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Gastronomía creativa en Atenas

En la misma capital donde se alzan ruinas por las que no pasa el tiempo se erige una cocina de autor que ha sabido adaptarse a la evolución gastronómica global con creatividad y buen gusto. Atenas atesora en la actualidad direcciones 'coolinarias' tan atractivas como su patrimonio arqueológico.

Lejos de quedarse anclada en la cocina de raíz tradicional y producto local, Atenas ha sabido construir su propio discurso gastronómico fuera de las casas particulares y más allá de la comida callejera que representan los souvlakis -¡imperdibles los de O Kostas!- y las propuestas que nutren el Athens Street Food Festival. Hoy por hoy se puede comer la mar de bien en restaurantes de mesa y mantel que se escapan del itinerario más turístico, así como brindar porque Grecia progresa adecuadamente en Baba Au Rum, una de las mejores y más bonitas coctelerías del mundo. 

Junto al orgullo por una tierra paradójicamente rica, los chefs griegos exhiben un profundo conocimiento del recetario mediterráneo en toda su vastedad. Es la base sobre la que construyen un gastronomía creativa que dota a la ciudad de la diversidad culinaria que merece. Ya sea en versión showcooking, esto es, con la cocina a la vista de las mesas; de manera efectista mediante el uso de técnicas de vanguardia y acabados en la mesa; o bien de manera sutil, elegante e igualmente convincente para el paladar.

Se cuentan con los dedos de una mano los restaurantes de autor más destacados en Atenas. La preferencia en la elección dependerá de la afición de cada uno por la alta cocina, el finger food (o comer con las manos), los menús degustación y los servicios eternos aunque memorables. Por su relación calidad-precio y esa necesaria armonización entre sala y cocina, ninguno mejor que Aleria. La acogedora bienvenida, el guiño a la Wolf y una carta sin estridencias bañada por el azul y blanco patrio hacen de este restaurante una sabrosa concentración de clasicismo y modernidad en platos bien ejecutados. Con el buen tiempo, resulta una delicia poder comer o cenar en su patio interior. 

A pocos metros de Aleria, de una estrella Michelin, se encuentra Funky Gourmet, un dos estrellas que explora más a fondo los límites de la cocina molecular para promover la sorpresa en la mesa a partir de bocados explosivos. Como alternativa entre uno y otro está Hytra, un restaurante panorámico con menú asumible, exquisita cocina dulce y coctelería in situ para venir sólo a copear o prolongar la sobremesa. 

Por último, el veterano Spondi es ese clásico de cocina contemporánea que nunca falla. Las distinciones y reconocimientos que atesora a lo largo del tiempo así lo demuestran.

Dónde dormir

En la emblemática plaza Syntagma, a la que dan la mayoría de suites y habitaciones con terraza, el histórico hotel NJD Athens Plaza de la colección LVX permite dejar el bullicio urbano a un lado y admirar la Acrópolis en la lejanía. Es el alojamiento ideal para estar en el meollo de todo por su  espléndida ubicación a dos pasos de las grandes avenidas comerciales y de los mayores atractivos de la ciudad. Su bar con vistas es uno de los espacios comunes más evocadores y solicitados.

Reserva tu Vueling a Atenas y anímate a descubrir la faceta más creativa de su gastronomía.

Texto de Belén Parra de Gastronomistas.com

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De cervezas artesanas por Barcelona

La Cervesera Artesana
Tal nombre puede parecer obvio, pero lo lucen con legitimidad, puesto que esta cervecería fue de las primeras en colgar el rótulo de artesana en la ciudad. Desde sus ventanales, podéis observar cómo elaboran los siete tipos de cerveza Iberian —la marca de la primera microcervecería barcelonesa, de 1993— que sirven en el local, desde una stout hasta una reconocida cerveza de especias. Pidieron a sus clientes que eligieran en Facebook cuál debía ser su nueva variedad, y la sugerencia ganadora fue una cerveza de guindilla. En ello están. Pero tienen muchas más. El local, en la parte baja de Gràcia, rebosa siempre de buen ambiente.

Homo Sibaris
Guillem Laporta es uno de los activistas cerveceros con más pedigrí de Barcelona, y su cervecería, Homo Sibaris, es una prueba de su conocimiento acumulado… y una de las cervecerías más acogedoras de la ciudad. Ubicada en la pintoresca plaza Osca, en Sants, recientemente ha ampliado su número de tiradores a catorce. De sus caños brotan cervezas elaboradas por el propio Guillem (¡acaba de preparar una nueva bitter que dará que hablar!) junto con otras birras artesanas de todo el mundo dificilísimas de encontrar. Sentaos en sus mesitas o en su terraza, estudiad la carta que os van a pasar, preguntad al personal, y dejaos aconsejar. Siempre aciertan.

Biercab
Cuando Manuel Baltasar pensaba qué tipo de cervecería quería abrir con sus amigos, entendió que la buena compañía era un elemento fundamental. Buena compañía en el proyecto —entre los socios hay un distribuïdor de cervezas, una cervecera artesana de Navarra (Naparbier) y un maestro cervecero de origen belga, Sven Bosch— y buena compañía en las mesas de este local del centro del Eixample. La carta de tapas del BierCab está pensada para que el acompañamiento con la cerveza funcione. El chef Ronald Garcia prepara platos, como el cebiche de corvina con leche de tigre o el sashimi de corvina con salsa de ají amarillo, que merecen ser degustados incluso por los no cerveceros. Eso sí, ir al BierCab y no probar ninguna cerveza es de juzgado de guardia. Tienen más de 600 y muchas son catalanas, visto que en este territorio la fiebre por la cerveza artesana está a la orden del día. "Lo mejor de aquí es que todo el mundo puede encontrar su estilo de cerveza", promete Manuel.

Blacklab & Kitchen
Jing Cheng y Matt Bader se conocieron estudiando arquitectura en Chicago y, cuando se graduaron, se instalaron en Barcelona. Al cabo de unos años, convirtieron su pasión en profesión y se lanzaron a montar una brewhouse en el Palau de Mar de la Barceloneta. Todo recuerda allí lo que les gustaba de EEUU: las cervezas naturales que elabora Matt, la cocina —ofrecen hamburguesas, sándwiches y sopas, pero les gusta aconsejar las alitas de pollo y los buns de panceta— e, incluso, los conciertos de las noches de sábado. Comeréis y beberéis rodeados de los depósitos donde fermentan sus propias cervezas, de mil estilos diferentes donde siempre hay alguna creación nueva.

Abirradero
Los cerveceros artesanos tienen la gracia de que lo son por una vocación propia y más o menos tardía. El triunvirato del Abirradero, en el Poble-sec, lo conforman un antiguo editor —Nereo Garbin—, un informático —Daniel Fermún—y un licenciado en telecos —Ivò Castells—. La mitad de la carta que ofrecen es de cervezas de creación propia, algunas de estilos rarísimos. Con la ayuda del periodista Sergi Bayó, han adaptado, incluso, la tabla periódica de los elementos a la cerveza para que los neófitos podamos descubrir la diversidad infinita de este mundo. Acompañados de tapas pensadas para maridar bien con la bebida, una cena en Abirradero nos va a revelar las infinitas posibilidades gastronómicas de la cerveza.

Reserva tu Vueling a Barcelona y anímate a saborear las mejores cervezas artesanas de la ciudad.

Texto de Josep Sucarrats de Gastronomistas

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Ruta por el Périgord Verde

El Périgord, una antigua provincia francesa que se reparte entre los departamentos de Dordoña y Lot y Garona, en la región de Nueva Aquitania, se divide en cuatro subcomarcas que reciben su nombre según el color más predominante en la zona. En este sentido, el Périgord púrpura se llama así por el vino; el negro, por la trufa y las oscuras arboledas que allí se encuentran; el blanco, por la piedra calcárea preponderante en el suelo: y el verde, por el intenso color de los bosques de robles y de sus verdes prados.

El Périgord Verde es el que está más al norte y tiene su capital en la pequeña ciudad de Nontron, donde desde hace siglos se desarrollan oficios vinculados con la piel y con el arte de la mesa. Esta población es el punto de partida ideal para hacer una ruta por este verdadero vergel de Francia ya que recorre espacios con una variedad de paisajes sorprendentes que pertenecen al Parque Natural Regional Périgord-Limousin. Asimismo, en el Périgord Verde no hay tiempo para el aburrimiento ya que se pueden realizar numerosas actividades como circuitos de senderismo, conocer molinos de aceite o visitar a castillos fortificados.

Otro de los itinerarios recomendables es la conocida ruta Ricardo Corazón de León que engloba, en más de 180 kilómetros, 19 parajes abiertos o accesibles al público. Este recorrido está señalizado en la carretera en ambos sentidos con un león coronado con el corazón atravesado por una flecha, que recuerda el triste final de Ricardo Corazón de León. A lo largo de esta ruta hay varios restos que fueron testigos de las batallas y las luchas de poder que mantuvieron los Duques de Aquitania, por matrimonio además Reyes de Inglaterra, y los monarcas franceses.

Turismo en el Périgord Verde

Aparte de disfrutar de la naturaleza del Périgord Verde, en esta subcomarca francesa se pueden visitar algunos pueblos con encanto como Brantôme, famoso por su abadía y la iglesia de Saint-Pierre con su campanario, el más antiguo de Francia, que data de la época visigótica. Brantôme está ubicado a orillas del Dronne, río cuyos suaves meandros  dejan unas bellas estampas en la llamada “Venecia del Périgord”. Desde su abadía y cruzando su curioso puente en forma de codo (del siglo XVI) se llega hasta el jardín de los monjes y al corazón del pueblo, que atesora numerosos testimonios de los siglos XVI, XVII y XVIII. Aunque el secreto mejor guardado de Brantôme se encuentra en sus cuevas troglodíticas, en las que se refugiaban los monjes benedictinos. A pocos kilómetros de Brantôme y siguiendo el curso del río Dronne se llega a Bourdeilles, una pequeña localidad en la que destacan dos edificios singulares:  una fortaleza de la Edad Media y un edificio renacentista, que guarda una interesante colección de mobiliario español de los siglos XV y XVI.

Reserva tu Vueling a Burdeos, que está a unas dos horas del Pèrigord Verde, y no dejes de deleitarte con sus fantásticos paisajes.

Texto de Tus Destinos

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Un día en la isla de Lobos

Un lugar perdido en medio del Atlántico que debe su nombre a la antigua colonia de lobos marinos -en realidad eran focas monje- que habitaba en él es sinónimo de triunfo del reino de la naturaleza. La Isla de Lobos es un pequeño islote volcánico situado a 2 kilómetros al norte de Fuerteventura, delante de la costa africana. Forma parte del Parque Natural de las Dunas de Corralejo y sus escasos 5 kilómetros cuadrados y cerca de 14 de costa constituyen un lugar protegido, un espacio natural deshabitado por el hombre y repleto de plantas que sólo existen allí -hay un catálogo de 130 especies de flora autóctona-, de aves migratorias que danzan a sus anchas y de turistas que, por un día, se transforman en exploradores para caminar por sus senderos áridos, bucear en sus aguas cristalinas o, simplemente, dejarse caer sobre la arena blanca de la playa del islote.

Para llegar a la Isla de Lobos se tiene que coger uno de los barcos que salen del puerto marítimo de Corralejo. Hay varias opciones -minicruceros, ferrys exprés…-, así que lo mejor es darse una vuelta y elegir. El Majorero cubre la línea oficial, con salida a las 10.00h. y último regreso a las 18.00h. Ojo que los horarios en invierno cambian. Para pasar un buen día en la Isla de Lobos recomiendo llevar crema solar, un gorro, zapatos cómodos, prismáticos, comida y agua y sobretodo, respetar las señalizaciones. Al tratarse de un Espacio Natural Protegido, se tienen que seguir las indicaciones.

Soy de las que piensa que la mejor manera de conocer un lugar es pateándolo, por eso propongo hacer la ruta circular de ocho kilómetros. El objetivo es llegar al Faro Martiño, de 1865. En la Isla de Lobos solo hay un restaurante, así que si se quiere comer allí, se tiene que reservar nada más llegar a la isla. Os aseguro que después de cuatro horas de travesía bajo el sol, un plato de pescado frito o de paella -solo hay dos opciones gastronómicas-, y una Tropical bien fría saben de maravilla.

Empezamos la ruta desde el muelle y caminamos por el sendero dirección El Puertito, un antiguo casería de pescadores con algunos refugios de mampostería. Aquí está el Chiringuito Antoñito el Farero, que debe su nombre al último habitante de la isla. Seguimos el ramal costero dirección Las Lagunitas, un espacio protegido de alto valor natural con agaves y aves migratorias, hasta llegar a Faro Martiño, desde donde se tiene una impresionante panorámica 360º. Una placa recuerda a la novelista Josefina Pla, nacida en la isla. Llegados a nuestro destino, empezamos la ruta de vuelta, un camino que discurre por el interior de la isla. Si aún estáis con fuerzas para seguir caminando, a mano derecha sale el desvío para subir al antiguo volcán de La Caldera, a 127 metros de altitud. Atención, el camino es corto y empinado pero la recompensa es incalculable: desde la cima las vistas sobre Fuerteventra y Lanzarote son espectaculares.

De vuelta, paramos en la maravillosa playa La Concha, de arena blanca y aguas cristalinas y tranquilas gracias a los escollos que frenan su furia. Ideal para darse un baño y tumbarse bajo el sol. Pero atención, pica con mucha fuerza y la playa no tiene ni una sombra. Si optáis por pasar el día en la playa, recomiendo llevar una sombrilla. Y quién avisa no es traidor. Después de la caminata y del chapuzón, el hambre aprieta. El mismo sendero dirige al muelle -donde nos ha dejado el barco hace unas horas y donde se encuentra el Centro de Interpretación-y de allí al chiringuito, con el comedor, literalmente, sobre el mar. Una postal de sueño para terminar este día en el paraíso.

Reserva tu Vueling a Fuerteventura y anímate a acercarte hasta la isla de los Lobos.

Texto y fotos de Teresa Vallbona

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