The Wild West el epicentro trendy de Zúrich
¡Bienvenidos a Zúrich West! El distrito creativo, gastronómico y nocturno más trendy de Zúrich. Puede que no lo parezca, ¡pero esto es Zúrich! Olvida todo lo que has aprendido, aquí no hay imagen de postal que valga: ni lago de aguas cristalinas, ni calles pintorescas, ni tiendas de lujo; sólo ladrillo, hormigón y grúas cercadas por vallas de construcción. ¿Dónde está el truco? Pues que éste es el anti-Zúrich: más informal, más urbano, y más cosmopolita.
Y es que la todopoderosa Zúrich vive una transformación radical, y su buque-insignia no es otro que Zúrich West, el antiguo distrito industrial que, en menos de dos décadas, se ha convertido en el motor de la modernización suiza, insuflando tendencias a la altura de Berlín, Londres y Nueva York.
Érase una vez un barrio industrial…
Situado a lo largo del Hardbrücke, en la parte más oeste de la ciudad, el también llamado Kreis 5 o Industriequartier emergió como zona industrial en el siglo XX. Hacia finales de los años 80, una actividad industrial agonizante dio paso a la decadencia de la zona. Almacenes, fábricas y talleres abandonados pronto fueron recuperados por artistas y diseñadores de la escena underground, abriendo espacios artísticos alternativos, y organizando fiestas ilegales célebres en media Europa.
Pero el verdadero cambio llegó con el nuevo milenio, y el Kreis 5 -Kreis significa distrito en alemán- embarcó en un proceso frenético de mutación que todavía no ha desfallecido. Hoy, allí dónde se producían barcos, jabones y turbinas, las máquinas han parado dando paso al arte, el diseño, la gastronomía, y la música. Pero también a negocios, pisos y hoteles. De la era industrial es testigo la abrumadora escala de las calles, las monumentales estructuras de las fábricas y las colosales vías del tren.
Con un eclecticismo que mezcla sin complejos pasado y futuro, edificios de ladrillo con rascacielos de acero y cristal, y un paisaje urbano en constante redefinición, Zúrich West tiene una personalidad magnética que atrae a suizos y extranjeros por igual, haciendo de ella un caldo de cultivo multicultural en plena ebullición. Seducidos por su ambiente alternativo y su imponente topografía, ¡empezamos la jornada!
Im Viadukt: Shop till you Drop!
Tiendas chic de diseñadores locales, estudios de arquitectura, cafés y puestos de comida orgánica se suceden en Im Viadukt, un vibrante paraíso de las compras construido bajo los arcos del antiguo viaducto del tren. Aquí hay de todo: desde flores hasta timbres para la bici. Eso sí, no esperes encontrar ningún chollo; el concepto ‘barato’ no existe en el léxico suizo.
Si tienes hambre, el Markthalle ofrece productos de kilómetro 0, y su restaurante menús frescos de mediodía a precios ajustados. Los domingos están dedicados a los brunchs; reserva antes o no encontrarás ni un hueco. Por la noche el bullicio no decrece, y los bares se llenan hasta la bandera con jóvenes que beben Prosecco en el Ambrosi a la espera de que empiece algún concierto en el BOGEN F.
Alrededor del Frau Gerolds Garten
Un caótico entramado de jardines, tiendas de diseño y clubs de baile se codean en Geroldstrasse. En el centro, un montón de contenedores de transporte apilados recuerdan un lego a gran escala abandonado a su suerte; es el Frau Gerolds Garten, un oasis urbano con sabor a Do It Yourself y hub hipster por antonomasia. Los sábados de verano se monta un mercado al aire libre, y en invierno se ofrece fondue para combatir el frío. A mediodía se llena de gente tomando café entre grafitis y plantas, y por la noche, el público nocturno se toma ‘la primera’ antes de atacar los clubs vecinos. No te pierdas la panorámica desde las terrazas superiores, los trenes pasan a ras y si tienes suerte puedes ver los Alpes en la distancia.
A sólo unos metros se alzan dos instituciones del clubbing alternativo. El archiconocido Hive es un templo de la música electrónica, mientras que el veterano Supermarket atrae a jóvenes que bailan house y techno hasta el amanecer. Y es que cuando se trata de clubs, Zúrich es la reina, y el distrito oeste el campamento base de la escena electrónica y experimental.
Antes de abandonar la zona nos vamos de compras. En Bogen 33 y Walter puedes comprar muebles vintage. Y en una torre de 25 metros hecha de 17 contenedores de mercancías apilados, la marca Suiza Freitag presenta sus conocidas bolsas recicladas hechas de lonas de camión; un edificio reciclado para un producto reciclado, y es que la Freitag es todo un símbolo del estilo industrial contemporáneo de Zúrich West, y su mejor embajador; las vistas desde la azotea son increíbles, e incluso hay un telescopio para que no se te escape detalle.
Tocando las estrellas en la Prime Tower
126 metros y 36 pisos consagran la Prime Tower como el edificio más alto de Zúrich. Este rascacielos de piel verdosa inaugurado en 2011 sobrevuela la ciudad, y es el nuevo estandarte de la arquitectura moderna y el desarrollo económico de la zona.
En la última planta el restaurante Clouds hace honor a su nombre, y es que desde aquí tocar el cielo parece más cerca; las vistas del lago, el casco antiguo y los Alpes cortan la respiración, así como sus precios. En la planta baja, el Hotel Rivington & Sons nos transporta al Nueva York clandestino de los años 20, cuando la Ley Seca prohibió la venta de alcohol y los bares se camuflaron bajo la piel de tiendas y hoteles; tómate un cóctel a cualquier hora, la oferta es enorme.
Schiffbau y Puls 5: vanguardia y tradición
No muy lejos de allí, los hangares del Schiffbau, dónde en el pasado se construyeron embarcaciones para medio mundo, acogen ahora las propuestas más vanguardistas del famoso teatro Schauspielhaus; los mejores conciertos de jazz de la ciudad en el Moods; y el glamuroso La Salle, que ofrece cocina francesa e italiana en un espacio abierto envuelto por paredes de cristal. Las copas se toman en el popular Nietturm Bar, un impresionante cubo de cristal que corona el edificio con una panorámica espectacular.
Una calle más abajo, los noctámbulos se preparan para encarar la noche. El Exil, ofrece un programa de fiestas y conciertos alternativos que van desde el rock al hip hop, mientras que el Blok Club se entrega a la música electrónica internacional.
A tiro de piedra, se alza Les Halles, un acogedor bistro con toques parisinos. Situado en un antiguo almacén, este popular lugar de encuentro es ruidoso y desaliñado, con artículos de segunda mano y carteles publicitarios vintage. Puedes comprar una de las muchas bicicletas dispersas en su interior mientras pides su especialidad: los Moules-frites (mejillones con patatas fritas).
Modernidad y tradición se mezclan en la antigua fundición de acero, sede del complejo Puls 5, una colosal construcción de 5000 m2 donde restaurantes, tiendas, oficinas, club de fitness y apartamentos envuelven la gran nave de producción. Con vigas de acero, tuberías expuestas y una gran grúa industrial, este espacio alberga eventos de todo tipo, y personifica las alianzas entre pasado y futuro y la fusión de usos que conviven en un mismo lugar. Si pasas por allí, no te pierdas el Restaurant Gnüsserei, en su centro se erige la centenaria cúpula del alto horno.
Löwenbräu: arte contemporáneo en vena
El arte contemporáneo se ha mudado al Kreis 5 y lo ha hecho en la antigua fábrica de cerveza Löwenbräu.Sus paredes de ladrillo rojizo acogen ahora el Löwenbräukunst, un complejo dedicado al arte más actual. Aquí, la Kunsthalle Zürich y el Migros Museum of Contemporary Art, presentan exposiciones de arte emergente de artistas de todo el mundo. El edificio es también sede de galerías internacionales, como la reconocida Hauser & Wirth, y de la mejor librería de arte de la ciudad, la Kunstgriff, donde es obligado perderse entre su extenso catálogo.
Y desde allí, guiados por el colosal Swissmill, un mastodonte de hormigón inaugurado en 2016 que sirve como almacén de grano y es la segunda torre más alta de la ciudad, ponemos punto y final a nuestro tour. Hemos llegado al Río Limmat, ¡y es hora de darse un chapuzón!
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Texto de Núria Gurina i Puig para Los Viajes de ISABELYLUIS
Fotos de Zürich Tourism/Elisabeth Real y Núria Gurina
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Una ruta por Lille
Mencionar que te vas de viaje a Lille [Lil] y que pregunten dónde está es una consecuencia inevitable. Cerca de la frontera de Bélgica, no puede estar mejor comunicada: a 20 minutos de Bélgica, 1 hora de París y 1h20’ de Londres. Lille es la unión perfecta entre lo francés y lo flamenco.
Arras
Estuvimos 3 días de viaje y nos dio tiempo hasta de visitar Arras. Llegamos un martes y directamente (con un conductor camicace que corría más que Fernando Alonso) nos llevaron a Arras. Una ciudad (pequeñita) que durante 4 años fue destruida por la guerra (como está en el norte y la frontera) y está restaurada entera. Nos llevaron por los túneles donde durante 10 días estuvieron miles de soldados, el museo donde tienen las carrozas del Palacio de Versalles,… Ohhh, eran espectaculares (los ricos, aunque fuera hará 600 años, ya vivían como auténticos reyes y privilegiados del s. XXI).
Las carrozas estarán hasta noviembre de 2013 en el museo de Bellas Artes de Arras: trineos esculpidos con forma de animales, sillas de mano y arreos de caballos, como los coches del cortejo de la boda de Napoleón I, la carroza de la coronación de Carlos X o el impresionante carro fúnebre de Luís XVIII. Impresionante literalmente: estábamos fotografiando la carroza más grande del museo (tuvieron que entrarla por piezas), al girarnos y ver la carroza fúnebre, nos asustamos. ¿Una curiosidad? Las carrozas de los niños iban tiradas por… ¿ponis? No. Por cabras. Una maravillosa exposición que jamás dejaríamos de recomendar.
El campanario del ayuntamiento es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y no nos extraña. No dejéis de subir y, además de contemplar la panorámica, daros la vuelta y palpad el campanario con el inmenso reloj. Si tenéis la suerte de que las campanas repiquen justo cuando estáis bajando la escalera de caracol, veréis qué intenso y ensordecedor es. Es aquí donde están los túneles de piedra donde los soldados se escondieron. Lo interesante es la historia y lo que emana un lugar así.
Para ver todo esto habréis pasado por la Gran Plaza. Destruida en la Primera Guerra Mundial, esta plaza de estilo barroco-flamenco es una maravilla arquitectónica. Cada miércoles y sábado por la mañana podemos disfrutar del mercadillo. Además, si llueve no hay problema: los arcos que dan la vuelta a toda la plaza hacen que el mercadillo se pueda trasladar a una zona cubierta.
Lo interesante es que no sólo lo exterior de la plaza es llamativo. Cuenta con dos pasos subterráneos en el que, el primero estaba reservado en su día a las caballerizas y, el segundo, servía de despensa, refugio y enfermería durante los bombardeos de 1944. Cinco horas dieron para bastante, ¿no creéis?
Transporte
Al día siguiente ya amanecimos en Lille. La ciudad cuenta con dos líneas de metro. No las cojáis, no hace falta. Recorred las calles y disfrutad, para empezar, de su arquitectura. No es necesario gastar tiempo y dinero en el metro. Podréis ver que tienen un sistema de bicing como en muchas ciudades. Os aconsejamos que alquiléis una antes que utilizar su bicing, es muchísimo más barato. Si alguien quiere hacer la ruta del bus turístico, mejor que no. Casi 1 hora en la que, de lejos, ves todo. Pero que con una mañana a pie ya puedes disfrutar de cada uno de esos rincones. Eso sí, comprobamos la paciencia de los ciudadanos de Lille: a las 10:15 de la mañana un camión descargando; después de casi 15 minutos no había pitado ni un coche; pero ni un ligero intento, nada. Santa paciencia.
Salir (comer y beber)
Comer bien en Lille y que sea barato cuesta. Lo mejor que se puede hacer es ir a una de sus típicas tabernas en las que ofrecen la comida a sus trabajadores y, en cada una de ellas, elaboran su propia cerveza. ¿Os gusta la cerveza? Las tabernas de Lille os encantarán.
Estaminet es un ejemplo de taberna buena, bonita, barata. ¿Sus ensaladas? Las individuales son como para dar de comer a 3 personas. ¿Su plato típico? Carne cocinada con su cerveza de elaboración artesanal y patatas es una delicia a prueba de los más comilones. Además, tienen un plato que se servía (aún hoy también) frío y en gelatina: con varios tipos de carne, es un plato para reponer fuerzas seguro. De postre, como en cualquier restaurante de la ciudad (tenedlo en cuenta), o pides un café o un café gourmet: te ponen el café y una tabla con 4 mini postres. Mmmmm… Definitivamente es algo que hemos de importar ipso facto. Chicorée es el lugar ideal para beber cerveza y probar su crème brûlée. Deliciosa.
Si su café gourmet no os es suficiente, no dudéis acercaros a Meert: una de las pastelerías más antiguas del país, funciona desde 1761 haciendo que pasar por delante sea irresistible. No se ve, pero dentro tiene dos salones en los que poder tomar a cualquier hora del día cualquier de sus dulces. ¿Lo típico? El gofre de vainilla y caramelo. Pero avisar que no es tal cual lo conocemos nosotros, sino más fino y siendo dos los gofres los que envuelven a la vainilla y al caramelo.
La rue Solferino es la calle donde están la mayoría de pubs y discotecas de Lille. Pasearse por el barrio de Vieux y no tomarse una de sus cervezas en cualquier de los lugares que encontraréis es casi imposible.
Visitar
Respecto a lo que no os podéis perder y que es una muestra de saber aprovechar un espacio es Le Piscine. Una piscina que iban a derrumbar transformada en museo: escultura, pintura y colecciones de ropa son ordenadas y estructuradas con tal orden lógico que es impresionante. Un lugar que, aunque no lo hubieran convertido en museo, es digno de visitar: su enorme piscina, los baños de hombres y mujeres, el primer jacuzzi y las salas de ducha transmiten la historia de todo lo que se vivió dentro. Una maravilla.
Lo mejor de todo es que, en el centro, podréis encontrar: la Ópera, la Bolsa, la arquitectura francesa y flamenca (la distinguiréis por sus colores típicos, el dorado y el ladrillo rojo) y su fuente y estatua de mujer que preside la plaza.
Antes de llegar al Museo del Hospicio Comtesse de Lille (hospicio y orfelinato del s.XV), un museo intacto y al que os aconsejamos una hora antes de su cierre (sino, se molestan y sólo te dejan ver dos habitaciones), os aconsejamos entrar a la catedral Notre-Dame de la Treille, situada en el barrio antiguo de Lille, es la fachada principal más poco agradable que hemos visto en mucho tiempo. Seguramente no os decidáis a entrar. Mal. El interior de la catedral esconde una vista de la fachada que no os vamos a desvelar. Vale la pena entrar. Os sorprenderá cómo una fachada más propia de una industria puede llegar a ser sorprendente.
Tiendas y mercadillo (el más grande de Europa)
En la Gran Plaza, Furet du Nord se encuentra la librería más importante de Europa. Chafardeadla. Es difícil no encontrar un libro que ni siquiera conocíais.
Ombre Portées es una perfumería muy especial. Para los sibaritas de los olores, es la perfumería más exclusiva del norte de Francia: todo aquello que no se incluye en el circuito comercial, aquí lo tienen. Una atención personalizada y una selección de olores y perfumes que, si os gusta este mundo, pasad y preguntad. No os quedéis con las ganas.
Philippe Olivier es una quesería que pasa inadvertida. A 30 segundos de la pastelería Meert, una calle pequeñita hace que pases por su lado y sea inadvertida. Pequeña y con la mejor selección de quesos de Lille, nada como entrar, dejarse aconsejar y llevarse un queso de vicio.
En la Plaza del Concert cada domingo por la mañana se puede disfrutar de un mercado típico de la zona. Ciudad universitaria en invierno, si con todo lo que os hemos explicado no tenéis suficiente, el primer fin de semana de septiembre Lille acoge el mercadillo más grande de Europa. Sí, sí. El más grande con 100 km de extensión, 10.000 vendedores y una tradición: comer mejillones con patatas. Sin duda, en septiembre estaremos.
Por Elisa G Martin
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+ infoBristol brumas de trip hop y graffiti II
Al otro lado de Bearpit se eleva Stokes Croft, la zona bohemia que hierve a bares musicales, clubs y cafeterías con sótanos multifuncionales como el Cafe Kino o The Art House, de éste último nos llamó la atención la carta de paninis, bautizados con nombres de las más populares bandas de la electrónica local. Aunque para comer algo rápido y nutritivo -incluso en versión vegana-, también recomendamos el cercano restaurante de la cadena local Biblos, donde degustamos sabrosos wraps y bandejas de comida para compartir. En la misma calle, se encuentra uno de los primeros murales de Banksy, “Mild Mild West”, el osito de peluche que blande un cóctel molotov frente a un grupo de bobbies, pintado tras las broncas entre policías y raveros acaecidas en 1999. El graffiti queda a la entrada de la Hamilton House, un edificio para artistas y start ups gestionado de manera cooperativa, con un espacioso y concurrido bar llamado The Canteen. Alli nos citó Euan Dickson, el joven ingeniero de sonido de la banda Massive Attack, célebres ciudadanos de Bristol y los más fértiles supervivientes de aquello llamado Trip Hop. Dickson ha asistido en el parto de su música desde principios de los 2000, incluyendo los álbumes “100th Window”, “Heligoland” o el reciente EP “Ritual Spirit”, y además ejerce como teclista en sus giras por todo el mundo, aunque reconoce haber llegado a la música por otro camino: “Cuando la banda editó ‘Mezzanine’ en 1997, ¡yo sólo tenía 10 años! Cogí la guitarra atraído por Oasis, aunque fueron PJ Harvey y Radiohead los que me descubrieron otro mundo. Después tuve la suerte de que mi padre me recomendara como mozo de carga para el estudio de Massive Attack, donde también aprendí a usar el Pro Tools y, gracias a mi entusiasmo, acabé ayudándoles con su música” nos revela Euan, junto a dos simpáticos colegas y unas buenas pintas que compartimos animadamente.
Charlamos sobre la diversidad racial de la ciudad, resultado de la inmigración llegada desde los años 50, que si bien ha enfrentado conflictos, hoy en día “resulta de lo más natural, porque ya creces con gente de todas las procedencias. Piensa que el 70% de Bristol votó por seguir en la Comunidad Europea en el referéndum del Brexit”, explica Dickson. De hecho, los orígenes de la banda en la que milita están profundamente enraizados con la vibrante escena surgida de esta mezcla de culturas. Desde los años 70, la diáspora jamaicana hizo notar su rica influencia musical en el suburbio deSt Pauls, donde en 1980 estallaron los primeros disturbios de la década en respuesta a una redada policial y donde también se encontrarían unos jovencísimos DJ Andrew Mushroom Wolves, Grantley Daddy G Marshall y, el entonces grafitero, Robert 3D Del Naja, luego conocidos como núcleo original de Massive Attack. Juntos fundaron en los ochenta uno de los primeros sound system del Reino Unido, el mítico Wild Bunch, donde también militaban otros ilustres bristolianos como Tricky, futuro colaborador de la banda y después estrella por derecho propio, o Nellee Hooper, productor estrella de Soul II Soul, Björk, Madonna o Gwen Stefani. Entre reggae humeante y activismo punk, los primeros sprays y lettering al estilo New York, sudorosos MCs y cortantesscratches, negras noches y fría lluvia, se sentarían las bases del sonido Trip Hop, discutida etiqueta que calificó la escena iniciada por Massive Attack junto a otras bandas locales que serían reconocidas a nivel global como Smith & Mighty, Kosheen, o los aclamados Portishead, que tomaron su nombre del cercano pueblo donde nació su líder Geoff Barrow, quien conoció a Beth Gibbons cuando esta se buscaba la vida como cantante en los locales de Bristol.
Si la estrecha conexión de Massive Attack con el underground local no fuera suficiente, existe incluso una teoría que identifica a Del Naja, como el rostro oculto tras Banksy. Aunque se nos había advertido que la banda está hasta la coronilla del tema no pudimos evitar deslizar la pregunta. “Si 3D fuera Banksy haría tiempo que lo sabría”, asegura Dickson. Añade que los titulares aparecieron el día antes de que la banda celebrase un gran concierto en su ciudad natal y que “cuando 3D llegó al ensayo, Daddy G empezó a gritar “¡Mirad todos, ha llegado Banksy!” y nos partíamos de risa”.
Nos despedimos de Dickson y repasamos la evolución de la electrónica local. En la misma época en que triunfaba el Trip Hop, despuntó otro nativo de la ciudad, Roni Size que junto al colectivo Reprazent definirían el drum&bass, cuyos múltiples subgéneros han seguido nutriendo la ciudad de ritmos rotos. Por ejemplo, aunque sea Londres la que ostenta el título de centro neurálgico del grime, en Bristol nació el aclamado DJ y productor Joker, que dicen goza aquí de un espectacular home studio. Otra figura local es el DJ Blazey del colectivo Bodynod, quien ha gestionado infinidad de clubes dedicados a los sonidos urbanos que combinan rap, electrónica y reggae. Desgraciadamente, no coincidimos con ninguno de ellos, pero sí pudimos asistir a una completa velada de sonidos dub, dubstep y grime en la que unían fuerzas dos verdaderos referentes de la UK Urban Music, nada menos que The Bug y Flowdan, que actuaban para un público descaradamente joven y totalmente entregado en la gigantesca multisala Lakota, en el área de Stokes Croft. Otros clubs donde se hace cola los fines de semana son el vecino Blue Mountain o el SWX de Broadmead. Y es que la electrónica casi surge por generación espontánea en la que también es la ciudad de los ruidistas Fuck Buttons o de The Third Eye Foundation, alter ego de Matt Elliot, también cantante de folk oscurito.
Pero en Bristol la música está en todas partes, en los transhumantes buskers que tocan la guitarra para los turistas, en las numerosas tiendas de instrumentos y en las nuevas tiendas de discos como Idle Hands -indispensable para los amantes de la electrónica- que combaten los cierres de tantos predecesores en la última década. Aunque la música sobre todo se vive en los innumerables bares musicales y salas de conciertos, como The Lanes, donde aquel fin de semana pincharon varios miembros de Fun Lovin Criminals y todos los sábados se celebraba una fiesta mod, esa vez con la participación de Andy Crofts (Paul Weller Band) a los platos; o como la famosa sala Louisiana, “The Louie” para los amigos, o como el gran auditorio filial de la O2 Academy destinado a las grandes citas. Pero también en pubs como el canalla The Surrey Vaults o The Crofters Rights, donde además de probar mil y un tipos de cerveza artesana, asistimos a la velada organizada por el sello londinense Trashmouth Records en la que vislumbramos a Big Jeff, entrañable personaje local, cuya presencia en un concierto certifica que has escogido correctamente en la inabarcable oferta de esta ciudad.
Toda música es bienvenida y que un día suene electrónica, no impide que al siguiente dominen las guitarras. No en vano, Bristol es también la ciudad de Wayne Hussey, antiguo guitarrista de Sisters of Mercy y cantante de The Mission, referentes del rock gótico. De aquí son también otros rockeros como The Alligators y Rob Ellis, batería, productor y arreglista conocido por su estrecha colaboración con PJ Harvey durante más de dos décadas. La banda Airbus es de la cercana Portishead y de hecho compartió un split con la banda del mismo nombre siendo cara B de “Sour Times”. Pero si desean sonidos más duros, destacan los pequeños clásicos del metal Onslaught, que formaron parte de la explosión thrash de los ochenta, se disolvieron poco después y volvieron a reunirse en 2004; o también los Jaguar, enmarcados en la New Wave of British Heavy Metal; o la banda de hardcore punk Disorder. Existe, por tanto en Bristol, una atracción por los riffs cortantes demostrable en el concurrido pub de 3 plantas Mother’s Ruin o en la sala Stag and Hounds, donde aquel fin de semana tocaron Olanza, cuyo bajista es hijo del batería de Black Sabbath.
Y por supuesto no podemos obviar que algunas de las bandas seminales del post punk, como The Pop Group o los Glaxo Babies, se crearon en Bristol a finales de los 70, seguidos en la década siguiente por acólitos como The Agents, The Escape o Rip Rig + Panic, que incluyó entre sus filas a la mismísima Neneh Cherry, quien por cierto cedería la cocina de su pisito londinense como estudio para Massive Attack en las primeras incursiones de la banda en la metrópolis. Pero es que Bristol también vio nacer a dos miembros de las populares Bananarama. Y otro referente delmainstreamde los ochenta, los añorados Tears for Fears, se formaron en la cercana localidad de Bath, donde también surgieron los Propellerheads. Sin duda, esta es una tierra fértil para la música.
La lluvia fue una constante en nuestra visita a la ciudad, y aunque no llegamos a entender los tranquilos paseos en jersey o camisa de algunos nativos acostumbrados a los aguaceros, si aprendimos a apreciar la temprana oscuridad y el estimulante frío de Bristol en invierno. Admiramos la ciudad recordando los versos de Beth Gibbons: “All mine / you have to be / from that cloud / number nine”. Y aún empapados, nos sentimos afortunados de pisar sus calles.
¿Te ha gustado? Inspirador, ¿verdad? Pues no lo dejes ahí, coge un vuelo y vívelo directamente. Consulta horarios y fechas aquí.
Texto de Mondo Sonoro y Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Los Viajes de ISABELYLUIS
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