, ni hoteles. Sólo áreas de acampada básicas. Por tanto, la Reserva Natural de Hornstrandir está reservada a amantes de la fauna y la flora acostumbrados a la vida al aire libre y los caprichos de la climatología ártica. Algunas agencias organizan tours guiados de senderismo de 4 o 5 días.
Texto de Sergio Fernández Tolosa y Amelia Herrero Becker de Con un par de ruedas
Imágenes de Con un par de ruedas
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