A 30.000 pies por viajeros para viajeros

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5 excursiones para hacer desde Nantes

Nantes, antiguo enclave portuario situado a orillas del río Loira, y más conocido en la actualidad por ser el lugar de nacimiento de Julio Verne, es una de esas ciudades que no defraudan a la hora de visitarlas. Tampoco lo hará la siguiente selección de lugares situados en las cercanías de la que fuera la antigua capital de la Bretaña,  y en los que hallarás desde la oportunidad de conocer parajes de lo más singulares a disfrutar de los lindo en parques temáticos, pasando por el descubrimiento de poblaciones cargadas de historia. ¿Te unes a la aventura?

Marais Poitevin
Conocida como la Venise Verte (Venecia verde), la Marais Poitevin es un área pantanosa atravesada por el río Sèvre Niortaise en su camino hacia la desembocadura en el Atlántico, y que ocupa unas 100.000 hectáreas. En este espacio se entremezclan zonas secadas por el hombre con otras repletas de humedales, algunos de ellos canalizados por los que se puede navegar. No dudes en acercarte a Arçais o Coulon, que son las dos localidades más destacadas de la zona, y alquilar una barca o kayak, para deslizarte por las aguas de estas marismas, o si lo prefieres, una bicicleta, con la que desplazarte por los carriles- bici que recorren estas tierras. Una pequeña maravilla situada a poco más de hora y media de Nantes, ¿te la vas a perder? 

La Rochelle
El que fuera uno de los más destacados puertos de Francia entre los siglos XIV y XVII, y principal punto de partida de los colonos franceses de Canadá que acabarían fundando Montreal, es en la actualidad una agradable ciudad en la que pasear y dejarse sorprender por las huellas de su pasado histórico. Situada a apenas dos horas de Nantes, lo primero que llama la atención del visitante son sus torres defensivas, fruto de un pasado en el que la guerra tuvo buena parte del protagonismo. Las torres de la Cadena y la de San Nicolás eran las encargadas de proteger el puerto viejo; la torre de la Linterna era la encargada de iluminarlo, sirviendo de guía para los barcos; y la Grosse Horloge o torre del Reloj, de estilo gótico, servía de puerta de acceso al casco antiguo. Otra de sus peculiaridades reside en el material que están construida buen número de sus edificios, la caliza, motivo por el que es conocida como la Ville Blanche (ciudad blanca).

La isla de Ré
Un puente de peaje de unos 12 kilómetros une La Rochelle con el que es posiblemente uno de los espacios más bellos de la costa oeste francesa, la isla de Ré. En sus 30 kilómetros de largo por 5 kilómetros de ancho de superficie hallarás salinas, playas, viñedos, espacios para la observación de aves, y pueblos de un encanto irresistible, y todo ello con una climatología excepcionalmente cálida y agradable para la zona. El mejor vehículo para explorar esta fantástica isla es la bicicleta, y si puedes visitarla fuera de temporada te evitarás las masificaciones y los problemas de alojamiento (es el inconveniente de ser bonito paraje a la par que popular).

Poitiers
Ubicada a dos horas y media de Nantes se encuentra Poitiers, una ciudad repleta de historia a la que no debes de dudar en hacer una visita. Fundada por la tribu celta de los pictones, erigida en el siglo I por los romanos, y convertida en destacado emplazamiento defensivo durante época medieval, es conocida por el buen número de iglesias que se pueden visitar en ella. La iglesia de Notre-Dame-la-Grande se encuentra entre las más destacadas, en cuyo interior aún conserva algunos frescos originales del siglo XII. La mejor forma de experimentar esta ciudad es dejándote llevar por las calles que conforman su centro histórico y que bien seguro que acabarán transportándote a otra época.

Futuroscope
A apenas 10 kilómetros al norte de Poitiers se encuentra este popular parque temático cuyas atracciones se basan en las últimas tecnologías cinematográficas, audiovisuales y robóticas. En Futuroscope la diversión y las nuevas sensaciones están aseguradas, siendo un lugar donde disfrutarán tanto los más pequeños de la familia como los adultos.

Reserva tu Vueling a Nantes aquí y déjate sorprender por alguno de estos cinco lugares emplazados en sus alrededores.

Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de TwoWings, Flavio Ensiki, Eric Pouhier, Erwan Deverre, Hamon jp

 

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Descubriendo los Museos de Montaña de Messner

La provincia de Bolzano, también conocida como Alto Adigio o Tirol del Sur, a caballo entre la cultura austríaca y la italiana, tiene en su haber una de las cadenas montañosas más populares de Italia, los Dolomitas. Estos conforman un espectacular paisaje en el que se alternan los valles con sus características montañas que parecen quebrar el cielo, cuyo cambio de color con la luz solar tanto sorprende a los visitantes: durante el día lucen blancas, y al amanecer y al atardecer adquieren un precioso tono rojizo. Hasta el propio Le Corbusier se quedó prendado de sus magia y llegó a decir que eran “la más bella obra arquitectónica del mundo”. Protegidas por siete parques naturales, en 2009 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Los Dolomitas son un espacio perfecto para la práctica de los deportes al aire libre, como el esquí o la escalada, y a su vez son un espacio perfecto para los amantes de la contemplación de la naturaleza o los buscadores de inspiración. Esta última es más que seguro que la encuentres en el Messner Mountain Museum (los Museos de Montaña de Messner), una red conformada porseis museos ubicados en emplazamientos muy singulares del Tirol del Sur, cuya temática gira en torno al montañismo, la escalada y las culturas de los pueblos de altura.

Detrás de un concepto tan especial de museo como lo es este, con un amplio vínculo con la naturaleza, solo podría estar una persona tan singular y excepcional como lo es el italiano Reinhold Messner. Considerado como uno de los mejores alpinistas de todos los tiempos, tiene en su haber catorce ochomiles, todas ellos escalados sin ayuda de oxígeno. En el año 1978, Messner junto al austríaco Peter Habeler serían los primeros en ascender el Everest sin botellas de oxígeno. Ese sería el principio de una larga carrera escalando montañas. Su intrepidez y sus ganas de probar experiencias le llevaron en 1991 a formar parte de la primera expedición que cruzó la Antártida sin ayudas externas.

En la actualidad lleva una vida bastante más tranquila, centrada en la escritura de libros y en el Messner Mountain Museum, un original conjunto de museos que consta de los siguientes espacios:

MMM Corones. Situado en la cima de Kronplatz, en él se explica la historia del montañismo. Obra de la arquitecta Zaha Hadid, el museo está escavado en la montaña, del que solo se aprecia en el exterior su triple mirador en la cumbre, con unas impresionantes vistas del monte Peitlerkofel, el Heiligkreuzkofel, el Ortler y el sur del Tirol.

MMM Firmian. Cerca de Bolzano se encuentra el castillo de Sigmundskron, donde se puede visitar este museo cuya temática central es el encuentro del hombre con la montaña. Ya solo por las vistas que en él hay de los Alpes y los Dolomitas merece la pena acercarse hasta aquí.

MMM Dolomites. También conocido como el “Museo en la Nubes”, está situado en un antiguo búnker de la Primera Guerra Mundial localizado en la cumbre del monte Rite (2000 metros), entre Pieve di Cadore y Cortina d'Ampezzo. En su interior acoge el museo dedicado a la escalada deportiva en roca, en el que se rinde especial homenaje a los Dolomitas y a todos aquellos que los han escalado.

MMM Juval. Situado en el castillo de Juval, está dedicado a la Magia de la Montaña, y en su interior alberga obras de arte, entre las que destacan la colección tibetana y la de máscaras procedentes de los cinco continentes. A este espacio solo se puede acceder mediante visita guiada, y los meses de julio y agosto permanece cerrado ya que es la residencia de verano de la familia Messner.

MMM Ripa. Otro castillo, en este caso el de Burnico o Bruneck, es el encargado de albergar el museo dedicado a las culturas vinculadas a la montaña. No en vano el nombre de este espacio proviene de la unión de la palabras tibetanas ri (montaña) y pa (hombre).

MMM Ortles. En la aldea de Solda, en un sencillo edificio de piedra semi-subterráneo, en el que los pastizales hacen de techumbre, se encuentra el sexto y último espacio de este peculiar museo. El tema central del mismo es el mundo del hielo, donde se habla del esquí, la escalada sobre hielo y las expediciones a los polos.

Ahora que ya tienes las claves de algunas de las maravillas que se esconden en el Tirol del Sur, sólo tienes que coger tu Vueling a Verona –está a aproximadamente una hora y media en coche de Bolzano- y aventurarte a conocerlas.

 

Texto de Los Viajes de ISABELYLUIS

Imágenes de Messner Mountain Museum y Zaha Hadid Architects (© Inexhibit)

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Zúrich, una caja de bombones rellenos

“Resulta que en 1917 Einstein, Lenin y Joyce coincidieron en Zúrich. El primero daba clases en la ETH, el segundo preparaba la revolución rusa y el tercero escribía Ulysses. Esta ciudad cada día me gusta más.” Una amiga española residente en la urbe más grande de Suiza compartía estas líneas en su perfil de Facebook. Ella también escribe y es un poco revolucionaria. No da clases, que sepamos, pero todo se andará. ¿Qué hace una chica tan mediterránea en un lugar como éste? Lo entendimos nada más llegar. Disfrutar de su activa escena cultural, de sus restaurantes, de su lago, del río Limmat, de los parques, del silencio y de su tamaño mediano que permite atravesarla en tranvía e invita a recorrerla a pie o en bicicleta.

¿Sabías que lo que más extraña un suizo cuando viaja es el pan? ¿Que el dueño del legendario Café Odeon pudo construirlo gracias al dinero ganado en la lotería española? ¿Que el müesli (mezcla de cereales) fue inventado por el médico Maximilian Bircher-Benner, profesor de la Universidad de Zúrich? ¿Y que en el histórico restaurante Opfelchammer, uno de los favoritos del novelista local Gottfried Keller, te dejan escribir tu nombre en las vigas si bebes suficiente vino? Te esperas una ciudad lujosa porque olvidas que la reforma protestante se inició aquí hace ahora 500 años y ostentar estaba prohibido. De ahí su aspecto austero. Como los bombones rellenos, Zúrich esconde sorpresas. Nunca sabes qué te vas a encontrar.

Zúrich no es un destino económico, pero existen fórmulas para controlar el gasto. Antes de empezar a descubrirla, compra la ZürichCARD. Llegarás a la ciudad en tren desde el aeropuerto, podrás coger todas las líneas del tranvía y entrar gratis (o con descuento) en más de 90 establecimientos.

Si quieres comer en un lugar tradicional y moderno a la vez no dejes de visitar Haus Hiltl, el vegetariano más longevo de Europa (data de 1898). Un restaurante-bufé con más de 100 especialidades para escoger -pagarás según llenes el plato-, librería, tienda, estudio de cocina y bar-lounge.

Si te va lo ecléctico debes entrar en Les Halles, un antiguo almacén que hace las veces de restaurante y mercado, famoso por sus moules frites (mejillones con patatas fritas) donde podrás comer y comprar embutidos, quesos, vinos y otras delicatessen de la vieja Europa.

Si te apetece cenar en un lugar más formal acércate a La Salle. Te ofrecerán un buen steak tartar, varios platos de pasta fresca y un clásico pastel de carne casera con salsa de vino tinto y puré de patatas que debes probar.

Podrás alargar la noche en sus numerosos bares y clubes como el Nietturm Bar, situado en la parte superior de La Salle, un estiloso local donde probar el cóctel ‘Hugo’ (prosecco, sirope de saúco, agua con gas, menta, lima y hielo) o una copa de vino zuriqués junto a unas bellísimas vistas de la ciudad.

Si el tiempo amenaza lluvia o el frío te paraliza, embárcate en un crucero por el Lago de Zúrich. Disfrutar de un brunch suizo -con quesos, panes, salmón, mermeladas, fruta y bollería- mientras viñedos y casas de cuento desfilan ante tus ojos entre un suave balanceo es reconfortante. El crucero-brunch solo funciona los domingos. Imprescindible reservar. Zürichsee Schifffahrt.

Si por el contrario te has propuesto patear todo lo que puedas y más, lánzate al street food. Devora las salchichas de Sternen Grill, una sopa caliente en La Zoupa y los marroni (castañas asadas) de los puestos callejeros.

Si tu estancia va más allá del fin de semana no te vayas sin probar los pretzel (pan en forma de lazo) y el resto de especialidades de temporada de la bäckerei (panadería) Vohdin (Oberdorfstrasse, 12), una windows shopping (tienda escaparate) abierta desde 1626.

Si puedes permitírtelo, alójate en la planta 10 del Sheraton Zürich Hotel, ubicado en Zürich–West, el barrio de moda. Las habitaciones del hotel son espaciosas, luminosas y confortables, tiene wifi gratis (que nunca falla) y dos opciones gastro: el restaurante Route Twenty-Six -por los 26 cantones suizos-, donde sirven opíparos bufés de desayuno y el Café & Bar Nuovo, ideal para un café a media tarde o una cerveza Qüollfrisch naturtrüb nocturna.

Si quieres volver con un souvenir genuino en la maleta pásate por un supermercado local y cómprate una mini fondue de queso Gerber y una bolsa de chocolatinas Frey, dos marcas históricas que te dejarán muy buen sabor de boca. Aunque, te avisamos, nunca será igual que comer este plato de quesos fundidos en Adler's Swiss Chuchi o un chocolate caliente en Péclard.


¿A qué esperas para saborear las delicias suizas de Zúrich? Consulta nuestros vuelos aquí.

 

Texto de Carme Gasull (Gastronomistas)

Fotos de Mireia Aranda y Zurich Tourism

 

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Rincones de Nápoles

Napoli es una ciudad fascinante. Única. Con mucho carácter. Es La ciudad del sur de Italia. Una maravilla histórica, arquitectónica, artística, gastronómica y geológica. Sus habitantes tienen la sangre caliente como la lava del Vesubio, el volcán que preside la ciudad, imponente, siempre ahí. En Nápoles hay infinidad de edificios históricos, castillos, palacios, iglesias por visitar: Castel dell'Ovo, Palazzo Reale, la iglesia del Gesù Nuovo o la Capella Sansevero donde se encuentra una de las estatuas más especiales de la historia de la escultura, el Cristo Velado de Giuseppe di San Martino.

En esta ruta vamos a callejear esta ciudad mediterránea y sus alrededores en busca de rincones singulares.

Pizza Da Michele

La primera pizzería del mundo, abierta en 1870. Todavía hoy, con miles de pizzerías por todo el planeta, sigue siendo una de las mejores y por supuesto de las más auténticas. Eso sí, solo tienen las dos variantes clásicas de la ciudad: Margarita (normal o doble de queso) y Marinara. ¡Menos es más!

Fue aquí donde empezó la leyenda de la pizza y es napolitana su versión más popular: la Margarita. Tricolor como la bandera italiana: blanca por la mozzarela di buffala, roja por el tomate casero y verde por la albahaca fresca

Para quien tenga ganas de turismo gastronómico “pizzeril” ahí van un par de interesantes alternativas a Da Michele (siempre llena, de napolitanos y turistas, mucho antes de que Julia Roberts se zampase ahí su pizza en “Eat, Pray, Love”):

Gino Sorbillo, el inventor del calzone, gran variedad de pizzas. Calidad.

Di Matteo, espectacular Marinara (sin mozzarela, pero con un buen toque de ajo).

Galleria Umberto I

Galería comercial con mucho rollo arquitectónico de finales del siglo XIX. Construida durante los mismos años que la Torre Eiffel de París, el arquitecto Emanuele Rocco se inspiró en la Galleria Vittorio Emanuele II de Milán. Alta, imponente, mires donde mires hay algo interesante. Desde los mosaicos del suelo, hasta las bóvedas de vidrio y metal. Para darse un paseo a cubierto por el Nápoles de hace 120 años.

Puerto de pescadores de Mergellina

Caminando por la orilla napolitana, dejando el Vesubio a nuestra espalda, llegamos al antiguo pueblo de pescadores de Mergellina. Hoy, un barrio de la ciudad con carácter propio, donde los napolitanos se esparcen al sol, especialmente los fines de semana. Una mañana soleada de domingo, no importa si es pleno invierno, el puerto de pescadores de Mergellina se llena de paseantes, patinadoras, ciclistas, tertulianos. Gente con ganas de disfrutar del lado más mediterráneo de la ciudad. Excelente lugar para comprar pescado fresco, vivo, directamente de los pescadores al lado de sus barcas, en la playa. O incluso comérselos en uno de los innumerables chiringuitos del paseo del litoral.

Posillipo

¿Te gustaría pasear entre las casas más bellas de Nápoles? ¿Sacar una foto de la bahía donde se vea toda la ciudad, el mar y el volcán Vesubio de fondo? ¿Ir a un parque a respirar las brisas del mediterráneo? ¿Hacer un pequeño paréntesis en el alto ritmo de la ciudad y recargar las pilas? Si tu respuesta es Sí, entonces no puedes irte de Napoli sin visitar el barrio residencial de Posillipo. Donde viven los ricos listos. Pero no sufras, que ahí no vas a gastar mucho, casi no hay tiendas, ni bares. Solo hermosas calles con árboles, vistas al mar, casas privilegiadas, parques, miradores. En fin, mucha paz y belleza de la que todavía se puede disfrutar sin pagar. ¡Y que dure!

Solfatara de Pozzuoli

Hace dos mil años el Vesubio era un único volcán. Con la violenta erupción del 24 de agosto del año 79 d.C. que sepultó bajo las lavas las ciudades de Pompeya y Herculaneum (visitas muy recomendables también) se formó una caldera, que creó un volcán con dos cumbres: el Vesubio y la Solfatara. La Solfatara es como un volcán chato con fumarolas que huelen a huevo podrido. Es el olor del azufre, que en la antigüedad se asociaba al infierno y el demonio, y hoy hay quien cree que, respirar esos humos, aumenta la libido y fortalece la vida sexual y reproductiva. Por si fuera verdad o sentís un fuerte placebo tras visitar la Solfatara de Pozzuoli, ahí queda dicho y recomendado como otro interesante lugar del Golfo de Nápoles.


Por Bruno Sokolowicz de scannerFM

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