Carcasona inspiración medieval
Situada en el centro del triángulo que conforman las ciudades de Toulouse, Montpellier y Barcelona se encuentra esta espectacular ciudad amurallada que hace las delicias de todo aquel que la visita. No en vano, en 1997 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y es uno de los principales atractivos turísticos de la región del Languedoc, y por extensión de Francia, llegando a atraer unos 4 millones de turistas al año. A continuación te desvelamos las claves que han convertido a Carcasone en un lugar a visitar.
Importante enclave estratégico
Su estratégica ubicación, en una colina sobre el valle del río Aude que le permitía la vigilancia de rutas tan importantes como la que unía la Península Ibérica con el resto de Europa, y el Atlántico con el Mediterráneo la convirtió en lugar clave durante siglos. Ya en época preromana era un importante centro de intercambio comercial, que con el tiempo sería codiciado por galos, romanos, encargados de construir la primera muralla de la ciudad antigua, visigodos, musulmanes, hasta acabar transformándose en cuartel del ejército real francés.
Recorriendo la Cité
La huella de todo ese pasado como centro estratégico se encuentra localizado en la zona alta de Carcasona, en lo que se conoce como la Cité, y en el que está emplazado el antiguo recinto amurallado. Y es en el recorrido por el interior de este espacio donde el visitante se verá totalmente transportado a otra época. La Cité se encuentra protegida por una doble muralla, la interior de época gala, romana y visigoda, y la exterior, mucho más robusta y coronada por catorce torres, edificada a partir del siglo XIII. Una vez dentro, lo mejor es perderse por sus calles y dejarse llevar por el espíritu medieval que emanan. Entre los lugares más destacados se encuentran el Castillo Condal, situado en el oeste de la ciudad, adosado a la muralla, cuyo interior se puede visitar, y la Basílica de Saint-Nazaire, de época románica. Tampoco dejéis de recorrer el antiguo puente (Pont-Vieux) que atraviesa el Canal du Midi, uniendo la Cité con la zona baja de Carcasona.
Algunos extras por el camino
Este viaje al pasado que supone pasear por las calles de la antigua Carcasona quedará perfectamente complementado con una parada gastronómica en alguno de los locales que hallarás en tu camino. Tomarse un buen vaso de vino, a poder ser de Corbieres, que es la denominación local, acompañado de confit de pato o de cassoulet (guiso de alubias típico de la zona) es el extra perfecto que redondeará tu visita a esta ciudad.
Viollet-le-Duc, el otro gran protagonista de Carcasona
Gran parte del atractivo de Carcasona versa en la figura del arquitecto, arqueólogo y escritor francés Viollet-le-Duc, y de la singular a la par que polémica “restauración” que llevó a cabo de la Cité a mediados del siglo XIX. Hay que tener en cuenta que la zona amurallada de Carcasone, tras el Tratado de los Pirineos en1659 quedó totalmente abandonada, siendo lentamente corroída por el imparable paso del tiempo. Tal era su estado de degradación que se llegó a plantear su destrucción, pero finalmente, y por petición popular, se procedió a su remodelación, y para ello se recurrió a una de las figuras más importantes en ese momento, Viollet-le-Duc.
Más que ante una restauración como la entenderíamos en la actualidad, lo que el visitante se encuentra es con una reconstrucción de la ciudad antigua a la que se le ha incorporado algún que otro retoque de carácter romántico ideado por el propio Viollet-le-Duc. En realidad hizo lo que estaba en boga en ese momento en lo que al campo de la restauración se refiere, aunque con posterioridad han sido muchos los expertos que han criticado dicha labor. Aún así, hay que reconocer que el resultado no desentona tanto, y logra sumergir al visitante en esa época que el arquitecto intentó plasmar con su interpretación del pasado medieval.
Reserva tu Vueling a Toulouse, que se encuentra a apenas 100 kilómetros de Carcasona, y aventúrate a viajar en el tiempo tras las murallas de esta maravillosa ciudad fortificada del Languedoc.
Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Tournasol7
+ info
La Viena de Gustav Klimt
Sería imposible imaginar la Viena del siglo XX sin el impresionante legado artístico de Gustav Klimt (1862-1918). Máximo representante del movimiento secesionista, es uno de los pintores más fascinantes de todos los tiempos. Amante del desnudo y de los retratos de la alta sociedad vienesa, las obras del artista simbolista siguen fascinando a expertos y aficionados. Hoy recorremos Viena para descubrir la obra de uno de los pintores más fascinantes de todos lo tiempos.
«A cada tiempo su arte. A cada arte su libertad»
La mejor forma de recorrer el legado de Klimt en Viena es empezar por el Pabellón de la Secesión, construido por Joseph Maria Olbrich y situado en el número 12 de la Friedrichstrasse. Su cúpula con hojas de laurel corona una fachada en la que una inscripción reza el que se convirtió en su lema: «A cada tiempo su arte. A cada arte su libertad». La célebre cita va acompañada de un friso que el propio Klimt creó en 1902 en homenaje a Ludwig van Beethoven, uno de sus trabajos más célebres. Se trata de El friso de Beethoven, que daba la bienvenida a los visitantes. Con 34 metros de ancho y 2,15 metros de alto no se volvió a exponer en público hasta 1986.
La famosa pintura rememora la famosa dirección que Wagner hizo de la Novena Sinfoníade Beethoven y, pese a que nació como obra efímera, un coleccionista evitó que se destruyese. Fue dividido y adquirido por el estado austriaco de nuevo en 1973 y se expone desde 1986.
Después del edificio de la Secesión vienesa, otra parada que no os podéis perder es el Museo de Historia del Arte (Kunsthistorisches Museum). Al entrar merece la pena levantar la vista en la escalinata para admirar las 40 pinturas realizadas en columnas y arcos de los tres miembros que conformaron la denominada Compañía de Artistas. Se trata de los hermanos Gustav y Ernst Klimt y de Franz Matsch.
El Burgtheater
Después del museo, la Compañía de Artistas recibió el encargo de realizar una serie de frescos en las dos escalinatas del Burgtheater (Universitätsring, 2). Un proyecto que tuvo tanto éxito que el emperador Francisco José condecoró a los pintores. En la escalera principal Gustav recreó el Teatro de Taormina, mientras que en la otra ala hizo una reconstrucción del Globe Theatre de Londres con la escena final de Romeo y Julieta. En esta obra el artista realizó el que se considera que es su único autorretrato.
A pocos pasos del Burgtheater, está la Karlsplatz, uno de los centros neurálgicos de la ciudad. En esta zona se levantan algunos de los edificios más famosos del modernismo vienés. Destaca, por ejemplo, el Pabellón Otto Wagner (construido en 1900 para las líneas de Metro de Viena), la Künstlerhaus o el Museo de Historia de la ciudad de Viena, que alberga algunas obras de Klimt, como Pallas Atenea o un retrato de Emilie Flöge. De hecho, con Emilie tuvo una gran relación (era su cuñada), aunque no hay constancia de que tuviesen ningún romance. Además de a ellas, también pintó a muchas otras mujeres, como Maria Zimmermann (Mizzi), Johanna Staude o Adele Bloch-Bauer, a la que retrató en dos ocasiones.
El Belvedere
La Galería del palacio Belvedere es el lugar en que se encuentran algunas de las pinturas más célebres del autor. Es el caso de dos iconos de su época dorada, El beso y Judith I. El padre y el hermano de Gustav eran grabadores de oro, de aquí la influencia dorada en la ornamentación y en las creaciones con pan de oro. El Belvedere es la pinacoteca con mayor número de obras de Klimt, un total de veinticuatro. Pero tampoco podemos perdernos el Leopold Museum, en pleno Museumsquartier (MQ). Aquí, junto a obras de Schiele cuelga la espectacular Muerte y vida, así como un estudio para Judith II y una vista del lago Atter.
Villa Klimt
Gustav Klimt tuvo varios estudios a lo largo de su carrera, pero el único que ha llegado hasta nuestros días es la casa en la que vivió durante los últimos años de su vida. La Villa Klimt, situada en Feldmühlgasse, 11, se reabrió al público en 2012 tras una reconstrucción a partir de fotos de la época y, si bien no conserva obras originales, es una interesante forma de entender la forma de vida de este artista universal.
Anímate a conocer la obra de Gustav Klimt, reserva tu Vueling aquí.
Texto de Aleix Palau para Los Viajes de ISABELYLUIS
+ info
Ruta de museos por Le Marais
Cuando uno piensa en los museos a visitar en París, lo primero que le viene a la mente son los nombres de los grandes templos del arte con los que cuenta: el Museo del Louvre, con la inquietante sonrisa de la Gioconda como estandarte; el Museo de Orsay, con una espectacular colección en las que el romanticismo y el impresionismo harán las delicias de cualquier amante del arte; el Centro Pompidou, con una de las colecciones más completas de ate moderno y contemporáneo del mundo.
Pero más allá de estos grandes espacios existen otros tantos lugares en la capital francesa, donde además de arte descubriremos la vida de importantes personajes de la ciudad, conoceremos parte de su historia, o simplemente disfrutaremos con las obras de coleccionistas privados en espacios de ensueño.
Uno de los barrios más en boga estos últimos años, Le Marais, situado en los distritos III y IV en el margen derecho del Sena, abarca un buen número de estos espacios donde experimentar otro tipo de experiencias expositivas menos masificas en alguno de los casos, a la par que enriquecedoras. A continuación hemos hecho una selección de algunos de los museos que no debes perder la oportunidad de visitar en tu recorrido por este colorido y cosmopolita barrio.
Maison de Victor Hugo
Victor Hugo es el primer protagonista de nuestra selección, ya que cuenta con el honor de tener su propio museo en el que es el centro neurálgico de Le Marais, la Place des Vosges.Victor Hugo residió entre 1832 y 1848 en la tercera planta del Hôtel de Rohan-Guéménée, donde escribiría gran parte de Los Miserables. En la actualidad es un museo donde conocer en profundidad esta imprescindible figura de la literatura francesa.
Museo Picasso
Otro gran nombre, esta vez de uno de los artistas más influyentes del arte del siglo XX, es nuestra segunda opción. El Museo Picasso, situado en el Hôtel Salé, cuenta con una amplia colección formada por 200 cuadros, 100 esculturas –este es el apartado más destacado de este museo- y cerámicas, y 3000 dibujos y grabados que abarcan todas la épocas. Además se puede ver la colección personal del pintor, con piezas de, entre otros, Paul Cézanne o Henri Rousseau.
Memorial de la Shoah
Lo que empezó siendo el monumento al Mártir Judío Desconocido acabó convirtiéndose en el Memorial de la Shoah, uno de los principales centros de documentación sobre el Holocausto en Europa -la palabra hebreashoah significa catástrofe y también se emplea para hacer referencia al Holocausto-. En el acceso al mismo se encuentran los nombres de los 76.000 judíos que fueron deportados desde Francia a los campos de concentración nazis.
Museo de Arte e Historia del Judaísmo
En Le Marais se encuentra el barrio judío conocido popularmente como Pletzl (significa plaza en yiddish), por cuyas calles bien merece dar una vuelta y disfrutar del colorido de sus comercios. Aprovechando que estás por aquí te recomendamos que te acerques al Hôtel de Saint-Aignan, situado en el número 71 de la Rue du Temple, y visites el Museo de Arte e Historia del Judaísmo, donde podrás conocer la historia de las comunidades judías en Francia, Europa y el Norte de África, desde la Edad Media hasta la actualidad.
Museo Cognacq-Jay
Situado en el Hôtel de Donon se encuentra el Museo Cognacq-Jay, en el que se puede ver la colección de obras del siglo XVIII francés adquiridas por Ernest Cognacq y su esposa Marie-Louise Jay entre los años 1900 y 1925. Durante la visita a este espacio podrás disfrutar de los más de 1200 objetos recopilados por este matrimonio aficionado al coleccionismo, entre los que se cuentan cuadros de Canaletto, Tiepolo, Boucher, Fragonard, Greuze, o Reynolds.
Museo de la Magia y el Museo de los Autómatas
En el Museo de la Magia podrás conocer todos los secretos que se hallan tras el arte de la magia, la prestidigitación, y el ilusionismo. En él encontrarás todo tipo de objetos usados para hacer trucos de magia (varitas mágicas, cajas, gorros de mago, etcétera), además de poder ver espectáculos en vivo. En este mismo espacio también se encuentra el Museo de los Autómatas, que cuenta con una colección de 100 autómatas con los que dejarse sorprender. Ideal para aquellos que viajan con niños.
Reserva tu Vueling a París y anímate a recorrer uno de los barrios máscoolde la ciudad y a adentrarte en alguno de sus curiosos museos.
Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Assayas, Sailko, Guillaume Baviere
+ info
Sevilla entre arrozales y marismas
Las marismas del Guadalquivir
Se sitúan en el antiguo estuario del río, entre Sevilla, Huelva y Cádiz, con una extensión aproximada de 2000 Km2 y forman parte del Parque Nacional de Doñana, que es uno de los humedales más importantes de Europa. Es allí donde viven más de 100 especies de aves que forman parte del ecosistema y que dan lugar a un verdadero espectáculo al levantar el vuelo. Un lugar en el que los pájaros parecen tocar flamenco y los cangrejos rojos dar palmas.
Se trata de una ruta ideal para hacer lo que le gusta a cualquier viajero que se precie: perderse. Pero perderse en el sentido más literal de la palabra, pues existen centenares de caminos entre arrozales sin señalizar.
El Amazonas sevillano
Nuestro recorrido comienza en el cauce del Guadalquivir y sus innumerables brazos al acercarse a la desembocadura, una imagen que puede recordarnos al mismo Amazonas. Allí encontramos la Isla Mayor, un municipio de poco más de 5.000 habitantes. El pueblo está rodeado de campos de espigas y cultivo por lo que, cuando están inundados, da la sensación de ser una auténtica isla. Para los amantes del senderismo, además, hay disponibles una serie de rutas a través del municipio que también pueden hacerse en bicicleta.
Si sois aficionados al piragüismo, no podéis perderos el Brazo de los Jerónimos, un canal repleto de cañas y juncos por el que navegar se convierte en una experiencia única.
Retroceder en el tiempo
Para cruzar al otro lado del río, sólo se puede hacer a través del transbordador de Coria del Río, que une las dos orillas del Guadalquivir. Un delicioso viaje que recorre 300 metros en apenas 3 minutos y que te traslada inevitablemente a una inquietante película americana que transcurre en el Mississippi o en los Everglades. Un trayecto junto a coches, tractores, pescadores, cabras y motos de los agricultores, en el que el tiempo se para.
Mención a parte merece el espectáculo de ver desde la orilla, a pocos metros, un barco mercante o un crucero partiendo las aguas tierra adentro cuando sube la marea, camino del puerto de Sevilla o del Atlántico. Una imagen sorprendente y surrealista que se grabará en vuestras retinas.
A la llegada a Coria, seguimos andando aguas abajo y continuamos hacia La Puebla del Río, por la calle Arrozal, que es un camino de tierra entre álamos que en primavera se cubre de yerba y flores. Estando en este lado del río, se puede aprovechar para visitar pueblos como el Poblado de las Colinas o Utrera.
Para chuparse los dedos
Tras el paseo en barco, nada mejor que unos molletes o tostadas con manteca colorá para reponer fuerzas. Es el desayuno más típico por esta zona y no hay bar que se precie en el que no ofrezcan esta pasta para untar hecha a base de manteca de cerdo salpicada con pequeños trozos de carne y aderezada con ajo, pimentón, orégano, laurel y otras especias. Un placer para los sentidos que conquistó al mismísimo Paco de Lucía que le dedicó algunos acordes y notas en alguna de sus más célebres melodías.
Pero la propuesta gastronómica de esta zona del humedal sevillano no termina aquí y es tan variada como su propuesta paisajística.
Si decidís viajar en junio, podréis disfrutar de la Feria y Fiestas del Arroz y del Cangrejo, que dura cinco días y dónde podréis degustar platos típicos como: cangrejo con tomate, colas de cangrejo al ajillo o en salsa, tortilla de camarones, camarones con pimiento, arroz con pato o albures al salazón.
Restaurantes como El Tejao, Sevruga o El Estero sirven deliciosos platos de cangrejos, angulas, pato, doradas o lubinas, siempre con arroz a orillas del Guadalquivir.
Para degustar otro de los platos indispensables de la zona, el faisán con arroz, el restaurante Arco de Colina es parada indispensable, con una calidad y precios que os dejarán con la boca abierta.
¿Te atreves a aventurarte por las marismas del Guadalquivir? Consulta tu Vueling a Sevilla aquí.
Texto de Laura Llamas para Los Viajes de ISABELYLUIS
+ info