Les Calanques una joya a las puertas de Marsella
Los marselleses están de suerte. A pesar de residir en la que es la segunda ciudad más poblada de Francia –la primera es París-, con las consecuencias que ello supone, tienen prácticamente a sus pies un pequeño remanso de paz en forma de espacio natural que recorrer a pie o en kayak, o en el que darse algún que otro chapuzón en verano. Alguna ventaja tenía que tener estar situados a los pies del Mediterráneo.
El lugar al que nos referimos y al que te recomendamos acercarte y experimentarlo en primera persona es el magnífico Parque Nacional de Les Calanques. Este espacio natural empieza pasado el Puerto de la Pointe Rouge, situado al sur de Marsella, y se extiende unos 20 kilómetros a lo largo de la costa mediterránea hasta llegar al pequeño puerto pesquero de Cassis. Pero, ¿cuál es la clave de su secreto?
Les Calanques está formada por una serie de macizos graníticos y calcáreos cuya erosión ha dado lugar un sinuoso perfil de la costa, con marcadas entradas hacia el interior y numerosos acantilados. El resultado final son una serie de pequeñas calas -calanque en español significa cala, de ahí la nomenclatura de la zona-, a las que algunas de ellas sólo se puede acceder por mar. La aridez del terreno, en el que apenas hay vegetación o es de pequeño tamaño, consecuencia del caluroso clima mediterráneo y de la calidad del terreno, contrasta con el turquesa del agua del mar.
Así pues, el que se aventure a Les Calanques encontrará un espacio magnífico donde realizar senderismo recorriendo la costa en busca de sus bellas calas. También hallará un lugar perfecto para la práctica de la escalada gracias a la presencia de acantilados de piedra donde poner a prueba la destreza ascendiendo paredes.
Por si fuera poco, la parte protegida de este parque natural y el interés del mismo se amplia por el mar, debido a la biodiversidad que podemos encontrar en sus aguas, con un buen número de especies, lo que a su vez lo convierte en un destino muy atractivo para los aficionados al submarinismo.
Aspectos a tener en cuenta antes de realizar la visita
Antes de aventurarnos a realizar una excursión de Les Calanques, tenemos que tener en cuenta de que al tratarse de un entorno protegido, el acceso al mismo está limitado dependiendo de la época del año que sea. El verano es el periodo más sensible para este área, ya que es cuando mayor peligro de incendio hay, de ahí que el acceso de coches esté prohibido, e incluso esté controlado el acceso a pie. Así pues, si no podemos visitar este parque en primavera u otoño, que son las mejores estaciones para adentrarse en él, lo mejor es planear bien el viaje y tener en cuenta que deberemos pagar aparcamiento para dejar el coche y caminar bajo el sol del verano. No olvidéis llevar buen calzado, sombrero y agua.
Entre las calas numerosas calas que encontrarás en este tramo de la costa, las más populares son la Calanque de Port-Miou, la de Port-Pin, la d’En-Vau y la de Morgiou, que son las más cercanas a Cassis, y a las que llegarás en una agradable paseo por la costa. La Calanque de Sormiou también está entre las más visitadas y es la de mayor tamaño.
Tampoco olvidemos aprovechar la ocasión para visitar Cassis, con su pintoresco puerto en el que destacan las pequeñas barcas de pescadores y las casas llenas de colorido. No en vano pintores de la talla de Signac o Derain se quedaron prendados de su luz y color.
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Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Frédérique Voisin-Demery, Amanda Snyder, Thomas Barthelet, maarjaara
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Los encantos de Fez
Fez, la ciudad laberinto de Marruecos, es una de las más antiguas del país y que mejor conserva su autenticidad y su exotismo, con una arquitectura prácticamente inalterada desde hace siglos. Lo que quizás más llama la atención de esta ciudad magrebí es su condición menos turística y masificada, sobretodo en comparación con su vecina Marrakech. Y por eso mismo, posee un encanto especial que permite sumergirte de veras en la realidad cultural de sus gentes, sin esa sensación de agobio provocada por los mercaderes y buscavidas que en otras ciudades marroquíes pueden llegar a asfixiar al viajero. Sin duda, no habremos conocido Fez en su máximo esplendor si no nos adentramos en los siguientes lugares:
1.- Medina Fes el-Bali
El punto álgido de nuestro viaje a Fez se halla precisamente en el laberinto que conforman los más de ciento cincuenta barrios de Fes el-Bali con sus respectivas callejuelas y más de mil derbs o callejones sin salida. No es de extrañar que esté protegida por la UNESCO desde 1967, ya que además de tratarse de la zona más antigua de la ciudad, atesora algunos de los monumentos más emblemáticos. Antiguamente y por ley, cada barrio debía disponer obligatoriamente de una mezquita, una escuela coránica, una panadería, una fuente y un hammam. El Mausoleo de Mulay Idris y la mezquita Al Karaouine conjunto con las escuelas coránicas Attarine y Bou Inania, hacen gala de una arquitectura exquisita que merece la pena ser observada. Está permitido el acceso a no musulmanes a esta última, Bou Inania, aunque tendrán vetadas las salas de oración.
Perdernos por los grandes mercados de las calles Talaa Kebira y Talaa Seguira, pasando por las bellas plazas Nejjarine y Seffarine, y conocer de cerca el zoco de los curtidores son algunas de las experiencias imprescindibles para sentirnos como auténticos fecíes. Aquellos con ganas de aprender los trucos de la gastronomía marroquí, podréis hacerlo a través del Riad Tafilalet, cuyo chef Lahcem Beqqui, es uno de los más reputados del país. De esta forma, además de impartiros unas lecciones de cocina tradicional, también se os llevará al mercado para enseñaros dónde buscar los mejores productos. Después de esta sesión, hasta podréis preparar en casa una cena de lo más exótica y lograda a base de harira, tagine o cuscús.
2.- Medina Fes el-Jdid
La Medina Fes el-Jdid o la Nueva Medina fue levantada por la dinastía Merindia en el siglo XII, fuera del casco antiguo. Ésta está repleta de palacetes con patios andaluces, jardines, mezquitas y nuevos zocos, pero sobretodo lo que la hace más interesante es el ostentoso Palacio Real de puertas doradas, cada cierto tiempo limpiadas con una curiosa mezcla a base de jugo de limón, sal y vinagre. El Mellah o barrio judío,que se erige en pleno corazón de Fes el-Jdid y junto al palacio, ofrece también un elevado atractivo gracias a su mercado de la Grand Rue, al Boulevard Bou Ksissat y al contraste de las fachadas y balcones encarados al exterior con la arquitectura musulmana tradicional, en la que prima la privacidad.
3.- La Ville Nouvelle
Para completar nuestro recorrido por Fez, no debemos olvidar de visitar la Ville Nouvelle, la parte más nueva de la ciudad y construida a raíz del proteccionismo francés durante el siglo XX. Los más urbanitas disfrutarán de esta zona reservada a los lugareños con mayor poder adquisitivo, con su paso por la Avenida de Hassan II y por el Boulevard Mohammed V. Un sinfín de bares con terracitas glamourosas, restaurantes de todo tipo, heladerías y pastelerías con encanto llenan las calles de la Ville Nouvelle de movimiento. Resulta ideal para tomar el clásico té a la menta con unas pastas típicas para reponer fuerzas después de una tarde de compras. Un sitio que merece la pena descubrir!
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Imagen de NaSz451
Texto por Blanca Frontera
+ infoSiguiendo los pasos de Ulises
Este pedazo de tierra bañado por el Mediterráneo esconde algunos de los lugares más bellos de toda Grecia. Sus espectaculares playas se combinan con lugares de interés cultural, donde la modernidad y el comfort han sabido respetar la tradición de una de las culturas más antiguas de la humanidad.
La capital lleva el mismo nombre que la isla: Corfú, y destaca por ser la mayor ciudad medieval griega, así como una de las más bellas del Mediterráneo. Vamos a perdernos por sus recovecos...
La Spianada
Uno de los lugares de obligada visita de Corfú es, sin duda, la plaza de la Spianada, una de las mayores de toda Grecia en cuanto a extensión y lugar de encuentro de visitantes y turistas.
El edificio más destacado de la plaza es elListón, en cuyos preciosos soportales podremos hacer un alto y resguardarnos del sol. En la zona norte de la Spianada se sitúa el Palacio de San Miguel Y San Jorge, que data de la década de la ocupación inglesa (1814-1824) y, en la zona oriental encontramos una fortificación veneciana del siglo XV.
En la misma plaza, encontramos también la Fortificación Nueva, el ayuntamiento (s XVII), la Academia Jónica y el Parlamento Jónico. La Sociedad Lectora, la fundación cultural más antigua de la Grecia moderna y la antigua Prefectura, antiguo edificio Kapodistrias y actual sede de las oficinas de la universidad jónica.
El Corfú de los barrios: Kampielo, Mouragia, Mantouki y Ombriaki
Adentrándonos en las entrañas de la capital, nos encontramos con un laberinto de callecitas empedradas. Estamos en el barrio de Kampielo, el más antiguo de Corfú y uno de los que conservan más encanto. Siguiendo la ruta, llegaremos al barrio de Mouragia, una auténtica belleza rodeada de murallas costeras, donde cada fotografía se convierte en una postal espectacular. Bajando hacia el mar, nos topamos con el Mantouki, en las inmeiaciones del puerto nuevo y con el antiguo barrio judío, conocido como el Ombriaki.
Llegando al centro de Corfú, encontramos la plaza Soroko, punto de referencia de la vida moderna de la isla y un buen alto en el camino para reponer fuerzas.
El Corfú del arte
Como no podía ser menos, en un archipiélago cargado de historia,la isla de Corfú alberga tres museos. El museo arqueológico, que recoge restos de excavaciones realizadas in situ; el museo de arte bizantino y postbizantino; y el museo de arte asiático.
El Corfú de las playas
Sin duda, nos encontramos en un lugar privilegiado para disfrutar del sol y de la playa. Y es que en este pequeño trocito de paraíso mediterráneo, encontramos algunas espectaculares.
Tal vez las playas de Corfú no gocen de la popularidad de sus vecinas, pero para nosotros son algunas de las mejores de todo el Mediterráneo.
En la costa oriental, las más bellas son Kerasía, Kouloura, Nisaki, Barbati, Dasiá, y el enclave turístico de Komeno, Benitses y Agios Ioannis Peristerón. Mientras que en el norte, destacaríamos Achavari, Sidari y Peroulades. Aunque si tenemos qu decidirnos por alguna, nuestra favorita es la de Arilas, tal vez una de las más bellas de la isla, con arena fina y un surtido de pequeños islotes que le dan su toque pintoresco.
Tampoco desmerecen Paleokastrina, Ermones, Mirtiotisa y Glifada. Ésta última se ha convertido en un enorme centro vacacional.
Después de esta parada en su viaje a Ítaca, estamos seguros de que Ulises la anotó en su agenda como unimperdibleal que regresar.
Por Nadia Polo
Centro de Corfú por Bogdan Giuşcă | Corfu por Dr K | Fortaleza Frourio in Kerkyra por Tasoskessaris | Monasterios de Pondikonisi y Vlajerna en la isla de Pontikonisi por StefanosKozanis | Talon de Aquiles por Tasoskessaris | Palacio Achilleion por Thomas Schoch
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+ infoLa Capital de los Dioses
Esta fascinante ciudad, cuna de la mitología griega y de la filosofía, ofrece un sinfín de lugares mágicos para visitar. Recomendamos comenzar por el Templo de Zeus Olímpico, donde se puede comprar el ticket que sirve para visitar el conjunto del panorama arqueológico. Con éste, seguidamente se puede acudir a la Acrópolis conocida por ”ciudad alta” y al Ágora, antiguo centro de actividad comercial y cultural.
Es ideal iniciar esta excursión bien temprano, ya que es uno de los recorridos turísticos más largos: la zona peatonal que rodea la Acrópolis tiene una longitud de 3,5 km, a la cuál se accederá desde la calle Dionissiou Aeropagitou, en la que también se pueden contemplar numerosas edificaciones de estilo neoclásico y algunas de construcción más moderna, muy elegantes y señoriales. Una vez en el interior de la Acrópolis, encontraremos el Teatro Dioniso (el más antiguo del mundo), entre otros sitios de interés.
Una vez acabado el recorrido por la parte más alta de la ciudad, es aconsejable dirigirse hacia el barrio de Monastiraki a descansar y coger fuerzas en alguna de sus tabernas o en alguno de sus restaurantes tradicionales, para acabar la visita en el Ágora. En invierno es más adecuado hacer el recorrido al revés (visitar primero el Ágora y después la Acrópolis, ya que este primero cierra sus puertas a las tres del mediodía). En los alrededores de la plaza Monastiraki, se encuentra la pintoresca calle llamada Ifestou, repleta de tiendecitas antiguas de todo tipo, de muebles y de libros de segunda mano. Vale la pena echarle un vistazo.
Para acabarse de sumergir en el corazón de Atenas, es imprescindible visitar el variopinto barrio de Plaka, ubicado en el casco antiguo de la ciudad, y degustar algunos de sus platos típicos como el souvlaki o una deliciosa moussaka. Por otra parte, está Psiri, menos turístico debido a la austeridad de sus calles y de sus construcciones, pero es el centro de ocio nocturno y donde abunda la juventud, debido a ser un barrio efervescente y en continuo movimiento.
Otra visita obligatoria es la plaza Syntagma, con otros monumentos emblemáticos de la ciudad: El Parlamento Helénico y la Tumba del Soldado Desconocido, delante de la cuál siempre patrulla la Guardia Nacional enfundada en sus uniformes de fustanela y los domingos acompañada por una banda militar.
El Monte Licabeto, denominado como Monte de los Lobos, ofrece la mejor vista panorámica de la ciudad y desde el cual también se puede contemplar tanto las islas de Salamina y Egina como la cuenca del Ática. Desde el Cabo Sunión (donde según la leyenda Egeo se lanzó al mar), se puede disfrutar de un enigmático e impresionante atardecer que cautiva los sentidos.
Meteora por Evlahos
Si se dispone de más días para salir de la ciudad de Atenas y se desea culminar este viaje con uno de los espectáculos visuales más bellos del mundo, recomendamos ir hasta Delfos (Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y considerada el centro del universo en la antigüedad) y a los montes de Meteora, en las proximidades de la ciudad de Kalabaka. Meteora se caracteriza por sus formaciones rocosas de gran magnitud que por su aspecto parecen meteoritos caídos del cielo y desde las cumbres de las cuales se erigen los monasterios que los eremitas ortodoxos que vivían en el siglo IX decidieron edificar para protegerse de la invasión turca, cinco siglos después.
Por Blanca Frontera
Imágen de Ferengi
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