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Fiordos del oeste la Islandia más remota y auténtica

Luces bajas, melancólicos atardeceres, fiordos sin fin, pueblos pesqueros a los que sólo se llega por carreteras sin asfaltar, pozas termales con vistas al océano y, sobre todo, tranquilidad. Mucha tranquilidad. Todo ello es lo que ofrece al viajero la región de los Fiordos del Oeste, la más solitaria y virgen de Islandia. Pasar unos días explorando sus apartados confines es lo más parecido a lo que hasta hace muy poco fue viajar por la hoy popularísima Ring Road. Os recomendamos cómo llegar hasta este remoto y cautivador paraíso y, una vez allí, qué ir a visitar.

1. Ísafjördur, antigua capital de la pesca

Aunque es el asentamiento más grande de los Fiordos del Oeste, en Ísafjördursólo viven 2.600 personas. Sin embargo, en estas latitudes un censo de este calibre se interpreta como una auténtica aglomeración humana.

En el acogedor centro histórico de la población, que conserva un buen número de casas de madera del siglo XVIII, se disfruta de un animado y sorprendente ambiente. Encontraremos buenos restaurantes –el marisco y los productos del mar son la especialidad local– y agradables cafés que, con la calefacción siempre al máximo, invitan a guarecerse de las habituales inclemencias del tiempo. Resulta interesante el Museo Marítimo de los Fiordos del Oeste, lleno de reliquias de la época de los balleneros. Es de gran ayuda para comprender el origen y la era dorada de este aislado puerto.

Por tierra, mar y aire:los vuelos diarios desde Reikiavik convierten a Ísafjördur en la puerta de entrada más rápida y cómoda a los Westfjörds. También es el puerto de partida de los barcos con destino a la Reserva Natural de Hornstradir.

2. Snaefellsness y el viaje al centro de la tierra

Si preferimos aventurarnos por tierra desde Reikiavik, de camino al lejano norte merece la pena desviarse ligeramente para explorar la península de Snaefellsness. La panorámica carretera circunvala todo el perímetro de la península, que luce coronada por el espectacular volcán cubierto de glaciares que inspiró a Julio Verne para su novela Viaje al centro de la tierra.

Aunque suele soplar un fuerte viento, el trayecto está repleto de paisajes sobrecogedores, profundos acantilados, ríos de lava y playas de arena de color melocotón. Una excursión a pie muy recomendable –si el viento lo permite– es el camino costero que une Arnarstapi y Hellnar, de 5 km en total, a lo largo del cual veremos espectaculares formaciones basálticas, cuevas horadadas por el oleaje y arcos naturales de roca.

3. Frailecillos en los acantilados de Látrabjarg

Es el punto más occidental de Europa –y probablemente también uno de los más ventosos–, pero en los acantilados de Látrabjarg es posible observar muy de cerca a los fotogénicos frailecillos –o puffins–, esas vistosas aves de picos de colores que anidan junto a otras especies en estos inexpugnables precipicios que se alzan más de 400 metros sobre el océano.

Pese a la simpatía que provocan entre los viajeros, conviene tener presente que la población local se alimentó durante décadas de sus huevos y su carne. De hecho, el puffin sigue siendo un plato selecto que se ofrece en algunos restaurantes. La técnica utilizada para cazarlos obliga a descolgarse con cuerdas y redes desde lo alto de los acantilados. Precisamente la pericia y el arrojo de los cazadores de puffins de la región resultaron vitales cuando en 1947 un barco inglés se hundió en estas costas y todos los miembros de la tripulación fueron rescatados e izados uno a uno pared arriba.

Llegar a Látrabjarg implica conducir por un sector de casi 50 km de pistas de tierra (sólo ida). Unos 5 km antes del faro del "finisterre de Europa" encontraremos un área de camping muy básica (hay WC y agua potable, pero no duchas ni agua caliente), apta para tiendas y autocaravanas.

De camino hasta allí pasaremos por Hnjótur, donde hay una cafetería y un interesante museo con artefactos diversos, incluido un avión de la United States Navy.

4. Pozas termales deReykjafjarðarlaug

Las aguas termales siempre son un regalo de la naturaleza, pero en un entorno como los Westfjords se convierten en auténtico maná divino. Una de las mejores piscinas termales, aunque no la única, fue construida por un grupo de voluntarios en 1975 frente al fiordo de Reykjafjörður, a escasos 50 metros de la carretera de tierra que comunica Bíldudalur con Hrafnseyri. El manantial brota unos metros más arriba, a 52ºC, pero la piscina se mantenía a 38º. Y hablamos en pasado porque lamentablemente en 2016 permaneció cerrada. Esperamos que en 2017 vuelva a funcionar.

5. Catarata de Dynjandi

Con 100 metros de caída en forma de hermosa escalinata, Dynjandi –también conocida como Fjallfoss– es sin duda la cascada más espectacular de los Fiordos del Oeste. Se llega a ella por una carretera de montaña sin asfaltar y se ha habilitado una zona de acampada básica apta para tiendas y autocaravanas. Orientada hacia el oeste, la mejor hora para retratarla es al atardecer.

6. Focas y mermeladas en Litlibaer

Unos 70 km al este de Ísafjördur, en dirección a península termal de Reykjanes, hay una colonia de focas visible desde la carretera. Para hacernos una idea del carácter confiado de la población, un granjero local deja allí unos prismáticos para quien las quiera observar con más detalle, además de unos cuantos frascos de mermelada casera y una hucha para que quien desee llevarse un bote le deje los 6 euros que cuesta el tarro.

7. Paseos en kayak

En el siguiente fiordo, llamado Mjóifjörður –es fácil perder la cuenta–, el nuevo trazado de la ruta 61 ahorra al viajero moderno el amplio y obligado rodeo de antaño que iba hasta el fondo del estuario por la vieja carretera de tierra 633. En lo más apartado está Heydalur, una granja de turismo rural con piscinas de aguas termales, donde organizan excursiones en kayak con inicio en la colonia de focas de la boca del fiordo. Durante el trayecto, de 5 horas, a veces se avistan ballenas.

8. Expedición a la Reserva Natural deHornstrandir

Nadie vive allí, sólo los guardas forestales, las aves y los zorros árticos. Se trata del extremo más aislado y virgen del país, al que sólo se puede llegar en barco. Más allá del puerto de Hesteyri –donde se puede dormir en la vieja casa del médico, de sólo 16 plazas, construida en 1901–, no hay ni tiendas, ni restaurantes, ni hoteles. Sólo áreas de acampada básicas. Por tanto, la Reserva Natural de Hornstrandir está reservada a amantes de la fauna y la flora acostumbrados a la vida al aire libre y los caprichos de la climatología ártica. Algunas agencias organizan tours guiados de senderismo de 4 o 5 días.

Texto de Sergio Fernández Tolosa y Amelia Herrero Becker de Con un par de ruedas

Imágenes de Con un par de ruedas

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La cara montañosa de Mallorca

Mallorca es mundialmente conocida por sus playas y calas, pero la Sierra de Tramuntana, que se eleva más de mil metros sobre la costa norte de la isla, es un auténtico paraíso para los aficionados al senderismo. A través de este paisaje sorprendentemente rocoso, tapizado por tupidos bosques y salpicado de acogedores pueblos que conservan la esencia natural de antaño, una compleja red de sendas y caminos históricos han permitido crear una ruta senderista de gran recorrido que descubre, de un extremo a otro de la sierra, el relieve más accidentado e insólito de Mallorca, a la vez que exhibe la rica herencia cultural de la región. Se trata de la Ruta de Piedra en Seco, también conocida como GR-221, cuyo trazado de 120 km se puede realizar de forma integral o por sectores. Para los que no disponen de tantos días, hemos decidido seleccionar tres de los mejores tramos de toda la travesía.

1. Ses Basses y La Trapa, un excepcional mirador de Sa Dragonera

Comenzamos a caminar en el Coll de Sa Gramola, accesible por carretera desde Andratx. Desde aquí, una pista forestal se dirige hacia el oeste, en dirección a la caseta de Ses Basses. Más allá, el camino pierde anchura y nos conduce a una zona muy panorámica en la que encontramos diversos miradores orientados al mar. Paso a paso, la vereda se integra más y más en el agreste paisaje, que compone un escenario abrupto y sensacional, con la inconfundible silueta de la isla de Sa Dragonera sobresaliendo del mar como telón de fondo. Tras un descenso por un sendero flanqueado por la vegetación, llegamos al antiguo monasterio trapense, que se encuentra en obras de restauración (el proyecto contempla abrir un refugio para excursionistas). El regreso lo haremos por el mismo itinerario.

Recomendaciones:
Se trata de una ruta fácil, de 15 km entre ida y vuelta, ideal para realizar en una mañana.

Accesos: El Coll de Sa Gramola se encuentra a 5 km de Andratx yendo por la carretera Ma-10, y tiene espacio para aparcar. Si disponemos de dos vehículos, podemos alargar la excursión más allá de La Trapa, hasta Sant Elm, donde previamente habremos aparcado un coche. Del Coll de Sa Gramola a Sant Elm hay 13 km de caminata en total. Es importante llevar agua, pues no hay fuentes y escasean las sombras.

2. Camí de s’Arxiduc: un balcón de altos vuelos entre Valldemossa y Deià

La excursión se inicia en la Real Cartuja de Valldemossa, antigua residencia del rey Sancho I de Mallorca. Abandonamos el pueblo siguiendo las marcas de pintura blanca y roja del GR-221, por una pista pedregosa y de fuerte pendiente que culmina en el refugio de Es Cairats, que permanece cerrado. Cabe señalar que el trazado original del GR-221 era muy distinto al actual, pues pasaba por la cumbre de la Talaia Vella, desde donde enlazaba directamente con el Camí de s’Arxiduc. En el nuevo trazado, durante el ascenso por la pista que lleva a Es Cairats, podremos ver antiguos hornos de cal, carboneras y los pequeños refugios en los que vivían los encargados de explotar los recursos de este magnífico encinar.

A partir del refugio, la pista se convierte en senda y muy pronto se alcanza una zona agreste y despejada. Las señales del GR-221 nos guiarán hasta la cumbre del Puig Gros, el Pla des Aritges y Es Caragolí, donde la ruta conecta, por fin, con el panorámico Camí de s’Arxiduc. Antes de desviarnos y empezar a perder altura hacia Deià, es absolutamente recomendable caminar algunos metros más –aunque luego debamos retroceder sobre nuestros pasos– por este emblemático camino, que recorre el lomo de la sierra y fue mandado construir por el archiduque Luis Salvador de Habsburgo-Lorena a finales del siglo XIX exclusivamente para poder disfrutar del paisaje.

Recomendaciones:
Aunque son sólo 13 km, la ruta es de dificultad media-alta, por los desniveles y por el tipo de terreno, muy pedregoso e inclinado en algunos tramos.

Accesos: Podemos dejar el coche en Valldemossa y regresar después en autobús desde Deià.

3. De Sóller al Santuario de Lluc: un fin de semana en el corazón de la sierra

Uno de los sectores más espectaculares y variados del GR-221 –además de uno de los más accesibles y mejor acondicionados– es el que une la histórica población de Sóller y el Santuario de Lluc. El tramo suma un total de 35 km y es perfecto para dividirlo en dos etapas de 19 km y 15 km respectivamente, pernoctando en el refugio guardado de Tossals Verds.

Etapa 1: El primer día, las señales del GR-221 nos conducen desde el centro de Sóller hasta el bucólico barranco de Biniaraix, por el que ganamos un considerable desnivel, hasta el Coll de l’Ofre y el embalse de Cúber. A partir de aquí, los más expertos pueden ir hasta el refugio de Tossals Verds por la nueva variante del Pas Llis, que implica una ascensión extra y un breve y sencillo paso equipado. La otra opción es el viejo camino que da la vuelta por el Coll des Coloms, que no entraña ninguna dificultad.

Etapa 2: Tras recuperar fuerzas en el refugio, el GR-221 continúa hacia los panorámicos Coll des Prat y Coll des Telègraf. Desde aquí, un largo descenso nos conducirá hasta el santuario, caminando siempre por un sinuoso camino que se abre paso a través de un bosque de encinas, descubriendo antiguos pozos de nieve que han sido recientemente restaurados.

Recomendaciones:
Es una travesía de dos días de dificultad técnica media-alta que cuenta con desniveles considerables –la ascensión acumulada supera los 1.100 metros diarios– y descensos prolongados por sendas. El terreno es rocoso y requiere calzado de montaña, además de bastones de trekking. Aunque está señalizada con estacas, hitos y marcas de pintura, conviene llevar un buen mapa excursionista, como el de Editorial Alpina. Para pernoctar en el refugio de Tossals Verds es recomendable realizar la reserva con antelación, pues las plazas son limitadas (web).

Accesos: Desde Palma, a Sóller se puede llegar en autobús, pero también en el viejo ferrocarril de Sóller, que realiza el trayecto a diario desde 1912. Desde Lluc se puede regresar a Palma en los autobuses de la línea L330.

¿A qué esperas para descubrir los parajes ocultos de la isla de Mallorca? Consulta nuestros vuelos aquí.

 

Texto de Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker, de Con Un Par de Ruedas

Fotos de Con Un Par de Ruedas

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