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Playas de Cádiz. Déjate llevar por las sensaciones

Las mágicas puestas de sol son un momento muy esperado por locales y turistas, que se celebran desde la playa y los chiringuitos. Un espectáculo con tonalidades asombrosas que varían de los azules a los naranjas, rojos y púrpuras debido al efecto de la dispersión de Rayleight, un curioso efecto atmosférico de gran belleza.Para disfrutar mejor de estas puestas de sol, nada como coger el Pepa Cádiz, el barco que te llevará en un paseo por la bahía de Cádiz.

Sol, gastronomía y más de 80 playas de todo tipo, de arena fina y aguas transparentes, hacen de la provincia de Cádiz el destino más codiciado del verano. Vamos pues a hacer pues un recorrido por alguna de las más bonitas y peculiares.

Playa de La Caleta (Cádiz)
Situada al borde del mismo centro histórico de Cádiz, en esta playa se rodaron algunas de las escenas de la película Alatriste, El Amor Brujo y 007:Muere otro día, con la exuberante Halle Berry surgiendo de sus aguas y el balneario de la Palma y el castillo de San Sebastián recreando un ambiente de la isla de Cuba. No en vano, Cádiz es ciudad hermandada con La Habana.

Playa de Cortadura (Cádiz)
La playa más extensa de Cádiz, con sus casi 4 kiómetros de largo, y la única considerada virgen del municipio se encuentra junto a las murallas de Cortadura, que sirvieron de defensa a la ciudad del siglo XVII al XIX. En una zona de esta dunosa playa se permite el nudismo.

Calas de Conil
Unas calas de gran belleza paisajista y de naturaleza virgen, al entorno de las cuales existen unos senderos señalizados entre enebrales para pasear o ir en bicicleta. Especialmente recomendable la cala de Pato. Desde ella se puede acceder a la cala Roche (tamibén concida como Desconocida), en la que hay cierta permisibilidad para hacer nudismo ( al igual que en la Cala Tio Juan de Medina). Se encuentra a los pies de un acantilado.

Playas de Trafalgar (Caños de Meca)
Aunque el núcleo de Caños de Meca es pequeño, cuenta con gran cantidad de playas de aguas limpias y tranquilas y algunas calas en las que disfrutar de cierta intimidad. Las del Faro de Trafalgar son en general más salvajes y por lo tanto menos concurridas. Aquí puedes olvidarte de todo y disfrutar de la tranquilidad en sus arenas, a pesar de la impresión que produce saber que en estas aguas tuvo lugar en 1805 la famosa Batalla de Trafalgar. Pero también hay concurridas playas familiares como la playa del Pirata, que cuenta con numerosos equipamientos y chiringuitos.

Zahara de los Atunes
Si quieres una bonita playa pero necesitas también otros alicientes, acércate hasta Zahara de los Atunes. En sus chiringuitos se disfruta de buen ambiente y deliciosa gastronomía, con una atmósfera de lo más chill out. Antes de llegar a Tarifa se encuentra una de las playas más espectaculares, prácticamente virgen y con su caracteristica duna de más de 30 metros, que avanza tierra adentro. Acércate hasta las piscinas naturales de Claudia, cerca de las ruinas roamnas, creadas por la erosión del aire Y embadúrnate con su arcilla verde; sus partículas mineromedicianales te dejan la piel más suave que el mejor de los tratamientos de belleza.

Playas de Tarifa
Su situación frente el cruce de las aguas del Mar Mediterraneo y el Oceano Atlántico han hecho las playas de Tarifa coocidas en todo el mundo por sus idóneas condiciones para la práctica del windsurf, kitesurf, submarinismo y snorkeling. La playa Río Jara, en la desembocadura del río Jara, es una de las preferidas para practicar windsurf y kitesurf, especialmente para principantes por la poca profundidad de sus aguas. Al igual que la zona norte de la playa de los Lances Pero si prefieres una playa más tranquila, en la zona sur de playa de los Lances no se permite practicar windsurf o kitesurf en julio y agosto, al igual que en la Playa Chica, la última playa del Mediterráneo.

Imagen de La Caleta por emijrp/ imagen de Playa de Bolonia por Anual/ imagen de Punta Paloma por Manuel Gonzalez Olaechea

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Acero cristal y arte el Bilbao del siglo XXI

Alejada de su pasado industrial pero fiel a sus raíces, Bilbao es hoy una ciudad moderna y cosmopolita en la que disfrutar de la mejor gastronomía, música y, en especial, del arte y la arquitectura. De hecho, desde que el Museo Guggenheim abrió sus puertas a mediados de los años 90, la capital vasca se ha convertido en un destino de referencia para todos los amantes del arte y la arquitectura contemporáneas. Además, junto a la apertura del museo, la ciudad ha impulsado una renovación urbanística que ha recuperado las construcciones históricas, levantado imponentes edificios modernos, integrado la ría y los espacios verdes y hasta trazado una red de metro diseñada, ni más ni menos, que por Sir Norman Foster. Por todo esto Bilbao es hoy una de las mejores ciudades europeas donde vivir. La recorremos a través de sus museos y edificios más rompedores.

En torno al Museo Guggenheim

El monumental edificio proyectado por Frank O. Gehry es hoy el icono de la Bilbao del cambio y uno de los referentes internacionales del arte contemporáneo. Merece la pena pasear por sus alrededores para perderse en las curvas de sus fachadas y admirar la famosa araña de Louise Bourgeois o el famoso perro Puppy de Jeff Koons. Pero sin duda visitar su interior es una experiencia irrepetible. Dejarse llevar entre los laberintos de acero de la obra La materia del tiempo de Richard Serra o visitar las importantes exposiciones temporales que pasan por el Guggenheim, es algo que ningún amante del arte se puede perder.

Junto al museo se encuentra el puente de La Salve que, pese a sobrevolar la ría desde el año 1972, no fue hasta 2007 cuando el artista francés Daniel Buren le añadió su famoso arco rojo. Contigua al Guggenheim, tampoco podíamos olvidarnos de la Nueva Biblioteca de la Universidad de Deusto, de Rafael Moneo, con su volumen monolítico y sus esquinas redondeadas.

Inmediatamente detrás se levanta la Torre Iberdrola. Este edificio de César Pelli es el más alto del País Vasco. Con sus 165 metro de altura y 41 plantas, su visión es realmente sorprendente. Flanquean la torre las Viviendas Ferrater, dos edificios de lujo proyectados por Carlos y Lucía Ferrater, Xavier Martí y Luís Domínguez. Frente a ellas se abre la Plaza de Euskadi, de la arquitecta paisajista Diana Balmori.

El Museo de Bellas Artes: un clásico contemporáneo

Cerca de la Plaza Euskadi, frente al parque de Doña Casilda, el Museo de Bellas Artes toma el testigo de las grandes colecciones de arte clásico europeas y presenta una selección de obras de primer nivel, entre las que se encuentra una Lucrecia de Lucas Cranach el Viejo o pinturas de Francisco de Goya, El Greco y Zurbarán. En su sección contemporánea, pueden verse pinturas de Miquel Barceló y Francis Bacon. Y es que aquí podemos viajar desde la Antigüedad hasta el siglo XXI. Para albergar tanta variedad, el edificio de 1945 se ha ido reformando hasta adquirir su aspecto actual. La última ampliación es la que ha aportado un aspecto más rompedor tanto al interior como al exterior del edificio. De este modo, en 1996 Luis Maria Uriarte abrió nuevos espacios y añadió la estructura y el hall de cristal desde el cual accedemos hoy al museo.  

Paseando por la ría 

La ría pasó de ser un lugar oscuro y contaminado a convertirse en uno de los espacios de recreo preferidos por los bilbaínos. Parte de esta mejora se debe al Isozaki Atea (Puerta Isozaki), que es un recinto de siete edificios proyectados por el arquitecto japonés Arata Isozaki con la colaboración del arquitecto bilbaíno Iñaki Aurrekoetxea. En frente de este complejo, el puente Zubizuri es la aportación de Santiago Calatrava a Bilbao (aunque también el monumento más polémico de la villa).

La Alhóndiga y la Osakidetza

Si nos adentramos en el ensanche bilbaíno no podemos perdernos el Centro Azkuna, más conocido como la Alhóndiga, un antiguo almacén de vino reconvertido hoy en un vibrante núcleo de ocio y cultura. Terminado en 1909 bajo las órdenes de Ricardo Bastida, ya en su tiempo fue un edificio innovador en la ciudad por el empleo de técnicas novedosas, como el uso del hormigón armado. Tras una reforma de Philippe Starck, abrió sus puertas como centro polivalente en 2010.

A pocos pasos y como si, de repente, nos encontrásemos en el corazón de Europa, nos sorprende en una esquina el edificio de Osakidetza (Departamento de Sanidad), inconfundible con su fachada poliédrica diseñada por Juan Coll-Barreu.

Y no podemos irnos de Bilbao sin entrar en su metro que, diseñado por Sir Norman Foster, se dice que es uno de los mejores del mundo.

Reserva tu Vueling a Bilbao y disfruta al máximo de sus museos y de sus magníficos edificios.

Texto de Aleix Palau para Los Viajes de ISABELYLUIS

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Viaja a Japón sin salir de Europa

Por Roger Ortuño

¿Sabías que el barrio Little Tokyo de Düsseldorf es, seguramente, lo más cerca que puedes estar de Japón sin salir de Europa?
Desde los años 50 los japoneses se instalaron en Düsseldorf para aprovisionarse de materiales y maquinaria para la reconstrucción de su país tras la II Guerra Mundial. Hoy en día, con más de 450 empresas niponas y 11.000 personas, supone la tercera mayor comunidad japonesa en Europa. Esto ha convertido a la ciudad en un destino de visita obligada para todos los amantes de la cultura y gastronomía japonesa.

Lo mejor de todo es que el barrio japonés de Düsseldorf, popularmente conocido como “Little Tokyo”, se concentra en el cruce de las calles Immermannstrasse con Oststrasse y sus aledaños y puede recorrerse a pie. Al deambular por sus calles es fácil perder la noción del espacio-tiempo e imaginarse recorriendo algún barrio de Tokyo, ya que está repleto de barras de ramen, teppanyaki, tascas al más puro estilo izakaya, supermercados y pastelerías japonesas donde podréis probar toda clase de bollos como el melon pan. A unos minutos en taxi también podréis visitar un par de jardines zen, en uno de los cuales se encuentra el único templo budista de estilo japonés que se ha construido en Europa (Ekô Haus, Brüggener Weg 6).

Si os apetece hacer un salto cuántico y aterrizar en Japón sin salir de Europa os propongo la siguiente ruta gastronómica. Como anécdota os contaré que en todos los sitios pude desenvolverme en japonés, sin necesidad de utilizar el inglés ni el alemán, y por unos instantes llegué a olvidar que me encontraba en Alemania.

Hotel Niko Düsseldorf

Immermannstrasse 41
Situado en el epicentro de Little Tokyo, este hotel 4 estrellas superior pertenece a un prestigioso grupo hotelero japonés. El Torii Bar en el lobby del hotel es ya todo un clásico como punto de encuentro de la comunidad nipona de la ciudad, ya que en el mismo edificio se ubica el centro Germano-Japonés. En el propio hotel también se encuentra el restaurante Benkay, aclamado por todos como el mejor teppanyaki de la ciudad, y el Fish Corner y su barra de sushi dirigidos por el maestro Hisato Mochizuki. A destacar su cuidada selección de sakes, donde podréis probar delicias como el Dassai 23, el sake más refinado que se produce, o el Shimeharitsuru “Jun” de la prefectura de Niigata.

Takumi y Takumi 2nd

Immermannstrasse 28
Justo enfrente del Hotel Nikko se encuentra Takumi, una singular barra de ramen con opciones vegetarianas. Posiblemente será uno de los únicos sitios del mundo donde podréis degustar ramen sentados en una terraza. A pocos metros se encuentra el Takumi 2nd (Ostrasse 51), del mismo grupo, donde también podréis probar tonkotsu miso ramen elaborado con caldo de cerdo y miso o sus deliciosas empanadillas gyoza caseras.

Naniwa

Ostrasse 55
Otra barra de ramen, con una carta mucho más extensa donde no debéis dejar escapar el Chashu tokusei miso ramen o el ramen “de lux” con miso y lonchas de cerdo adobado. Para rematar la jugada, podéis pedir que añadan unos wantan en el mismo cuenco. Otras curiosidades son el Chanpon, un cuenco de fideos con verdura crujiente, típico de Nagasaki, o el Tantan men, unos fideos picantes que no debéis dejar de probar. En la acera de enfrente se encuentra el Naniwa Sushi & More, donde, como su nombre indica, podréis pedir sushi y algún que otro plato.

Yabase

Klosterstrasse 70
Restaurante sencillo, donde muchas familias japonesas se dan cita para comer toda clase de platos auténticos como el takosu o pulpo aliñado con vinagre; la lengua de ternera a la parrilla o gyûtan, un plato típico de Sendai; alitas de pollo frito tebasaki; o pinchitos kushikatsu empanados, un plato muy típico en las tascas japonesas porque es muy fácil de compartir, donde los pinchos se sumergen en un tarro de salsa tonkatsu comunitaria. La regla no escrita es que sólo se puede sumergir una vez en la salsa antes de hincarle el diente.

Nagomi

Bismarckstrasse 53
Os confieso que no tuve tiempo de probar este establecimiento, pero su espaciosa barra de sushi hecha de madera y su diseño me cautivaron. La prueba definitiva fue que estaba repleto de clientes nipones y después los dueños de la librería japonesa Bon (Marienstrasse 41) me confirmaron que era uno de los últimos restaurantes que acababan de abrir en el barrio y que tenía mucho éxito. Otro sitio que dejé pendiente para mi próxima visita es la tasca Kagaya (Charlottenstrasse 60), un auténtico izakaya donde podéis probar algunos de los mejores sakes, junto a un cuenco de ramen y algún que otro platillo.

Nagaya

Klosterstrasse 42
El único restaurante japonés en Alemania con estrella Michelin. Su cocina japonesa combinada con platos europeos y sushi tradicional son de visita obligada para todo gourmet que se tercie. A escasos metros se encuentra Soba-an (Klosterstrasse 68) regentado por Reiko Miyashita y su esposo, quien elabora artesanalmente sus propios fideos soba. Una alternativa a la comida rápida que no hay que dejar escapar.
Si os habéis quedado con hambre y queréis llevaros un trocito de Japón en vuestro equipaje de mano, podéis acercaros por el supermercado Shochiku (Immermannstrasse 15), donde encontraréis toda clase de utensilios y productos como salsas, aliños, currys japoneses e, incluso, una pescadería donde os prepararán los cortes de pescado específicos para que podáis hacer sushi en casa.

Por Roger Ortuño

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Burdeos en 7 pasos

Burdeos puede jactarse de haber salido de un dulce sueño, que bien le valió el sobrenombre de la Bella Durmiente, para convertirse en la Perla de Aquitania. A continuación os damos las claves para disfrutar de lo que ha convertido a esta ciudad en un irresistible destino turístico.

1. Catar sus vinos

Para qué negarlo, el vino es el motor económico de la región, y el principal motivo por el que es conocido Burdeos en el mundo entero. Sin duda alguna, un viaje a esta ciudad es la excusa perfecta para adentrarse en su extensa carta de vinos. La Oficina de Turismo proporciona hasta 60 circuitos diferentes con los que conocer las bodegas que han posicionado esta región vinícola a nivel internacional. Eso sí, no es necesario salir de Burdeos para conocer sus vinos. Sólo hay que acercarse a alguno de sus bares y bistrós para encontrarlos. Aquí nuestras recomendaciones:

- El CIVB Le Bar a Vin, todo un clásico en la ciudad, que cuenta con una extensa carta de vinos de Burdeos.

- Para el que prefiera acompañar el vino de un buen queso, el Bistro du Fromager es la mejor opción.

- El que además de catar quiera aprovechar para llevarse alguna botella de recuerdo, entonces tiene que visitar La Conserverie Converserie.

- Y siempre se puede aprovechar para hacer un curso de cata de vinos en L’Ecole du Vin.

2. Dejarse deslumbrar por el espejo de agua más grande del mundo

La Place de la Bourse (plaza de la Bolsa), también conocida como la Place Royale (plaza Real) es sin duda alguna uno de los lugares más destacados de Burdeos. Fue construida entre 1730 y 1755 por Jacques Gabriel, Primer Arquitecto del rey Luis XV. Esta plaza supuso en su momento la apertura de la ciudad más allá de sus murallas medievales y el comienzo de su periodo de máximo esplendor. Tiene forma rectangular, con uno de sus lados abierto al río Garona, y en cuyo centro alberga la estatua de las Tres Gracias. Su principal atracción es Le Miroir d’Eau (el espejo de agua), uno de los mayores espejos de agua del mundo, con una superficie de 3.450 m2. El juego de reflejos resultante fascinante y muy fotogénico. Y si viajas con niños, tienen la diversión asegurada.

3. Disfrutar de su patrimonio

Burdeos es, tras París, la ciudad francesa con el mayor número de monumentos históricos protegidos. Ese es el caso de su puerto, conocido como el puerto de la Luna, que en 2007 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Éste debe su nombre a la forma que tiene de media luna o de croissant, debida a su ubicación en el meandro del río Garona. La mayor parte de las construcciones que conforman el puerto y sus alrededores son un reflejo de los ideales del Siglo de las Luces. No dudes en recorrer sus calles para disfrutar de tan singular belleza.

4. Dar un paseo en barco por el río Garona

El río Garona ha sido y es una pieza clave en el desarrollo de la ciudad, que durante el siglo XVIII le permitió contar con uno de los puertos más importantes de Europa. Una forma diferente de visitar Burdeos es tomando la perspectiva que el río ofrece. Para ello sólo tienes que acercarte al puerto de la Luna, y coger uno de sus cruceros. Entre las múltiples opciones que hay, recomendamos la que ofrece la posibilidad de catar vinos de la zona y picar algo, mientras se disfruta de las vistas.

5. Dejarse inspirar por su oferta museística

Los amantes del arte no deben perderse la visita al Museo de Bellas Artes, del que destaca su colección de pinturas holandesas. En el caso de que lo tuyo sean las últimas tendencias del arte, entonces debes acercarte al CAPC Musée d’Art Contemporain, situado en un antiguo almacén de productos coloniales. El Museo de Artes Decorativas, ubicado en el Hotel de Lalande, ofrece la oportunidad de conocer cómo era la vida de la burguesía del siglo XVIII XIX a través de sus objetos decorativos: muebles, esculturas, cerámicas, grabados, cerámicas, cuberterías y cristalerías.

6. Disfrutar de la naturaleza en alguno de sus parques

Burdeos cuenta con un buen número de parques donde tomar un respiro. El más destacado de todos es el Jardin Public (Jardín Público), situado en el corazón de la ciudad. Abierto en 1755, siguiendo la inspiración de Versalles, un siglo después sería rediseñado al estilo inglés. Cuenta con un carrusel antiguo que hará las delicias de los más pequeños.

7. Comer ostras en el mercado

Si tienes la posibilidad de viajar en fin de semana a Burdeos, entonces no dudes en acercarte por la mañana al Marche des Capucines. En este magnífico mercado, además de ver productos de primera calidad y de disfrutar de su buen ambiente, encontrarás paradas donde degustar ostras, marisco y pescado fresco.

Reserva aquí tu Vueling y comprueba por ti mismo todos los encantos que se esconden en Burdeos.

 

Texto de ISABELYLUIS Comunicación

Imágenes de SuperCar-RoadTrip.fr, Yann Chauvel, Bistro du Fromager

 

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