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El alma de Pink Floyd vuelve a Pompeya

¿Qué queda de los Pink Floyd de hace 45 años? Poca cosa, la verdad. Con Roger Waters girando por medio mundo con su espectáculo de The Wall en 3D, y con la desaparición de Richard Wright hace ocho años, la formación de rock de vanguardia que dominó el mundo del espectáculo rock durante los 70 y parte de los 80, solo cuenta con Nick Mason y el líder David Gilmour como únicos estiletes de la banda original.

Un poco de historia

Pink Floyd es una de las mejores bandas de todos los tiempos, de eso no hay duda. Sus discos lo atesoran, así como su permanencia en las primeras posiciones de bandas referenciadas durante varias décadas. Puede que no fueran los inventores del disco conceptual –The Who ya lo habían hecho poco antes que ellos-, pero sí que es cierto que fueron los que lo llevaron a su máxima expresión.

Pink Floyd tienen algunos records en su haber; quizá el más relevante sea el de mantener en la lista Billboard (lista de ventas) un disco durante 889 semanas (más de 17 años), siendo así el álbum que más tiempo ha permanecido en listas de la historia. Con una estimación de ventas de 50 millones de copias, The Dark Side of The Moon es el álbum más exitoso de Pink Floyd, y a su vez, el disco de rock más vendido de la historia - y el segundo mas vendido a nivel mundial solo superado por Thriller de Michael Jackson-. Pero su éxito no se limita a este disco del 73. Antes ya eran famosos. Y es que a finales de los 60 fueron los abanderados de la escena psicodélica inglesa. Sus primeros discos contaron con Syd Barrett entre sus filas y consiguieron captar la atención de toda una masa en plena ebullición de ideas nuevas y experimentación. Tampoco se puede decir que The Dark Side of the Moon fuera única cumbre, sus discos posteriores se mantuvieron a la altura –aunque no llegaron a sus cifras de ventas-. De esta manera, los 70 fue su década –con permiso de Led Zeppelin y The Rolling Stones-, gracias a discos míticos como Animals, Wish You Were Here, y sobretodo The Wall, un disco que vino acompañado de una película dirigida por Alan Parker y protagonizada por Bob Geldof.

¿Qué pasó en Pompeya? 

Todos sabemos que los directos de Pink Floyd fueron los más espectaculares a nivel tecnológico durante varias décadas. De hecho mantuvieron su reinado hasta principios de los noventa, con la gira del disco Achtung Baby de U2. Pero, sin duda, el directo siempre fue uno de los puntos fuertes de Pink Floyd, ya desde sus inicios, cuando la formación original hacía las delicias del circuito universitario y underground de Londres. Eran los días dorados de la psicodelia inglesa y sus conciertos eran toda una experiencia sensorial gracias al soporte de proyecciones y performances. Si te quieres hacer una idea puedes ver el film Tonight Let’s all Make Love in London, dirigido por Peter Whitehead, que incluye actuaciones de la banda londinense de aquella época.

En los setenta, y ya sin Syd Barrett en sus filas, el grupo continuó creciendo. Sus discos fueron pasando de la psicodelia al rock progresivo y sus directos se fueron consolidando con una presencia de la tecnología cada vez mayor. Pero antes de convertirse en una de las bandas de estadios por excelencia, se embarcaron en un proyecto que acabó por convertirse en uno de los hitos de la historia del rock. Unieron fuerzas con el director de cine Adrian Maben para darle forma a un proyecto cinematográfico. El resultado fue el film Pink Floyd Live at Pompeii, realizado en la míticas ruinas de la ciudad romana, arrasada por una erupción del volcán Vesubio en el año 79 de nuestra era.

La gestación del proyecto fue una pura casualidad. El director Adrian Maben simplemente llamó a Stephen O’Rourke, manager de Pink Floyd, a principios de los ’70, para proponerle la idea de hacer una película con el grupo. En aquel momento la idea era hacer una pieza muy arty, pretendía que participasen artistas de la talla de Magritte, De Chirico, Christo o Jean Tinguely y que creasen a un nivel visual mientras Pink Floyd lo hacían desde la sonoridad. Pero no se llegó a ningún acuerdo. Meses más tarde, Maben viajó con su novia de entonces a Italia y visitó las ruinas de Pompeya. Esa noche se dio cuenta que había perdido su pasaporte y, al ponerse a recordar, concluyó que lo había dejado en el anfiteatro de Pompeya. Así que regresó, solo, con las últimas luces del día, y allí, entre los monumentos, las esculturas y pinturas de un tiempo que había quedado en suspensión Maben tuvo su gran momento de inspiración: ese era el lugar ideal para filmar a Pink Floyd. En el silencio casi místico del anochecer, se dio cuenta que Pompeya tenía todo: tenía muerte, tenía sexo y tenía mucha vida latente. Y en ese anfiteatro, Pink Floyd podría volver todo eso a la vida plena.

45 años después

El pasado mes de marzo el ministro italiano de Cultura, Dario Franceschini confirmó en la red social de Twitter que el guitarrista británico de 70 años, David Gilmour tocará en Pompeya los días 7 y 8 de julio. Así, el líder de Pink Floyd volverá a actuar en el mítico yacimiento arqueológico 45 años después de haber protagonizado la grabación de la película Live at Pompeii. En esta ocasión presentará los temas de su último álbum Rattle That Lock. Pero no se descarta que toque alguno de los temas de su ex banda. Recordemos que Gilmour y Nick Mason todavía mantienen los derechos de explotación de prácticamente todo el legado de Pink Floyd.

¿A qué esperas para revivir la magia de uno de los mejores conciertos de la historia? Además podrás disfrutar de la visita al yacimiento romano más famoso del mundo. Consulta nuestros vuelos aquí.

Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS

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Heroes: El Berlín de Bowie

David Bowie se mudó a la capital alemana buscando el anonimato en la atmósfera del Berlín de la Guerra Fría, totalmente interesado por la escena musical berlinesa de esa época con bandas como Tangerine Dream y Kraftwerk y con la firme intención de desintoxicarse.

"Low", "Heroes" y "Lodger" son los tres álbumes que forman la Trilogía de Berlín, tres trabajos clave en la discografía de David Bowie grabados en colaboración con Brian Eno en la década de 1970 y bañados por la influencia y el poder de una ciudad y una época únicos en la historia.

Para recorrer los lugares claves de la estancia de Bowie en la capital Berlinesa debemos empezar por la Hauptstraße 155, la dirección del edificio donde vivió el genio británico. Como curiosidad, hay que saber que su compañero de juergas y la también estrella del rock Iggy Pop compartió con él esta misma dirección, aunque pese a lo que muchos piensen, en distinto piso.

Bowie e Iggy frecuentaban la noche berlinesa con gran asiduidad. Uno de los locales más pisados por la pareja es precisamente nuestra siguiente parada: el café Neues Ufer. Antiguamente conocido como Anderes Ufer, este local es uno de los primeros bares de Europa de ambiente gay. De allí su nombre, que traducido significa “la otra orilla”.

Si nos movemos en metro por Berlín es parada obligatoria la estación de Neukölln. Os animamos a que tengáis un mp3 a mano para poder rendir tributo a la canción instrumental "Neuköln", que aparece en el álbum de 1977 "Heroes".

Tras el homenaje, podemos parar en la Potsdamer Platz, justo en el punto donde el Muro atraviesa la plaza. En la canción “Heroes” Bowie canta “I, I can remember, Standing, by the Wall, And the guns shot above our heads, And we kissed, as though nothing could fall” (“yo, yo puedo recordar, de pie junto al Muro, y las balas sobre las cabezas, y nos besamos como si nada pudiera caer”) Además de ser el lugar desde donde Bowie dice estar frente al muro, también esconde la historia de dos enamorados besándose. En su momento, Bowie dijo que era tan sólo inspiración, pero con el tiempo se pudo saber que se refería a una aventura que Tony Visconti, el guitarrista de Bowie, estaba teniendo con una de las coristas.

El lugar desde donde Bowie vio esa romántica escena de Visconti, fue nuestra siguiente parada: los Hansa Estudios. Lugar donde ambos pasaban horas experimentando lo que después se convertiría en una trilogía inigualable dentro de la historia de la música.

La última parada de nuestro recorrido termina frente a la Puerta de Brandeburgo, con una vista sobre la Plaza de la República. Esa plaza está al frente del Parlamento alemán, donde Bowie retornaría en 1987 para el Concierto para el Festival de Berlín.

Imagen de Jean-Luc Ourlin

Nosotros nos apuntamos, si quieres venirte consulta nuestros vuelos aquí.

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Las traboules los pasadizos secretos más populares de Lyon

Lyon cuenta con una gran extensión de la ciudad (más de 400 hectáreas) que desde 1998 forma parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco. Dentro de este espacio se encuentran el Vieux Lyon, barrio medieval y renacentista situado a orillas del Saona, la Croix-Rousse, del que destaca su pasado como centro de la industria de la seda, la colina de Fourvière y la Presqu'île, actual centro de la ciudad.

Una forma alternativa de recorrer parte de todo este conjunto protegido es a través de los traboules, que son unos pasajes que atraviesan los patios internos de los edificios, permitiendo pasar de una calle a la otra de una forma más rápida. El origen de la palabra traboule, según el historiador Amable Audin, estaría en el término “trans-ambulare” (caminar a través), procedente del latín. Esta particularidad arquitectónica, además de en Lyon, se puede ver en las siguientes poblaciones francesas: Villefranche-sur-Saône, Mâcon, Chambéry, Saint-Étienne y en Louhans.

Su origen estaría en el siglo IV, y se habrían creado para facilitar el transporte de agua desde la orilla del río Saona hasta la zona a la zona alta del antiguo Lyon. En la actualidad apenas se conservan restos de esta época. Un buen número de los traboules que se pueden ver en nuestros días son del periodo renacentista renacentista, principalmente los que se encuentran en el Vieux Lyon. Aunque es el siglo XIX la época de mayor expansión de este concepto constructivo, consecuencia de la presencia de la industria de la seda en la ciudad. Los tejedores de la seda, instalados en su gran mayoría en la Croix-Rousse, empleaban estos atajos para transportar los tejidos hasta la zona baja de la ciudad, que es donde se encontraban los comerciantes de telas.

Pasajes llenos de historia

Los traboules han sido testigos privilegiados, y en parte protagonistas, de alguno de los momentos más relevantes de la historia de la ciudad que los alberga. En ellos se vivió una de las primeras revueltas vinculadas con la reivindicación de los derechos laborales y sociales, la revuelta de los canuts. En 1831, las duras condiciones con las que tenía que trabajar los tejedores de la seda (canuts en francés) acabaron provocando una revuelta considerada uno de los primeros levantamientos de trabajadores de la historia. Los canuts ocuparon Lyon al grito de “Vivir libre trabajando, o morir combatiendo”. A este levantamiento le siguieron dos más en 1834 y en 1848, todos ellos violentamente reprimidos.

Este laberíntico entramado de pasajes también jugó un importante papel durante la Segunda Guerra Mundial, ya que la resistencia francesa los empleó para huir de los nazis.

Planeando la visita

En Lyon hay cerca de unos 500 traboules, situados en su mayoría en  el Vieux Lyon (215 patios y traboules), la Croix-Rousse (163 patios y traboules) y de la Presqu'île (130 patios y traboules). Que se puedan visitar hay unos 400, en la siguiente web podéis consultar el mapa con indicaciones y fotos, e incluso os podéis descargar una aplicación para orientaros en este laberinto (está en inglés y francés). En la oficina de turismo también os proporcionan planos en los que aparecen indicados los más destacados. En la mayor parte de los casos en las puertas de las casas está señalado si hay un acceso a un traboule, y en alguna que otra ocasión deberéis llamar al timbre para poder acceder. Como atraviesan los patios interiores de las casas, tendréis que ser respetuosos e intentar no hacer ruido para no molestar al vecindario. Lo más recomendable es visitarlos por la mañana ya que por la noche casi todos permanecen cerrados. Preparaos para descubrir un mundo lleno de espacios asombrosos, con escaleras sorprendentes como la de Cours des Voraces, patios renacentistas y bellos rincones. ¡La aventura está servida!

¿Con ganas por adentraros en esta peculiaridad arquitectónica de Lyon? Consulta nuestros vuelos aquí.

 

Texto de ISABELYLUIS Comunicación

Imágenes de Pierre Guinoiseau, clr_flickr, Guillaume Baviere

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Tierra de leyendas (1)

Visitar la Bretaña es revivir la emocionante historia medieval europea, ahondar en sus raíces culturales, en sus tradiciones y leyendas. Rennes es la capital de la Bretaña, pero se encuentra también a las puertas de la región de Normandía y es un destacado lugar del patrimonio arquitectónico y testigo de la historia de la región. Alrededor de sus dos plazas reales, el Parlamento y el Ayuntamiento, y sus características casas de entramado de madera y mansiones renacentistas, se dibujan siglos de historia.

A unos 30 kilómetros de Rennes se encuentra el frondoso bosque de robles y hayas de Brocelandia, dominio de mitos y leyendas celtas. Es aquí donde se suelen situar muchos episodios de las novelas de la Mesa Redonda, como la búsqueda que el Rey Arturo ordenó para encontrar el Santo Grial y fue también el lugar donde vivieron el hada Viviana, el caballero Lancelot y el mago Merlín, amigo y asesor del joven Arturo, del que dicen quedó allí atrapado por amor.

Por el mágico bosque de Broscelandia recorrerás recónditos senderos que te llevaran por el Puente del Secreto, el pueblo de Paimpont y su hermosa abadía o los castillos de Brocelianda y del paso del Acebo.

Al norte, siguiendo el estuario del río Rance, se llega a Dinan, con su encantador casco urbano y una de las ciudades medievales mejor conservadas. Por su recinto amurallado descubrirás fascinantes monumentos como la basílica de Saint-Sauveur o la torre de l’Horlage.

Si te gusta estar al acecho de las mejores gangas y ofertas, tienes en la Grande Braderie de Rennes la mejor oportunidad. Ese día Rennes se transforma en este inmenso mercadillo al aire libre en el que poder encontrar algún tesoro escondido y muchas gangas entre antigüedades, ropa, objetos de decoración o joyas, porque en La Grande Branderie de Rennes todo se compra y se vende.

Se trata, junto al gran mercado callejero de Lille, de la feria de saldos más grande de Francia, en la que buscar y rebuscar entre miles de puestos de comercios esparcidos por 60 calles de la ciudad.

Y para comer, encontrás en pleno corazón medieval de la ciudad, en una pintoresca posada del siglo XVI, se encuentra el Auberge du Chat-Pitre que te transportará a la Edad Media.

Aquí los camareros van vestidos como posaderos de la época. No te preocupes, no te obligarán a comer muslos de jabalí con las manos como Astérix y Obélix, pero sí que sentirás el ambiente de una noche mágica con la animación de trovadores, malabaristas, cuentacuentos o magos en una comida inolvidable.

Y con nombres tan graciosos para sus recetas tradicionales como la caldereta de druida, los abrazos de jabalí o el saltimbanqui, que puedes acompañar de Hypocras, una bebida a base de vino tinto, miel y especias que hacia las delicias de nuestros antepasados.

Imagen de Cocu Cyril

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