Nueve museos para volverse loco en Venecia
Nos encanta Venecia. La ciudad italiana es uno de los destinos más apasionantes de Europa. Su ajetreada historia, los canales, los callejones eternos y la grandeza artística de esta capital hacen de ella un lugar perfecto para que cualquier amante del arte se vuelva loco. Y no es para menos. Además de los varios centenares de iglesias que pueblan esta urbe, en plena laguna se levanta una de las redes de museos más importantes del mundo. Museos que, para más inri, no se encuentran en espacios convencionales, sino que invaden edificios góticos, renacentistas y barrocos para presentar, en pleno siglo XXI, unas colecciones que quitan el hipo.
En góndola,vaporetto o a pie, estos son los nueve museos que no te puedes perder en tu próxima visita a la capital véneta. Cominciamo!
1. Accademia: la mayor colección de arte veneciano
Las Gallerie dell’Accademia ocupan tres antiguos edificios religiosos y constituyen la principal colección de arte veneciano del mundo. Aquí se dan cita cinco siglos de arte, desde la época medieval al rococó, con obras fundamentales como la imponente Cena en casa de Leví de Pablo Veronese, la Presentación de la virgen en el Templo de Tiziano el Ciclo de Santa Úrsula de Vittore Carpaccio, el Rapto del cuerpo de San Marcos de Tintoretto o el San Jorge de Andrea Mantenga, además de primeras obras de Lotto, la familia Bellini, Canaletto o Tiepolo.
2. Palacio Ducal: el esplendor de La Serenissima
Aunque no es propiamente un museo, el Palacio Ducal es un lugar imprescindible para entender el esplendor al que llegó la República veneciana. Sede del Gobierno, Palacio de Justicia y residencia del dux, este inmenso complejo gótico es un lugar perfecto para disfrutar de algunas de las principales obras de arte de la historia de la ciudad en el lugar para el que fueron concebidas. Destaca, por ejemplo, la gran pintura del Paraíso que preside la espléndida Sala del Maggior Consiglio y que firmaron Domenico y Jacopo Tintoretto. Otro imperdible son los lienzos de Pablo Veronese de la Sala del Consiglio dei Dieci o la lujosa Scala d’Oro, construida por Sansovino y decorada por Alessandro Vittoria.
3. Colección Peggy Guggenheim: en casa de la gran mecenas
Entrar en este palacio inacabado del siglo XVIII es sinónimo de adentrarse en el universo de la conocida mecenas Peggy Guggenheim. Impulsora de artistas como Klee, Pollock, Calder, Kandinsky, Ernst, Picasso, Moore o Braque, Guggenheim adquirió el palacio del Gran Canal en 1949 y en él fijó su residencia. La colección la forman 200 lienzos y esculturas de los artistas nombrados y también de Dalí, Magritte, Chirico, Balla, Duchamp, Rothko, Picabia, Delauney, Malevich y Mondrian, entre otros. Peggy Guggenheim legó su colección a la fundación de su tío Solomon R. Guggenheim con la condición de que se quedase en la ciudad.
4. Scuola Grande di San Rocco: el mejor Tintoretto
De parada obligada, este antiguo hospital de beneficencia construido en honor a San Roque es uno de los mejores lugares para admirar la obra de Tintoretto. Completado en 1549, en 1564 se encargó a Jacopo Tintoretto la decoración de las paredes y los techos de la Scuola. Sin duda, la obra más monumental del complejo es La crucifixión, que se halla en la Sala dell’Albergo, y en la que el pintor logró unas cotas de sentimiento nunca antes vistas en el arte veneciano.
5. Museo Correr: la historia de la Reppublica
Ubicado en la plaza de San Marco, es uno de los principales museos de la ciudad. Realizado a partir de la colección que el adinerado Abbott Teodoro Correr legó a la ciudad, es el lugar perfecto para conocer la historia de la República veneciana y el movimiento del Resurgimiento italiano. Además, acoge una importante colección de pintura veneciana, en especial de Vittore Carpaccio.
Con la entrada al museo, se puede visitar también los colindantes Museo Archeologico y la Librería Sansoviniana, diseñada por el arquitecto Jacopo Sansovino y de la que Andrea Palladio dijo que era “el edificio más bello desde la Antigüedad”.
6. Museo Fortuny: un español en Venecia
El Palazzo Pesaro, de estilo gótico tardío, fue la residencia del famoso diseñador textil español Mariano Fortuny y Madrazo, quien lo adquirió a principios del siglo XX y donde vivió hasta su muerte. Legado a la ciudad junto a su contenido por la viuda del artista en 1956, las elegantes estancias son el marco perfecto para los tejidos bordados con hilo de oro y plata de inspiración renacentista y para los lienzos, retablos y vestidos plisados de seda de los años 20 de Fortuny. Una delicia.
7. Ca’ Pesaro: colección de arte del siglo XX
Este suntuoso palacio barroco es la sede de la Galleria d’Arte Moderna. Fundada en 1897, de sus paredes cuelgan algunos de los cuadros más famosos de Gustav Klimt y Marc Chagall, además de obras de Matisse, Miró, Klee o Kandinsky, muchas de ellas presentadas por los artistas en la Biennale y adquiridas por la ciudad. En la planta superior, no te puedes perder el Museo d’Arte Orientale, que contiene verdaderas joyas traídas en el siglo XIX por el conde de Bardi durante sus viajes por el Lejano Oriente.
8. Ca’ d’Oro: la joya del Gran Canal
Obras de Andrea Mantegna, Luca Signorelli, Vittore Carpaccio y Tiziano, así como telas, frescos y esculturas, se dan cita en uno de los mayores tesoros del Gran Canal. El museo, que desde 1984 alberga la Colección Giorgio Franchetti, se encuentra en un palacio del siglo XV que es el mejor y más famoso ejemplo de arquitectura gótica veneciana. Tras sufrir varias modificaciones a lo largo de la historia, en los años setenta se recuperó el esplendor original de su fachada, una de las más bellas de la ciudad.
9. Ca’Rezzonico: un paseo por la Venecia del siglo XVIII
Este palacio barroco no es solo uno de los más lujosos de la ciudad, sino que es uno de los pocos del Gran Canal que están abiertos al público. Famoso en su tiempo por los grandes banquetes, las lujosas fiestas y la opulenta decoración que realizó en él la familia Rezzonico, desde 1934 es la sede del Museo del Settecento, una colección de lienzos, objetos y frescos que reflejan la Venecia del siglo XVIII. No os perdáis el espectacular salón de baile diseñado por Giorgio Massari, que ha sido restaurado y en el que hay muebles de Andrea Brustolon y espectaculares candelabros dorados. Además, en tres salas los techos tienen pinturas de Giambattista Tiepolo.
Texto de Aleix Palau para Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Aleix Palau, QMeuh, Didier Descouens, Basilio Speziari, saragoldsmith, Michele Rienzo
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Langstrasse, Im Viadukt y otras joyas de Zúrich
Zúrich, a primera vista, parece la ciudad del dinero y de la banca privada, de los zapatos bonitos y de la educación máxima, la ciudad del lujo y de las compras, de los lagos y los parques. Pero también es una ciudad con propuestas culturales muy interesantes y de diseñadores atrevidos.
Una buena referencia para localizarte en Zúrich es laHauptbahnhofo lo que es lo mismo, la estación central de trenes. La estación central de trenes es una enorme estación que te trae y te lleva al aeropuerto, por ejemplo, y donde podrás coger tranvías y autobuses urbanos para desplazarte por la ciudad. En la capital suiza, el transporte público es la mejor opción. Olvida los taxis si no quieres pagar sobre los 30 euros por trayecto. Hablando de euros, la moneda suiza es todavía el franco suizo por lo que te va a costar pagar en euros. Te recomendamos usar la tarjeta siempre que puedas. El coste de la vida en Suiza es aproximadamente dos veces y media la española por lo que, por poner un ejemplo, un desayuno de café con leche y croissant te costará sobre los ocho euros.
Cerca de la estación central se encuentra la vieja Zúrich, cruzando el río Limmat. Calles peatonales de adoquines y muchas librerías para un perfecto paseo por la zona.
Posteriormente me dirijo a Langstrasse, entre los distritos 4 y 5, lugar que me recomienda fervientemente un amigo suizo porque es donde están las propuestas más modernas y atrevidas.
Langstrasse era una calle con aire arrabalero, si se puede utilizar este adjetivo referido a esta lujosa ciudad, donde todavía queda algún cine erótico y presuntamente algo de decadencia, pero la verdad es otra totalmente distinta. Langstrasse es la calle donde encontramos ofertas culturales tan originales como Perla-Mode. Entro y me dejo seducir por el discurso de Stefan. Perla-Modees, según sus palabras, un colectivo de artistas que han tomado el local en el número 84 de la calle Langstrasse para desarrollar arte contemporáneo, pensamiento y cultura. Hay unas salas diferenciadas donde cada artista expone sus proyectos, donde se suelen hacer tertulias y charlas sobre cultura, arte y antropología y alberga, además, un cine improvisado construido con antiguos asientos de estadio de futbol y palés de madera donde pasan películas que luego comentarán en una sala pequeña. Una maravilla. E lPerla-Mode está constituido por el Corner College y por Motto Books donde disponen de multitud de libros y revistas de arquitectura, fotografía o diseño de distintos rincones del mundo. Stefan me comenta que hay intenciones de derribar el edificio para construir viviendas y que seguramente en febrero del 2012 ya no exista másPerla-Mode. Si te encuentras en la ciudad estos fías, vale la pena acercarse a conocer a este colectivo de artistas que allí tienen su residencia.
Justo delante del Perla-Mode, me encuentro con Soho, una enorme tienda de ropa erótica y complementos varios de fetiche, botas de cuero y como me dice Sonja, la chica que atiende cuando entro en la tienda, cosas para hacerte la vida menos aburrida.
Continúo paseando por Langstrasse y descubro muchas más tiendas, unas más interesantes que otras. Voy en dirección a Joseffstrasse, según indicaciones que me dan los habitantes de Zurich. En el camino por Langstrasse, hay de todo: zapaterías, tiendas de comida, quioscos, tiendas de moda.
Cafe Bistro foifi 30, Zurich
Antes de pararme a comer en un lugar que me han recomendado, el café Bistro Föifi 30, situado en el 48 de la calle Josefstrasse, me acerco a una curiosa tienda, Senior Design Factory. Entro seducido por el escaparate y hablo con una de sus creadoras Deborah Biffi y me cuenta la historia del proyecto de diseño social que emprendió en el 2008 junto a su socio Benjamin Moser. La historia de Senior Design Factory nace de un proyecto de final de carrera que decidieron pasar del papel a la realidad y se materializó en el actual espacio en el que me encuentro. El proyecto busca trabajar junto a personas ancianas de no menos de 75 años. Trabajan con ellos en la creación de cosas manuales de elaboración y diseño propio. Toda la sabiduría y la experiencia que otorgan los años plasmada en objetos de decoración magníficos. Hay cosas sorprendentes: desde objetos de cocina a lámparas u objetos de decoración de la casa. La lana es uno de los elementos que más destaca en la colección de objetos que ponen a la venta. Los sábados se realizan talleres que los mayores imparten a los jóvenes tratando de explicar los secretos de su creatividad.
La tienda y la función social de la misma me ha fascinado y he estado charlando largo y tendido con Deborah. Cuando salgo veo que el caféBistro Föifi 30está a tope y me recomiendan un restaurante turco, Bar Valentinsen en la calle Gasometerstrasse. Después de comer algo, bajo por Josefstrasse en dirección al viaducto. Me han dicho que hay cosas muy interesantes por allí. Y la verdad es que sí.
Josefwiesse, Zurich
Antes de llegar al viaducto me encuentro con Josefwiesse, un estupendo parque donde juegan padres con sus hijos y donde poder tomar algo mientras los niños corren por el parque. Un rincón de montaña en plena ciudad.
Justo salgo de joseffwiesse,y me encuentro con el famoso viaducto. Está pegado al parque y se llamaIm Viadukt, en la calle Viaduktstrasse. En cada puente del viaducto, descubres tiendas de moda, bares y comercios varios. Voy a chafardear un poco y entro enFamous Ape. Una tienda original suiza que tiene dos establecimientos: el de Zúrich, donde me encuentro, y otro más en Geneva. Anina me cuenta un poco de la tienda y me deja echar un vistazo. Goyagoyaes otra de las tienda que descubro. Ropa femenina de diseñadores alemanes y algunas marcas difíciles de encontrar porque su producción es casi artesanal. 52 locales distintos y un mercado, el MarktHalle. Accesorios y bicicletas enVelos, ateliers como el deDaniel Blunschi, flores en Marsano, peluquería y tienda de ropa como es el caso de Fashionslaveo bares de moda como el Ambrossi Coffee Bar.
Im Viadukt, Zurich
Dejo la zona para ir al Cabaret Voltaire, templo del dadaísmo y visita ineludible en Zúrich. Antes me paro para contemplar el gran lago de Zúrich, y me siento en un banco, como muchos locales, a ver los patos, los Alpes al fondo y el perímetro de la ciudad rodeando el lago.
El Cabaret Voltaire huele a historia. De hecho, conserva una sala donde se hacen exposiciones y performances que mantiene vivo el espíritu que dio origen al movimiento Dadá. Me gusta y me tomo una cerveza en el bar del Cabaret Voltaire. Antes de dejar el centro cultural, paso por la tienda para comprar un pedazo de historia en forma de recuerdo.
Cabaret Voltaire, Zurich
Por la noche, voy a tomar unas cervezas al Sihlcity donde se levanta un centro de ocio que ha nacido de las ruinas de una antigua factoría. En el centro de la plaza todavía conservan la característica chimenea que le da el aire industrial que requiere el entorno. Hay hoteles, tiendas, restaurantes y una discoteca y sala de conciertos, elPapiersaal, donde tomar unas copas de noche.
Un sitio que merece la pena descubrir! Consulta nuestros vuelos aquí.
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Es curioso lo que ocurre en Moscú con las cosas del comer. Suele ser mucho mejor la comida, salvo excepciones, en lugares económicos y sin excesivos alardes que en locales de pretendido postín. ¿Los motivos? Podríamos extendernos en una divagación histórico-político-estético-cultural-existencial que nos llevaría de los zares a Lenin, pasando por la Guerra Fría, para acabar sumidos en una reflexión sobre el particular criterio estético post-Perestroika de una buena parte de la Rusia pudiente, aquellos nuevos ricos de Yeltsin ya felizmente instalados en el capitalismo: esa aversión al minimalismo, ese legendariohorror vacuiruso que se refleja en buena parte de la moda, la arquitectura y, claro, la gastronomía.
Apliquemos, pues, el menos es más, esa frase con tan pocos amigos en Rusia, y ganaremos la batalla gastronómica en una ciudad tan fascinante como hostil, sobrecogedoramente bella, tan diferente a la imaginada. Una ciudad a la que hay que ir con todos los sentidos bien despiertos, con esa necesidad de entenderlo todo que es el motor de cualquier viaje, y con la disposición para aguantar algún que otro berrido en ruso por parte de personas de todas las edades y condiciones que dedican toda la energía de la que son capaces de hacer acopio a dejarte claro desde el primer momento que te detestan, a ti y a todo lo que representas.
Y una vez has pasado frío, has sido objeto de los más variopintos alaridos en ruso, te has paseado por esas inmensas avenidas diseñadas para tanques y no para personas, una vez has comprobado atónito que en muchas cosas Moscú se parece más a Londres que a Moscú, entonces te das cuenta de que te vas a ir de allí habiendo entendido, al fin, un poco mejor el siglo XX. Y constatas que nadie a quien no hayan chillado muy fuerte en ruso al menos una vez en su vida está en condiciones de emitir ninguna opinión sobre lo que ha representado el pasado siglo, ni sobre la herencia que nos ha dejado ni, en definitiva, sobre quiénes somos.
Y mientras dedicábamos largas e interminables horas de caminata a la reflexión existencial, también comíamos. A veces asombrosamente mal, en locales generalmente pseudo modernos, y otras, las que nos ocupan, muy bien, en restaurantes mucho más modestos. Con todos ustedes, nuestros diez restaurantes preferidos de Moscú:
1. Caffe del Parco (Via di Camaldoli, 7)
Atención 'hipsters'. Este va a ser vuestro restaurante favorito de Moscú, que se halla en el que va a convertirse sin duda en vuestro barrio de referencia, el Octubre Rojo, junto al río, una suerte de Williamsburg-Malasaña-Shoreditch versión rusa aún por acabar de hilvanar, pero claro, ahí está la gracia. No hay todavía muchos locales, pero sí alguna tienda interesante, una librería y un buen número de restaurantes de mobiliario reciclado, copeo, DJs y ambiente nocturno. Caffe del Parco, recién abierto por un siciliano afincado hace años en Moscú, es un bonito y minimalista restaurante-cafetería donde se recuperan las recetas de la nonna y en el que hemos tenido la suerte de comer uno de los mejores risottos de nuestra vida. Una más de las mil paradojas que nos brinda constantemente Moscú.
2. Cafe Mart
Y seguimos con el moderneo. La cafetería de una de las dos sucursales del Museo de Arte Moderno de Moscú está situada en un hermoso jardín repleto de estatuas del artista georgiano Tsereteli, abarrotado de familias entregadas al noble arte del brunch y muchos niños correteando por el comedor o participando en alguno de los talleres que se organizan en su interior. Deliciosos cafés, bollería, bocadillos o algún plato de una carta sencilla y sin pretensiones que combina la cocina francesa con las especialidades georgianas, en un local que bien podría situarse en Berlín o Ámsterdam.
3. Harat's Pub
En este pub irlandés, pequeño y acogedor, situado en la calle Arbat, una gran avenida peatonal que funciona como centro neurálgico de compras y ocio de la ciudad, es una de las pocas opciones de copeo. Y es un lugar curioso, regentado por un simpático moscovita ex residente en Andalucía que ama la cultura latina hasta el punto de que le da exactamente igual ser el propietario de un pub irlandés, y le es aún mucho más indiferente que este pub esté situado en una calle mainstream de la ciudad, de la que uno espera un poco de 'rusiedad' y no experimentos cosmopolitas. Porque a él y a su rockera clientela parece gustarles la música en español, y cuando pasas ante su puerta te dejas seducir por un contundente “Lega-lega-li-za-ción” que emana a todo volumen de sus bafles. Sí, aquí son fans de España, de Ska-P, de las birras de importación y de Irlanda en toda su magnitud, y este extraño pero entrañable mix da lugar a uno de los bares más divertidos de Moscú.
4. Varenichnaya N.1 (Arbat, 29)
He aquí nuestro restaurante preferido de la ciudad, un local sin pretensiones, muy agradable, céntrico (ubicado también en la calle Arbat) y económico, que ofrece cocina tradicional rusa en forma de platos tradicionales como las vareniki (una pasta en forma de empanadilla servida con diversos rellenos y acompañada de una salsa deliciosa), las pelmeni (un plato similar de origen ucraniano) y las chebureki (empanadas típicas rellenas de carne). Cuenta, además, con una oferta de pancakes, muy típicos en el país, cócteles con y sin alcohol, cafés y bollería casera. Todo ello en un local amplio y concurrido, muy acogedor, en el que conviven detalles que muestran un extraordinario buen gusto con otros que te convencen de todo lo contrario, cosa que no te importa lo más mínimo cuando hincas el diente a una de sus especialidades rusas a buen precio de la mano de un servicio encantador que, sorprendentemente, es capaz de comunicarse en inglés.
5. Varvary
No se puede hablar de gastronomía en Moscú sin mencionar a Anatoly Komm, el primer chef del país en lograr una estrella Michelin, poseedor de un restaurante de alta cocina de vanguardia, el Varvary. Si nos lo podemos permitir, vale la pena reservar mesa en el comedor de este excéntrico e inclasificable chef, que parte de la cocina tradicional rusa (sopas, ahumados) y le aplica las más modernas técnicas de vanguardia. Komm se lamenta, y sus razones tendrá, de la terrible autarquía rusa, del poco afán de la población por abrirse a todo aquello que llega de la vecina Europa. No es el caso de su lujoso restaurante moscovita, que ofrece cocina molecular para clientes con los paladares bien educados, lejos de esos “nuevos ricos”, en palabras de Komm, sin apenas educación y gustos algo pomposos. Los platos de este hombre sensible y amante del arte destacan, entre otras cosas, por su espectacular estética.
6. Monsieur Croissant (Baumanskaya, 42)
Hay que alejarse del centro hasta la zona de Baumanskaya, cosa que recomendamos encarecidamente si deseamos acercarnos al Moscú real, mucho más cálido y habitable, lejos de las inclemencias de un centro tan hostil como espectacular. Y si decidimos enfrentarnos al bellísimo aunque complicado metro moscovita este pequeño restaurante es una gran opción, ya sea para desayunar uno de sus pasteles o bollos o comer al mediodía algún plato sencillo y bien elaborado, como una pasta con verduras o una sopa del día. Al lado, un Mercure Hotels, en el que nos alojamos, a un precio de risa comparado con las tarifas del centro y a tan sólo dos paradas de metro de la Plaza Roja.
7. Tamerlan
En Moscú predomina mucho el macro local de pseudo lujo en el que una clientela vestida como tú cuando vas de boda bebe vodkas como si fuesen agua. Este restaurante asiático es una buena opción si el cuerpo nos pide glamour, pues la comida, especializada en Eurasia, es notable, el precio moderado, y el interiorismo llamativo y bonito.
8. Chemodan (Gogolevskiy Blvd., 25/1)
Sería imperdonable abandonar Moscú sin haber cenado al menos una vez en Chemodan, un local delicioso, absolutamente inclasificable, nada propio de la imagen que tenemos del Moscú contemporáneo. Chemodan se sitúa en las inmediaciones de la calle Arbat, y su atmósfera (con sus grandes lámparas, la pared empapelada, alfombras y cuadros en las paredes) nos recuerda más a la de un bar de intelectuales del París de los años 20 que a lo que esperas de la Rusia de Putin. Cuando abres la puerta y un encantador viejecito te recibe con el 'Bésame mucho' de fondo sabes que estás en el lugar adecuado, y te entregas a una cocina de raíces rusas, que trata de explorar en una sola carta elaborada con mimo y sensibilidad todas las cocinas del país.
9. Café Pushkin
Sólo si tenemos alrededor de 300 € en el bolsillo podremos visitar el Café Pushkin, un local legendario que merece la pena mencionar por hallarse en todos los rankings posibles de restaurantes no sólo mejores sino más hermosos del mundo. Preparemos, pues, nuestras mejores galas y sintámonos cual Cenicienta en este majestuoso espacio revestido en maderas nobles, donde hasta el último rincón rebosa lujo bien entendido, y preparémonos para degustar una cocina rusa con pinceladas francesas (o tal vez sería más correcto decirlo a la inversa), que es probable que, pese al encanto del conjunto, no satisfaga a aquellos comensales que busquen alta gastronomía en estado puro.
10. Beverly Hills Diner
Y por último una gran broma, que no hemos querido pasar por alto por ser de lo más impactante que hemos visto en Moscú. El más americano de los locales, en el que parece a punto de entrar Olivia Newton-John, se encuentra allí, en el centro de Moscú, con esas luces de neón que pretenden mostrar al mundo con orgullo que sí, que la Guerra Fría la ganaron ellas. Tragas saliva y constatas, con cierta amargura que no sabes exactamente a qué se debe, la victoria: te das cuenta de que sí, de que tras tanto salmón y salsas rusas te apetece sentir el placer de lo conocido e hincarle el diente, al fin, a una hamburguesa.
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Texto y fotos de Laura Conde (Gastronomistas)
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