Burdeos en 7 pasos
Burdeos puede jactarse de haber salido de un dulce sueño, que bien le valió el sobrenombre de la Bella Durmiente, para convertirse en la Perla de Aquitania. A continuación os damos las claves para disfrutar de lo que ha convertido a esta ciudad en un irresistible destino turístico.
1. Catar sus vinos
Para qué negarlo, el vino es el motor económico de la región, y el principal motivo por el que es conocido Burdeos en el mundo entero. Sin duda alguna, un viaje a esta ciudad es la excusa perfecta para adentrarse en su extensa carta de vinos. La Oficina de Turismo proporciona hasta 60 circuitos diferentes con los que conocer las bodegas que han posicionado esta región vinícola a nivel internacional. Eso sí, no es necesario salir de Burdeos para conocer sus vinos. Sólo hay que acercarse a alguno de sus bares y bistrós para encontrarlos. Aquí nuestras recomendaciones:
- El CIVB Le Bar a Vin, todo un clásico en la ciudad, que cuenta con una extensa carta de vinos de Burdeos.
- Para el que prefiera acompañar el vino de un buen queso, el Bistro du Fromager es la mejor opción.
- El que además de catar quiera aprovechar para llevarse alguna botella de recuerdo, entonces tiene que visitar La Conserverie Converserie.
- Y siempre se puede aprovechar para hacer un curso de cata de vinos en L’Ecole du Vin.
2. Dejarse deslumbrar por el espejo de agua más grande del mundo
La Place de la Bourse (plaza de la Bolsa), también conocida como la Place Royale (plaza Real) es sin duda alguna uno de los lugares más destacados de Burdeos. Fue construida entre 1730 y 1755 por Jacques Gabriel, Primer Arquitecto del rey Luis XV. Esta plaza supuso en su momento la apertura de la ciudad más allá de sus murallas medievales y el comienzo de su periodo de máximo esplendor. Tiene forma rectangular, con uno de sus lados abierto al río Garona, y en cuyo centro alberga la estatua de las Tres Gracias. Su principal atracción es Le Miroir d’Eau (el espejo de agua), uno de los mayores espejos de agua del mundo, con una superficie de 3.450 m2. El juego de reflejos resultante fascinante y muy fotogénico. Y si viajas con niños, tienen la diversión asegurada.
3. Disfrutar de su patrimonio
Burdeos es, tras París, la ciudad francesa con el mayor número de monumentos históricos protegidos. Ese es el caso de su puerto, conocido como el puerto de la Luna, que en 2007 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Éste debe su nombre a la forma que tiene de media luna o de croissant, debida a su ubicación en el meandro del río Garona. La mayor parte de las construcciones que conforman el puerto y sus alrededores son un reflejo de los ideales del Siglo de las Luces. No dudes en recorrer sus calles para disfrutar de tan singular belleza.
4. Dar un paseo en barco por el río Garona
El río Garona ha sido y es una pieza clave en el desarrollo de la ciudad, que durante el siglo XVIII le permitió contar con uno de los puertos más importantes de Europa. Una forma diferente de visitar Burdeos es tomando la perspectiva que el río ofrece. Para ello sólo tienes que acercarte al puerto de la Luna, y coger uno de sus cruceros. Entre las múltiples opciones que hay, recomendamos la que ofrece la posibilidad de catar vinos de la zona y picar algo, mientras se disfruta de las vistas.
5. Dejarse inspirar por su oferta museística
Los amantes del arte no deben perderse la visita al Museo de Bellas Artes, del que destaca su colección de pinturas holandesas. En el caso de que lo tuyo sean las últimas tendencias del arte, entonces debes acercarte al CAPC Musée d’Art Contemporain, situado en un antiguo almacén de productos coloniales. El Museo de Artes Decorativas, ubicado en el Hotel de Lalande, ofrece la oportunidad de conocer cómo era la vida de la burguesía del siglo XVIII XIX a través de sus objetos decorativos: muebles, esculturas, cerámicas, grabados, cerámicas, cuberterías y cristalerías.
6. Disfrutar de la naturaleza en alguno de sus parques
Burdeos cuenta con un buen número de parques donde tomar un respiro. El más destacado de todos es el Jardin Public (Jardín Público), situado en el corazón de la ciudad. Abierto en 1755, siguiendo la inspiración de Versalles, un siglo después sería rediseñado al estilo inglés. Cuenta con un carrusel antiguo que hará las delicias de los más pequeños.
7. Comer ostras en el mercado
Si tienes la posibilidad de viajar en fin de semana a Burdeos, entonces no dudes en acercarte por la mañana al Marche des Capucines. En este magnífico mercado, además de ver productos de primera calidad y de disfrutar de su buen ambiente, encontrarás paradas donde degustar ostras, marisco y pescado fresco.
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Texto de ISABELYLUIS Comunicación
Imágenes de SuperCar-RoadTrip.fr, Yann Chauvel, Bistro du Fromager
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Dos días en Munich
El Englischer Garten es el parque más grande de la ciudad y como hacía muy buen tiempo nos decidimos a pasar allí la mañana como buena parte de los muniqueses. Al inicio hay un puente sobre el río Eisbach en el que los surfistas aprovechan la fuerte corriente y las olas que se producen para practicar el deporte. Es muy entretenido observarlos y ver como se organizan y respetan sus turnos para lanzarse a hacer piruetas.
El parque tiene grandes explanadas y otras zonas arboladas surcadas por riachuelos con lo que es muy relajante pasear por allí e ir cruzando los puentes. En medio del Englischer Garten se encuentra el Biergarten de la Torre China. En los biergarten la gente puede llevarse su propia comida de casa pero como no llevábamos nada compramos salchichas en un puesto.
Seguimos paseando por el parque y nos dirigimos a una de las salidas laterales. Allí nos encontramos con otro pequeño biergarten que nos llamó mucho la atención porque en su terraza habían plantado las cabinas de unos teleféricos y en su interior se podía tomar el café. Nos pareció una idea muy original.
Cogemos la calle Hohenzollernstraße; queremos ir a un local que nos han recomendado Laurel Robbins de monkeysandmountains.com. Se trata del restaurante en el que preparan patatas con más rellenos de los que te puedas llegar a imaginar. La calle Hohenzollernstraße tiene muchas tiendas de todo tipo: diseñadores de ropa, anticuarios, zapaterías… En Lili & Milou tienen un escaparate con ropa y juguetes para niños muy colorido.
Lamentablemente Kartoffelhaus estaba cerrado, seguramente porque nos habíamos entretenido un poco paseando por el parque. Aún no estábamos acostumbrados a los horarios de comida alemanes y a la hora a la que llegamos teníamos más posibilidades de cenar que de comer.
Por suerte muy cerca encontarmos un sitio que nos gustó mucho, el Schwabinger Wassermann en la calle Herzog 82. Nos hacia gracia también que estuviera en la calle dedicada al director y productor de Múnich, Werner Herzog, porque somos muy fans de sus películas. Este hombre volvía locos a todos los miembros de su equipo con su fuerte carácter. En Fitzcarraldo hizo mover un barco de vapor de 320 toneladas por una colina sin usar efectos especiales.
Como no conocemos muy bien el significado de los nombres alemanes de la carta, pedimos un plato tailandés por señas, como el que se estaba comiendo la chica de la mesa de al lado. Tenía muy buen aspecto y resultó ser muy picante pero buenísimo.
Podéis ver en la foto que el plato se servía con una guindilla roja. Una cosa que tendremos en cuenta la próxima vez que comamos algo con guindilla es vigilar de no tocarnos el ojo después de manosearla. El picor en el ojo es el mismo que en la lengua con el agravante de que no puedes beber nada para aliviarlo.
Al día siguiente nos decimos a visitar el centro de la ciudad. La plaza Marienplatz es el centro de Múnich con su impresionante ayuntamiento, la Peterskirche y la Frauenkirche, con las cúpulas de sus torres de un característico color verde.
El mercado de Viktualienmarkt se encuentra muy cerca del centro histórico y es un espectáculo para la vista que te hace parar en cada puestecillo. En uno de los laterales están las carnicerías con todo los tipos de salchichas alemanas y sus deliciosas carnes ahumadas. Rodeando el palo de mayo de la plaza se encuentran el resto de puestos con sus productos, frutas, verduras, quesos y adornos navideños, muy bien colocados.
El puesto más concurrido de todo el mercado era una pequeña cabaña de madera en la que servían Glühwein Haferl, vino caliente con canela y limón en unas tacitas de cerámica muy navideñas. Con la mano en el corazón tenemos que decir que el primer sorbo de ese brebaje nos supo a rayos pero que le vas cogiendo el gustillo a medida que vas bebiendo y, además, te hace entrar en calor.
Continuamos hasta Vits en Rumfordstraße 49, una deliciosa cafetería que nos había recomendado Laurel. Dice que sirven el mejor café de toda la ciudad y ¡no le falta razón!
De todas las cervecerías que hay en Múnich, nos habían recomendado no ir a la famosa Hofbrauhaus; no es la más frecuentada por los alemanes porque es demasiado turística. De todos modos pasamos por delante un poco por casualidad y no pudimos resistir la tentación de entrar. Sentados en una de las mesas para compartir de la entrada veíamos como constantemente entraban grupos de turistas a una pequeña sala en la que los clientes habituales depositan su jarra de cerveza, que queda guardada bajo candado. Cuando estos clientes acuden al local, retiran la jarra, la limpian con un poco de agua. Es fácil distinguir a los clientes habituales porque acostumbran a ir ataviados con los característicos sombreros y trajes bávaros.
En Odeonsplatzse encuentra la cafetería Tambosi, una de las más antiguas de la ciudad. Ya empezaba a hacer un poco de frío y la gente se sentaba en la terraza, en la que estaban haciendo un concierto de música clásica, abrigados con unas mantas de color rojo.
Dicen que tocar las narices de los leones de la puerta de la Münchner Residenz, el que fuera palacio real de los reyes de Baviera, da buena suerte pero que este toque debe ser ligero, como de pasada. Si los tocas demasiado tiempo produce el efecto contrario. Así como este tipo de supersticiones normalmente sólo son seguidas por los turistas, os podemos asegurar que en este caso es la misma gente de Múnich la que sigue con más ahínco la tradición.
Múnich fue sede de los Juegos Olímpicos de 1972 y vale la pena acercarse a visitar su villa olímpica, la Olimpiastadion con su irregular cubierta acristalada.
Además de ofrecer espectáculos deportivos, el Estadio Olímpico de Múnich es escenario de numerosos conciertos y muchos de los artistas que han pasado allí han dejado su firma en cemento como si fuera el paseo de la fama de Hollywood. Puedes encontrar las de Metallica, Rem, Kiss, Genesis, Aerosmith, Bryan Adams, Carlos Santana o Roger Waters por citar algunos de los que recordamos. Es un paseo por la historia de la música moderna.
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Ruta de museos por Le Marais
Cuando uno piensa en los museos a visitar en París, lo primero que le viene a la mente son los nombres de los grandes templos del arte con los que cuenta: el Museo del Louvre, con la inquietante sonrisa de la Gioconda como estandarte; el Museo de Orsay, con una espectacular colección en las que el romanticismo y el impresionismo harán las delicias de cualquier amante del arte; el Centro Pompidou, con una de las colecciones más completas de ate moderno y contemporáneo del mundo.
Pero más allá de estos grandes espacios existen otros tantos lugares en la capital francesa, donde además de arte descubriremos la vida de importantes personajes de la ciudad, conoceremos parte de su historia, o simplemente disfrutaremos con las obras de coleccionistas privados en espacios de ensueño.
Uno de los barrios más en boga estos últimos años, Le Marais, situado en los distritos III y IV en el margen derecho del Sena, abarca un buen número de estos espacios donde experimentar otro tipo de experiencias expositivas menos masificas en alguno de los casos, a la par que enriquecedoras. A continuación hemos hecho una selección de algunos de los museos que no debes perder la oportunidad de visitar en tu recorrido por este colorido y cosmopolita barrio.
Maison de Victor Hugo
Victor Hugo es el primer protagonista de nuestra selección, ya que cuenta con el honor de tener su propio museo en el que es el centro neurálgico de Le Marais, la Place des Vosges.Victor Hugo residió entre 1832 y 1848 en la tercera planta del Hôtel de Rohan-Guéménée, donde escribiría gran parte de Los Miserables. En la actualidad es un museo donde conocer en profundidad esta imprescindible figura de la literatura francesa.
Museo Picasso
Otro gran nombre, esta vez de uno de los artistas más influyentes del arte del siglo XX, es nuestra segunda opción. El Museo Picasso, situado en el Hôtel Salé, cuenta con una amplia colección formada por 200 cuadros, 100 esculturas –este es el apartado más destacado de este museo- y cerámicas, y 3000 dibujos y grabados que abarcan todas la épocas. Además se puede ver la colección personal del pintor, con piezas de, entre otros, Paul Cézanne o Henri Rousseau.
Memorial de la Shoah
Lo que empezó siendo el monumento al Mártir Judío Desconocido acabó convirtiéndose en el Memorial de la Shoah, uno de los principales centros de documentación sobre el Holocausto en Europa -la palabra hebreashoah significa catástrofe y también se emplea para hacer referencia al Holocausto-. En el acceso al mismo se encuentran los nombres de los 76.000 judíos que fueron deportados desde Francia a los campos de concentración nazis.
Museo de Arte e Historia del Judaísmo
En Le Marais se encuentra el barrio judío conocido popularmente como Pletzl (significa plaza en yiddish), por cuyas calles bien merece dar una vuelta y disfrutar del colorido de sus comercios. Aprovechando que estás por aquí te recomendamos que te acerques al Hôtel de Saint-Aignan, situado en el número 71 de la Rue du Temple, y visites el Museo de Arte e Historia del Judaísmo, donde podrás conocer la historia de las comunidades judías en Francia, Europa y el Norte de África, desde la Edad Media hasta la actualidad.
Museo Cognacq-Jay
Situado en el Hôtel de Donon se encuentra el Museo Cognacq-Jay, en el que se puede ver la colección de obras del siglo XVIII francés adquiridas por Ernest Cognacq y su esposa Marie-Louise Jay entre los años 1900 y 1925. Durante la visita a este espacio podrás disfrutar de los más de 1200 objetos recopilados por este matrimonio aficionado al coleccionismo, entre los que se cuentan cuadros de Canaletto, Tiepolo, Boucher, Fragonard, Greuze, o Reynolds.
Museo de la Magia y el Museo de los Autómatas
En el Museo de la Magia podrás conocer todos los secretos que se hallan tras el arte de la magia, la prestidigitación, y el ilusionismo. En él encontrarás todo tipo de objetos usados para hacer trucos de magia (varitas mágicas, cajas, gorros de mago, etcétera), además de poder ver espectáculos en vivo. En este mismo espacio también se encuentra el Museo de los Autómatas, que cuenta con una colección de 100 autómatas con los que dejarse sorprender. Ideal para aquellos que viajan con niños.
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Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
Imágenes de Assayas, Sailko, Guillaume Baviere
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Tallin la escapada perfecta antes de Navidad
El norte de Europa, con sus mercados y su decoración ad hoc, es un destino perfecto para todos aquellos que buscan impregnarse del espíritu navideño antes de celebrar las fiestas con la familia. Una de las ciudades cuyo mercadillo es digno de visita es Tallin, la capital de Estonia, que cuenta con uno de los núcleos medievales mejor conservados del Báltico. Su casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el año 1997, está rodeado por una muralla recia que ha sobrevivido a todas las guerras. ¿Alguna razón más para viajar a Tallin? Pues que cuenta con una de las fachadas marítimas más bellas del mundo y según Condé Nast Traveler va a ser una de las ciudades que va a triunfar en el 2017.What else?
Tallin fue un núcleo comercial de suma importancia cuando la Liga Hanseática dominaba todas las rutas por el Báltico y el Mar del Norte. Entonces era conocida con el nombre germánico de Reval y era tal su riqueza que se podía permitir el lujo de tener dos alcaldes y veinticuatro funcionarios municipales que trabajaban años alternos. Su centro histórico data de la época medieval y se vertebra alrededor de la plaza del Ayuntamiento donde está el símbolo de esta ciudad, el Viejo Tomás (Vana Toomas), una veleta que representa a un mercenario que lleva en una mano una espada, y en la otra una bandera. También destacan la iglesia de la Virgen María, de origen luterano, la de Domo, del llamado estilo gótico desnudo, o la catedral ortodoxa de Alexander Nevski, del año 1900, ubicada en la colina de Toompea. Daneses, alemanes, suecos, rusos y, por último, los soviéticos dejaron su impronta en la historia de Estonia. De esta última época destacan el cine, hoy uno de los centros de ocio más importantes de la ciudad, y la estructura de patios interiores que podemos encontrar por esta urbe báltica.
No podéis decir que habéis estado en Tallin si no habéis recorrido la calle de la Pierna Larga (Pikk jalg) y la de la Pierna Corta (Lühike jalg) y no os habéis parado a contemplar las increíbles e icónicas vistas de la ciudad desde el mirador de Patkuli desde donde se ven el mar, el puerto y la iglesia de Oleviste (San Olav). Tampoco seréis grandes conocedores de la capital de Estonia si no dais un paseo por el moderno barrio de Rotermanni o si no os reís cuando os explican cómo se llaman dos de las torres más conocidas de su inexpugnable muralla: “Mira a la cocina” y “Margarita la gorda”.
A los habitantes de Tallin les gusta la playa y una de las más concurridas en verano es la de Pirita (Brígida), de arena blanca, donde la gente se baña alegremente en las desabridas y frías aguas del Báltico donde se pueden pescar peces típicamente de río como el lucio. En esta zona se edificó la villa olímpica donde se alojaron los atletas que participaron en las pruebas de vela de las Olimpiadas de Moscú, en el año 1980.
Tallin y sus museos
Tallin es una ciudad en la que hay infinidad de zonas verdes y museos. En el parque Kadriorg encontramos el homónimo palacio que mandó construir para su esposa el zar Pedro I de Rusia. En su interior está el Museo de Arte Extranjero donde se pueden ver obras de artistas italianos, holandeses, alemanes y rusos, entre otros, de los siglos XVI al XIX. Cerca se ubica el Museo de Arte Kumu, uno de los edificios más modernos y originales de Tallin con estructura de piedra caliza y cobre que alberga exposiciones de todo tipo, ya sean permanentes o itinerantes.
Otros espacios culturales muy recomendables, sobre todo para las familias que viajan con niños, son el Museo Rocca al Mare, situado en un amplio parque forestal que cuenta con granjas de techos de paja de entre los siglos XVIII y XX, molinos, una iglesia de madera y una escuela, y donde se muestran cómo se vivía y trabajaba hace siglos, y el Museo Marítimo de Estonia, donde se pueden ver barcos y naves emblemáticas como el rompehielos Suur Tõll, el más grande de Europa que se conserva, el buscaminas Kalev o el submarino Lembit.
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Texto de Tus Destinos
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