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Siete cosas a hacer en una escapada a Cádiz

Nacida de uno de los asentamientos fenicios más antiguos de occidente, la Tacita de Plata, que es como es conocida popularmente Cádiz, es el lugar perfecto para una breve escapada en la que darse buenos paseos, ver algún que otro monumento, broncearse en sus playas y deleitarse con sus magníficas tapas a base de pescaíto. A continuación te indicamos los siete imprescindibles en una visita rápida a esta bella, luminosa y simpática ciudad.

1. Perderse por las calles del centro histórico

Uno de los principales atractivos de Cádiz es su centro histórico, por el que bien merece la pena pasear, donde no dejarán de captar tu atención sus grandes casas que ocultan bellos patios interiores. El terremoto de Lisboa de 1755 destruyó parte de la ciudad, motivo por el cual buen número de los edificios que encontrarás por el camino datan del siglo XVIII. No olvides acercarte hasta la Torre Tavira, una torre vigía situada en la Casa-palacio de los marqueses de Recaño, cuyo principal reclamo es su famosa Cámara Oscura.

2. Recorrer el barrio del Pópulo en busca de su pasado

Situado entre el Ayuntamiento y la Catedral, el barrio del Pópulo constituye el área más antigua de la ciudad. Aquí se encuentra una de las pocas huellas de su pasado romano, el teatro romano. Descubierto en 1981 accidentalmente a raíz de un incendio en unos almacenes, nos permite recordar que en su momento Cádiz fue una de las ciudades más importantes del Imperio Romano. Destacan la Catedral Nueva, de estilo barroco y neoclásico, la Catedral Vieja, también conocida como la iglesia de Santa Cruz, el Ayuntamiento, y sus antiguas puertas de acceso, como el Arco de los Blancos y el Arco de la Rosa.

3. Rememorar a la Pepa

Cádiz puede jactarse de haber sido el escenario de la promulgación de la primera Constitución española, hecho que sucedió el 19 de marzo de 1812. En conmemoración de su primer centenario se construyó el monumento que se encuentra en la plaza de España.

4. Dar una vuelta por el parque del Genovés

Este jardín público, ubicado en el centro histórico, tocando con el mar, es el másimportante de la ciudad. En él encontrarás más de 100 especies de árboles y arbustos diferentes.

5. Recordar la figura de Manuel de Falla

Del compositor Manuel de Falla, nacido en Cádiz, se pueden visitar su casa natal, junto al Museo de Cádiz, su tumba, situada en la Catedral Nueva, y el Gran Teatro de Falla. Este último, del que destaca su fachada neomudéjar, es el escenario principal de los carnavales de Cádiz, donde concursan las diferentes agrupaciones. 

6. Disfrutar de la playa

En una ciudad que vive de cara al mar como lo hace Cádiz, no hay que privarse de asomarse a éste y de dejarse deslumbrar por las vistas. No dudes en acercarte a la playa de la Caleta, la más cercana al centro histórico y la más apreciada por los gaditanos, de la que destaca la presencia del Balneario de la Palma y del Real. Otra de las playas con las que cuenta y que no te debes perder es la de la Victoria, considerada la mejor playa urbana de Europa, y a la de Santa María del Mar o de las Mujeres, desde la que se aprecian unas preciosas vistas de la ciudad. 

7. Probar la tortilla de camarones

La gastronomía es otro de los atractivos de Cádiz.Como buena ciudad marinera, el pescado es uno de los principales protagonistas de su cocina, donde destacan platos como el pescadito frito, todo un clásico que roza la excelencia, la tortilla de camarones, un must en toda regla, las gambas, los chocos y el atún aliñado. Para aliviar el calor no dudéis en tomar un buen plato de gazpacho o de salmorejo.

Coge tu Vueling a Jerez de la Frontera, que es el aeropuerto más cercano a Cádiz -está a 35 km-, y déjate seducir por la magia y el buen rollo de esta ciudad.

 

Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de Andrew Wilkinson, michimaya, Emilio J. Rodríguez-Posada, Hernán Piñera, Alfonso Jimenez

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Ruta de los azulejos en Portugal

Si hay algo que suele llamar la atención al que visita Portugal por primera vez es la importante presencia con la que cuentan la cerámica y los azulejos como objeto ornamental. Recubriendo las paredes de los exteriores o de los interiores de los edificios, que ya bien pueden tratarse de iglesias, palacios o casas particulares, y que pueden hallarse tanto en las grandes ciudades como en pequeñísimas poblaciones, son los auténticos reyes de la decoración del país luso. A diferencia del resto de Europa, donde su uso es mucho más comedido y limitado, en Portugal invaden paredes, ya sea con policromadas ornamentaciones, o ya sea con su combinación bicolor estrella, en blanco y azul, llegando al alcanzar un altísimo nivel técnico y de belleza.

Este bien patrimonial de herencia árabe llegó a tierras portuguesas allá por el siglo XV a través de su vecina España, se acabaría convirtiendo en el revestimiento favorito de los reyes portugueses. En el siglo XVIII es cuando se producirá el mayor aumento de uso, y las decoraciones de mayor calidad, y su utilización en la decoración ha perdurado hasta nuestros días, con importantes talleres aún en funcionamiento.

Aunque la cerámica está presente por todo el país, a continuación hemos hecho una selección de las principales lugares que debes visitar ya sea por la presencia de esta bella ornamentación, o ya sea porque cuenta con un importante centro de producción.

Lisboa

Como no podía ser menos, la capital portuguesa cuenta con un buen número de ejemplos de revestimientos de azulejos, que incluso han llegado a ocupar las paredes del metro. Alguna de las curiosidades con las que cuenta la ciudad es la Quinta de los Azulejos, en el Colegio Manuel Bernardes, que está ubicada en el Paço do Lumiar, donde la decoración de este jardín te dejará anonadado, por la belleza de las escenas representadas en sus paredes.

Pero el principal motivo que nos lleva a incluir Lisboa en este recorrido es porque aquí se encuentra el Museo Nacional del Azulejo, donde conocer todos los entresijos, las técnicas y la historia de este imprescindible ornamento en la arquitectura portuguesa, y un perfecto punto de partida.

Aveiro

La pequeña y bella ciudad de Aveiro, también conocida como la “Venecia lusa” por sus canales que puedes recorrer en coloristas barcas conocidas como Moliceiros, es todo encanto ya de por sí. Ciudad costera ligada a la pesca y a la sal, cuenta con un bello centro donde destaca la presencia de preciosas casas modernistas. Y en cuanto a la ornamentación en cerámica, su antigua Estación Ferroviaria es una auténtica joya con la que poner el broche de oro a la visita, donde en sus policromados azulejos aparecen representadas varias escenas ferroviarias, naturales, de cultura y actividades tradicionales. Eso sí, aprovechando que estás aquí, no dejes de acercarte hasta su playa, con sus casas pintadas con rayas de vistosos colores.

Ovar

En esta población costera, por cuyas playas ya merece la pena acercarse, tiene en su haber un gran número de sus edificios públicos ornamentados con azulejos, la mayor parte de ellos elaborados en las fábricas de Vila Nova de Gaia y Aveiro. Este elevado número de construcciones con su exterior decorado en cerámica le han valido el sobrenombre de la “Ciudad Museo del Azulejo”.

Válega

A apenas seis kilómetros de Ovar se halla la pedanía de Válega en la que no debes de dejar de visitar la iglesia de Matriz de Nossa Senhora do Amparo. En ellatanto el exterior como el interior se encuentran recubiertos prácticamente en su totalidad por azulejos, policromados en su mayoría, a excepción de los laterales y el fondo del exterior, que son bicolores (azul y blanco). La construcción de la iglesia se empezó en 1746, y las obras se prolongaron durante todo un siglo. 

Ilhavo

Ilhavoes sobre todo conocida por albergar la Fábrica de Vista Alegre, que es una de las más populares a nivel internacional de Portugal. Creada por José Ferreira Pinto Basto a principios del siglo XIX para la fabricación de porcelana y vidrio, en la actualidad cuenta con un museo donde conocer la cultura de la cerámica, a través de las colecciones y los valores de Vista Alegre.

Reserva tu Vueling a Lisboa y descubre en directo las maravillosas ornamentaciones en cerámica de los edificios y monumentos portugueses.

Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de Sunny Ripert

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Pompeya y Herculano

La bella región de la Campania, situada en el sur de Italia, cuenta en su haber con dos joyas gracias a las cuales podemos conocer cómo era la vida en época romana: Pompeya y Herculano. Que tras la buena conservación de los restos de estos dos yacimientos arqueológicos, posiblemente los mejores de Europa, haya una catástrofe natural no deja de tener su parte terrorífica y escalofriante. El causante de tan magnánima tragedia fue su vecino volcán Vesubio que el 24 de agosto del 79 d.C. entraría en erupción, deteniendo en el tiempo con sus cenizas y su lava a estas dos localidades para la eternidad – o al menos para unos cuantos siglos -. En la actualidad son dos lugares de peregrinación para turistas, curiosos y estudiosos de la materia, interesados en conocer el pasado romano.

Pompeya 

Pompeya (en italiano, Pompei), antes de formar parte del Imperio romano, fue colonia griega y samnita. Ya en el 62 d.C. sufrió un terrible terremoto que dejó parte de la ciudad destruida. Curiosamente algunos de los restos de este yacimiento muestran a una Pompeya en estado de reconstrucción, como es el caso del templo de Júpiter, o las placas presentes en edificios con los nombres de algunos benefactores que habrían participado en la reparación de los daños causados. Desgraciadamente ese esfuerzo sería en vano ya que tras la erupción del Vesubio quedaría totalmente cubierta por el lapilli, acabando con su población, y convirtiéndose en un lugar inhabitable.

La ciudad permaneció totalmente olvidada hasta que en 1748 el rey Carlos III de España, también conocido como Carlos VII de Nápoles, iniciase las excavaciones. En un principio éstas sólo tenían la función de recuperar los objetos de valor, que pasarían a formar parte de la colección real. Con el tiempo se fueron profesionalizando, y aún en la actualidad se sigue trabajando en este yacimiento, del que aún siguen emanando historias del pasado, y en la conservación de los restos ya encontrados.

La visita a Pompeya  hay que tomársela con la calma. Realizar el recorrido suele costar entre 3 y 4 horas, así que el primer consejo es ir bien calzado, y en el caso de que hagas la visita en época estival, intenta evitar las horas de mayor intensidad del calor y protégete del sol. Y sí, mejor hacerse con una guía de antemano para orientarse e identificar las zonas, o con una audioguía para sacar más partido a la visita. Eso sí, el esfuerzo merece la pena porque el recorrido está lleno de anécdotas, historias y muchas sorpresas. Ese es el caso de la casa del Poeta Trágico, en cuya entrada podemos ver un mosaico con la inscripción Cave Canem (Cuidado con el perro). O los atrevidos frescos de los vestuarios de las Termas Suburbanas, con escenas de contenido sexual. Otras termas, las Estabianas, muestran un sofisticado sistema de calefacción del aire caliente que circulaba bajo el piso y entre las paredes.

No debes de dejar de visitar la Villa de los Misterios, uno de los edificios más importantes de todo el conjunto, de la que destaca el impresionante Friso Dionisiaco, unos frescos en los que se representa la iniciación de las esposas a los Misterios Dionisíacos.Otra casa, la de los Vettii, una de las más lujosas de la ciudad, cuenta con unos excelentes frescos, que en algunos casos llegan a simular arquitecturas.

Herculano

Si bien Pompeya es más popular, y sus restos ocupan una mayor área, es en Herculano (en italiano, Ercolano) donde encontrarás las ruinas mejor conservadas, como es el caso de las casas, de las que aún se pueden ver sus dos plantas. Aquí fue el flujo piroclástico el encargado de recubrir su memoria y hacerla perdurar hasta nuestros días. Las excavaciones de este yacimiento se iniciaron en 1738 y sus descubrimientos ejercieron una importante influencia en el neoclasicismo. Entre los múltiples hallazgos está el de 1980 en Los Fornicis, donde encontraron hasta 200 esqueletos en unos cobertizos, de personas de diversas edades y condición social, que fueron abrasados por el calor emanado por el volcán. Curiosamente se habían refugiado en estos almacenes portuarios con sus objetos de valor, huyendo de la catástrofe.

Herculano era una villa de tamaño inferior en la que mayoritariamente se han encontrado casas, la mayor parte de ellas con importantes restos de mosaicos, como es el caso de la casa del Atrio de Mosaicos, la casa de Neptuno y Anfitrite, y la casa del Esqueleto, y con magníficos frescos. También destacan las termas femeninas y masculinas, que han aportado mucha información de la vida en la época.

Museo Arqueológico Nacional

Te recomendamos complementar la visita a estos yacimientos en el Museo Arqueológico Nacional en Nápoles, ya que es aquí donde se encuentran buena parte de los objetos, frescos y mosaicos procedentes de las excavaciones tanto de Pompeya como de Herculano.

Márcate una escapada a Nápoles y aprovecha para viajar en el tiempo en Pompeya y Herculano.

 

Textos de Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de Pablo Cabezos, Andy Hay, Carlo Mirante, momo, Citi-zen, Aleksandr Zykov, Rachel Bickley, Amphipolis

 

 

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De ruta gypsy por París

Es cierto que el jazz es un género nacido en Estados Unidos, pero si uno se detiene a leer la letra pequeña se dará cuenta que en la década de los 30 sucedió algo en Europa que revolucionó el jazz americano. En los campamentos gitanos de las afueras de París -en lo que hoy en día es el distrito 18 de la capital francesa-, el joven Django Reinhardt improvisaba con su banjo fusionando el swing con la música tradicional del este de Europa. Aprendió de forma autodidacta a base de copiar la posición de los dedos, y sin saberlo, inventó el Jazz Manouche, “jazz gitano” en francés y también conocido como Gypsy Jazz en inglés, un género fácil de escuchar y virtuoso de tocar.

Su original estilo -perdió dos dedos de la mano izquierda como consecuencia de un incendio en su caravana y desarrolló una particular manera de tocar la guitarra-, y la agilidad y rapidez de sus notas le concedieron el título de “padre del Jazz Manouche”. Junto al violinista Stéphane Grappelli, creó el mítico Quintette du Hot Club de France, el primer grupo de Jazz Manouche.

Pocos años después de morir se empezó a celebrar el Festival Django Reinhardt en Samois-sur-Seine, a 50 kilómetros al sur de París, donde vivió sus últimos años y donde está enterrado. Del 6 al 9 de julio de 2017 se celebra la 38ª edición del festival, y aunque el año pasado tuvo que cambiar su mítico emplazamiento por los jardines del Castillo de Fontainebleau -a 50 kilómetros de la capital francesa y muy bien comunicado con transporte público- el festival mantiene la esencia del primer día, siendo lugar de peregrinación de los seguidores de Django, la meca mundial del Jazz Manouche. Por el escenario pasarán artistas como el contrabajista Avishai Cohen, el pianista cubano Roberto Fonseca, el trío de virtuosos guitarristas Jean-Luc Ponty, Biréli Lagrène y Kyle Eastwood, el guitarrista manouche fetiche de Woody Allen, Stephane Wrembel, o Django Memories Project, formado por los prestigiosos músicos responsables de la banda sonora de la recién estrenada película Django. Pero en este festival la música no termina en el escenario. Artistas y aficionados de todo el mundo comparten melodías improvisadas por todo el recinto, tocan ritmos manouche y rememoran la musicalidad de Reinhardt.

Si después de este “auténtico campamento gitano” tienes ganas de más, París cuenta con varios clubs donde escuchar manouche, de los que hemos hecho la siguiente selección.

La Chope des Puces
Sin duda, el templo de Django Reinhardt en París. El guitarrista residente Ninine Garcia, integrante de una de las primeras familias parisinas de manouche, dirige la jam cada fin de semana de 12:30 a 19:00. Situado en el Marché aux Puces, los visitantes comparten mesa -para degustar cuisine traditionnelle française- y un espacio vital muy reducido entre guitarras, violines y fotos colgadas en las paredes que recuerdan al maestro. En la rebotica, un lutier y una escuela de manouche. ¡Un lugar de lo más auténtico! 122 rue des Rosiers, Saint-Ouen

MONK – La Taverne de Cluny
Situado en el corazón del barrio Latino, MONK es un bar dedicado al mundo de la cerveza. Cuenta con más de 50 tipos de birra embotellada y 10 tipos a presión. Pero La Taverne de Cluny es también un club de jazz. Cada jueves y domingo el pequeño escenario de este bar típicamente francés, con mesitas y sillas tapizadas, se llena del mejor manouche de la mano de artistas tan reputados como Christophe Brunard, Sébastien Giniaux o Samy Daussat, entre otros. ¡De visita obligada! 51, rue de la Harpe

Café Artistique l’Apostrophe
Este pequeño y acogedor café-concierto situado a pocos metros del Canal de Saint-Martin, en el distrito parisino número 10, ofrece música en directo de miércoles a sábado. Los viernes a partir de las 20:30 y desde hace cuatro años, programa conciertos de jazz manouche. Por el Apostrophe ha pasado toda la escena parisina del género y guitarristas de manouche de Estados Unidos, Inglaterra o Brasil, entre otros. También ha actuado Albert Bello, máximo representante español del manouche y director del Django L’H, el único festival en España dedicado a la figura de Reinhardt. Además, el primer jueves de cada mes hay una jam de jazz con la voz de Barbie Camion. Un plan ideal para tomar una cerveza o comer un delicioso cuscús, especialidad de la casa. 23 rue de la Grange aux Belles

Aux Petits Joueurs
Aux Petits Joueurs es un restaurante situado en el distrito 19, cerca de la campagne de París. Un bistró al puro estilo francés en el que degustar ensaladas con queso de cabra caliente, tablas de quesos variados, pato confitado, tarta tatin o crepes, solo por citar el ABC de la gastronomía francesa. Cada día de la semana -excepto lunes, que está cerrado- el restaurante ofrece un concierto de jazz que va del latin al manouche. Por su escenario desfilan primeras figuras como el guitarrista Adrien Moignard, Sébastien Giniaux o Pierre Manetti, entre muchos otros. Los martes y los miércoles hay jam session, unos artistas invitan a otros y la cosa termina en una auténtica fiesta manouche. 59 rue Mouzaïa

Les Idiots
Microbar muy popular, entre otras cosas, por sus precios asequibles –toda una excepción en la capital francesa- y por sus comidas caseras, frecuentado por bobos -de la expresión francesa bourgeois bohème- y situado en el boulevard Ménilmontant. Ambiente relajado, joven y con mucha, pero que mucha gente. El aforo no es un freno para que cada lunes de 21:00 a 23:30 una de las esquinas del bar acoja músicos manouche para hacer una jazz session, dirigida por el guitarrista Michael Gimenez. 115 boulevard de Ménilmontant

Reserva tu Vueling a París y anímate a conocer la escena de jazz manouche que alberga la ciudad.

Texto de Teresa Vallbona

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