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Descubriendo Menorca con un bloguero viajero

Por Marco Fiocchi – RondoneR (Travelblog.it and Vistamondo.com)

Cuando Francesco, mi jefe, me llamó, yo conducía por el centro de Roma en una calurosa, caótica y frenética mañana.

La propuesta de participar en el reto del blog de Vueling, consistente en viajar a una de las islas Baleares en busca de lugares inexplorados, me deja de piedra. Estoy emocionado: Vueling Loves Islands es un reto maravilloso, y me enorgullece que me hayan elegido para representar a travelblog.it para Blogo.

La adorable Elisa Casagrande me informa de que Menorca será mi destino. Me lo prepara todo: vuelo y hotel. Es fantástico, es la isla que yo quería. La única que no conozco y la que ansiaba visitar. Tendré libertad. Estaré solo. Mi sueño se hace realidad.

Aterrizo en Menorca el sábado por la noche. El aeropuerto se encuentra al sur, muy cerca de mi hotel, situado en S’Algar, justo sobre las playas y los lugares de interés turístico más populares.

Rápidamente decido alquilar un coche. Menorca no es excesivamente grande, pero tampoco es una isla pequeña, de manera que si quiero verlo todo debo tener mi propio método de transporte. Una motocicleta hubiera estado bien, pero llevo varios bultos, y para ir en bicicleta necesitaría más tiempo, y más pulmones…

El domingo por la mañana me aventuro a explorar el sur. Como he dicho, aquí las playas son preciosas, aunque también muy populares, y los complejos turísticos no han respetado siempre el entorno natural.

Gracias al alba de la mañana, pude comenzar mi ruta disfrutando casi sin compañía de la playa de Punta Prima (donde saludé al sol que surgía del mar), Cala de Binibeca y Cala Biniancolla. El Poblat de Pescadors (Binibeca Vell) tiene un estilo peculiar, con sus casas blancas. Algo artificial, pero con un bonito y pequeño puerto.

Más adelante, descubro Cala d’Es Canutells, Cales Coves y la bella Cala’n Porter, probablemente la bahía más fascinante de la costa. Desde el mirador, el color del agua es increíble. No parece real. No tengo tiempo para visitar la gran cueva (Cova d’en Xoroi).

Continúo. Necesito volver al interior para ir a otras playas y tener tiempo de hacer una excursión a uno de los tantos parajes prehistóricos de la isla. Torre d’en Galmés. Como si de Cerdeña se tratara (con sus nuragas), Menorca conserva varias estructuras megalíticas. El periodo talayótico, que proviene de talayot, estructura de piedra, con taulas y navetas, constituye una herencia arqueológica excepcional. Solo el pensar que aquí vivieron nuestros antepasados confiere a la tierra una índole un poco más de madre. Es raro. Es fascinante.

Pero es hora de regresar a las playas. Ahora soy un bloguero playero. Bajo hasta San Bou, el litoral más largo de la isla. Es un espectacular tramo de arena blanca que se extiende a lo largo de 3 km, cuya belleza se ve destruida por un horrible hotel situado al este.

El agua es color turquesa, transparente, cristalina. Al lado de San Bou se encuentra Sant Tomàs, con su hilera de bahías, cada una más bonita que la anterior. Vegetación que alcanza la costa, rojizas rocas, blancas playas, azuladas aguas. No me resisto y me rindo a mi primer baño. Divino.

Bajo por un camino de ronda que comienza en la primera playa y se extiende por toda la costa. Me doy cuenta ahora de que estoy rodeado de nudistas. En realidad los hay en todas partes. De todas las edades. Se mezclan con la gente que viste sus bañadores, muchas familias y multitud de niños. Nadie se escandaliza ni se siente ofendido. Si el cielo existe, debe ser como este lugar.

Una vez seco, en contra de mi voluntad y de los cantos de una sirena invitándome a montar mi tienda y quedarme a vivir allí para siempre, me marcho y cojo el coche.

Aún tengo que descubrir muchos más lugares “inexplorados”. No soy Indiana Jones, pero esto es una carrera y mis rivales blogueros habrán hecho lo mismo. De manera que llego a Cala Santa Galdana. Agradable bahía turquesa arrebatada por grandes hoteles y fábricas.

Decido que lo mejor aquí es coger un barco y hacer uno de los tantos tours que te permiten espiar las inalcanzables playas y caletas en cuestión de unas horas, a menos que seas un Rambo perseguido por el Vietcong. Me decido por uno de tres horas de duración que realiza la compañía Amigo’s. Es un “Glass Bottom Boat” con solo una pequeña porción de suelo de cristal cerca del motor, a través de la cual solo se puede ver el mar salpicar. Pero cuesta 15€. Me vale.

Ha sido una buena elección. Desde el mar, puedo admirar lugares preciosos como Fustam Cala, Cala Escorxada, el arco natural tras el que se esconde la leyenda del barco pirata, Cala Mitjana, la bella Cala’n Turqueta y las famosas Cala Macarella y Macarelleta, estas últimas asediadas por barcos y yates. ¿Serán populares para los nudistas? Aunque, en un barco uno va siempre desnudo, ¿no?

Nos damos un baño en la preciosa Cala Trebalúger, tirándonos por un tobogán que te lanza hasta quien sabe dónde. Al regresar, la tripulación nos ofrece una innoble ginebra con limón dentro de una botella de limonada decorada con una original pajita. Entiendo que es tradición, pero marea.

Quizá descubra el origen de esta tradición por la noche, al llegar a Ciutadella, la segunda ciudad de Menorca, geográficamente en el lado opuesto de la capital, Maó, que visitaré mañana.

El 24 de junio es el día de San Juan, santo patrón de San Juan de Ciutadella. Es un día festivo en casi todo el país. Enseguida entiendo porqué veo tantos caballeros a caballo.

Ríos de la bebida anglosajona mezclada con la limonada local, lluvia sobre la pintoresca ciudad de elegantes edificios que se convierte en una gran plaza para la cabalgata de los caballos. Pero estoy muy cansado para tanto acontecimiento. Voy en dirección contraria a la multitud y tomo asiento en un restaurante. El más famoso, el S’Amarador, donde quiero probar la caldereta de llagosta.

Es un cocido de langosta servido con pan. Lo siento por el pobre animal que llega vivo, para exponerse con orgullo, pero su sabor es excepcional. Por la noche huyo del puerto, inundado por la multitud que participa en la cabalgata de los caballeros. Sobre mí, una estrella fugaz, un cielo estrellado en el que casi se puede distinguir la Vía Láctea. Si me detengo aquí, me pierdo en el silencio y la paz.

No es fácil madrugar al día siguiente. Un nuevo día en Menorca. Continúa la caza. Esta vez prometo buscar de verdad lugares inexplorados. Tras haber barrido el sur de la isla, probablemente la parte más turística, me dirijo hacia el norte. Cruzando Menorca en diagonal, me doy cuenta de que la vegetación cambia a medida que subes. Aquí la isla es aún más verde. Y es curioso ver granjas, con sus pacas de heno, sus vacas pastando y sus exuberantes palmeras.

Enseguida llego a Fornells, el pueblo de la costa norte central, cuyo mar se ve salpicado de coloridos veleros y regatas. Es un pueblo agradable y tranquilo, perfecto para el que busca tranquilidad. Encuentro un punto wi-fi (lo que no es muy fácil en la isla) y mando fotografías para #MyVuelingCity y a Facebook para Travelblog.it. Llega la hora de marchar. Me dirijo a Cap de Cavalleria, el punto más al norte de Menorca.

A medida que asciendo, la costa se vuelve estéril, rocosa, con arenas rojizas y verdes campos que se asemejan a montañas. El mar sigue siendo azul. Por un momento deseo ser Gauguin para pintar este horizonte. Lo intento con mi cámara, pero no soy tan bueno…

Cerca ya del faro de Es Cobrombol, diviso un pequeño riachuelo a mi izquierda. Abandono la carretera, y tomo un camino de piedras anaranjadas. Al llegar abajo, sano y salvo, veo una bahía que parece una piscina natural. Tres playas en medio de las rocas. Definitivamente, hago de la playa más pequeña mi paraíso privado en el que no me resisto a desnudarme. Soy un perfecto nudista. Ahora entiendo porqué Menorca está desprovista de superestructuras sociales.

Los únicos testigos de esta epifanía naturista son los pobres locales: ¡cabras! Están en libertad y las afiladas rocas no presentan dificultad para ellas. Son muy tolerantes, aunque yo me sienta como Colón besando la ribera. Este lugar es maravilloso, no me quiero marchar.

Pero el deber me llama. No hay deber más agradable. Me acerco hasta el faro, y desde el promontorio diviso Fornells. A pesar de que hace mucho viento, de regreso me detengo en la playa más famosa de la zona, la Platja de Cavalleria (pongo los nombres siempre en catalán porque aquí es sagrado como la Biblia). Hay una carretera que desciende hasta una terraza con vistas a esta media luna tropical. Asombroso. Aunque estoy tan acostumbrado a lo selvático que me parece que hay mucha gente…

En el lado derecho de la playa hay una cala aún más bonita, la Cala Torta. Parece un arrecife. Desde lo alto tengo la sensación de estar en Hawái, pero sin sufrir el jet lag.

Aún dispongo de más de tres horas antes de coger mi vuelo de vuelta de Maó a Barcelona, así que cojo el coche y me dirijo al noreste. Lo lamento por lo que me pierdo a mi izquierda, pero los isleños me recomendaron Cala del Pilar y Cala Algairens, antes de llegar a la famosa Cala Morell. Es una lástima que no disponga del tiempo para recorrerla. Una pena. Perdí mucho tiempo con las cabras.

Descendiendo hacia al sur en el sentido de las agujas del reloj, aún encuentro lugares encantadores, como Cova des Vell Marí o Arsenal Son Saura. Pero voy a otro faro, como en un viaje con Virginia Woolf. He llegado a Cap de Favàritx. Paisajes lunáticos y únicos. Rocas oscuras, llanas, a punto de emerger del mar. Cala Presili es majestuosa, aunque salvaje y pintoresca.

Desafortunadamente, mi viaje termina aquí. Después de esta cerveza helada, solo me queda hacer una rápida visita a Maó. Bonita y limpia, aunque para mí Ciutadella, a pesar de lo caótico, es la mejor.

Devuelvo el coche. A cuarenta euros por día no sale barato, pero es más rentable si se alquila por una semana completa. Embarco. Vueling me sorprende. Siempre a tiempo, incluso antes de lo previsto. Tengo el mismo asiento, en la ventana 4A, y en el vuelo de Barcelona a Roma, también. Esto lo admito sin ánimo de hacer marketing. Lo podéis comprobar.

¿Qué puedo decir? Ha sido una experiencia increíble. Descubrí una isla de la que me he enamorado locamente y a la que pronto volveré. ¡Gracias Vueling! ¡Gracias MyVuelingCity!

Imagen de Mac9

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Destino Gambia. Puerta a África.

Por Clara Arnedo

Recién aterrizada de Gambia, aún conservo en la cabeza el arco iris que se forma cada atardecer en la playa de Tanji, cuando llegan los barcos cargados de pescado y todo el pueblo se vuelca a la recogida y venta de la fresca cosecha marina. Es uno de tantos recuerdos de este país pequeño pero perfecto para hacernos una idea de cómo es el continente africano. Ahora Vueling nos facilita el viaje con la nueva línea que conecta Barcelona con Banjul, la capital del país.

El itinerario empieza en la capital, Banjul, pequeña y agradable. Como lo es el país, con 1,6 millones de habitantes. Banjul, a su medida, se trata de una ciudad segura y tranquila, donde merece la pena perderse por mercados de colores abarrotados de gente comprando de todo. El más sobresaliente de ellos es el Albert Market, un gran zoco a lo africano donde la fruta, la verdura y el pescado son los grandes protagonistas. Sus gentes, vendedores, vendedoras, clientes y clientas, se muestran primero reacios a nuestra visita, y evaden las cámaras fotográficas rápidamente. Con el rato, se muestran más amables y dispuestos. Necesitan un poco de tiempo.

Otra de las atracciones de la ciudad es el Arco del 22 de Junio de 1994, dedicado al presidente del país. El que fue guardaespaldas del anterior jefe de Estado subió al cargo ese día. Desde entonces él es el gran protagonista de Gambia: a Yahya Jammeh le vemos en todas partes, en carteles publicitarios que cuelgan de paredes y farolas de cada aldea y ciudad.

Pero Gambia es sobre todo la que se abre ante el océano Atlántico, la de las playas y la costa, y la que penetra como una cuña en medio de Senegal, partida por la mitad por el otro accidente geográfico que articula el país, el río que lo bautiza, el Gambia.

Nos acercamos primero a la costa para descubrir las playa de Banjul, largas y de arena fina. Algunos hoteles se sitúan a su orilla, con maravillosas vistas al mar. Pero, sin duda, la postal marinera inolvidable la ofrece Tanji, con mosaico de color y vida que se forma cada día a la orilla de la playa con la llegada del pescado. Un aparente caos reina en el lugar, pero aquí rige, en realidad, una organización y jerarquía internas, unas leyes que permiten que cada anochecer, con la caída del sol, se forma el mismo espectáculo. Son los hombres, fuertes y musculosos, los encargados de trajinar quilos y más quilos de pescado de las barcas hasta la playa, haciendo equilibrios con las cestas posadas sobre sus cabezas. Una vez en la orilla, algunas mujeres recogen el tesoro, para limpiarlo y dejarlo listo para su venta. Otros muchachos corren más allá, buscando otros puntos para colocar y vender el pescado. Muchas veces les siguen niños, corriendo veloces tras sus pies, esperando que la suerte le deje alguna propina en forma de pescados que se derraman durante su transporte. Este mercado, esta lonja improvisada en la arena de la playa, es la punta del iceberg de un país pequeño pero repleto de vida. Por la mañana, el mismo lugar que al anochecer ocupaba el mercado del pescado, se transforma en un colorido mercado de fruta y verdura, imperio de las mujeres que venden y compran comida. Una de ellas es Ida Cham Njai, una guapa y energética cocinera que ofrece la experiencia única de acompañarla a hacer las compras al mercado, para, después, pasar una agradable jornada cocinando comida local a su lado y en su casa. Es a través de la gastronomía y los productos locales que podemos aprender un poco más de este agradable destino.

Reducto británico en época colonial, es ahora uno de los países más pequeños de África occidental. Y también uno de los que tiene un mayor índice de natalidad. A Gambia la salpican los niños, y las mamás que los llevan atados a su cintura, una postal tan bonita como casi icónica del país. El resto, selva, naturaleza y muchos animales para observar: monos, pájaros e incluso hipopótamos. Cuanto más adentro se mete el río en el país, más salvaje se vuelve la naturaleza, y más rural la población. Aventurarse por el río en dirección a la población de Georgetown es toda una aventura selvática, ya que, si lo que buscamos es alojamiento, por aquí encontraremos pocas posibilidades. Gambia es un país poco desarrollado turísticamente, y, en parte, ese es su encanto. De todos modos, no hace falta ir muy lejos de Banjul para tener un primer contacto con la vida salvaje. Cerca de Serrekunda, la ciudad más grande y bulliciosa del país se encuentra el Bijilo National Park, o parque de los monos, que puede recorrerse por sencillos senderos. También en la zona puede visitarse una piscina de cocodrilos, y ¡hasta alguno se deja tocar! Y esa es la otra cara de Gambia, la del río y los manglares, la Gambia de piel negra y uno de los países menos desarrollados del planeta, con una esperanza de vida de 54 años y el 40% de índice de alfabetización.

Pero el viaje no termina aquí, y, Gambia, aunque pequeña, nos tiene reservadas aún algunas sorpresas. ¿Imagináis remotas aldeas africanas literalmente invadida por el street art y los grafitis? Pues éstas se encuentran en Gambia. Concretamente Bafuloto y Makumbaya son los nombres difíciles de recordar de dos poblachos de casas pequeñas y sencillas y calles de arena y tierra donde juegan niños y niñas al sol. Y es en las paredes de estas chozas donde el movimiento Wide Open Walls encontró uno de sus lienzos favoritos. Imágenes naturalistas de animales de la zona y otros motivos llenan de color estos lugares.

Una manera de conocer Gambia desde otra perspectiva. Otra manera de penetrar a África por esta pequeña puerta de entrada.

Por Clara Arnedo

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Sankt Pauli un barrio lleno de tentaciones

Hamburgo, pese a estar a orillas del gélido Mar del Norte, es una ciudad efervescente siendo Sankt Pauli su barrio más caliente. Con la avenida Reeperbahn como eje central, crápula y parrandero, el distrito rojo de la segunda ciudad más grande de Alemania esconde un sinfín de tentaciones abiertamente recomendables. Del icónico teatro de variedades Schmidt Tivoli al estadio Millerntor-Stadion, hogar del entrañable FC St Pauli, te revelamos todas las atracciones que ofrece el picante Sankt Pauli. 

Angie’s Nightclub
En la planta superior del Schmidt Tivoli se encuentra el Angie’s Nightclub, uno de los clubes más populares de la vida nocturna de Sankt Pauli. Fundado por la cantante de soul Angie Stardust a finales de la década de los 90, cada noche la banda residente de la sala cuenta con un vocalista invitado diferente, no siendo extraño que sea una figura relevante de la escena musical alemana o incluso internacional. Podéis continuar la noche en el Mojo Club, sala de música en directo escondida en el subterráneo de las icónicas Dancing Towers de Sankt Pauli, o en el Klubhaus o el Golem, dos multiespacios con una siempre interesante programación cultural repleta de conciertos, películas, u obras de teatro. Para terminar la  velada, el Golden Pudel Club (ahora en fase de remodelación tras haber sufrido un incendio). A orillas del Elba, no muy lejos del  Fischmarkt, por fuera parece una inocente casita de cuento, dentro es un templo de la electrónica en el que bailar hasta el amanecer.

Davidwache
En la confluencia entre Spielbudenplatz y Davidstraße, muy cerca de Reeperbahn, se encuentra Davidwache, probablemente la comisaría de policía más famosa de Europa (¡tiene un club de fans!) e, indudablemente, por estar donde está, una de las que más faena tiene de Europa. Erigida en 1840, el edificio ha aparecido en infinidad de películas y series de televisión, y por sus calabozos han pasado desde granujillas de medio pelo a celebridades del calibre de Paul McCartney y Pete Best.

Landungsbrücken
Junto al río Elba se halla Landungsbrücken, la antigua terminal portuaria de Hamburgo. Puerta de salida hacia al Nuevo Mundo desde el norte de Europa, se calcula que desde aquí más de cinco millones de personas salieron rumbo a una nueva vida en América. No muy lejos está el Fischmarkt, mucho más que un mercado de pescado. En invierno abierto a partir de las 7h, y en verano a las 5h, desde primera hora, cuando se realiza la bulliciosa subasta del pescado, está a rebosar de autóctonos, turistas y faranduleros. El brunch que sirven los domingos en diversos de los restaurantes que hay en el Fischmarkt es sencillamente espectacular.

Millerntor-Stadion
Reflejo del espíritu del barrio y último reducto de fútbol popular, el modesto pero grande FC St Pauli tiene como principios la lucha contra la xenofobia, el fascismo y el sexismo, siendo uno de los equipos más queridos no solo de Alemania sino también de todo el mundo. Con la Jolly Roger pirata como enseña, cuando los once jugadores saltan al campo suena el Hell Bells de AC/DC y cuando marcan, el Song 2 de Blur; definitivamente un partido en el Millerntor-Stadion es una experiencia que va más allá de lo meramente deportivo.

Reeperbahn
Es la arteria principal del barrio de Sankt Pauli y una de las avenidas más crápulas del mundo. Como Dr. Jekyll y Mr. Hyde, tiene dos caras. De día la gente se agolpa para ir de tiendas o sentarse a tomar un café; por la noche, se encienden los neones de sus discotecas, clubes nocturnos, cabarets y sex shops. A medio camino entre Las Ramblas de Barcelona a inicios de los 80 y Las Vegas, lo que sucede en Reeperbahn, se queda en Reeperbahn. Entre las curiosidades que hallarás está la Beatles Platz, plaza que conmemora el paso de los Beatles por la ciudad en sus primeros años, donde actuaron en locales del barrio como Star-Club, Kaiserkeller, Top Ten o Indra. Además cada año desde 2006, a finales del mes de septiembre acoge el The Reeperbahn Festival, con centenares de conciertos programados, siendo cita de referencia de la industria musical a nivel internacional.

Schmidt Tivoli
Con el encanto de lo antiguo con un punto decrépito, el Schmidt Tivoli es el teatro de variedades por excelencia del barrio rojo de Hamburgo. Comprad entradas para los espectáculos de medianoche, cuando el tono es un poco más picante que el de las funciones de tarde-noche. Si os quedáis sin tickets, entre los muchos teatros y cabarets que hay en Sankt Pauli podéis optar por el Operettenhaus, especializado en musicales, el más convencional St. Pauli Theater, en funcionamiento desde 1841, o el Imperial Theater.

Superbude Hotel Hostel
Con coloridas habitaciones de diseño y mobiliario totalmente reciclado, el Superbude es el hotel hipster de Hamburgo para aquellos que quieran dormir fardando de ser turistas modernillos. Algo más convencional es el EAST. Ubicado en una antigua fábrica, de él destaca una imagen que, sorprendentemente pero con acierto, combina trazos del Lejano Oriente con la estética industrial occidental. Obligado comer o cenar en su restaurante, uno de los mejores de Sankt Pauli.

Reserva tu Vueling aquí y anímate a conocer uno de los barrio con más vida nocturna de Europa.

Texto de Oriol Rodríguez

Imágenes de Heiko S, Wojtek Szkutnik, Itti, Reading Tom, David Coggins, abbilder  

 

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Manchester a la caza del vinilo

Manchester es una de las ciudades más industrializadas del Reino Unido, pero también una de las más vivas culturalmente hablando. Sobre todo en el apartado musical, siendo una de las cunas del punk y de los grupos que vinieron después, como Joy Division, New Order, The Smiths, The Stone Roses y Oasis; en su momento bandas de jóvenes con ganas de tener un futuro mejor, alejado de las cadenas de montaje industriales. El caso es que esa tradición musical se tradujo también en una amplia red de tiendas de discos distribuidas por la parte céntrica de la ciudad que aun goza de muy buena salud.

Lo bueno de Manchester es que, como es una ciudad relativamente pequeña como Barcelona, se tarda poco en recorrerla de arriba abajo. Así que, si te animas a volar allí, mientras visitas estas tiendas que te recomendamos en busca de ese disco que te falta en la colección o simplemente para curiosear y ensuciarte los dedos, te dará tiempo a pasarte también por la zona donde estuvo ubicada la mítica discoteca The Haçienda, o por el Museo, claro está, de la Ciencia e Industria de la ciudad. Vayamos ahora a por esos cinco templos del vinilo:

Empire Exchange

Más que una tienda, un almacén-sótano en el que perderse y aspirar polvo, en busca de ese disco de The Beatles o The Rolling Stones que te falta para completar tu colección. Empire Exchange es especialmente famosa por tener una de las selecciones de discos de siete pulgadas más completas de Inglaterra. De hecho se pueden encontrar discos editados desde 1930 hacia adelante. Este templo de los vinilos raros está situado en el centro de la ciudad, concretamente en Newton Street.

Piccadilly Records

Tienda situada en el corazón de Manchester y en una calle con solera, Oldham Street que te hará sentir como un mancuniano más cuando te pasees por ella. Piccadilly Records está especializada en ediciones de vinilo difíciles de conseguir pero también de novedades del pop y rock independiente, y reediciones de clásicos. Por cierto, la tienda queda muy cerca de Piccadilly Gardens, una de las zonas verdes más bonitas de la ciudad. La localización ideal para dejarte caer después y realizar un picnic improvisado.

Clampdown Records

Tienda pequeña pero matona que rebosa encanto. De hecho conserva una apariencia vintageque le otorga un estatus especial. Aquí lo que encontrarás es una selección de vinilos de segunda mano exquisita (especialmente de punk y nueva ola) dentro de la que, si te ensucias los dedos como dios manda, hallarás tesoros a muy buen precio. Clampdown Records está situada en Paton Street, justo en el casco antiguo de Manchester. Una zona llena de restaurantes ideales para hacer elbrunch de fin de semana.

Vinyl Resting Place

Como Clampdown Records, otra tienda pequeña pero que aprovecha el poco espacio que tiene hasta las últimas consecuencias. La puedes encontrar en el tercer piso del Afflecks Palace, justo en el centro de Manchester y cerca de Piccadilly Records y Empire Exchange. Así que solo te hacen falta unas buenas bambas con cámara de aire para pasearte entre ella y no desentonar. Vinyl Resting Place ofrece una buena colección de vinilos de segunda mano que van de precios populares, a otros que te pueden dejar sin comer un mes si acabas mordiendo el anzuelo. Estás avisado.

 Soundwaves Here We Come

Es, sin duda, el sitio ideal para acabar este itinerario ya que esta tienda se encuentra justo un piso por debajo del Vinyl Resting Place, también en el Afflecks Palace. Solo te tienes que deslizar por las escaleras para llegar a ella desde allí. Soundwaves Here We Come tiene una selección de discos de segunda mano que tocan casi todos los estilos. Además, si tienes suerte, puede que pilles algún grupo tocando en directo, ya que los responsables de la tienda organizan conciertos de forma regular para dar a conocer a las bandas emergentes de la ciudad. Con suerte igual te cruzas con los nuevos The Stone Roses.

 

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Texto de Xavi Sánchez para Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de Marc Wathleu

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