A 30.000 pies por viajeros para viajeros

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Lovaina, considerada la Salamanca de Flandes por la gran cantidad de estudiantes que residen en ella durante la temporada universitaria, es una ciudad ideal para ser descubierta durante una escapada a Bruselas, ya que se encuentra a menos de media hora en tren de ésta.

Lovaina y los universitarios

En Lovaina, en neerlandés Leuven y en francés Louvain, la universidad tiene un gran peso ya que no solo es una institución histórica (nació en el año 1425) sino que cada año reúne a un gran número de estudiantes extranjeros que vienen aquí con una beca Erasmus. En este sentido, muchos de ellos no saben que el propio Erasmo de Rotterdam, del que toma nombre este programa de intercambio casi treintañero, impartió clases en la Universidad de Lovaina.

No es de extrañar entonces que, cada inicio de curso, la población de esta ciudad de Flandes aumente en casi 20.000 jóvenes que, estudian de día, y de noche se van de picos pardos para convertir Lovaina en uno de los lugares más divertidos de Europa. Muchos de estos estudiantes se congregan, haga frío o calor, en la Oude Mark, una plaza que está atestada de cafés, pubs y restaurantes que forman la considerada barra de bar más larga de Europa.

Durante las mañanas muchos de estos estudiantes redimen los pecados de la noche anterior en la biblioteca, ubicada en la plaza Monseigneur Ladeuzeplein. Este edificio, que antes estaba en la calle Naamsestraat, fue destruido durante la Primera Guerra Mundial y reedificado con dinero norteamericano y belga. En esta misma plaza se encuentra uno de los símbolos modernos de Lovaina: un gran escarabajo atravesado por una aguja gigante de tres metros de altura, inaugurado en el año 2005 con motivo del 575 aniversario de la Universidad.

Patrimonio histórico de Lovaina

Lovaina, capital de la provincia del Brabante Flamenco, tiene en su Grote Markt o Plaza Mayor, algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Destaca sobremanera el impresionante Ayuntamiento, ejemplo de gótico brabantino de mediados del siglo XV y en cuya fachada se pueden ver más de 230 pequeñas esculturas. Mención aparte merecen la iglesia de San Pedro, con un bajo campanario inacabado, y el edificio neoclásico de la Mesa Redonda (Tafelrond), que acoge en la actualidad la sede central del Banco Nacional. Siguiendo la calle Bondgenotenlaan desde la Grote Mark se llega a una plaza de marcado acento español, la Martelarenplein (Plaza de los Mártires) cuya reforma la hizo entre 1998 y 2004 el arquitecto Manuel de Solà-Morales.

Al igual que la ciudad de Malinas, Lovaina cuenta con un magnífico Beaterio Mayor, del siglo XIII, un lugar recoleto que está a un cuarto de hora a pie del centro, y en el que vivían las beguinas (beatas), unas religiosas que decidían llevar una vida austera. Con seis hectáreas de superficie, el Beaterio Mayor es hoy residencia de muchos profesores de intercambio y estudiantes con beca Erasmus. Cabe recordar que los beaterios flamencos son Patrimonio Universal por la UNESCO.

Otros lugares de gran interés son la abadía de Gertrudis, la iglesia de San Miguel, obra maestra del barroco flamenco, y la fuente de la sabiduría (Fons Sapientiae), del artista belga Jef Claerhout, a la que es habitual verla vestida con diferentes trajes según la época del año

Gastronomía y cerveza en Lovaina

En Lovaina la cerveza es un must y por este motivo se pueden hacer varias rutas relacionadas con esta bebida, como un recorrido por la Cervecería Domus o por la fábrica de Stella Artois, la más conocida de esta ciudad. Además, hay algunos restaurantes que ofrecen menús maridados con cerveza local. Dos de estos son el Zarza y el Essenciel, este último situado en la concurrida calle Muntstraat.

Ahora que ya tienes las claves para desenvolverte por Lovaina, coge tu Vueling a Bruselas y acércate para disfrutarla.

 

Texto de María Jesús Torné de tusdestinos.net

Imágenes de Toerisme Leuven, Frédéric Van Hoof, milo-profi.be

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Vacaciones de invierno a los pies del Mont Blanc

Chamonix, estrella absoluta de los Alpes franceses, es el lugar perfecto para una escapada invernal en la que disfrutar al máximo de la nieve de todas las maneras posibles, con unas vistas más que privilegiadas al monte más elevado de Europa, el Mont Blanc. Situado a apenas 16 kilómetros de Suiza y 11 kilómetros de Italia, es un destino que reúne a gente venida de todas partes con ganas de practicar deportes de nieve, hacer excursiones por sus espléndidos parajes naturales, relajarse en un spa, e incluso ir de compras en la pequeña ciudad de Chamonix.

Las mejores pistas negras de Francia

En Chamonix todos aquellos aficionados a los deportes de nieve encontrarán un auténtico paraíso por el que deslizarse con unas espectaculares vistas, ya sea al Mont Blanc o ya sea al valle donde se encuentra ubicado Chamonix. Los 115 kilómetros de pistas, con 12 para principiantes, 26 azules, 20 rojas y 12 negras, harán las delicias de todo aficionado al esquí o al snowboard. Aunque destaca por contar con un elevado número de pistas de alta dificultad aptas solo para los más intrépidos, también cuenta con espacios donde los más pequeños o los que están en fase de aprendizaje puedan también disfrutar de estos deportes de nieve.

La Aiguille du Midi, con una altitud de 3.842 metros, es el objetivo favorito de los menos temerosos a las alturas y de los buscadores de bajadas de altísima envergadura solo aptas para auténticos expertos en la materia. Y es que solo por la estupenda panorámica que hay desde aquí a los Alpes franceses, italianos y suizos merece la pena subirse al teleférico y vencer al vértigo. Más accesibles son las pistas de Brévent-Flégère que también cuentan con unas magníficas vistas al Mont Blanc.  

Paisajes de vértigo

Los menos deportistas podéis estar tranquilos, ya que no es necesario esquiar para disfrutar de las vistas, a las que se puede acceder desde cómodos teleféricos. El Mont Blanc, con sus apabullantes 4810 metros de altura, y conocido por ser la cuna del alpinismo, es el principal foco de atención de todos los que se desplazan hasta aquí. Como ya hemos indicado en el punto anterior, Aiguille du Midi, y el pico de Le Brévent son perfectos miradores para su contemplación. Otras panorámicas a tener en cuenta en la zona son las proporcionadas por los glaciares allí presentes. Destaca el Mer de Glace, situado en la ladera norte del Mont Blanc, con 7 kilómetros de largo y 200 metros de profundidad, que lo convierten en el más largo de Francia.

Après ski de lujo

Tras una larga jornada de esquí o de recorrer la zona en busca de sensaciones, Chamonix, a diferencia de otras estaciones alpinas que solo cuentan con pequeños pueblos con una oferta muy limitada para el après sky, aquí encontrarás una pequeña ciudad repleta de servicios con los que rematar el día. Podrás desde ir de compras, a tomar unas copas acompañadas de música en directo, pasando por reponer energías probando clásicos de la gastronomía de la región de la Saboya, como la raclette o la fondue de queso. ¿Se puede pedir más?

Reserva tu Vueling a Ginebra, que está a tan solo 88 kilómetros de Chamonix, y aprovecha para darte una alta dosis de nieve ante la cumbre más elevada de Europa.

Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de Christian Bertram

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Los gatos del Hermitage

El Museo del Hermitage, de visita obligada si viajas a San Petersburgo, es una de las mejores formas de acercarse a un pasado, el de los zares, y hacerse una idea de la opulencia y el esplendor con el que vivieron. Los números hablan por sí solos: el Hermitage tiene en su haber más tres millones de obras de arte procedentes tanto de Oriente como de Occidente, entre las que se cuentan cuadros, esculturas, piezas arqueológicas, antigüedades griegas y romanas, joyas y armas, ¡ahí es nada! Su pinacoteca se cuenta entre las mejores del mundo, dejando en segundo lugar a otros grandes contenedores de arte: el Louvre y el Prado. ¡Ah! Y de todo ese volumen de obras sólo un 3% del total está expuesto al público.

Esta inmensa colección privada que desde 1917 es Museo Estatal, empezó a gestarse en 1764 con Catalina la Grande y la compra de 225 cuadros de pintura holandesa y flamenca. También con ella iniciaría la construcción del inmenso complejo arquitectónico en el que se encuentra en la actualidad, un total de siete edificios: el Palacio de Invierno, que era la antigua residencia de los zares, el Teatro del Hermitage, el Hermitage Viejo, el Hermitage Pequeño, el Nuevo Hermitage, el Edificio del Estado Mayor y el Palacio Menshikov, que fuera residencia del gobernador de San Petersburgo.

Los felinos del Hermitage

Si hay algo que llama la atención en la visita a este magnífico museo, y en este caso no es por su riqueza, espectacularidad, buena ejecución o antigüedad, son los gatos que por allí deambulan. Y no, no están en el museo por mera casualidad, sino que su misión no es otra que la de perseguir a los roedores y evitar así que éstos deterioren las obras. Hasta aquí todo podría quedar en una curiosa anécdota, pero tras estos guardianes gatunos hay una larga historia, es más, se podría decir son los únicos inquilinos de Palacio que han logrado sobrevivir a todo su ajetreado pasado histórico: la invasión napoleónica, la revolución rusa y la invasión de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.

El zar Pedro I fue el primero en traer un gato a la corte procedente de los Países Bajos. Pero sería su hija, la zarina Isabel Petrovna, la que decretó en 1774 su uso para proteger el palacio de los ratones, por los que sentía auténtico terror. Desde entonces los gatos han habitado en el Palacio de Invierno, habiendo visto pasar por él a los zares, cortesanos, los bolcheviques, hasta llegar a la actualidad, en la que conviven con los trabajadores del museo y con los visitantes. Sólo el sitio de Leningrado, que duró casi 900 días, y en el que hubo una hambruna extrema en la ciudad, logró acabar con ellos temporalmente.

En la actualidad hay más de 60 gatos de razas diferentes rondando por los subterráneos, las oficinas y los alrededores del Hermitage, estando prohibida su presencia en las salas expositivas. Cuentan con su propia cuidadora, Irina Popovets. Aunque el museo no tiene presupuesto para su mantenimiento, gozan de diferentes vías para la recaudación de dinero, ya sea con patrocinadores, o a través de la asociación “Amigos de los Felinos del Hermitage”. Incluso se han llegado a realizar exposiciones en su honor.

Te gusten o no estos seres bigotudos, te recomendamos hacerte con un Vueling a San Petersburgo y conocer unas de las mayores y mejores colecciones de arte del mundo.

 

Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de James Byrum, Brent Ozar, Jorge Cancela, RachelH_

 

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En busca de las mejores ostras de Francia

A escasos 50 kilómetros de uno de los monumentos más visitados de Francia, el Mont Saint-Michel, y muy cerca de otra parada turística de rigor, Saint-Malo, se encuentra Cancale, que guarda una joya gastronómica muy especial en su haber. Y es que en este pequeño pueblo de la Bretaña francesa se encuentran las que son conocidas como las mejores ostras de Francia. Hay incluso quien se ha aventurado a decir que son las mejores del mundo. Sea cual sea su lugar en el ranking de esta delicatesen, lo que está claro es que son conocidas a nivel mundial y que son un majar por el que bien merece la pena hacer una pequeña parada en el camino.

Se dice que los romanos fueron los primeros en detectar la gran calidad que se escondía en las ostras aquí encontradas, y muchos siglos después Luis XIV y Napoleón las tenían entre sus favoritas, y no todo esto no es por casualidad. Al igual que el sabor del vino es un reflejo de la tierra de la que proceden sus uvas, en el caso de este preciado molusco sucede algo similar, siendo un condicionante muy importante el lugar en el que están ubicadas. Según se sabe, en toda esta zona de la costa norte de la Bretaña francesa habría muy buenos nutrientes, de ahí su especial sabor.

Cancale, pueblo en el que la pesca ha sido su principal fuente económica durante siglos, en la actualidad vive volcado al cultivo de las ostras. Una visita al mismo te permitirá ver en directo las bateas, y lo que es más impresionante, cómo es el ritual de recolecta. Eso sí, ten en cuenta que la marea facilitará o impedirá que puedas ver tan interesante espectáculo, así que tenlo presente a la hora de planificar el viaje. En el caso de que con esto no tengas suficiente, y que quieras volver siendo un experto en la materia, siempre puedes visitar la Ferme Marine de Cancale, un espacio expositivo en el que podrás aumentar tus conocimientos sobre estos preciados moluscos y sobre estosjardineros del mar.

Pero a Cancale no sólo se viene para aprender de ostricultura, sino que también se viaja para catar sus exquisitas huîtres (ostras).En el mismo puerto, al lado del faro de la Pointe des Crolles hay una serie de puestos donde te puedes hacer con una buena ración de estos pequeños manjares, y comértelos allí mismo, a pie de playa. Tienen de múltiples clases –la plana es la más apreciada en la zona- y precios, y en el caso de que quieras, las puedes acompañar de limón y solicitar que te las abran.

En el caso de que seas de los que prefieren comer las ostras u otras delicias marinas más cómodamente sentado, en el mismo paseo marítimo hay varios restaurantes donde darse a este placer, y donde una buena ración de marisco suele salir bastante bien de precio. Un clásico a pedir son los mejillones con patatas fritas, muy típicos de la zona.

Para aquellos que busquen una experiencia gastronómica diferente y, sobre todo, tengan una cuenta corriente abultada, esta es tierra del popular chef Olivier Roellinger. Muy cerca de Cancale, en el Château Richeux, se encuentra Le Coquillage, un magnífico restaurante donde día a día demuestra por qué en su día llegó a ser un tres estrellas Michelin –a las que renunció-, y por qué su cocina sigue siendo exquisita. Y sí, como bien has intuido, las espectaculares ostras de Cancale están en su menú.

Y ahora que ya tienes localizado el lugar donde se encuentran las que dicen ser las mejores ostras de Francia (y del mundo), sólo te queda coger tu Vueling a Rennes –está a menos de una hora en coche de Cancale- y disfrutar de tan exquisito manjar.

 

Texto de los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de Julien Barrier, sam.romilly

 

 

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