La ciudad del ámbar
Situada estratégicamente a orillas de mar Báltico, entre Lituania y Polonia, en Kaliningrado se mezclan las influencias soviéticas con sus raíces alemanas, de cuando Kaliningradoera capital de Prusia Oriental, una de las potencias más influientes de Europa, y se conocida como Königsberg.
En 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército rojo ocupó Königsberg, que pasó a llamarse Kaliningrado en honor al Presidente del Soviet Supremo hasta 1946, Mijaíl Kalinin.
La ciudad ha sido nuevamente levantada tras su devastación por la guerra, creando una extraña mezcla de elementos. Kaliningrado es un enclave Ruso muy alejado de su capital y a 600 kilómetros de Pskow, la ciudad rusa más cercana.
La región báltica es conocida por ser el mayor depósito de ámbar conocido y las minas más importantes se encuentran en Kalaningrado. Este preciado material tiene fama en todo el mundo por su belleza y por las propiedades curativas, e incluso mágicas, que se le otorga.
Una leyenda cuenta que son las lágrimas de la diosa del mar Yurati, a la que no se le permitió enamorarse de un hombre mortal y fue encadenada en el fondo del mar, junto a su castillo, llorando esa gran pena. Esta romántica historia cuenta que las lágrimas de ámbar van a parar a la orilla del mar aunque, en realidad, se trata de la resina solidificada de los árboles tropicales que poblaban la zona.
El pueblo de pescadores
El ámbar es un material frágil pero que se trabaja fácilmente y que manejan con maestría los artistas y joyeros locales, que utilizan este bien tan preciado. Encontrarás multitud de objetos realizados con esta piedra preciosa orgánica a precios asequibles en los viejos edificios del puerto, ahora reconvertidos en talleres.
Este pueblo de pescadores es un conjunto de edificios que asemejan un barrio histórico alemán, muy diferentes al resto de arquitectura de Kaliningrado, con sus techos rojos y coloridas fachadas. Se puede subir hasta la parte más alta del faro, atravesar el gracioso puente levadizo o iniciar aquí un paseo en barco por el río Pregolya. Además, desde esta zona se tienen magníficas vistas de la ciudad y es un estupendo paseo que lleva hasta la Catedral, uno de los principales atractivos de la ciudad, pasando por diversos restaurantes y cafés.
Museo del ámbar
En Kaliningrado se construyó un museo del ámbar en la torre Dohna, con una colección única de más de 6.000 curiosas piezas, con insectos y plantas encapsulados en su interior, productos de artesanía o una enorme pepita de 4.280 kg, repartidas en 28 salas. El edificio es de por si un bello castillo de ladrillo rojo, levantado por caballeros de la Orden Teutónica, que tenían aquí su principal sede.
Otra de las construcciones de la Orden en Kaliningrado era el castillo Königsberg, el que fuera uno de los símbolos de la ciudad. El castillo fue destruido durante los bombardeos de Königsberg, en su lugar se encuentran ahora la Plaza Central y la Casa de los Soviéticos.
Del anterior castillo quedaron unos túneles subterráneos que, con el tiempo hicieron ,el suelo muy inestable. A este efecto se le ha llamado la "venganza de los prusianos" y ha costado mucho tiempo y dinero arreglar.
En la región de Kaliningrado se erigieron hasta cuarenta bellos castillos medievales que forman una interesante ruta arquitectónica, siguiendo los pasos de la orden teutónica.
Otros lugares de interés
La tumba de Kant
El personaje más ilustre de la ciudad es el filósofo Immnauel Kant, que nació y murió en Kaliningrado. Su tumba se encuentra fuera de la catedral, con una placa en la que se puede leer en ruso y alemán, la «Conclusión» de Crítica de la razón práctica: "Dos cosas me llenan la mente con un siempre renovado y acrecentado asombro y admiración por mucho que continuamente reflexione sobre ellas: el firmamento estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí".
Sus fuertes
La ciudad se encuentra rodeada por un gran numero de fuertes que datas del siglo XIX. Fueron utilizados por los alemanes como medio de defensa. Aunque ahora están abandonados, se puede hacer un recorrido visitando sus ruinas.
Zelenogradsk - Cranz
A 24 kilómetros al norte de Kaliningrado se encuentra esta localidad balnearia, un centro de vacaciones para locales y turistas, que llegan atraídos por sus playas, los manantiales de agua mineral curativa y su gran patrimonio cultura, con más de siete siglos de historia.
Pueblo de pescadores por Anton Zelenov | Ambar del Báltico por Michal Kosior
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+ infoRuta de los azulejos en Portugal
Si hay algo que suele llamar la atención al que visita Portugal por primera vez es la importante presencia con la que cuentan la cerámica y los azulejos como objeto ornamental. Recubriendo las paredes de los exteriores o de los interiores de los edificios, que ya bien pueden tratarse de iglesias, palacios o casas particulares, y que pueden hallarse tanto en las grandes ciudades como en pequeñísimas poblaciones, son los auténticos reyes de la decoración del país luso. A diferencia del resto de Europa, donde su uso es mucho más comedido y limitado, en Portugal invaden paredes, ya sea con policromadas ornamentaciones, o ya sea con su combinación bicolor estrella, en blanco y azul, llegando al alcanzar un altísimo nivel técnico y de belleza.
Este bien patrimonial de herencia árabe llegó a tierras portuguesas allá por el siglo XV a través de su vecina España, se acabaría convirtiendo en el revestimiento favorito de los reyes portugueses. En el siglo XVIII es cuando se producirá el mayor aumento de uso, y las decoraciones de mayor calidad, y su utilización en la decoración ha perdurado hasta nuestros días, con importantes talleres aún en funcionamiento.
Aunque la cerámica está presente por todo el país, a continuación hemos hecho una selección de las principales lugares que debes visitar ya sea por la presencia de esta bella ornamentación, o ya sea porque cuenta con un importante centro de producción.
Lisboa
Como no podía ser menos, la capital portuguesa cuenta con un buen número de ejemplos de revestimientos de azulejos, que incluso han llegado a ocupar las paredes del metro. Alguna de las curiosidades con las que cuenta la ciudad es la Quinta de los Azulejos, en el Colegio Manuel Bernardes, que está ubicada en el Paço do Lumiar, donde la decoración de este jardín te dejará anonadado, por la belleza de las escenas representadas en sus paredes.
Pero el principal motivo que nos lleva a incluir Lisboa en este recorrido es porque aquí se encuentra el Museo Nacional del Azulejo, donde conocer todos los entresijos, las técnicas y la historia de este imprescindible ornamento en la arquitectura portuguesa, y un perfecto punto de partida.
Aveiro
La pequeña y bella ciudad de Aveiro, también conocida como la “Venecia lusa” por sus canales que puedes recorrer en coloristas barcas conocidas como Moliceiros, es todo encanto ya de por sí. Ciudad costera ligada a la pesca y a la sal, cuenta con un bello centro donde destaca la presencia de preciosas casas modernistas. Y en cuanto a la ornamentación en cerámica, su antigua Estación Ferroviaria es una auténtica joya con la que poner el broche de oro a la visita, donde en sus policromados azulejos aparecen representadas varias escenas ferroviarias, naturales, de cultura y actividades tradicionales. Eso sí, aprovechando que estás aquí, no dejes de acercarte hasta su playa, con sus casas pintadas con rayas de vistosos colores.
Ovar
En esta población costera, por cuyas playas ya merece la pena acercarse, tiene en su haber un gran número de sus edificios públicos ornamentados con azulejos, la mayor parte de ellos elaborados en las fábricas de Vila Nova de Gaia y Aveiro. Este elevado número de construcciones con su exterior decorado en cerámica le han valido el sobrenombre de la “Ciudad Museo del Azulejo”.
Válega
A apenas seis kilómetros de Ovar se halla la pedanía de Válega en la que no debes de dejar de visitar la iglesia de Matriz de Nossa Senhora do Amparo. En ellatanto el exterior como el interior se encuentran recubiertos prácticamente en su totalidad por azulejos, policromados en su mayoría, a excepción de los laterales y el fondo del exterior, que son bicolores (azul y blanco). La construcción de la iglesia se empezó en 1746, y las obras se prolongaron durante todo un siglo.
Ilhavo
Ilhavoes sobre todo conocida por albergar la Fábrica de Vista Alegre, que es una de las más populares a nivel internacional de Portugal. Creada por José Ferreira Pinto Basto a principios del siglo XIX para la fabricación de porcelana y vidrio, en la actualidad cuenta con un museo donde conocer la cultura de la cerámica, a través de las colecciones y los valores de Vista Alegre.
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Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Sunny Ripert
+ infoEl pueblo más bonito de Inglaterra
Está claro que añadir "el más" delante de un adjetivo siempre trae cierta controversia. Más aún si se trata de escoger las localidades más bonitas de un país. En su eleción, se tienen en cuenta diversos factores, como el patrimonio artístico e histórico y el paisaje que las envuelve. Para ello, se esmeran sus ciudadanos, asociaciones e instituciones, que ponen todo su empeño en embellecerlas, ya que repercutirá positivamente en atraer el turismo y en su desarrollo.
En España, la asociación de Los pueblos más bonitos de España hace su selección, escogiendo entre los ques encuentran más aislados, en la montaña, los históricos o los bonitos pueblos bañados por el Mediterráneo o el Cantábrico. Poblaciones como Ronda en Málaga, Vejer de la Frontera en Cádiz, Cangas de Onís o Cudillero en Asturias, Altea en Alicante, Albarracín en Teruel, Úbeda en Jaen, Priego de Córdoba, Comillas en Cantabria, Laguardia en la Rioja o Alquézar en Huesca, no suelen faltar en ningún ránking.
En Francia, la asociación de Les plus beaux villages de france tiene su propia lista, entre los que destacan pueblos como Pesmes, Eguisheim, Yvoire, la Grave, Saint-Suliac, Parfondeva, Josselin, Monte Saint-Michel o la Roque-Gageac.
En Italia tenemos multitud para escoger, entre pueblecitos repartidos por la Toscana, las coloridas poblaciones del sur del país, Vernazza o Manarola en Cinque Terre, San Gimignano o Tropea en la costa calabresa. Por no hablar de las encantadoras villas de cuento que salpican Alemania o Suiza.
En Inglaterra también existe ese interés por conseguir declararse el pueblo más bonito. De por sí, la pintoresca campiña inglesa es un excelente marco, con bellos paisajes y hermosos pueblos medievales de inmenso valor histórico.
En el área de Cotswolds existen un montón de ellos, por lo que es complicado decidirse. Uno de los que parecen llevarse tan preciado título parece ser Knaresborough. Es un pueblo de origen medieval que durante mucho tiempo fue ciudad balneario para la burguesía, en el condado de North Yorkshire, al noreste de Inglaterra.
Conserva magníficos monumentos históricos, como el Castillo de Knaresborought, el viaducto sobre el río Nidd, callejones que te envuelven de misterio y sus casas, plazas y escaleras de piedra, que tejen un camino por el río y hasta la cima de la colina.
También nos podemos acercar hasta Shanklin, un pequeño pueblo en la costa este de la Isla de Wight, que fue destino de playa habitual durante la época victoriana. Lo que la hace especial son sus tejados vegetales, que le dan gran encanto y un cierto aire rústico.
Sus playa de arena que continúan más allá de Shanklin, el muelle victoriano, el pintoresco desfiladero que lleva hasta la playa y su casco antiguo, en el que se han conservado estos antiguos métodos de construcción en sus tejados, hacen de este pueblo un firme candidato al pueblo más bonito de Inglaterra.
Pero, al paracer, la palma se la reparten a partes iguales Bibury y Castle Combe. El secreto del encanto de Bibury, en el condado de Gloucestershire, son sus casas de piedra y sus empinados tejados. También el entorno natural del pueblo, rodeado de riachuelos y estanques.
Así lo creía el poeta y artesano William Morris, que lo bautizó hace años como"el pueblo más bonito de Inglaterra". También el Huffington Post, que lo nombró en la lista de "Los pueblos más encantadores de Europa que querrás visitar lo antes posible".
Por otro lado, Castle Combe ha sido escenario de rodaje de numerosas películas, como War Horse de Steven Spielberg o Stardust de Matthew Vaughn, entre otras producciones. Y no es por casualidad. Castle Combe se encuentra muy cerca de la capital de los Cotsworlds -Cirencester-, una serie de colinas que cruzan la zona sudeste y oeste de Inglaterra.
Toda la zona destaca por su belleza natural y esta población se ha hecho acreedora de ser una de las localidades más bonitas. Sin un solo elemento discordante en su arquitectura, y por su encanto y la tranquilidad que se respira, conquista a todos los que la visitan.
Pero, como para gustos colores, lo mejor es acercarse hasta Inglaterra, echar un vistazo y decidir por uno mismo.
Imagen de Castel Combe por Saffron Blaze
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+ info7 experiencias inolvidables en Marrakech
Una vez aterrizados en Marrakech tenemos un sinfín de oportunidades para sumergirnos en esta mágica y vibrante ciudad magrebí. No podemos despedirnos de ella sin visitar:
1.- El Jardín Majorelle
El Jardín Majorelle es la obra de arte más importante llevada a cabo por el pintor francés Jaques Majorelle, que diseñó durante su estancia en Marrakech en el chalet donde se alojaba.
Se trata de un jardín botánico de lo más exuberante y rico en diferentes especies de plantas exóticas que Majorelle traía de sus numerosos viajes por el mundo. Se abrió al público en 1947 y cerró en 1962. Permaneció cerrado hasta que el diseñador Yves Sant-Laurent lo compró y restauró para su posterior reapertura en 1980, añadiendo más especímenes vegetales. El color azul de las paredes de este maravilloso palacete contrasta con el verde intenso de la vegetación de este edén repleto de cactus, palmeras, yucas, nenúfares, cocoteros y bananeros, entre muchos más. Adentrarse en este paraíso singular no tiene precio.
2.- El Palmeral
El Palmeral, más de 13000 hectáreas de terreno que conforman un ecosistema particular y místico, rebosante de palmeras.
Es muy importante su conservación ya que constituye la fuente de abastecimiento de dátiles y madera en Marrakech. Este parque milenario se suele recorrer tanto en calesa como en camello. Por unos 100 dirhams (10 euros), se puede dar un paseo en camello por el interior de éste. Alquilar una calesa con caballos resulta un poco más cara, entre unos 200-250 dirhams (20-25 euros), pero también tiene su encanto. El trayecto en calesa dura aproximadamente unas dos horas y va desde la plaza de Yamaa el Fna hasta el Hotel Palmeraie Golf Palace, situado en el punto más lejano de la zona. Además se pueden encontrar una serie de construcciones y hoteles de lujo así como algunos campos de golf, sólo aptos para los bolsillos más adinerados. Es una excursión bastante turística, pero muy agradable y vale la pena probar la experiencia al menos una vez.
La plaza de Yamaa el Fna, la más emblemática y conocida de la ciudad.
Este lugar es un espectáculo continuo a cualquier hora del día. Los olores a especias y los que se desprenden de la multitud de tenderetes de comida tradicional embriagan la atmosfera que se respira de una forma hechizante. El regateo es la práctica por excelencia marrakechí. Se puede utilizar sin reparo en esta plaza y en todo el zoco que se extiende desde la zona norte de ésta por callejuelas y pasadizos laberínticos en pleno corazón de la ciudad. Por no decir que hasta en las propias tiendas se regatea, desde el agua o zumos naturales hasta taxis, en el zoco se podrán conseguir toda clase de artículos artesanales y alimentos por un tercio de lo que valen ”realmente”. El tajín, el cuscús, los caracoles y la carne de cordero son algunas de las especialidades más apetitosas que podemos saborear por estos lares.
En este heterogéneo centro de actividad también hay espacio para una realidad más espiritual: los videntes que leen las manos o echan el tarot y los encantadores de serpientes son personajes clave en esta amalgama de movimiento cultural. Para aquellos amantes de la ostentación, se encuentra un restaurante de lujo llamado Al Baraka en la misma plaza, a donde suelen acudir los habitantes de clase alta a comer platos típicos exquisitos a la vez que bailarinas danzan a su alrededor, exhibición digna de las mil y una noches de Alí Babá.
4.- El curtido de cuero
El proceso artesanal de curtido de cuero es uno de los más antiguos y afiligranados de la ciudad.
El trabajo de los curtidores marroquíes es muy duro y sobretodo por el hedor que desprenden las sustancias residuales necesarias para llevar a cabo tal labor. Se recomienda ir con un guía que pueda detallarnos las diferentes fases de este interesante procedimiento a la perfección y no olvidarnos de coger unas hojas de menta que se disponen a la entrada para acercarnos a la nariz, y así calmar la sensación desagradable causada por el olor. Vivir esta experiencia nos catapultará a la época medieval.
5.- Las Teterías de la Medina
Las teterías de la Medina de Marrakech son una parada obligatoria en tu viaje al mundo árabe.
Tomar un té de menta o hierbabuena, popularmente conocido como té moruno, es imprescindible para sentirte como una auténtico marroquí.Algunos de los salones de té más chic y glamourosos que hay son el Café Árabe y La Terrasse des Épices. También es muy recomendable probar el exótico té de azafrán.
6.- Los Hammams
Un Hammam es un salón tradicional de baños donde relajarse plenamente.
En estos centros también son usuales tratamientos de belleza como hidrataciones y exfoliaciones de la piel. Hay hammams de diferentes estilos orientados para todos los públicos y bolsillos. Aunque antiguamente acudir a esta especie de termas romanas fuera una actividad reservada para los ricos, hoy en día pueden gozar de esta experiencia placentera todos los habitantes. Algunos nombres de nuestros favoritos son Les Bains de Marrakech y La Maison Arabe.
7.- Aït BenHaddou, Sus-Masa-Draa
El Ksar o ciudad fortificada de Aït BenHaddou es considerada Patrimonio de la Humanidad desde 1987.
Ha sido utilizada como localización de numerosos filmes como Gladiator o La Momia debido a la gran belleza de la arquitectura de sus casas de adobe y de las vistas espectaculares que ofrece. Es un lugar de ensueño que impresiona por lo bien cuidado que está. Llegar hasta aquí no es fácil, el trayecto es de 200 kilómetros desde Marrakech en vehículo por puertos de montaña, lo que supone unas cuatro horas. Una vez llegados allí, olvidaremos todo el esfuerzo que ha supuesto llegar para adentrarnos en un nuevo mundo fusionado por el color ocre, el verde de las palmeras y el azul de un cielo abrasador.
Imagen de Donarreiskoffer
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