Las otras iglesias de Roma
Le llaman “La Ciudad Eterna”. Y es que Roma permanece en un limbo histórico en el que, aún hoy en día, siguen conviviendo vestigios etruscos, romanos, medievales, del renacimiento, barrocos e incluso fascistas. Cuna de nuestra civilización y meca de la religión católica, monumentos como el Coliseo, el Vaticano, el Foro o el Panteón reciben cada año millones de visitantes. Pero esta gran urbe esconde otras joyas que no todo el mundo conoce. Hemos paseado por los barrios más emblemáticos de la capital italiana y hemos descubierto las doce iglesias más espectaculares y menos conocidas de la ciudad.
Trastevere
Turistas y locales se mezclan por uno de los barrios más animados y con más personalidad de la ciudad. Además, aquí se encuentran algunas de las iglesias medievales más fascinantes de Roma, como Santa Maria in Trastevere.
1. San Franceso a Ripa: el otro éxtasis de Bernini
Piazza San Francesco d’Assisi 88
Posiblemente la escultura más conocida de Gian Lorenzo Bernini sea el Éxtasis de Santa Teresa. Pero lo que muchos no saben es que una iglesia en pleno corazón del barrio del Trastevere esconde otro éxtasis de este artista. Se trata de San Francesco a Ripa y el Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni. Una joya de mármol que seguro que os fascinará. Además, esta iglesia es famosa por levantarse en el lugar donde estuvo el hospicio en el que vivió San Francisco de Asís durante su visita a Roma en 1219. De hecho, en su celda siguen conservándose su almohada de piedra y el crucifijo.
Piazza Navona
La Piazza Navona se levanta sobre los cimientos del antiguo estadio de Domiciano, de ahí su forma oval, y es una de las grandes obras del barroco italiano. En la zona hay múltiples vestigios de Borromini, Bramante y Bernini en forma de fuentes, iglesias y palacios. Animada día y noche, esta es una de las mejores partes para medir el pulso de la ciudad.
2. Santa Maria della Pace: proporciones bramantianas
Vicolo dell’Arco della Pace 5
Esta soberbia iglesia fue construida por Baccio Pontelli en la segunda mitad del siglo XV y cuenta con un claustro de Bramante que data de 1504. Para este espacio, el gran arquitecto italiano aplicó las reglas de proporción clásicas para lograr un gran efecto en un espacio de reducidas dimensiones.
Campo de’ Fiori
Este barrio mantiene el sabor medieval de sus calles y uno de los mercados al aire libre más famosos de Europa. Centro del renacimiento romano, con edificios como el Palazzo Farnese o el Palazzo Spada, por sus calles encontramos también el colorista gueto judío, el teatro romano de Marcelo y el sorprendente pórtico de Octavia.
3. San Girolamo della Carità: festival barroco
Via de Monserrato 62A
Cerca de la Iglesia de los Españoles y en el lugar donde vivió san Felipe Neri, se levanta este templo, cuya impresionante capilla Spada bien merece una visita. Proyectada por Borromini, es una oda al barroco italiano, con estatuas, paneles de jaspe veteado y mármol y todo tipo de decoraciones doradas simulando cortinas y damascos floreados.
Esquilino
Esquilino es la mayor de las siete colinas de Roma y, hoy, es un barrio que sigue manteniendo parte de su carácter primitivo. Muchos son los restos romanos que todavía pueden verse aquí, como los restos de las termas de Trajano o la Domus Aurea, pero si por algo destaca es por el gran número de iglesias, algunas fundadas en casas privadas.
4. Santa Bibiana
Via Giovanni Giolitti 154
La sencilla fachada de Santa Bibiana fue el primer trabajo de Gian Lorenzo Bernini en el terreno de la arquitectura. Aquí reposan los restos de esta santa, que murió flagelada con cuerdas de plomo en la época romana. De hecho, se cree que la pequeña columna que hay en el interior del templo fue la utilizada para torturar a esta mártir. Dentro de la iglesia también destaca la estatua de mármol de la santa que esculpió el propio Bernini y que, como curiosidad, fue la primera figura vestida cincelada por el artista napolitano.
5. Santa Prassede
Via di Santa Prassede 9A
Joya indiscutible del arte bizantino, en Santa Prassede se encuentran algunos de los conjuntos de mosaicos más interesantes de la ciudad. La iglesia fue fundada por el papa Pascual II en el siglo IX, en el lugar donde antiguamente se alzó un oratorio del siglo II. Aunque ha sufrido alteraciones, todavía se aprecia su estructura medieval original. En la nave central hay una losa que cubre un pozo donde, según la tradición, santa Prassede enterró los restos de 2.000 mártires. Pero la atención debemos centrarla en los bellos mosaicos, que representan santos, animales, palmeras y amapolas. También en esta iglesia se encuentra parte de una columna traída de Jerusalén y en la que se cree que Cristo fue atado y azotado.
Laterano
El palacio Laterano fue la residencia del papa durante la Edad Media y es aquí donde se alza una de las iglesias más espectaculares de la ciudad, San Juan de Letrán.
6. Scala Santa y Sancta Sanctorum
Piazza di San Giovanni in Laterano 14
Muchos turistas pasan por alto este lugar al visitar San Juan de Letrán. Se trata de un edificio proyectado por Domenico Fontana y en la que se encuentran los dos últimos vestigios del palacio Luterano. Hablamos de la Scala Santa y del Sancta Sanctorum. La primera se trata de una escalera de 28 escalones por la que, según la tradición, subió Cristo hasta la casa de Pilatos antes de ser juzgados. Fueron traídos de Jerusalén por la madre el emperador Constantino, santa Elena, y colocados en este lugar por el papa Sixto V cuando se destruyó el palacio Laterano. Debes saber que se trata de un espacio sagrado y de peregrinaje, por lo que solo puede subirse esta escalera de rodillas. Al final de la escalera está el Sancta Sanctorum, que contiene una pintura que parece ser que fue realizada por san Lucas con la ayuda de un ángel.
7. Santa Croce in Gerusalemme
Piazza di Santa Croce in Gerusaleme
Aunque hoy tiene un aspecto muy distinto, esta iglesia fue fundada por santa Elena, la madre de Constantino, en el año 320 d.C. Aquí se guardan las reliquias de la crucifixión de Cristo. En la cripta hay una estatua de santa Elena que, en su origen, fue una escultura romana encontrada en el yacimiento de Ostia. En el centro del ábside, Sansovino levantó la tumba del cardenal Quiñones, que fue confesor del rey Carlos V de España.
8. Santo Stefano Rotondo
Via di Santo Stefano Rotondo 7
Es una de las iglesias más antiguas de Roma. Fundada en el 468 d.C., su llamativa planta circular es difícil de olvidar. Las cuatro capillas conservan parte de los frescos medievales y destaca un mosaico del siglo VII que representa a Jesús con san Feliciano y san Primo.
Caracalla
Las espectaculares ruinas de las termas de Caracalla siguen siendo la principal atracción de esta parte de la ciudad que, además, es ideal para pasear. La que fue zona residencial en la antigua Roma, posee hoy muchas zonas verdes y es posible apreciar la muralla romana de la ciudad y la Porta San Sebastiano, una de las mejor conservadas.
9. Santa Maria in Domnica
Piazza della Navicella 2
La iglesia data del siglo VII y se cree que se emplaza en lo que fue una antigua estación de bomberos. Merece la pena perderse hasta aquí y disfrutar de la paz de este poco turístico lugar. No os perdáis el espectacular mosaico del ábside, encargado por Pascual I en el siglo IX.
10. San Giorgio in Velabro
Via Velabro 19
Iglesia de aspecto primitivo, parece mentira que en julio de 1993 un atentado terrorista destruyese su pórtico y el frontón. Restaurada y sin signos del ataque, destaca en el ábside un fresco de Pietro Cavallini. En una de las esquinas de la fachada, no dejéis de admirar el arco degli Argentari, dedicado al emperador Septimio Severo en el 204 d.C.
11. Santa Sabina
Piazza Pietro d’Illiria 1
Al igual que San Giorgio in Velabro, esta es una de las iglesias romanas que mejor conservan la distribución de basílica cristiana. Con un púlpito, coro y trono del siglo IX, los ventanales iluminan una nave con exquisitas columnas corintias. Las puertas del pórtico lateral, talladas con escenas bíblicas, datan del siglo V.
Afueras de Roma
Las catacumbas, la Via Appia Antica o la Galleria Borghese se encuentras fuera del centro de la ciudad.
12. Santa Costanza
Via Nomentana 349
Inspiradora de iglesias de planta circular como la Capilla Palatina de Aquisgrán o Santo Stefano Rotondo, Santa Costanza es una de las joyas del primer cristianismo. Construida originalmente como mausoleo para las hijas de Constantino, las 12 columnas que sujetan la bóveda son toda una obra de ingeniería. En un nicho, hay una réplica del sarcófago de Costanza, que se encuentra en los Museos Vaticanos.
Texto de Aleix Palau para Los Viajes de ISABELYLUIS
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Diez lugares donde comer y beber en Moscú
Es curioso lo que ocurre en Moscú con las cosas del comer. Suele ser mucho mejor la comida, salvo excepciones, en lugares económicos y sin excesivos alardes que en locales de pretendido postín. ¿Los motivos? Podríamos extendernos en una divagación histórico-político-estético-cultural-existencial que nos llevaría de los zares a Lenin, pasando por la Guerra Fría, para acabar sumidos en una reflexión sobre el particular criterio estético post-Perestroika de una buena parte de la Rusia pudiente, aquellos nuevos ricos de Yeltsin ya felizmente instalados en el capitalismo: esa aversión al minimalismo, ese legendariohorror vacuiruso que se refleja en buena parte de la moda, la arquitectura y, claro, la gastronomía.
Apliquemos, pues, el menos es más, esa frase con tan pocos amigos en Rusia, y ganaremos la batalla gastronómica en una ciudad tan fascinante como hostil, sobrecogedoramente bella, tan diferente a la imaginada. Una ciudad a la que hay que ir con todos los sentidos bien despiertos, con esa necesidad de entenderlo todo que es el motor de cualquier viaje, y con la disposición para aguantar algún que otro berrido en ruso por parte de personas de todas las edades y condiciones que dedican toda la energía de la que son capaces de hacer acopio a dejarte claro desde el primer momento que te detestan, a ti y a todo lo que representas.
Y una vez has pasado frío, has sido objeto de los más variopintos alaridos en ruso, te has paseado por esas inmensas avenidas diseñadas para tanques y no para personas, una vez has comprobado atónito que en muchas cosas Moscú se parece más a Londres que a Moscú, entonces te das cuenta de que te vas a ir de allí habiendo entendido, al fin, un poco mejor el siglo XX. Y constatas que nadie a quien no hayan chillado muy fuerte en ruso al menos una vez en su vida está en condiciones de emitir ninguna opinión sobre lo que ha representado el pasado siglo, ni sobre la herencia que nos ha dejado ni, en definitiva, sobre quiénes somos.
Y mientras dedicábamos largas e interminables horas de caminata a la reflexión existencial, también comíamos. A veces asombrosamente mal, en locales generalmente pseudo modernos, y otras, las que nos ocupan, muy bien, en restaurantes mucho más modestos. Con todos ustedes, nuestros diez restaurantes preferidos de Moscú:
1. Caffe del Parco (Via di Camaldoli, 7)
Atención 'hipsters'. Este va a ser vuestro restaurante favorito de Moscú, que se halla en el que va a convertirse sin duda en vuestro barrio de referencia, el Octubre Rojo, junto al río, una suerte de Williamsburg-Malasaña-Shoreditch versión rusa aún por acabar de hilvanar, pero claro, ahí está la gracia. No hay todavía muchos locales, pero sí alguna tienda interesante, una librería y un buen número de restaurantes de mobiliario reciclado, copeo, DJs y ambiente nocturno. Caffe del Parco, recién abierto por un siciliano afincado hace años en Moscú, es un bonito y minimalista restaurante-cafetería donde se recuperan las recetas de la nonna y en el que hemos tenido la suerte de comer uno de los mejores risottos de nuestra vida. Una más de las mil paradojas que nos brinda constantemente Moscú.
2. Cafe Mart
Y seguimos con el moderneo. La cafetería de una de las dos sucursales del Museo de Arte Moderno de Moscú está situada en un hermoso jardín repleto de estatuas del artista georgiano Tsereteli, abarrotado de familias entregadas al noble arte del brunch y muchos niños correteando por el comedor o participando en alguno de los talleres que se organizan en su interior. Deliciosos cafés, bollería, bocadillos o algún plato de una carta sencilla y sin pretensiones que combina la cocina francesa con las especialidades georgianas, en un local que bien podría situarse en Berlín o Ámsterdam.
3. Harat's Pub
En este pub irlandés, pequeño y acogedor, situado en la calle Arbat, una gran avenida peatonal que funciona como centro neurálgico de compras y ocio de la ciudad, es una de las pocas opciones de copeo. Y es un lugar curioso, regentado por un simpático moscovita ex residente en Andalucía que ama la cultura latina hasta el punto de que le da exactamente igual ser el propietario de un pub irlandés, y le es aún mucho más indiferente que este pub esté situado en una calle mainstream de la ciudad, de la que uno espera un poco de 'rusiedad' y no experimentos cosmopolitas. Porque a él y a su rockera clientela parece gustarles la música en español, y cuando pasas ante su puerta te dejas seducir por un contundente “Lega-lega-li-za-ción” que emana a todo volumen de sus bafles. Sí, aquí son fans de España, de Ska-P, de las birras de importación y de Irlanda en toda su magnitud, y este extraño pero entrañable mix da lugar a uno de los bares más divertidos de Moscú.
4. Varenichnaya N.1 (Arbat, 29)
He aquí nuestro restaurante preferido de la ciudad, un local sin pretensiones, muy agradable, céntrico (ubicado también en la calle Arbat) y económico, que ofrece cocina tradicional rusa en forma de platos tradicionales como las vareniki (una pasta en forma de empanadilla servida con diversos rellenos y acompañada de una salsa deliciosa), las pelmeni (un plato similar de origen ucraniano) y las chebureki (empanadas típicas rellenas de carne). Cuenta, además, con una oferta de pancakes, muy típicos en el país, cócteles con y sin alcohol, cafés y bollería casera. Todo ello en un local amplio y concurrido, muy acogedor, en el que conviven detalles que muestran un extraordinario buen gusto con otros que te convencen de todo lo contrario, cosa que no te importa lo más mínimo cuando hincas el diente a una de sus especialidades rusas a buen precio de la mano de un servicio encantador que, sorprendentemente, es capaz de comunicarse en inglés.
5. Varvary
No se puede hablar de gastronomía en Moscú sin mencionar a Anatoly Komm, el primer chef del país en lograr una estrella Michelin, poseedor de un restaurante de alta cocina de vanguardia, el Varvary. Si nos lo podemos permitir, vale la pena reservar mesa en el comedor de este excéntrico e inclasificable chef, que parte de la cocina tradicional rusa (sopas, ahumados) y le aplica las más modernas técnicas de vanguardia. Komm se lamenta, y sus razones tendrá, de la terrible autarquía rusa, del poco afán de la población por abrirse a todo aquello que llega de la vecina Europa. No es el caso de su lujoso restaurante moscovita, que ofrece cocina molecular para clientes con los paladares bien educados, lejos de esos “nuevos ricos”, en palabras de Komm, sin apenas educación y gustos algo pomposos. Los platos de este hombre sensible y amante del arte destacan, entre otras cosas, por su espectacular estética.
6. Monsieur Croissant (Baumanskaya, 42)
Hay que alejarse del centro hasta la zona de Baumanskaya, cosa que recomendamos encarecidamente si deseamos acercarnos al Moscú real, mucho más cálido y habitable, lejos de las inclemencias de un centro tan hostil como espectacular. Y si decidimos enfrentarnos al bellísimo aunque complicado metro moscovita este pequeño restaurante es una gran opción, ya sea para desayunar uno de sus pasteles o bollos o comer al mediodía algún plato sencillo y bien elaborado, como una pasta con verduras o una sopa del día. Al lado, un Mercure Hotels, en el que nos alojamos, a un precio de risa comparado con las tarifas del centro y a tan sólo dos paradas de metro de la Plaza Roja.
7. Tamerlan
En Moscú predomina mucho el macro local de pseudo lujo en el que una clientela vestida como tú cuando vas de boda bebe vodkas como si fuesen agua. Este restaurante asiático es una buena opción si el cuerpo nos pide glamour, pues la comida, especializada en Eurasia, es notable, el precio moderado, y el interiorismo llamativo y bonito.
8. Chemodan (Gogolevskiy Blvd., 25/1)
Sería imperdonable abandonar Moscú sin haber cenado al menos una vez en Chemodan, un local delicioso, absolutamente inclasificable, nada propio de la imagen que tenemos del Moscú contemporáneo. Chemodan se sitúa en las inmediaciones de la calle Arbat, y su atmósfera (con sus grandes lámparas, la pared empapelada, alfombras y cuadros en las paredes) nos recuerda más a la de un bar de intelectuales del París de los años 20 que a lo que esperas de la Rusia de Putin. Cuando abres la puerta y un encantador viejecito te recibe con el 'Bésame mucho' de fondo sabes que estás en el lugar adecuado, y te entregas a una cocina de raíces rusas, que trata de explorar en una sola carta elaborada con mimo y sensibilidad todas las cocinas del país.
9. Café Pushkin
Sólo si tenemos alrededor de 300 € en el bolsillo podremos visitar el Café Pushkin, un local legendario que merece la pena mencionar por hallarse en todos los rankings posibles de restaurantes no sólo mejores sino más hermosos del mundo. Preparemos, pues, nuestras mejores galas y sintámonos cual Cenicienta en este majestuoso espacio revestido en maderas nobles, donde hasta el último rincón rebosa lujo bien entendido, y preparémonos para degustar una cocina rusa con pinceladas francesas (o tal vez sería más correcto decirlo a la inversa), que es probable que, pese al encanto del conjunto, no satisfaga a aquellos comensales que busquen alta gastronomía en estado puro.
10. Beverly Hills Diner
Y por último una gran broma, que no hemos querido pasar por alto por ser de lo más impactante que hemos visto en Moscú. El más americano de los locales, en el que parece a punto de entrar Olivia Newton-John, se encuentra allí, en el centro de Moscú, con esas luces de neón que pretenden mostrar al mundo con orgullo que sí, que la Guerra Fría la ganaron ellas. Tragas saliva y constatas, con cierta amargura que no sabes exactamente a qué se debe, la victoria: te das cuenta de que sí, de que tras tanto salmón y salsas rusas te apetece sentir el placer de lo conocido e hincarle el diente, al fin, a una hamburguesa.
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Texto y fotos de Laura Conde (Gastronomistas)
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