Bowie y Sónar 2017
Además de esta coincidencia geográfica y temporal, ¿se podría relacionar un evento siempre atento a las propuestas de música más avanzada, como es el Festival Sónar, con un personaje capaz de captar y aprehender la esencia de la siguiente tendencia a lo largo de casi medio siglo, como es el caso de David Bowie? Sin duda pensamos que sí. En My Vueling City tendemos varios puentes entre ambos y buscamos propuestas en la programación de la edición de Sónar de este año que cuenten con el espíritu siempre inquieto delduque blanco.
Rebel Rebel
El espíritu de Bowie siempre contó con un alto componente de rebeldía hacia lo establecido. A nivel estético nunca fue un acomodado y prueba de ello la tenemos en su regeneración constante; en cada nuevo lanzamiento se rebelaba respecto al anterior, de ahí su cambio de imagen infinito.
A partir del 25 de mayo de 2017 el Museu del Disseny de Barcelona acogerá la exposición David Bowie Is. La muestra, una producción del Victoria and Albert Museum de Londres, ha recibido ya más de un millón y medio de visitantes en las ocho ciudades que la han acogido hasta ahora, como la capital británica, Berlín, París o Chicago, lo que la convierte en la muestra más visitada en los 164 años de historia del museo británico.
La exposición reúne más de 300 objetos, que incluyen fotografías, carátulas de discos, letras manuscritas, vestuario original, diseños de escenarios y material inédito de los conciertos del artista durante las pasadas cinco décadas, facilitado por el David Bowie Archive. David Bowie Is constituye una mirada profunda a la forma en que la música y el individualismo radical de David Bowie ha inspirado a otros para desafiar las convenciones y buscar la libertad de expresión.
Influencia sonora, pero también visual
Este año se darán cita en Barcelona dos eventos, ambos relacionados con la música, pero también con el pensamiento avanzado y la vanguardia creativa. Por un lado, la mayor exposición dedicada a Bowie hasta la fecha, y por otro el mejor festival de música electrónica del mundo. De Bowie todos conocemos su importancia en el ámbito musical por su gran capacidad de asimilación de estilos y por su inquietud insaciable que le hizo estar en contacto con las últimas tendencias hasta el final de sus días. Y es que el artista abanderado del glam rock también coqueteó con músicas más avanzadas como el ambient o el drum’n’bass. A continuación os presentamos algunas propuestas presentes en la programación del Sónar de este año que pensamos cuentan con un espíritu cien por cien Bowie:
Arca
Sin duda Arca condensa la esencia críptica del colofón discográfico de David Bowie. Black Star y Arca hablan el mismo idioma, ambos son solemnes, ambos parecen conocer el más allá. Sónar es el único festival en el mundo elegido por el inclasificable músico y productor Arca para presentar en directo su nuevo trabajo –recientemente publicado–, el cual le redefinirá como un artista aún más complejo y evolucionado. Este show contará con la presencia y los visuales de Jesse Kanda.
Moderat
Durante la segunda mitad de los setenta Bowie se trasladó a Berlín; allí quedó imbuido por una escena artística y musical de gran calado. Fueron los años de colaboración con Brian Eno, en los que publicó la trilogía Low - Heroes - Lodger. Sin duda, Moderat entronca a la perfección con esta tradición puramente berlinesa: pop y electrónica con melodías en blanco y negro. Moderat empezó como un proyecto colaborativo entre, por un lado, Gernot Bronsert y Sebastian Szary (Modeselektor) y, por el otro, Sacha Ring (Apparat), para trabajar juntos cuando sus respectivos proyectos les dejaran algo de tiempo.
Nicolas Jaar
Bowie se integró en las nuevas tendencias de baile y de la música experimental durante la década de los noventa. Prueba de ello la tenemos en discos como Earthlingo Outside, con guiños al drum’n’bass, al metal electrónico e incluso al jazz de vanguardia. Nicolas Jaar es un músico que encajaría a la perfección con esa filosofía de la transgresión sonora que no cabe en ningún corsé estilístico concreto, y que además siempre aporta un mensaje político o poético a sus creaciones.
Phospherede Daito Manabe
La música fue la gran pasión de Bowie a lo largo de su dilatada carrera, colaborando con grandes estrellas del pop y del rock como Queen, Lou Reed o Mick Jagger, o de la música contemporánea como Philip Glass, pero no fue la única disciplina en la que destacó; también colaboró con artistas de primer nivel como Tony Oursler. No descartamos pues que Bowie hubiera confeccionado el fondo sonoro de la obra Phosphere de Daito Manabe, uno de los artistas digitales más reconocidos del mundo. Esta instalación supone un importante paso adelante en las nuevas formas de creación inmersiva, y será uno de los protagonistas del Sónar+D 2017. Esta monumental pieza es una arquitectura híbrida robotizada en la que espejos sincronizados, máquinas de humo, haces de luz y hasta 24 proyectores de vídeo se conjugan para construir una experiencia espacial inédita, heredera tanto de los nuevos lenguajes del mundo de la danza contemporánea como del vocabulario delprojection mapping.
Boris Chimp 504
Space Oddity fue el primer gran éxito de Bowie. El single fue lanzado en un momento en el que la humanidad estaba metida de lleno en la exploración del espacio a través de viajes más allá de la estratosfera terrestre. Boris Chimp 504 con suMultiverse nos remiten a esa época. Esta performance audiovisual en tiempo real que enfatiza la relación entre síntesis sonora y lenguaje gráfico, parte de la historia del primer chimpancé enviado a la luna en el año 1969.
Reserva tu Vueling a Barcelona y márcate un doblete de lujo con su faceta más avanzada, el Sónar, y con el recuerdo a la figura delduque blancoen la exposición David Bowie Is.
Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS
+ info
Para San Valentín las mejores «boulangeries» de París
La realidad es que prácticamente todas las panaderías parisinas son buenas. Su savoir faire artesano y el uso de mantequilla de calidad en su bollería es generalizado, por lo que difícilmente decepcionan. Pero como en todo, hay quien lo hace mejor. Un excelente barómetro para saberlo es el premio que cada año otorga el Ayuntamiento a la Mejor Baguette de París, premiado con 4.000 euros y, más importante, el privilegio de proveer de pan al Presidente de la República durante todo un año. Con el prestigio que eso conlleva, claro. Por recibir este galardón o por su encanto particular, un listado muy recomendable de boulangeries para comer bien a un precio ajustado si haces una escapada romántica por San Valentín. No te duela hacer cola:
LE GRENIER A PAIN (Abbesses, 38)
Michel Galloyer cuenta con más de 30 establecimientos en París y provincia, además de algunos en el extranjero, pero es el ubicado en Montmartre el que ganó el Premio a la Mejor Baguette 2010. No cuenta con espacio para degustación pero casi mejor: puedes llevar tu comida a la cercana escalinata de la Basílica del Sagrado Corazón y degustarla allí con unas vistas incomparables. Además de una gran variedad de panes que se hornean a la vista, podrás elegir entre bocatas a partir de 3 €, pizzas por poco más de 2 € y unas estupendas fougasses (panecillo relleno con diferentes ingredientes): el de queso de cabra y tomate está muy bueno y cuesta 2,20 €. Muy recomendables también sus delicados croissants y sus chausson aux pommes.
PAIN DE SUCRE (Rambuteau, 14)
El éxito de esta panadería-pastelería abierta hace diez años en Le Marais hizo que pronto se les quedara pequeña. Decidieron ampliar a un segundo local casi contiguo con dos mesas dentro y cinco en la terraza, donde sirven sus especialidades dulces. En el establecimiento original venden panes, bollería, quiches, pasteles salados, pain roulé (relleno de delicias como espinacas, bacon y queso o como chorizo y ciruelas), focaccias, cremas caseras (muy buena la de calabaza y castañas) o vasitos gourmet. En el otro, de diseño muy vanguardista, ofrecen unos espectaculares pasteles y coloristas marshmallows y tienen servicio de cafetería. Si te sientas en sus mesas no te cobran más, sin embargo sus precios son muy parisinos (un eufemismo para decir caros). Eso sí, todo riquísimo. No dejes de probar su roule au pistaches (caracola de pistachos) y su pain au chocolat.
LEGAY CHOC (Ste. Croix de la Bretonnerie, 45)
Seguimos en Le Marais, uno de los barrios más gayfriendly de París. Curiosamente, el propietario de esta pequeña panadería se apellida Legay, es gay y muestra sin complejos su afinidad con el mundo homosexual. Se ha hecho muy popular por sus divertidos panes y brioches en forma de pene (2,30 €), pero no te quedes sólo con eso. Tanto sus panes artesanos como sus sándwiches, hot dogs, wraps , pizzas, courgettes, quiches, tartas individuales y bollería son -aunque no tan divertidos- estupendos. Los precios son ajustados, pero todo es take away.
MURCIANO (Rosiers, 14)
Bonita esta panadería tradicional judía en Le Marais, con una menorá (candelabro hebreo) presidiendo su escaparate. Su especialidad, el strudel (2,80 € la porción), es una verdadera delicia, con abundante relleno de manzana y canela. Tienen otras como el jalá,un pan trenzado que se consume en Shabat y en otras festividades, o los rogalah,una especie de croissants judíos con los bordes de chocolate.
Los tentáculos de la panadería francesa se extienden por todo el mundo gracias a este maestro, Eric Kayser, que cuenta con un centenar de establecimientos en diversos países. Sin ir más lejos ganó el Premio al Mejor Croissant de Tokyo y al Mejor Panadero de Tokyo. No obstante, fue cerca de Notre Dame, en la calle Monge 8 de París, donde abrió el primero, con barra y terraza para tomar algo. En la misma calle, en el número 14, inauguró otro que se caracteriza por ser totalmente ecológico. Lo bueno de esta cadena es que a menudo cuenta con mesas o taburetes para consumir in situ sus productos. Además de panes artesanos y bollería, ofertan sándwiches, ensaladas, tartines, quiches y diversas fórmulas de menú para comer al mediodía.
POILÂNE (Cherche-Midi, 8)
Largas colas salen de esta pequeña panadería de Saint-Germain des Près, una de las más famosas de la ciudad. Aseguran que su pan es el mismo que su dueño Pierre Poilâne empezó a elaborar en 1932, siguiendo la tradición ancestral francesa. Utilizan sal de mar de Guérande, harina orgánica salida de un molino de piedra y levadura madre, y luego cuecen sus panes en un horno de leña. En aquel barrio abrió la original, ahora cuentan con dos más en París y dos en Londres. No dejes de probar sus panecillos de nueces o de pasas, una delicia.
DES PAIN ET DES IDEES (Yves Toudic, 34)
La panadería más hipster, a pocos pasos del Canal Saint Martin, cuenta con una mesa comunal de madera en su terraza. Preciosa y con unos escaparates llenos de virguerías, presume de su amor por lo orgánico y por ofrecer un pan llamados des amis (de los amigos). A pesar de provenir del mundo de la moda, su propietario, Christophe Vasseur, fue nombrado mejor boulanger de París por la prestigiosa guía Gault&Millau. Usa los mejores ingredientes y se nota. Además de ofrecer productos tradicionales, le gusta innovar: croissants de té matcha, Mouna (brioche perfumado a la flor del naranjo) o escargot de limón y turrón de Montélimar, entre sus creaciones.
¡Qué hambre! ¿verdad? ¡Anímate! Consulta nuestros precios aquí
Report de Isabel Loscertales / Gastronomistas.com
+ info
Viajar y comer con niños en Marrakech
Marrakech es un caos, y nadie que haya pisado alguna vez esta ciudad marroquí se atreverá jamás a manifestar lo contrario. Un desorden bendito para aquellos a quienes les va la marcha, y un lugar estresante y terriblemente imprevisible para los amantes del orden y para aquellos que necesitan tener todo bajo control. A estos últimos les aconsejamos que cojan un Vueling a Zúrich con su familia y disfruten de la plácida sensación de que todo funciona y donde además hacen unas fondues que están de miedo. Al resto, les recomendamos que nos sigan en esta fantástica aventura.
Marrakech es ese lugar donde cada tres pasos alguien te para por la calle con el objetivo de venderte algo, llevarte a la tienda de alguien, hacerte una ruta guiada por la ciudad, colocarte una serpiente en los hombros, tatuarte, prepararte un zumo de naranja, pasear contigo y su mono –al que pretenderán que cojas de la mano– o llenar tu bolsa de perfumes, especias, jabones y hermosos objetos decorativos que parecen salidos de Las mil y una noches. Todo ello mientras esquivas carros tirados por caballos al grito de “Calesa, María, barato”, burros y demás fauna que puebla la ciudad, te haces una foto con un camaleón, visitas palacios que hasta el momento solo existían en tu imaginación y comentas con los hombres de todas las edades que irrumpen en tu camino las últimas hazañas del Barça.
Esta ciudad marroquí es pura magia, un delicioso caos fascinante en el que huele a especias y té con menta –un poco, a veces, a caca de caballo también, pero y qué– y en el que cualquier amante de la aventura va a divertirse de lo lindo. Y nadie mejor que un niño para apreciar esta ciudad que no se parece a nada antes visto, para entregarse al disfrute de la retahíla de personajes y situaciones fuera de lo común que van a protagonizar la estancia en Marrakech y que la harán inolvidable.
El primer lugar del que van a enamorarse los más pequeños es de la plaza Jemaa El-Fna, el centro neurálgico de la medina, donde al caer la tarde empieza uno de los festivales gastronómicos más maravillosos del mundo. De todos esos puestos callejeros comienzan a emerger deliciosas carnes especiadas, hummus, cuscús, tajines, ensaladas y otras delicias a precios de risa. Hay quien no se atreve a ocupar mesa en este mercado callejero por temor a la intoxicación, a la contaminación del agua y los posibles efectos adversos para nuestro aparato digestivo, pero simplemente con asegurarnos de que los cubiertos están limpios y secos y evitando los alimentos crudos disfrutaremos de un espectáculo que ni en el Sublimotion.
En la misma plaza hay también numerosos restaurantes con vistas que nos permiten disfrutar con cierta perspectiva del jolgorio constante de Jemaa El-Fna. Uno de nuestros preferidos es Aqua (Jamaa El Fna, 68), cuya terraza en la planta superior ofrece unas vistas privilegiadas de la plaza y donde ofrecen una cocina casera marroquí bastante correcta y donde también tienen pasta, pizza, bocadillos y otros platos internacionales perfectos si deseamos abandonar por un día la cocina local.
Seguimos la ruta gastronómica en familia por Marrakech ocupando mesa en un espacio fascinante por ser absolutamente inclasificable: Clock Cafe, uno de los pocos locales hipsters de la ciudad, un sitio que bien podría estar en Londres o Berlín y que, sin embargo, no pierde su esencia árabe. Aquí los precios ya rozan los europeos, el hilo musical emite indie pop, las sillas son amarillas, hay graffitis en las paredes y tienen un cuscús con pollo y cebolla caramelizada de escándalo, aunque los peques probablemente escojan la hamburguesa de camello, uno de los productos estrella de la casa. Si hace frío –cosa que también ocurre en invierno en Marrakech–, su chimenea será vuestra mejor amiga.
Otra opción recomendable es hacer un alto en el camino es Nid'Cigogne (Place des Tombeaux Saadiens, 60), un amplio restaurante de tres plantas al lado de las tumbas saadíes, donde los más pequeños se divertirán con los gatos que habitan la terraza y podrán disfrutar de platos sencillos, que van desde sándwiches a guisos marroquíes, y descansar durante unas horas del bullicio constante que es Marrakech. El servicio es muy amable y, como ocurre sin excepción en todas partes en esta ciudad de cuento, los niños son siempre bienvenidos, acogidos con cariño y tratados con respeto y afabilidad.
Por último, aunque las opciones son infinitas, vale la pena pararse a tomar un té en el bonito Marrakech Henna Art Cafe, donde podremos hacernos un tatuaje de henna y, mientras esperamos, degustar unas pastitas. También podemos atacar un tentempié en forma de delicioso hummus y cuscús vegetal a precios bastante ajustados, y comprar alguno de los souvenirs que venden en su interior.
Y así, con una cesta cargada de artesanía, especias, jabones, babuchas multicolores y miles de recuerdos inolvidables, disfrutaremos de una experiencia en familia que nos habrá dado anécdotas maravillosas y muchas horas de risas. Y es que, ¿en qué otro país del mundo alguien muy serio ataviado con chilaba va a parar a tu hijo por la calle al grito de “Hola, pequeño Nicolás”? Reserva tu Vueling a Marrakech y anímate a vivir esta experiencia en primera persona.
Texto y fotos de Laura Conde de Gastronomistas.com
+ info
La música de los últimos años del muro
Sin duda la ciudad de Berlín experimentó uno de sus periodos más extraños durante la época de la guerra fría. Y no es para menos; porque el hecho de que levanten un muro que divida en dos una ciudad separando a vecinos y familiares y colocándolos en dos universos opuestos, es sin duda una experiencia del todo orwelliana.
Ambas partes de la metrópolis, pues evolucionaron de maneras muy distintas. Por un lado, la parte Este se quedó estancada en un sistema basado en el control casi obsesivo por parte del sistema (al igual que el resto del bloque comunista); por el otro, el Oeste, que seguía un proceso evolutivo idéntico al resto del mundo capitalista.
Berlín Oeste: de la meca del «underground» al hedonismo house
A partir de los años setenta, y siguiendo las nuevas corrientes procedentes de Inglaterra y los Estados Unidos, se empezó a asentar en Berlín una nueva escena musical, basada en la libertad creativa y en la estética de ruptura radical con el pasado. El punk y todas sus ramificaciones posteriores tuvieron en Berlín uno de sus grandes centros. El poso outsider y de cultura artística underground había atraído a artistas de la talla de David Bowie, Brian Eno, Keith Haring o Lou Reed a lo largo de los 70. Y ahora un buen puñado de bandas estaban nutriendo un circuito tan interesante como el de Londres o la transgresora Sheffield.
A finales de los setenta, la música de Joy Division y de algunos experimentadores de la electrónica y la música industrial fueron adoptados como iconos a seguir en la floreciente escena alternativa del Berlín abierto. Y es que el post punk alemán, a diferencia del británico o americano se caracteriza por una tensión entre lo político y lo cultural, y estéticamente le debía mucho a la tradición krautrock, ya que muchos de sus temas son repeticiones infinitas a velocidad vertiginosa, como Geld/Money de la banda arty Malaria, o los primeros discos de DAF.
La emocionante escena de Berlín desde 1980 estuvo en continuo movimiento, y surgió un sinfín de bandas como Einstürzende Neubauten, liderada por el controvertido Blixa Bargeld, Die Unbekannten, Nina Hagen, Die Krupps, Mekanik Destrüktiw Komandoh, Die Tödliche Doris, Geile Tiere, o Die Arztey su punk funk con letras sarcásticas.Aunque bien es cierto que la escena estaba conformada no solo por músicos sino también por directores y actores de cine, escritores, filósofos, artistas y fotógrafos. A mediados de los 80 se inició un proceso de desintegración. La música se fue haciendo cada vez más comercial, y los grupos empezaron a fichar por multinacionales. Pero pronto llegó una nueva revolución sonora, que caló con fuerza en la ciudad: el acid house y el techno. No olvidemos que la Love Parade de Berlín fue el primer desfile multitudinario de música electrónica del mundo. La primera edición Love Parade fue en 1989. El evento se inició como una manifestación a favor de la paz y del entendimiento a través de la música. Sólo unos meses más tarde, el muro se vino abajo y el Oeste de Berlín pasó a la historia.
De aquella época todavía queda en pie el mítico SO36, un club ubicado en Oranienstrasse cerca Heinrichplatz en el área de Kreuzberg, el cual toma su nombre del código postal histórico de esa zona, SO36. El barrio de Kreuzberg ha sido históricamente el hogar del movimiento punk de Berlín, así como otras subculturas alternativas en Alemania. SO36 se centró inicialmente en gran parte de la música punk. A partir de 1979 se trató de crear un crossover entre el punk, new wave y el arte visual. En aquellos días el club rivalizaba CBGB de Nueva York como uno de los mejores lugares de la nueva ola en el mundo. También estaban en el circuito de Berlín, Metropol, la discoteca Kino, el club 54 Kantstrasse o el cine alternativo Sputnik, donde estrenaron el film de culto Yo, Cristina F.
Documento de una época en pantalla grande
Entre los próximos 29 de octubre y 8 de noviembre tendrá lugar la 13ª edición del Festival Beefeater In-Edit, en Barcelona, y entre los numerosos films que conformarán su cartel estará B-Movie: Lust & Sound in West-Berlin 1979-1989, un documental dirigido por Jörg A. Hoppe, Heiko Lange, Klaus Maeck. sobre la música, el arte y el caos en el Salvaje Oeste de Berlín de la década de 1980: la ciudad amurallada que se convirtió en el crisol creativo para un tipo especial de sub cultura pop, que atrajo a diletantes brillantes y celebridades de fama mundial de todo tipo. Sin embargo, antes de que el telón de acero cayera, artistas, okupas, poetas, creadores musicales y hedonistas disfrutaron, todos en comunión, de un estilo de vida poco convencional en Berlín. Todos sabían que no duraría mucho, pero, ¿quien pensaba en el mañana? Se trataba de vivir el momento - el aquí y ahora -.
Con material televisivo inédito en su mayoría, y filmaciones, fotos y entrevistas originales, B -Movie el documental cuenta la historia de la vida en la ciudad dividida, una interzona cultural en el que parecía posible todo, siendo un lugar diferente a cualquier otro de Europa. Es un collage de ritmo rápido de historias de una década frenética pero creativa, comenzando con el punk y terminando con la Love Parade, todo en una ciudad donde los días son cortos y las noches son interminables.
Actualmente, Berlín está viviendo una segunda juventud en cuanto a actividad cultural (y también musical). ¿A qué esperas para ir a descubrirlo? Consulta nuestros billetes aquí.
Texto de ISABELYLUIS Comunicación
+ info